POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
“A través de la manipulación emocional, en la era de la post-verdad (the post -truh age), la(s) realidad(es) se deforma(n), distorsiona(n), silencia(n) y encubre(n) para incidir en actitudes y comportamientos; al tiempo que con la mentira y la desinformación se hace de la praxis política una parodia de sí misma que vacía de sentido la vida pública y toda la práctica de civismo”. [1].
– Isaac Enrique Pérez.
Si algo ha quedado claro en el ambiente electoral actual es la delantera del Pacto Histórico (PH), la desinflada del llamado Centro Esperanza y el desespero del uribismo al ver el rechazo generado a nivel nacional, tanto por la corrupción y la ineptitud de Duque y sus funcionarios, como por la pérdida del teflón de su jefe, quién desesperado acude a repartir volantes y es sacado y confrontado por multitudes en las diferentes ciudades. Por ello, la mejor opción, para los detentadores del poder, los causantes de la crisis que vive Colombia en la actualidad, en esta época preelectoral, sigue siendo la posverdad.
Las élites colombianas se aprovechan de tener a su mando la mayoría de los medios de comunicación que cada día invaden más los hogares con una multiplicidad de sandeces, mentiras y engaños, de la escasa educación en historia y política, del poco amor a la lectura y del escaso pensamiento crítico de la población colombiana en general. De esta forma utilizan, además, las redes sociales para a través de sus bodegas difundir mensajes cortos, manipuladores, llenos de mentiras e inexactitudes que causen impacto, conmoción en el receptor y estimulen sus emociones más primitivas, pretenden seguir incentivando (y ahora más) el rechazo, odio, miedo para justificar la violencia, mantener una visión llena de subjetividades y relativismos, que permita continuar con una sociedad individualista, atomizada, consumista y confundida, acorde a la sociedad del mercado y a sus intereses.
Ante los grandes escándalos que comprometen directamente a los miembros del uribato y sus partidos afines con el narco-Estado implementado, los delitos electorales, la corrupción desbordada, las masacres, los asesinatos, la vinculación con el delito de comandantes y generales del ejército nacional, ganaderos y políticos conjunto a los grupos paramilitares y narcotraficantes (casos recientes como el de la Neñepolítica, Sanclemente, manipulación de testigos, AUV, Cadena, Aída Merlano, Benito Osorio, Lafaurie, Mancuso, Otoniel, general Barrero, Abudinen y otros tantos buenos muchachos; la crisis económica, la arremetida inflacionaria, el desempleo y la informalidad, la pobreza y el hambre, en un grueso de los habitantes del país, se acude a las consabidas cortinas de humo como el caso de Piedad Córdoba, a las pasarelas internacionales y mentiras del fatuo Duque, y por supuesto, a incentivar el miedo frente al “monstruo Petro”, el enemigo más peligroso para sus intereses, muy a la usanza de la historia de la élite política, como fue el caso del basilisco indilgado a Gaitán por Laureano Gómez previo a su asesinato.
Hoy en Colombia vuelven a reciclar los grandes monstruos de hace cuatro años: el “Socialismo del siglo XXI” y el supuesto “castro-chavismo”, solo con el fin de engañar a los incautos para que rechacen a los candidatos que representan la verdadera oposición: los integrantes del Pacto Histórico, quienes encarnan el cambio de sus políticas, amenazan sus privilegios y comprometen su permanencia en el poder, su usufructo y cooptación del Estado colombiano. Dijéramos en un juego dialéctico que quienes infunden el miedo son los que realmente tienen más miedo al ver amenazados sus privilegios -muchos construidos ilegalmente con la corrupción, la violencia, el desplazamiento y el narcotráfico- y al sentir los pasos multitudinarios hacia un nuevo gobierno, ya no de las minorías -élites políticas y económicas- sino de las mayorías -los de abajo, los de ruana, los pobres, los históricamente excluidos, las negritudes, los indígenas, las mujeres, la diversidad sexual e identidades de género, los informales, los desempleados, las clases medias y trabajadoras, los jubilados, los estudiantes, los profesores, los independientes, los niños y los ancianos- con un gobierno de representación popular.
Las dos alternativas están claras: o seguimos con más uribismo -corrupción, narcoestado, paramilitarismo, privatizaciones, privilegios para los poderosos, desplazamientos, apropiación ilegal de tierras, violencia, masacres, desapariciones y represión para los opositores, líderes sociales y defensores de derechos humanos, explotación laboral, inequidad, privatización de la salud y la educación, el hambre y la desazón en un significativo porcentaje de hogares colombianos- o cambiamos y apoyamos una apertura democrática, girar hacia la paz, reindustrializar el país, desarrollar el campo, fomentar el empleo, la educación, un nuevo sistema de salud, las energías limpias, el cuidado del medio ambiente, la justicia y la equidad social, desarrollar el acuerdo de paz, detener las masacres, los desplazamientos, el derramamiento de sangre como lo propone el PH.
Estamos frente a una verdadera oportunidad de iniciar un cambio en Colombia. No podemos seguir quejándonos de las políticas que nos afectan y a la vez siendo indiferentes o votando por los mismos corruptos causantes de nuestras desgracias.
Las propuestas del Pacto Histórico están enmarcadas dentro de la Constitución de 1991, representan el poder popular para construir El Estado Social de Derecho que históricamente nos ha sido negado; es decir, el cumplimiento efectivo de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y de género, para todas y todos los habitantes del territorio nacional, que permitan construir la democracia.
No más miedos, no más confusiones, no más ataque a la verdad.
Por una Colombia donde el presente y el futuro sea de todas y todos.
“Soy parte de quienes alzan la voz para parar la destrucción de los ríos, bosques y páramos, de aquellos que sueñan en que un día los seres humanos vamos a cambiar el modelo económico de muerte, para darnos paso a construir un modelo que garantice la vida”. –
– Francia Márquez.
[1] Crisis de la filosofía, ignorancia tecnologizada y despolitización de la sociedad. https://www.alainet.org/es/articulo/207751
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