LA JORNADA /
A siete meses de su comienzo, la guerra en Ucrania entró en una etapa sumamente peligrosa, en la que se encuentra sobre la mesa la posibilidad de la utilización de armas nucleares.
Envalentonado por el ilimitado respaldo militar de Occidente y por el sonoro éxito de la contraofensiva que en semanas recientes le permitió recuperar porciones sustanciales de territorio y, de paso, exhibir las carencias y la desmoralización del ejército ruso, el presidente ucranio, Volodymir Zelensky, reiteró su postura de rechazo a una salida negociada y llamó a incrementar el caudal del río de armamentos entregados a su país.
Sólo Estados Unidos le ha proporcionado ayuda bélica por 14 mil 500 millones de dólares desde febrero, a la que se suma la de otros aliados y la enviada a lo largo de años.
Fuera en respuesta a los avances de Kiev sobre el terreno o siguiendo un plan preconcebido, la semana pasada el Kremlin anunció la celebración de referendos para que los ciudadanos de las regiones ucranias ocupadas de Donietsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón expresaran si deseaban unirse a la Federación Rusa.
Estos ejercicios concluyeron el pasado 28 de septiembre y, de acuerdo con Moscú, se saldaron con un abrumador respaldo a la adhesión, por lo que se espera que entre este viernes 30 y el 4 de octubre el Parlamento ruso apruebe las leyes por las que esas provincias que representan alrededor de 15 por ciento del territorio ucranio pasarían a formar parte de Rusia.
Desde que se produjo el anuncio de los plebiscitos, el presidente Vladimir Putin y otros altos funcionarios de su gobierno han advertido que la doctrina nuclear rusa se aplicará a estas regiones, es decir, que cualquier amenaza militar hacia ellas se considerará un ataque a la integridad territorial del país entero y será susceptible de represalias con armamento atómico.
Por más que la legitimidad de los referendos y las eventuales anexiones sea contestada incluso por estados cercanos a Moscú, lo cierto es que el proceso es prácticamente un hecho, y la simple perspectiva del lanzamiento de armas nucleares cambia por completo el escenario, no sólo para los dos países directamente involucrados y sus bloques de alianzas, sino para el planeta entero.
En cuanto a las operaciones bélicas futuras, está claro que ambos bandos tendrán que incluir la disuasión nuclear en sus cálculos tácticos y estratégicos, mientras los participantes indirectos y quienes permanecen como meros espectadores reciben una motivación adicional para impulsar salidas pacíficas al conflicto.
Al respecto, debe recordarse que a la fecha la única propuesta que apela a la diplomacia y el multilateralismo es la presentada por México en el contexto de la 77 reunión de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en la cual se plantea “generar nuevos mecanismos para el diálogo y crear espacios complementarios para la mediación que fomenten la confianza, reduzcan las tensiones y abran el camino hacia una paz verdadera”.
Por el bien de la supervivencia planetaria, cabe esperar que el amago del Kremlin no sea más que una baladronada para presionar a Zelensky a aceptar soluciones pactadas, y en ningún momento se contemple con seriedad el empleo de arsenales que no sólo no deben ser usados, sino que, por elemental sensatez, no debieran siquiera existir.
Asimismo, debe llamarse a las potencias occidentales a no tomar la postura rusa como un pretexto para escalar el peligro atómico o exacerbar la carrera armamentística en curso, sino como un punto de inflexión que obliga a deponer mezquindades y maximalismos y a buscar con honestidad el bien común.
La Jornada, México.
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