EDITORIAL CTXT.ES /
La implosión en el Partido Popular (PP), que deja al descubierto todas sus vergüenzas, extiende una alfombra roja a la extrema derecha española.
Había quedado probado en los tribunales que el Partido Popular es un partido corrupto. Ahora se confirma que además de corrupto es trilero (estafador) y mafioso. La guerra desatada entre la Dirección Nacional del partido y la Presidenta de la Comunidad de Madrid haciendo públicas las indecencias y delitos del contrario no tiene precedentes. El escándalo puede tener graves consecuencias no solo para el PP, sino para todo el sistema democrático español, ya muy debilitado por la desafección y la degradación de casi todas las instituciones, desde la jefatura del Estado (representada por el deslegitimado rey Felipe VI) hacia abajo.
Estamos ante el enésimo caso de corrupción del PP. No han acabado de depurarse responsabilidades penales por los anteriores, cuando reinciden. En los peores momentos de la pandemia, Tomás Díaz Ayuso, el hermano de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, y un amigo de ambos, Daniel Alcázar, sacaron tajada del drama que padecía la población. En abril de 2020, la empresa de Alcázar cobró 1,25 millones de euros (más IVA) de la Comunidad de Madrid (CM) por el suministro de unas 250.000 mascarillas para el hospital de campaña de IFEMA, a través de una adjudicación de urgencia. De ese dinero, según denuncia la dirección del PP, 283.000 euros fueron directamente al bolsillo del hermano de la presidenta madrileña en concepto de comisión. Ayuso sostiene que su hermano solo cobró 55.850 euros más IVA, y no por una comisión, sino por gestionar la compra de las mascarillas en China. El presidente del PP, Pablo Casado, insinúa que el dueño de la adjudicataria, Daniel Alcázar, ejerció como testaferro de la presidenta y de su hermano.
El PP, que sabe mucho de estos asuntos, ha entendido que un caso de corrupción puede ser también material de doble uso. Casado lo ha utilizado para tratar de frenar la meteórica carrera de Ayuso, la gran amenaza para su liderazgo. Ayuso ha visto que además del desvío de dinero público para favorecer a amigos y parientes, podía utilizar el caso para tratar de decapitar a Casado, y lo ha acusado de haber espiado a su entorno más íntimo con la ayuda de varios medios regados con publicidad institucional de la CM. Ya sólo falta que uno de los dos, o ambos, encuentren en su cama la cabeza sangrante de un caballo.
Los navajazos de los irresponsables líderes populares amenazan con destruir al partido conservador, que desde que fue condenado por el criminal caso Gürtel vive en plena crisis existencial por el crecimiento de la extrema derecha. Pero además desencadena una espiral de consecuencias muy inquietantes. Una ruptura del PP puede facilitar a Vox el camino para erigirse en el partido de referencia de ese espectro político. Hace menos de una semana, se abría la posibilidad de que la extrema derecha entrase en el Gobierno de Castilla y León. Ahora podría incluso entrar en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. La emergencia es cada vez más seria. La implosión en el PP, que deja al descubierto todas sus vergüenzas, extiende una alfombra roja a la extrema derecha. Y esto debe interpelar a todas las fuerzas políticas, sin excepción.
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