POR JOSÉ ARNULFO BAYONA*
Gustavo Petro, con su movimiento de la Colombia Humana, en las elecciones presidenciales de 2018 marcó un hito en la historia política colombiana al lograr que 8.000.000 de ciudadanos y ciudadanas vencieran el miedo, dejaran de ser clientela, no vendieran su voto y votaran por él, al punto que, de no ser por el fraude, pudo haber derrotado a las poderosas mafias enquistadas en el poder. Su campaña de plazas públicas repletas de multitudes de gentes conectadas con sus promesas de transformaciones democráticas, paz y garantías de derechos para tener una vida digna y vivir en democracia, amén, del compromiso de derrotar la corrupción y el narco gobierno colombiano fue recibida con entusiasmo y esperanza por las mayorías nacionales.
En aquella oportunidad, sin apoyo de capitales del narcotráfico ni de los gremios económicos, sin clientelismo, ni compra de votos, sin constreñir violentamente la ciudadanía, con los medios masivos de comunicación en contra, su propuesta de cambio, al tiempo que sembró esperanza entre las multitudes, desató el pánico entre las oligarquías gobernantes que vieron amenazada su hegemonía. Ante la inminencia de la derrota, los partidos de la coalición gobernante y la oligarquía que los mantiene, se recogieron a la sombra protectora del comandante en jefe del uribato e hicieron una alianza de todos contra Petro, recurrieron al fraude y eligieron el cuerpo ajeno con el que el patrón ha ejercido su tercer mandato. Petro se quedó sin posibilidad de hacer las alianzas que ahora propone, porque todos conspiraron en su contra, incluso los autoproclamados de centro que adhirieron a última hora, o anunciaron su voto en blanco o, desde la sombra, llamaron a votar por el títere cuyas cuerdas manejaría su presidente eterno.
Podemos decir con certeza, que Petro, sin alianzas con ningún sector de las mafias gobernantes, puso a temblar el establecimiento y al narco poder. Los ocho millones de votos obtenidos constituyeron una base sólida para mantener, en su calidad de vocero de la oposición en el Congreso, su actividad política, su propuesta de sacar la corrupción y las mafias del poder y anunciar que mantenía su aspiración a la Presidencia para el periodo 2022–2026. Sobre esa base, ha reeditado con creces la campaña de multitudes en las plazas públicas, que lo mantienen en las encuestas como probable ganador de la presidencia en primera y/o segunda vuelta.
Con este propósito, convocó a la creación de la coalición que llamó Pacto Histórico, a la que concurrieron: Su movimiento Colombia Humana, el Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica (UP), Movimiento Alternativo Indígena y social (MAIS ), el Partido Comunista, el movimiento de Francia Márquez Soy Porque Somos, líderes y lideresas sociales y políticos/as, sectores del movimiento sindical, Fuerza Ciudadana del gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo, Autoridades Indígenas de Colombia (AICO ), el Partido Comunes, movimientos campesinos, feministas, LGBTIQ+, ambientalistas, Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos, entre otros. También se sumaron los senadores del Partido de la U, Roy Barreras y Armando Benedetti, y el senador Fernando Velasco del Partido Liberal, quienes forman parte de la coalición del narco-gobierno uribista.
Acordaron realizar la consulta del próximo 13 de marzo, en la que el precandidato o la precandidata que obtenga la mayoría de votos será el candidato o la candidata presidencial y, quien logre la segunda votación, será la fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico. Así quedó registrada la palabra empeñada por los partidos y movimientos con personería jurídica firmantes del acuerdo constitutivo del Pacto Histórico.
La composición inicial del Pacto Histórico era, sin duda alguna, una alianza del llamado progresismo representado en la Colombia Humana, las izquierdas multicolores, los movimientos sociales, los movimientos feministas, ambientalistas, el movimiento sindical, los movimientos campesinos, indígenas y afrocolombianos, hombres, mujeres y juventudes urbanas que fueron actores de las movilizaciones y paros del 21 N de 2019, en 2020 y del gran estallido social de 2021 contra el mal gobierno de Uribe-Duque, los que pusieron el pecho y las víctimas a la brutalidad policial desatada por órdenes emanadas del Ministerio de Defensa. Era, a no dudarlo, mayoritariamente una propuesta para conformar un frente de los de abajo, las clases trabajadoras y los sectores que luchan por la democracia, la paz y la vida digna, que incuestionablemente representan las grandes mayorías nacionales.
La idea del pacto para sacar del poder a las mafias gobernantes y poner fin a sus inveteradas y corruptas prácticas gansteriles, caló entre la ciudadanía que, en la pasada contienda electoral, hizo uso del voto libre y estuvo a punto de lograr la derrota de las élites blancas privilegiadas que durante siglos han sometido violentamente a las mayorías populares desposeídas, empobrecidas, excluidas y explotadas. Este fue el discurso, la idea del Pacto Histórico, que sembró la esperanza y el anhelo de un cambio profundo y con sentido democrático en nuestro país, para construir la paz y el buen vivir o vivir sabroso, como bien lo pregona Francia Márquez.
El punto de partida para alcanzar el triunfo en 2022, es la victoria usurpada en 2018. La apuesta del Pacto Histórico para ganar la Presidencia de la República para el próximo cuatrienio, con su programa de reformas democráticas, erradicación de la pobreza, derrota de la corrupción y las mafias gobernantes, hizo crecer el entusiasmo de miles y millones que acuden a las plazas publicas para reafirmar su compromiso de votar libremente por el candidato o candidata que resulte elegido en la consulta.
Es indudable que Petro lleva la delantera en las encuestas para dicha consulta. Pero, de las entrañas de los millones de gentes de pueblos negros, indígenas, campesinos, urbanos de las barriadas populares, empobrecidos, racializados y despojados de su dignidad humana y de sus elementales derechos para vivir con decoro, ha emergido la figura fresca, novedosa y descontaminada de Francia Márquez Mina, con un discurso sincero, sencillo y directo, que defiende su propuesta de ligar la política a las luchas sociales y populares para derrotar la élite minoritaria, blanca, racista y patriarcal gobernante y su centenaria política de muerte.
Francia concibe que el Pacto Histórico debe ser con los millones de mujeres y hombres de los pueblos oprimidos y olvidados que han sufrido por siglos esa política de violencia, expoliación y despojo, porque “el cambio será con ellos y ellas o no será”. Ojalá Francia ganara la consulta, pero de no ser así, sin duda, será una formidable opción de resistencia y lucha política con futuro promisorio, “hasta que la justicia y la dignidad se hagan costumbre”, como ella lo transmite reiteradamente en sus debates, discursos y mensajes al pueblo colombiano.
En el curso de la campaña, desde las toldas de la Colombia Humana y otros integrantes de la coalición, hace carrera la práctica de fortalecer el Pacto Histórico para asegurar la victoria en la primera vuelta, mediante el acercamiento con políticos y sectores de la derecha, que han formado parte del régimen uribista en los últimos 20 años. Primero ocurrió en la conformación de la lista única al Senado, en la que para dar cabida a candidaturas del sector del actual alcalde de Medellín avaladas por el exalcalde Luis Pérez, en un censurable acto racista y de segregación excluyeron una candidata y un candidato del movimiento Soy porque somos.
Luego sucedió con el acercamiento del exalcalde liberal uribista de Medellín, Luis Pérez, con la pretensión de ser precandidato en la consulta del Pacto Histórico. Petro justificó dicho acercamiento con el argumento de que el Pacto es “un acuerdo entre diferentes” para gobernar. Sin importar que dicho exalcalde es responsable, con el expresidente Uribe, de la masacre perpetrada por las Fuerzas armadas en alianza con los paramilitares en la llamada Operación Orión en la Comuna 13 de dicha ciudad y que, además, está judicializado por presunta corrupción. Lo mismo sucedió con la adhesión de parlamentarios, exparlamentarios, exgobernadores, exalcaldes que registran una tradición de clientelismo y corrupción, como es el caso del representante por Córdoba, Andrés Calle, su hermano exalcalde Montelíbano, Gabriel Calle, y otros que han formado parte del cartel de la corrupción del exsenador Bernardo el Ñoño Elías, puesto en evidencia en el sonado caso del ‘Cartel de la toga’. Igual viene ocurriendo en Antioquia, Tolima y otras regiones.
Recientemente, Gustavo Petro y sus colaboradores más cercanos han planteado acercamientos con el expresidente liberal César Gaviria, en la idea de pactar acuerdos que permitan vincular al Partido Liberal al Pacto Histórico, con miras a asegurar el triunfo electoral en la primera vuelta. Para lograrlo, según el senador Gustavo Bolívar, reservarían la fórmula de vicepresidencia para quien designe el jefe liberal (se rumoran los nombres de María Emma Mejía y Simoncito Gaviria). Para justificarlo afirman que las bases liberales ya están con el Pacto Histórico, luego solo faltarían los jefes. Pero, si ya el pueblo liberal se ha volcado a apoyar a Petro, ¿por qué no avanzar en la derrota, tanto del uribato en decadencia, como de la casta dirigente del Partido Liberal en descomposición, que es corresponsable de los sufrimientos, las desgracias, la guerra, el desplazamiento forzado, la pobreza, la miseria y la muerte de millones de colombianos y colombianas durante los últimos 212 años?
Creo que una alianza con César Gaviria pone en entredicho la promesa de cambiar de raíz la política colombiana y derrotar la corrupción de las catervas que han secuestrado la democracia durante siglos; así como, el compromiso de entronizar la ética y la transparencia en el manejo de lo público que pregona el Pacto Histórico. La crítica no es contra César Gaviria por ser liberal, sino porque el expresidente, en su ya larga y vetusta carrera política, representa todo lo que el pueblo ha sufrido repudia y condena. Basta recordar que en su gobierno legalizó la creación de las llamadas Convivir (Decreto 356 del 11 de febrero de 1994), cuna de las bandas paramilitares que nacieron y se multiplicaron a la sombra cómplice de las administraciones de Álvaro Uribe.
Además, adoptó las contrarreformas necesarias para dar vía libre a la implantación del modelo neoliberal, como, la Ley 100 que arrasó con los derechos laborales, salariales y de Seguridad Social en salud de la clase trabajadora, la apertura económica que dio paso a los Tratados de Libre Comercio causantes de la ruina de miles de pequeños y medianos empresarios y la pérdida del empleo de millones de trabajadores/as, privatizó los servicios públicos de salud, energía, el agua y el saneamiento básico y subastó el patrimonio público vendido a empresas nacionales y multinacionales.
La anterior, es tan solo una pequeña muestra del mega daño causado por el personaje y su partido, un pacto con este simbólico personaje del mal sería una afrenta a las mayorías nacionales que apuestan con su voto por un cambio con sentido histórico y de futuro con democracia, paz y buen vivir. De concretarse este acuerdo demeritaría la promesa de retornar la ética al ejercicio de la política y la administración de lo público y sí, como es muy probable, se gana la Presidencia, sería una victoria obtenida en alianza con la mitad de la corrupción. Finalmente, el Pacto Histórico debería mirarse en el espejo de lo ocurrido con es tipo alianzas, en países de América Latina, como, por ejemplo: Brasil, donde Dilma Rousseff fue derrocada por su aliado corrupto, el vicepresidente Michel Temer y, el de Ecuador, en donde Lenín Moreno, el presidente elegido por el movimiento del expresidente Rafael Correa, resultó traicionándolo en alianza con los corruptos que el propio Correa había derrotado, contando para ello con la activa colaboración en la sombra de Estados Unidos.
La alianza que se cuece en el seno del Pacto Histórico, sería la reedición de los desastrosos frentes populares promovidos por el estalinismo que causaron la derrota de revoluciones, tanto en España, como en Italia y condujeron al fracaso en casi todos los países de América Latina.
*Miembro de la Red Socialista de Colombia.
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