POR DAX TOSCANO SEGOVIA
El avance de los movimientos de ultraderecha en Europa, legales e ilegales, ha sido evidente en los últimos años y su ascenso es un hecho preocupante. En países como Francia, Italia, España, Alemania, Austria, Suiza, Noruega, Bulgaria, Grecia, Polonia, Lituania, Rumania, Hungría agrupaciones de ideología nazifascista van ganando cada vez más espacios, sobre todo en la actividad política. El apoyo que gozan entre muchos sectores de la población joven es otro hecho inquietante. El ultranacionalismo, la xenofobia, el racismo, la islamofobia, es lo que identifica a estos movimientos que se expanden con la participación de jóvenes que, desencantados con la crisis económica y social que vive la Europa del capital, deciden sumarse a ellas.
Las guerras desatadas en África y Medio Oriente han sido las culpables directas de oleadas migratorias hacia el viejo continente. EEUU y los mismos países europeos son los responsables históricos de los conflictos que se viven en esas regiones del planeta, aun así, sectores de la población europea, golpeados también por la crisis económica que ha vivido Europa, responsabilizan en gran medida a los refugiados africanos y de Oriente Medio de su situación, convirtiéndose el nacionalismo extremo, acompañado de un profundo desprecio a los migrantes, en bandera de su lucha.
La aplicación del modelo neoliberal ha causado desastres en el mundo entero. La Europa del capital no ha estado exenta de situaciones que se creía solo se vivían en los países de la periferia latinoamericana o africana. Desempleo, precarización laboral, falta de empleo, desatención en la salud, disminución de salarios, aumento de jornadas de trabajo, así como de años para jubilarse, son algunas de las consecuencias del neoliberalismo que también han vivido los europeos.
La crisis del capital, una vez más, la han tenido que soportar los sectores más vulnerables. La clase trabajadora y la juventud desempleada en Europa han sido golpeadas por las medidas neoliberales que han destruido las conquistas logradas como resultado de las luchas sociales y la existencia de un Estado de bienestar que fue necesario en una etapa histórica para consolidar la dominación burguesa, manteniendo a la población sosegada ante la creencia de que bajo el capitalismo si era posible construir una mejor sociedad para todos sus integrantes, sin importar su condición de clase.
De ese espejismo, se pasó a la realidad: el capitalismo se basa en la obtención de ganancias a cualquier costo, para lo cual no duda en cometer cualquier crimen para lograr su propósito. Mientras unos se enriquecen, la gran mayoría es sometida a procesos que la conducen al empobrecimiento o precarización de las condiciones de su vida.
La Europa del capital, civilizada y humanitaria, sumió en la desgracia económica a los países de Europa del Este tras la caída del llamado socialismo real y luego a otros como Grecia donde el Fondo Monetario Internacional arruinó, sin piedad alguna, la vida de la mayoría de habitantes de esa nación europea, a lo que llamó eufemísticamente como un “rescate”. Aumento de impuestos, de los precios de los combustibles, recortes de pensiones y disminución de salarios, privatizaciones son algunas de las medidas aplicadas en ese rescate que condujo a la catástrofe.
La situación en España también es compleja, con altas tasas de desempleo, desahucios y pérdida del valor real del salario. En Portugal, Francia e Italia se viven situaciones similares, empeoradas desde el desarrollo de la pandemia del COVID 19.
El documental Catastroikade Katerina Kitidi, Aris Chatzistefanou y Leonidas Vatikiotis, que se estrenó en abril de 2012, desnuda las políticas neoliberales aplicadas en los antiguos países del campo socialista de Europa del Este y en Grecia que condujeron al empobrecimiento, la disminución de la esperanza de vida, el desarrollo de la prostitución, mientras se daba paso a la privatización de los bienes públicos y se imponían medidas contra los derechos de la población trabajadora por órdenes del Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, acompañado esto de una brutal represión.
La situación para los migrantes es todavía peor. Por un lado, se les prohíbe la entrada a Europa a quienes huyen de la pobreza y la guerra y, por otro, a quienes logran ingresar se los somete a una cruel persecución y discriminación, mientras son sometidos a jornadas laborales extenuantes, en condiciones de explotación brutal, como sucede en fábricas textiles donde se confecciona ropa de marca de las grandes empresas diseñadoras. Igual sucede en la agricultura o el trabajo doméstico.
El imperialismo estadounidense y europeo, junto al sionismo israelí, han convertido a Medio Oriente y África en zonas de conflictos armados. La apropiación de recursos por parte de las potencias capitalistas, ha conllevado a la fabricación de guerras que son necesarias también para los negocios de la industria militar de los EE.UU. y de países de Europa que se dedican al desarrollo de armamento. Israel, por su parte, lleva adelante una política de exterminio del pueblo palestino, por supuesto con el apoyo de EE.UU. y Europa.
En el año 2004 se estrenó la película Hotel Rwanda, del director Terry George. En ella se relata con crudeza el conflicto entre las etnias Hutu y Tutsi. El periodista argentino Fernando Duclos, conocido como ‘Periodistán’, explica con claridad y precisión, en una serie de tuits publicados durante 2020, lo que sucedió en Rwanda: Bélgica provocó la división entre etnias y luego Francia, bajo el gobierno de François Mitterrand, apoyó con armas y entrenamiento militar a los grupos paramilitares hutus del Interahamwe para llevar adelante su plan criminal de la “solución final”, mediante el exterminio de todas las “cucarachas” tutsis.
La hipócrita Europa que aboga por la paz y que hoy manifiesta su indignación por la operación militar rusa en Ucrania, es la misma que provee de armas a países de Medio Oriente y África para atizar los conflictos bélicos. Francia, Italia y España son, por ejemplo, los países que abastecen de armas a la coalición liderada por Arabia Saudí contra Yemen. La Unión Europea suministró de armamento a terroristas y mercenarios, a los que eufemísticamente han llamado “oposición moderada”, para combatir al gobierno legítimo de Bashar al-Ássad, en un conflicto que ha desangrado Siria y destruido su infraestructura material, incluidos monumentos históricos, patrimonio cultural de la humanidad que han sido volados por los criminales de ISIS, como sucedió en la ciudad de Palmira.
Todo lo expuesto es necesario para comprender el auge y desarrollo de los movimientos de la ultraderecha en Europa.
En 1922 Alemania estaba sumida en la pobreza. Las sanciones impuestas tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, contenidas en el Tratado de Versalles de 1919, hundieron en la miseria a la mayoría de la población. En el prólogo al libro de León Trotsky La lucha contra el fascismo, Alan Woods dice que Alemania “parecía no tener esperanza debido a la crueldad de los Aliados. Después de la derrota alemana, las potencias triunfantes, especialmente Francia y Gran Bretaña, impusieron unos términos ruinosos a Alemania. El resultado fue el caos económico, desempleo de masas y pobreza a una escala sin precedentes.” El marxista británico explica que “los trabajadores alemanes tuvieron que aceptar sus salarios en carretillas llenas de papel moneda sin valor. Con un millón de marcos apenas se podía comprar una caja de cerrillas”.
Sectores empobrecidos de la sociedad alemana, políticamente amorfos y desorganizados, vieron como una esperanza al Partido Nacionalsocialista liderado por Hitler que, mediante un discurso demagógico, sostenido a lo largo de su existencia mediante un poderoso aparato de propaganda, ofrecía convertir a Alemania en una potencia y sacar de la crisis a los trabajadores y a la clase media, fundamentalmente.
Al igual que en esa época, se puede apreciar hoy que el avance de la ultraderecha y de los movimientos neonazis en Europa se debe, en gran medida, a la falta de acciones concretas por parte de los gobiernos que se han sucedido, incluidos los llamados de izquierda, para acabar con el flagelo de la pobreza, el desempleo o la falta de vivienda. Sin comprender las causas de los problemas sociales, sectores de la juventud, de la clase media y del lumpen, se suman a las organizaciones de la ultraderecha que, al igual que en la época de Hitler, les ofrecen sacarles de esa situación calamitosa, enfocando sus ataques contra los migrantes a quienes responsabilizan de la precariedad cada vez mayor en la que viven.
El problema para ellos no es el sistema dominante, son los migrantes que llegan a Europa a quitarles el empleo, a fomentar la inseguridad, a más que no cumplen con los parámetros raciales para ser aceptados, es decir ser rubios, blancos y de ojos claros. Los discursos xenofóbicos, machistas, homofóbicos, acompañados de expresiones públicas violentas, en las que se usan insignias y banderas nazis, con vestimentas militares y cuerpos tatuados con esvásticas o símbolos de las SS, mientras se hace el saludo hitleriano, son algunos de los elementos que caracterizan a muchos jóvenes cautivados por estos movimientos de la ultraderecha.
El ascenso de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen en Francia, del partido Liga Norte de Matteo Salvini en Italia, del Fidez-Unión Cívica de Viktor Orbán en Hungría, de Vox de Santiago Abascal Conde en España, del partido Alternativa para Alemania de Alexander Gauland, del PiS, Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczynski en Polonia, del partido Nueva Alianza Flamenca de Geert Bourgeois en Bélgica o de la ilegalizada agrupación nazifascista, Amanecer Dorado en Grecia demuestran que la ideología basada en mensajes ultranacionalistas, racistas, xenófobos, discriminadores y demagógicos no son un hecho aislado o accidental en Europa.
En España, por ejemplo, agrupaciones falangistas como Bastión Frontal o Antas Klan se destacan por su islamofobia.
El avance de esta “peste parda”, como la denomina Michael Lowy, no puede minimizarse o reducirse a un fenómeno ocasional, pasajero. Lo que sucede en Ucrania, en donde existe una alianza entre los organismos del Estado y los grupos neonazis, es una señal del peligro que representan estas agrupaciones para las sociedades donde su presencia se consolida. Hoy por hoy, Ucrania se ha convertido en el centro fundamental de entrenamiento militar, financiamiento y conexión de las agrupaciones neonazis, como lo señala Amelia Martínez-Lobo de la Fundación Rosa Luxemburg.
Casas editoriales, barras bravas de equipos de fútbol, grupos de rock, tiendas con artículos nazis se esparcen por diversos lugares de Europa con el propósito de consolidar la presencia de los movimientos ultras y ampliar el número de sus partidarios.
Los Ultra Sur del Real Madrid CF, el Frente Atlético del Atlético de Madrid, los Supporters Sur del Real Betis son grupos violentos de extrema derecha, fanáticos racistas que alientan a sus equipos en los estadios: “El Retiro es español, no es un parque de Ecuador”, gritaba la hinchada del Frente Atlético, mientras emitían sonidos imitando a un mono para insultar al jugador del Real Madrid, Peter Federico González.
La música también es un instrumento para atraer a la juventud para que participe en las filas de los grupos neonazis. Mensajes de odio, antiinmigrantes, homofóbicos, anticomunistas se destacan en las canciones interpretadas por bandas neonazis en los conciertos conocidos como Rock Again Communism: “macarrismo por bandera, pegando a travestis, violando a sharperas, macarrismo por favor al maricón”, “¡Eh! negro, vuelve a la selva, Europa es blanca y no es tu tierra”, “Otra guerra ha empezado, esta vez en tu ciudad. El enemigo el de siempre, sabes bien con quien hay que acabar”.
Varias de estas agrupaciones, con nombres utilizados en homenaje a los nazis, se formaron décadas atrás como Skrewdriver, Landser, División 250, Batallón de Castigo, Brigada Totenkopf, Estirpe Imperial. Música del odio, documental realizado por el Movimiento Contra la Intolerancia, desnuda el accionar de estas bandas que cuentan con sellos discográficos para la producción y distribución de sus canciones en las que se exalta al nazismo, como Rock O Rama Records.
El 9 de mayo de 1945 la Alemania nazi se rindió ante la Unión Soviética. El nazifascismo había sido derrotado tras una cruenta guerra en la que la URSS soportó los mayores ataques y la pérdida de 26 millones de vidas.
En Nüremberg, ciudad alemana ubicada al norte de Baviera, se formó un tribunal militar internacional para juzgar a los criminales del régimen nazi. Los fiscales de Francia, Gran Bretaña, EE.UU. y la URSS fueron los encargados de presentar las acusaciones contra los principales líderes del régimen hitleriano que fueron capturados y que más adelante fueron condenados a la pena capital. Hermann Göring eludió la horca al suicidarse en su celda con una cápsula de cianuro. Otros, como Hitler y Goebbels, se envenenaron antes de la capitulación alemana. En Nüremberg se dieron a conocer las atrocidades cometidas por los nazis: campos de concentración, trabajo esclavo, torturas, amputaciones, utilización de gases tóxicos, incendio de poblaciones, hambrunas provocadas, experimentos con personas, esterilizaciones, violaciones, ahorcamientos, forman parte de una larga lista de crímenes atroces de los oficiales de las SS, de la Gestapo o de la Wehrmacht.
La película documental del francés Alain Resnais, Noche y Niebla, difundida en 1955, expone la bestialidad del nazismo.
Tras los juicios de Nüremberg, el mundo podía sentirse reparado moral y legalmente. No obstante, no todos los criminales nazis fueron juzgados y quienes sostuvieron económicamente al régimen hitleriano, ni siquiera fueron llamados a sentarse en el banquillo de los acusados en ese momento. Otros involucrados recibieron sentencias cortas, mientras muchos oficiales nazis lograron huir, incluso con la complicidad de los propios Estados Unidos, tal como se desprende de archivos desclasificados por la CIA.
L. Smirnov, quien fuera ayudante del fiscal principal soviético en los juicios de Nüremberg, en el prólogo del libro de Arkadiĭ Iosifovich Poltorak Nüremberg: Epílogo señala que “el hitlerismo fue un engendro del capital monopolista alemán” que “llegó al poder, se consolidó y pudo cometer sus innúmeras ferocidades merced al apoyo y ayuda directa que le prestó la reacción imperialista internacional”. Como señala Smirnov, fueron los magnates y hombres de negocio de Alemania como Gustav Krupp, representante del sector industrial o Hjalmar Schacht, ligado a la banca, los que “respaldaban a los bandidos de las SS”.
Pero no solo fueron ellos, sino el capital internacional, representados por personajes como Henry Ford. Grandes compañías capitalistas trabajaron estrechamente con el régimen nazi como la Standard Oil de los Rockefeller, la IBM de Thomas Watson, que fue condecorado con la Gran Cruz del Águila, la Nestlé, Coca Cola y las alemanas BMW, Siemens, Bayer-IG Farben que fabricaron el Zyklon B para asesinar a los prisioneros en las cámaras de gases.
En 1946, nuevos juicios se llevaron a cabo para juzgar, entre otros, a los responsables del financiamiento económico del nazismo. Fue el abogado John J. McCloy, nombrado Alto Comisario de los EEUU en Alemania Occidental en 1949, el que hizo las gestiones necesarias para revocar las sentencias que se dictaminaron contra esos criminales, lo cual se concretó en 1951. Konrand Adenauer, primer Canciller de la República Federal Alemana, junto al banquero del nazismo, Hermann Josef Abs, también abogaron para la modificación de las sentencias, como relata Julio Martín Alarcón en un artículo publicado en El Confidencial, el 25 de febrero de 2018, con el título “McCloy, el ‘virrey’ americano que liberó a los empresarios de Hitler”.
El régimen hitleriano no hubiese podido consolidarse si no lograba el respaldo de grandes empresarios e industriales que dieron el visto bueno para el avance del proyecto criminal nazi, mientras veían con beneplácito el ataque a la clase obrera, la destrucción de sindicatos y la represión al movimiento comunista.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, inició la Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS. En este contexto, criminales de guerra nazis fueron utilizados por los EE.UU. para realizar tareas de espionaje e inteligencia contra la Unión Soviética, así como para conformar los aparatos de inteligencia y de seguridad de Alemania Occidental. El criminal Klaus Barbie fue uno de esos colaboradores.
Desde antes del final de la conflagración mundial, los Estados Unidos, de la mano de Allen Dulles, mantuvieron contactos secretos con representantes del régimen nazi como Karl Wolff, Ernst Kaltenbrunner, Walter Schellenberg y el propio Himmler para negociar la rendición alemana a espaldas de la URSS y así frenar su avance.
“Estáis en medio de una lucha entre la democracia y los oligarcas”, dijo Joe Biden a los soldados estadounidenses desplegados en la frontera entre Ucrania y Polonia el pasado 25 de marzo de 2022. El aparato de propaganda estadounidense quiere mostrar a la potencia capitalista y su gobierno como defensores de las mayorías, de los pueblos que combaten a los poderosos oligarcas, hoy representados por el Kremlin.
Nada más alejado de la realidad. El gobierno de Estados Unidos es el principal representante del capital internacional que trabaja en función de los intereses de las transnacionales y sus oligarcas.
En 2008, Barack Obama elaboró un Plan de Rescate Financiero (TARP) mediante el cual entregó 50.000 millones de dólares para salvar a la banca y a las aseguradoras, mientras 8 millones de personas se quedaron sin hogar al no poder pagar las hipotecas con intereses exorbitantes. En EE.UU., el 1% de la población más rica goza del 40% de la riqueza de la nación. A nivel mundial las 20 mayores fortunas existentes están en manos de estadounidenses como Jeff Bezos, Elon Musk o Bill Gates.
La hipocresía del mandatario estadounidense es evidente, porque encubre esta realidad, pero además pretende tapar el hecho de que el capitalismo es contrario a la democracia, puesto que el pueblo no es el que gobierna, ni el que decide sobre las políticas que se aplican en una nación regida por ese sistema político y económico.
De las 10 personas más ricas del mundo, 8 son estadounidenses. La OXFAM, en un informe publicado el 17 de enero de 2022, señala que “los diez hombres más ricos del mundo han duplicado con creces su fortuna, que ha pasado de 700 000 millones de dólares a 1,5 billones de dólares (a un ritmo de 15 000 dólares por segundo, o lo que es lo mismo, 1300 millones de dólares al día) durante los primeros dos años de una pandemia que habría deteriorado los ingresos del 99 % de la humanidad y que ha empujado a la pobreza a más de 160 millones de personas más”.
Hablar en nombre de la democracia con estos datos, es cínico, así como lo es hablar en nombre de la libertad y la paz cuando se fomenta la guerra.
Tras la intervención militar rusa en Ucrania, el aparato de propaganda de Estados Unidos no ha cesado en utilizar todo tipo de recursos para erigirse como la potencia que le hace frente a la tiranía, al despotismo y la represión.
El 26 de marzo de 2002, en el Castillo Real de Varsovia, en Polonia, el presidente de EEUU no dudó en calificar a Putin de “dictador empecinado en reconstruir un imperio”, discurso en el cual hizo referencia a la ex secretaria de Estado del gobierno de Bill Clinton, Madeliene Korbel Albright, fallecida el pasado 23 de marzo, de quien dijo fue “una de las más fervientes defensoras de la democracia en el mundo”. Biden, en una reunión con refugiados ucranianos en el PGE Narodowy de Varsovia, sostenida el mismo día 26, calificó a Putin de “carnicero”.
La utilización permanente de insultos por parte del mandatario estadounidense hacia el líder del Kremlin, con el propósito de desacreditarlo, se ha convertido en un búmeran para Biden que en 1998 sugirió bombardear Belgrado y enviar pilotos estadounidenses para destruir todos los puentes del Drina, mientras Madeleine Albright se convertía en la principal responsable de los crímenes perpetrados por EE.UU. en la extinta Yugoslavia, país sobre el cual la OTAN, durante 78 días, comprendidos entre el 24 de marzo y el 11 de junio de 1999, lanzó 14.000 bombas, muchas con uranio empobrecido, bombardeos que mataron a más de 1.700 civiles, entre ellos cerca de 400 niños, resultando además heridas de gravedad más de 10.000 personas.
“No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”, decía Aristóteles. Los Estados Unidos y sus socios de la OTAN pretenden ser, negando lo que en realidad son. La falsificación, la distorsión y el ocultamiento de la historia forman parte de su estrategia para verse a sí mismos como adalides de la libertad, la democracia y la paz.
Biden ha dicho que la lucha es entre la democracia y los oligarcas, sin embargo, Estados Unidos no dudó en apoyar el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, en el que muchos oligarcas de ese país, apoyados por oligarcas extranjeros, se hicieron del poder tras la derrota de Víktor Yanukóvich. Como ejemplos está el de la ex primera ministra ucraniana, Yulia Timoshenko, conocida como la “Princesa del Gas”, quien no dudó en expresar su respaldo a quienes calificó como “héroes” del Euromaidán o la del multimillonario estadounidense, George Soros que estableció una fundación en Ucrania, la cual en estrecha colaboración con las ONG al servicio de la CIA como la USAID o la Freedom House, llevó adelante un sinnúmero de acciones para propiciar el derrocamiento de Yanukóvich.
Mientras el presidente de EE.UU. y sus socios de la OTAN insisten en que ellos luchan por la paz, siguen enviando millones de dólares en ayuda militar a Ucrania, a la vez que entregan armamento sofisticado para el combate contra las tropas rusas. Y, por supuesto, no han tenido ningún problema en trabajar junto a los batallones de neonazis que han cometido crímenes contra la población en Donbass. En lo que va del presente año, EEUU ha entregado 1200 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania, lo cual representa un negocio muy provechoso para el aparato militar de la potencia imperialista.
Para Biden también es importante que la atención se centre sobre lo que hoy pasa en Ucrania, para así silenciar los actos de corrupción en los que se halla inmerso su hijo Hunter Biden, investigado por el Departamento de Justicia de su país por una presunta violación de las leyes de lavado de dinero, impuestos y cabildeo extranjero. Hunter Biden perteneció entre el año 2014 y 2019 a la junta directiva de la empresa ucrania del gas Burisma, con un sueldo mensual de 50.000 dólares.
El Congreso estadounidense ha aprobado un paquete de 13.600 millones de dólares en ayuda económica y militar para Ucrania y Europa del Este. De este monto, “25 millones se destinarán a técnicas para combatir la desinformación y 120 millones irán a la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) para ayudar a activistas y medios independientes”, informa la agencia alemana Deutsche Welle.
EE.UU. no quiere detener la guerra, entretanto destina cantidades ingentes de dinero para que su aparato de propaganda y el de Kiev continúen difundiendo al mundo sus mentiras y ocultando las atrocidades que cometen contra la población civil en Donetsk y Lugansk.
En una encuesta realizada en 2015 en Francia, Alemania y Reino Unido, el 43% de las 3.000 personas que participaron, indicaron que el Ejército de Estados Unidos había jugado el papel principal en la liberación de Europa. La noticia publicada por Rusia Today el 29 de abril de 2015, señala que “más del 50% de los alemanes y más del 61% de los franceses creen que sus países fueron liberados por los norteamericanos” mientras que “un 50% de los británicos piensa que las fuerzas armadas de su país jugaron el papel clave en el fin de la Segunda Guerra Mundial”.
Es indudable que el aparato de propaganda estadounidense y las industrias del entretenimiento y la alienación, fundamentalmente el cine hollywoodense, han jugado un rol esencial para el incremento de esta creencia.
El 22 de junio de 1941 se dio inicio a la invasión nazi a la Unión Soviética. La Operación Barbarroja tenía como objetivos la aniquilación de la población soviética, a la que pensaban someter por hambre. Las tropas de Hitler provocaron la destrucción completa de pueblos, mientras se apropiaban de grandes extensiones de tierra para la producción de cereales, así como de recursos mineros. La URSS sufrió la crueldad de los nazis que lograron avanzar hasta las cercanías de Moscú.
La Wehrmacht, que pensaba llevar a cabo una operación relámpago para derrotar a los soviéticos, se encontró con una feroz resistencia desde el momento mismo de la invasión. La defensa de la fortaleza de Brest es un ejemplo de heroicidad de los soldados del Ejército Rojo.
Fue la URSS la que soportó el mayor peso de la agresión nazi en Europa. Y fue la URSS la que propinó las mayores derrotas al ejército hitleriano desde la contraofensiva de Moscú en el verano de 1941.
Jacques R. Pauwels, en un artículo titulado El curso de la Segunda Guerra Mundial cambia frente a Moscú, publicado el 4 de diciembre de 2021 en la página web Rebelion.org, explica que “el 5 de diciembre [de 1941] a las tres de la madrugada, en medio del frío y de una nevada, el Ejército Rojo lanzó de pronto un importante y bien preparado contraataque. Se abrieron brechas en muchos puntos de las líneas de la Wehrmacht y los días siguientes se hizo retroceder a los alemanes entre 100 y 280 kilómetros, además de sufrir graves pérdidas de hombres y de equipamiento. Solo con grandes dificultades se evitó un cerco catastrófico. El 8 de diciembre Hitler ordenó a su ejército abandonar la ofensiva y pasar a posiciones defensivas”. Había iniciado con ello la derrota del nazifascismo, aunque para ello tuvieron que pasar cuatro años más que la Unión Soviética debió soportar crueldades, sufrimientos y también reveses.
El director de cine y guionista Yuri Ózerov produjo dos obras monumentales a través de las cuales los espectadores se adentran en las duras condiciones que el pueblo soviético tuvo que vivir durante la Segunda Guerra Mundial, así como el valor que sostuvo en la conflagración bélica, en la que las tropas hitlerianas iban sufriendo derrota tras derrota y perdiendo la moral de combate. La batalla de Moscú y Liberación son filmes imprescindibles.
Hoy Rusia se enfrenta al poder económico, militar y propagandístico de EE.UU. y sus socios de la OTAN y la Unión Europea. Fue Bruno Le Marie, ministro de Economía y Finanzas de Francia, el que sintetizó la política de EE.UU. y la Unión Europea contra Rusia: “Guerra económica y financiera total”. Y añadió: “Vamos a provocar el colapso de la economía rusa”, palabras que recuerdan a Nixon cuando dijo que para acabar con Allende ¡había que hacer chillar la economía!
Mientras EE.UU., la UE y la OTAN brindan todo su respaldo al régimen ucranazi liderado por Zelensky, Rusia tendrá que resistir los embates de las fuerzas imperialistas tal como lo hizo durante los 872 días que duró el sitio de Leningrado.
La realidad histórica demuestra que es imprescindible volver a desnazificar Europa.
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