POR RANDY ALONSO FALCÓN /
La marca que Twitter ha dejado acuñada en varios medios cubanos no se trata de un frío algoritmo sino de premeditados pasos en función de la agresiva política de Washington hacia Cuba, de la que son cómplices y ejecutores.
“Hemos pasado de las pintadas nazis a las marcas de Twitter”, sintetizaba simbólicamente el analista español Carlos González Penalva la decisión de la directiva de la red social de microblogging de distinguir como “Medios afiliados al Gobierno” a un grupo de medios públicos cubanos, entre ellos Cubadebate.
Más allá de lo peyorativo del hecho, lo inaudito es el campo de concentración mediático o el apartheid comunicacional que se impone a los medios marcados por Twitter, a los que se les cercena las audiencias y se le limita deliberadamente el alcance de sus mensajes.
No es algo nuevo en el proceder contra Cuba de este medio social digital y el emporio tecnológico que lo maneja. Es parte de una estrategia más profunda de intervencionismo, subversión y apuesta por un «cambio de régimen».
Twitter ha aplicado en los últimos años sospechosos bloqueos a medios cubanos en momentos de contingencia informativa. También contra instituciones públicas y organizaciones cubanas.
El 8 de enero de 2013, la red social del pájaro azul, suspendió indefinidamente más de 900 cuentas pertenecientes a los Joven Club de Computación y Electrónica, en momentos en que esa institución social hacía cobertura en redes a la rememoración de la entrada triunfal a La Habana en 1959 de la Caravana de la Libertad, encabezada por Fidel Castro.
El 18 de mayo de 2018, en medio de la intensa cobertura al accidente aéreo ocurrido en La Habana ese día, Twitter bloqueó la cuenta del sitio Cubadebate, por una supuesta “actividad inusual”.
El 11 de septiembre de 2019, Cuba sufrió un apagón informativo ejecutado por Twitter. Una parte significativa de los principales medios de comunicación del país, decenas de periodistas y personalidades, vieron bloqueadas sus cuentas en esa red social, en una acción sorpresiva, simultánea y selectiva ejecutada poco antes del inicio de una emisión del programa televisivo Mesa Redonda con el Presidente cubano, anunciada apenas pocas horas antes.
La manera en que se ejecutó, indicaba que no se trataba una simple decisión algorítmica de Twitter; era un ensayo premeditado de los servicios especiales de Estados Unidos, un acto de guerra cibernética, como lo tildó entonces una declaración de la Unión de Periodistas de Cuba.
Gorjeos subversivos
Internet y las plataformas digitales como Twitter y Facebook se han convertido en un escenario central de disputa y lucha por la hegemonía simbólica e ideológica, en las que los rumores, bulos, mentiras, medias verdades y manipulaciones se van haciendo práctica intensiva y habitual.
Los servicios especiales estadounidenses y de otras potencias han tratado de capitalizar este escenario y lo han utilizado en más de una operación alrededor del mundo.
En el caso de Twitter, ha sido documentado su uso interesado en la promoción de las revueltas en la llamada “Primavera Árabe” y también su acatamiento en el 2009 a la solicitud expresa del Departamento de Estado encabezado por Hillary Clinton para que no ejecutaran una parada técnica que habían anunciado, pues era estratégico para Washington el uso de ese medio social en la propagación de mensajes antigubernamentales que alentaran los enfrentamientos callejeros de la denominada “Revolución Verde”. Después se supo que la mayor parte de los tuits eran enviados desde EE.UU.
En el 2011, The Guardian informó sobre la existencia de una campaña masiva de influencia en línea del Ejército de EE.UU. en todo el mundo, con el uso de un software que le permitía a su personal “manipular en secreto los sitios de redes sociales mediante el uso de personas en línea falsas para influir en las conversaciones de Internet y difundir propaganda pro-estadounidense”.
La “Revolución Naranja” en Ucrania 2014 fue escenario también de un uso intensivo de redes sociales para alentar las revueltas antigubernamentales, bajo la mirada atenta de la subsecretaria de Estado Victoria Nuland (quien ahora ostenta similar cargo en la administración Biden). La explosión inducida desde el exterior se la achacan a un tuit de Mustafa Nayem, un conocido periodista ucraniano, hijo de inmigrantes afganos.
Las operaciones de Guerra No Convencional contra Venezuela, Bolivia y Nicaragua en los últimos años, han tenido escenario privilegiado en el espacio digital y han contado con la connivencia de Twitter para la transmisión desenfrenada de mensajes de odio, violencia y de incitación antigubernamental.
El investigador español Julián Macías Tovar analizó, en noviembre de 2019, la guerra digital que apoyó el golpe de Estado contra el Gobierno de Evo Morales y la calificó como sin precedentes, con la creación de más de 200 mil cuentas falsas que desplegaron una intensa campaña de odio y fake news.
#Cuba
Desde la aprobación del Plan Bush para Cuba en el 2004, los gobiernos de Estados Unidos han estado trazando estrategias para el uso de internet como canal de sus planes anticubanos.
En el año 2006, la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice creó un Grupo de Tareas para la Libertad de la Internet Global, dedicado fundamentalmente a monitorear y realizar acciones contra China, Irán y Cuba.
La administración Obama favoreció la apertura de las telecomunicaciones hacia Cuba y alentó a las grandes tecnológicas de la información y las comunicaciones a poner los ojos en este país caribeño, con el objetivo de ampliar la autopista para la subversión. También privilegió en sus financiamientos de programas para Cuba la creación de una maquinaria mediática digital para influir en la conversación social de los cubanos y articular campañas desestabilizadoras.
Desde el 2017, el gobierno de Donald Trump promovió también las acciones en el ámbito digital dentro de su estrategia anticubana. El Departamento de Estado creó para ello un Grupo de Tareas de Internet para Cuba, en base al Memorándum Presidencial de Seguridad Nacional “Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba”, del 16 de junio de 2017.
Uno de los integrantes fundamentales de ese órgano asesor especialmente diseñado para Cuba fue el Consejo de la Industria de Tecnologías de la Información (ITI por sus siglas en inglés), un grupo de presión con sede en Washington que incluye a casi todos los pesos pesados del mundo tecnológico, entre ellos Facebook (ahora Meta), Google y Twitter.
Los emporios de las redes sociales digitales están comprometidos, por tanto, con la estrategia subversiva contra Cuba desde el espacio digital. Por si hubiera alguna duda.
La operación político-comunicacional contra Cuba el 11 de julio de 2021, contó con el apoyo activo de Twitter y Facebook, cuyos algoritmos y políticas fueron violados flagrantemente sin que hubiera acción alguna de estas redes. Fue la concreción de meses de intensas campañas anticubanas con la participación de empresas y sitios digitales de la Florida, influencers entrenados para el odio, paraperiodistas, cibertropas digitales con sus miles de robots y troles activados, y el uso de sistemas de Big Data e Inteligencia Artificial.
El fallecido investigador cubano Manuel Hevia Frasquieri apuntó también al papel que en estas circunstancias juega el Directorio de Innovación Digital de la CIA, para acelerar la integración de las capacidades digitales y cibernéticas en todas las áreas del trabajo de enfrentamiento. “Los documentos de constitución del nuevo directorio reflejaron entre sus objetivos: aprovechar al máximo las capacidades tecnológicas cibernéticas en función del espionaje y la subversión y ampliar la utilización de internet y los espacios de intercambio social inherentes, en la ejecución de operaciones encubiertas en el terreno ideológico y político”.
Julián Macías Tovar mostró cómo en Twitter se articuló una operación de amplificación de mensajes bajo la etiqueta #SOSCuba, para generar de manera artificial el espejismo de un consenso abrumador contra un “Estado Fallido” en Cuba. Más de dos millones de tuits fueron emitidos con la participación concertada de algunos artistas, individuos geolocalizados fuera de Cuba y miles de cuentas recién creadas y bots. Con financiamiento estadounidense y la participación de sus laboratorios mediáticos se ejecutó este intento de Golpe Blanco contra Cuba.
El periodista e investigador Alan McLeod logró penetrar uno de los grupos digitales de organizadores de las protestas y documentó la participación de varios ciudadanos estadounidenses “en los asuntos internos de Cuba, a un nivel que difícilmente pueda concebirse en Estados Unidos”.
En el último año, los vocingleros digitales del odio no han dejado de emitir mensajes violentos, ilegales y hasta llamados al terrorismo a través de Twitter y otras redes sociales, sin que estas compañías mediático-tecnológicas se inmuten.
Sin embargo, algunos usuarios y cuentas oficiales de organizaciones cubanos han sido bloqueados sin contemplaciones, como acaba de ocurrir en Facebook con el portal Razones de Cuba y cómo pasó en Twitter con la cuenta de la Federación Estudiantil Universitaria.
De casta le viene al pájaro
La creciente conexión de las compañías de medios sociales con los órganos de inteligencia de Estados Unidos y otras potencias ha sido develada por medios alternativos en los últimos tiempos. Investigaciones recientes de MintPress News ha mostrado la creciente presencia de oficiales de inteligencia entre los ejecutivos de las redes sociales digitales.
Un ejemplo es Jeff Carlton, una analista principal del Cuerpo de Marines de EE.UU. entre 2007 y 2021, quién también trabajó con la CIA y el FBI. Desde 2021 es gerente senior de programas en Twitter.
Michael Scott Robinson fue contratado como gerente senior de políticas de integridad, confianza y seguridad de Twitter tras una carrera de 10 años como analista de la CIA.
Exagentes del FBI también han sido reclutados. Por ejemplo, el consejero general adjunto y vicepresidente legal de Twitter Jim Baker, fue asesor estratégico principal del FBI, donde estuvo entre 2014 y 2018.
En 2019, Twitter contrató a Greg Andersen, especialista en “operaciones sicológicas” en la OTAN, para trabajar en la política de ciberdelincuencia de la compañía.
Twitter emplea además a oficiales en activo. En 2019, el portal Middle East Eye develó que un ejecutivo de la compañía, que dirige las campañas editoriales de la plataforma para Europa, Medio Oriente y África, Gorden McMillan, era oficial y consultor de la 77 Brigada del Ejército Británico, una unidad de guerra de información que incluye al Grupo de Operaciones Sicológicas y el Grupo de Operaciones de Medios.
El Ejército británico tiene otros fuertes vínculos con las empresas de redes sociales y los medios de comunicación. Su academia, el Departamento de Estudios de Guerra del King´s College de Londres, además de formar oficiales y espías para países occidentales, ha servido para educar a ejecutivos de las redes sociales, entre ellos Twitter; en un programa de influencia que incluye también la formación de periodistas. El gerente del programa global de Twitter Sean Ryan es egresado de este centro, así como el director de investigaciones y riesgo de información privilegiada de la compañía.
¿Algo que decir?
En su empeño por repartir etiquetas a la par de que su gobierno hace listas negras, Twitter se inventó la distinción de “Medios afiliados al Gobierno” para aquellos en que, a su entender, “el Estado ejerce control sobre el contenido editorial mediante recursos financieros, presiones políticas directas o indirectas o el control sobre la producción y la distribución”.
Así han marcado peyorativamente para limitar visibilidad y alcance a medios relevantes de China, Rusia, Bielorrusia, Irán, Serbia, Turquía y otros países; a los cuales se ha unido ahora Cuba.
Menos mal que Twitter no existía cuando The New York Times cedió a las presiones de la Casa Blanca para no publicar un reportaje que revelaba los preparativos de la invasión mercenaria contra Cuba en 1961. Qué pena que todavía no acuñaban a usuarios y medios en el 2009 cuando Twitter aceptó el pedido de Hillary Clinton relativo a Irán.
Muchas etiquetas deberían poner Twitter, bajo su lógica, a medios, periodistas y propagandistas estadounidenses.
El imperio nos vende el mito de la independencia de la prensa, bajo el manto privado de los medios, mientras en silencio se tejen estrechas conexiones entre el gobierno, el Ejército y los medios de comunicación.
El Departamento de Estudios de Guerra del King´s College de Londres, como señala Alan McLeod, “es una ventanilla única para capacitar a espías, empleados de think tanks, periodistas e investigadores de inteligencia supuestamente independientes que han estado al frente de la nueva guerra de la información”.
Su impacto en el periodismo es notorio si se tiene en cuenta que esta facultad universitaria de la capital británica tiene exalumnos en la mayoría de los más importantes medios de comunicación como CNN, NBC News, The New York Times, Reuters, The Wall Street Journal y la “inmaculada” televisora estatal británica BBC.
Como señala MintPress, algunos de estos periodistas se iniciaron en Bellingcat y Graphika, dos medios de investigación financiados por el gobierno de EE.UU. que han publicado informes cuestionables satanizando a las naciones enemigas oficiales de Wahington y han formado parte de las campañas contra WikiLeaks y Julian Assange.
Otro ente articulador de la “triada impía”, como los llama el periodista Dan Cohen, es el Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense (CNAS), un centro de pensamiento de política exterior del Partido Demócrata, generosamente financiado por el Departamento de Estado, el Pentágono y la industria armamentística. También recibe dinero de compañías petroleras y grandes bancos.
La administración Biden tiene al menos a 16 exalumnos de CNAS en puestos claves del Pentágono y el Departamento de Estado.
Pero lo más impactante, según Cohen, es que varios reporteros de temas de seguridad nacional y política exterior de los grandes medios están afiliados a CNAS, y por tanto reciben dinero de los fondos pagados por el gobierno y las corporaciones. Ellos sirven de expertos a favor de las guerras financiados por el Pentágono.
Entre ellos están el veterano corresponsal de The New York Times en Washington, David Sanger (con importantes contribuciones a difundir las mentiras de las armas de destrucción masiva de Irak o las afirmaciones sin pruebas de ataques cibernéticos rusos); el reportero de The Wall Street Journal Michael R. Gordon (famoso por sus burdos trabajos con Judith Miller en The New York Times sobre la amenaza iraquí y ahora centrado en lanzar propaganda sobre supuestas fugas en el laboratorio de Wuhan); y el periodista de The Washington Post, David Finkel, quien como escritor residente del CNAS redactó libros propagandísticos y laudatorios de la guerra imperial en Irak bajo los títulos de “Los buenos soldados” y “Gracias por su servicio”.
Como afirma Cohen en su amplia investigación publicada en MintPress News y The GrayZone: “Algunas de estas relaciones fueron reportadas en The Nation hace más de una década. Pero el matrimonio entre los medios y el aparato militar y de inteligencia se ha vuelto más abierto. Como resultado directo, la política estadounidense se ha desplazado hacia la derecha, las agencias de espionaje han adquirido un poder sin precedentes y la nueva guerra fría se ha acelerado”.
¿Bajos los estándares de Twitter de filiación gubernamental no clasifican estos periodistas y sus grandes medios al servicio del poder imperial? ¿O son ciertamente selectivas sus etiquetas?
¿No debieran ser tildados, bajo la política de la red, como medios afiliados al Gobierno de los EE.UU. los medios y chinchales digitales de la maquinaria que el Departamento de Estado, la USAID y la NED financian anualmente para campañas de desinformación, intoxicación y odio contra Cuba?
Coda
Algunos medios de prensa y tertuliantes de redes hablan o ironizan sobre que el Gobierno La Habana o Cubadebate se escandalizan porque Twitter ha tildado de gubernamentales a ciertos medios cubanos.
Muy simple su raciocinio. No se trata de una etiqueta o cuño. Se trata de su carácter peyorativo, selectivo y sancionador. Es su sentido de marcar y sumar medidas y sanciones contra un país irreverente que está hastiado de bloqueos y penalidades del poderoso y sus agentes. Es su propósito de desacreditar, demonizar y censurar a quienes informan de manera alternativa al orden geopolítico vigente.
No se trata de fríos algoritmos sino de premeditados pasos en función de la agresiva política de Washington hacia Cuba, de la que son cómplices y ejecutores.
Por cierto, los algoritmos a veces traicionan a Twitter. En un tuit con link a Cubadebate que el autor de esta nota puso en su cuenta el pasado lunes 24 de octubre, la red advierte sobre la filiación de este portal digital no al Gobierno sino a Cuba.
¿Es un peligro para Twitter que Cubadebate esté afiliado a Cuba, que sea un medio cubano? “¿O acaso pretenden que nos afiliemos a Estados Unidos?”, se pregunta este portal web de la isla antillana.
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