POR TERTULIANO
Los agrónomos son los agentes dramáticos de la destrucción de la epidermis de la madre tierra y del su vientre nutricio. Dementes del vademécum, sicarios del veneno y la muerte. Simplificadores de la agricultura en agronegocio. Han envenenado cada compartimiento de la Pachamama. Han promovido con conocimiento de causa el monocultivo, los biocidas, los organofosforados y los transgénicos; han asfixiado y compactado la tierra viviente con maquinaria infernal; han asesinado las manifestaciones más minúsculas y sutiles de la vida en el suelo, han liquidado las entrañas más profundas de la tierra. Sus desechos tóxicos han ido a parar a los cauces de los ríos, a las lagunas, a los manglares, a la mar y a los estómagos de la humanidad toda.
Los agrónomos son responsables y autores materiales de la contaminación de la vida en todos sus niveles. Del envenenamiento de las comunidades vegetales, de las comunidades animales, de las comunidades de los minerales, de las comunidades del agua, el aire, el fuego y la lluvia; de las comunidades humanas; y, sobre todo, han infestado de venenos a los alimentos que hoy comen nuestros niños, ancianos, mujeres y la comunidad en general. Ellos, los agrónomos, han sido el instrumento violento de la ideología dominante del progreso y del desarrollo que se expresan en la fatal revolución verde.
Sirvientes leales del Capitalismo. Los agrónomos hacen parte de la cáfila de desquiciados que integran el llamado Desarrollo Rural, un proyecto de la guerra contra las comunidades campesinas, étnicas y territoriales.
Los agrónomos, caninos de la Monsanto, de la Bayer y de la Syngenta, sepultureros de los saberes milenarios.
Algún día los pueblos de todo el mundo tendrán que borrar de la memoria esa infernal celebración del día del agrónomo. Los pueblos de todo el mundo tendrán que entablarles a los agrónomos, a sus patronos y a quien escribe estas deshilachadas palabras, un juicio popular por crímenes contra la humanidad y el cosmos.
Ciudad de las Palmas, ciudad del delirio.
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