POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
Algún día en una de nuestras conversaciones uno de mis hijos me preguntaba por una de las diferencias sustanciales de nuestra generación con la suya, mi respuesta estuvo basada en la solidaridad y el romanticismo, considero que éramos una generación de resistencia producto de una cultura violenta estatal contra las clases subalternas (Bogotazo, Frente Nacional, Estatuto de Seguridad) con una gran dosis de romanticismo social alimentado por las ideas de cambio surgidas de la posibilidad de una sociedad con una vida mejor, más justa y equitativa, fruto de la Revolución cubana y las ideas socialistas y comunistas que se ponían en boga, además, de la gran influencia en nuestro medio de la teología de la liberación; y con ellas, las enseñanzas de personajes como Ernesto Guevara y Camilo Torres. El objetivo: el hombre nuevo, la sociedad mejor, la solidaridad, la vida en comunidad con justicia y equidad para todas y todos.
Participando de la marcha de apoyo al gobierno del cambio Petro/Francia (primera vez que acontece esto en la historia de Colombia), en sus primeros 100 días, viendo a sus participantes, los sectores conscientes tradicionales y también a sus grandes ausentes, los jóvenes, se nos venían a la mente con la/os amiga/os de luchas dos situaciones, posible falla en la convocatoria o inconvenientes por el día laboral.
Aunque es probable las dos situaciones en conjunto, es pertinente aterrizar en un tema que se debe considerar crucial: el de la subjetividad.
Vemos hoy en muchos adolescentes y jóvenes adultos una epidemia de depresión y enfermedades mentales. Algunos, incluso, hablan de la “generación de cristal” sin un análisis más profundo.
Concatenando con la pregunta realizada por uno de mis hijos, diría que nuestra generación esa romántica y solidaria, tenía un horizonte identificable: la posibilidad de la construcción de un mundo mejor a través de la lucha colectiva, bien fuera desde lo político, los derechos humanos, los sindicatos, la docencia o incluso desde lo religioso. Hoy en cambio, desde niña/os los sujetos están sometidos a la influencia ideológica establecida por el modelo neoliberal desde la década de los 90s en nuestra sociedad, en el cual se incentiva el individualismo y la competencia, es esta supra estructura ideológica que te construye en un supuesto ser libre-individual, auto empresario, emprendedor, responsable de su propia condición, de su éxito o de su fracaso, es la ideología del individualismo al extremo, de la competitividad y el consumo, aquella donde no hay cabida para el fracaso, la solidaridad, la construcción de sueños colectivos, de sociedad, país y mundo mejor para todas y todos. Así es difícil entender al otro, pues poco interesa su situación, es innecesario indagar sobre las causas contextuales y estructurales de la situación de los desfavorecidos, pues ellos son los propios culpables de su situación.
Byung–Chul Han lo expresa de la siguiente forma: “El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un empresario libre, en un empresario de sí mismo. Hoy todo el mundo es un empresario autoexplotado del empresario que él mismo es. Todo el mundo es señor y siervo en una misma persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha interior contra sí mismo. Quien fracasa hoy se culpa a sí mismo y se avergüenza de sí. Uno se problematiza a sí mismo en vez de problematizar la sociedad”[1].
Del otro lado de la moneda, los que están en la cúspide económica, no desean compartir ni lo más mínimo, con “esos otros” distintos, pues “no se lo han merecido”, en cambio ellos si se lo merecen todo; por ello, les duele tanto una reforma tributaria progresiva. De esa misma forma, se pierde el sentido de lo público, del bien común colectivo; dando justificación al mundo de lo privado-individual, “lo privado es mejor”, no importa que también sea corrupto.
El poder económico y financiero, dominante, conocedor y beneficiario de esta realidad, aprovecha su posición frente al Estado para subyugarlo y propender por sus beneficios, sobre todo en una sociedad como la colombiana donde ha preponderado la concentración de la riqueza, tanto en la propiedad de la tierra como en la industrial y comercial, la apropiación de lo público por las élites (patrimonialismo de Estado). Ellos, dueños además de los grandes medios de comunicación, continúan incentivando la ideología individualista-consumista afín a sus intereses. Desde esas posiciones de privilegio atacan con sevicia todo lo que signifique un cambio real, lo que esté en contra de sus intereses, de ahí el ataque cruento desde el inicio al gobierno del Pacto Histórico.
Hoy para la sociedad colombiana en general los referentes morales se han agotado, los “prestantes” políticos, jueces, la fuerza pública, hasta los curas, son corruptos y tienen su precio. El valor preponderante es el dinero, la clave es la búsqueda de la riqueza a como dé lugar; se instaura así, el predominio de la moral utilitarista, compatible con la de las entrañas de la cultura traqueta, “plata es plata”, “todo tiene su precio”, incluso la justicia, el amor, la familia y la vida misma.
El internet y las redes sociales hacen también, de gran forma, su trabajo en el mundo de la compra-venta, de lo externo, del individualismo, consumismo y la competencia, el mundo de la estructuración social, la jerarquización de clases, razas, culturas, géneros, países, formas de vida, etc. Todo ello es copiado por nuestros adolescentes y jóvenes acrecentando su crisis existencial.
Al respecto volvemos a acudir a Byun-Chul Han: “El big data hace posible pronosticar el comportamiento humano. De este modo el futuro se vuelve predecible y manipulable. El big data resulta ser un instrumento psicopolítico muy eficaz, que permite controlar a las personas como si fueran títeres. El big data genera un saber dominador, que hace posible intervenir en la psique humana e influir sobre ella sin que los afectados lo noten. La psicopolítica digital degrada la persona humana a objeto cuantificable y controlable. El big data anuncia por tanto el fin del libre albedrío”[2].
Bien nos llama a la reflexión Julián de Subiría Samper[3] cuando expresa que sólo el 1% de nuestros jóvenes lee de manera crítica, por lo tanto, no responden a las ideas sino a las emociones, haciéndolos susceptibles de manipulación.
Es entonces la pérdida del sujeto, del ser consciente, crítico, pensante, colectivo-social, la característica de nuestras sociedades contemporáneas. Por ello, nuestra tarea es su recuperación pedagógica, la construcción del sujeto social que entienda y valore el poder de lo colectivo, sujeto consciente que pueda identificar las trampas a las que se enfrenta en este tipo de sociedad, un sujeto transformador y elaborador del cambio, que pueda aportar en la construcción de sí mismo y del nuevo país con justicia y equidad.
En su participación reciente, en la entrega de los premios Simón Bolívar de periodismo[4], el presidente Gustavo Petro hace un nuevo llamado a la ciencia, al siglo XXI como un nuevo siglo de las luces con el fin de salir de la crisis actual para salvar la humanidad de la “pulsión de la muerte” (haciendo alusión al libro de Byung-Chul Han).[5]
Es la hora entonces de recuperar al sujeto, el sujeto consciente colectivo en nuestro país, es la hora para los niños y las niñas, adolescentes y jóvenes, de la educación y la pedagogía en pensamiento crítico, en pensamiento científico, solo así será posible el verdadero cambio de nuestra sociedad.
[1] https://www.bloghemia.com/2019/11/por-que-la-revolucion-ya-no-es-posible.html
[2] https://conversalitas.com/extractos/byung-chul-han-capitalismo-explotacion-hombre/
[3] https://www.youtube.com/watch?v=TO4TAYePh8w&ab_channel=AlekosPanagulis
[4] https://www.youtube.com/watch?v=F2pJkUE9JmM&ab_channel=PresidenciadelaRep%C3%BAblica-Colombia
[5] Han, Byung-Chul. Capitalismo y pulsión de muerte. Ed. Herder. 2022.
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