POR ARAM AHARONIAN
En su discurso ante la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (Eurolat), Josep Borrell, el jefe de la diplomacia de la Unión Europea (UE), lanzó un insólito discurso en el que reivindicó valores como la colonización, el genocidio de hace más de cinco siglos en América y episodios como la Conquista.
No es la primera vez que el político español dizque ‘socialista’ usa los estrados para defender ideas eurocentristas, racistas y discriminatorias. En octubre, Borrell tuvo que matizar la desafortunada analogía que hizo al describir a Europa como un «jardín» y al resto del mundo como «una jungla».
Ahora, Borrell afirmó no es que América Latina necesite a Europa o viceversa; es que nos necesitamos los unos a los otros y, como una buena pareja, la relación de dependencia mutua es provechosa para ambos. Tras describir el escenario creado por la pandemia y la guerra en Ucrania como una tormenta perfecta, el catalán afirmó que para navegarla hay que recalibrar la «brújula estratégica con plena conciencia histórica».
«La jungla tiene una fuerte capacidad de crecimiento y el muro nunca será lo suficientemente alto para proteger el jardín», fueron parte de las palabras de Borrell, que provocaron fuerte repudio por parte de la comunidad internacional. Ante las reacciones de rechazo, Borrell publicó una aclaratoria en su blog: «Algunos han malinterpretado la metáfora como ‘eurocentrismo colonial’. Lo siento si algunos se han sentido ofendidos», escribió.
Estaban presentes 150 parlamentarios. La mitad procedían de Europa y la otra mitad de América Latina, es decir del Parlatino (Parlamento Latinoamericano), el Parlandino (Parlamento Andino), el Parlacen (Parlamento Centroamericano), el Parlasur (Parlamento del Mercosur) y los Congresos de Chile y de México.
Borrell, en sintonía con el presidente español, el dizque también ‘socialdemócrata’ e inefable Pedro Sánchez, trata de intensificar las relaciones diplomáticas y comerciales entre América Latina y la UE, sobre todo a partir del segundo semestre del próximo año, en el que el mandatario ibérico ocupará de manera temporal la presidencia de la organización, cuando esperan culminar los acuerdos bilaterales y de libre comercio con las principales regiones latinoamericanas, sobre todo con Mercosur, Chile y México.
“Ya no nos sirven ni las rutas ni los mapas del pasado: como los descubridores y conquistadores: tenemos que inventar un nuevo mundo”, dijo Borrell, defendiendo en su discurso la colonización como paradigma, a pesar de que fue un sistema aplicado en América a través de la violencia, el saqueo y el expolio de Europa en contra de los pueblos originarios.
“Tenemos la red más densa de acuerdos políticos, de cooperación y comerciales con América Latina que con otra cualquier región del mundo. Nuestras empresas han invertido en sus economías más que en China, que en India, que en Japón y que en Rusia juntos. Hemos invertido más en América Latina que en todas esas grandes economías del mundo”, agregó.
Fue de una torpeza inaudita la elección de palabras del también vicepresidente de la Unión Europea, dado el auditorio al que se dirigía integrado por representantes de los países cuyos territorios fueron sojuzgados y expoliados por esos conquistadores. Pero lo cierto es que hasta hoy buena parte de la clase política y la sociedad españolas continúan reivindicando como pasado glorioso la agresión genocida y sistemática del imperio español contra los pueblos que habitaban toda América.
Borrell omitió que no pocas veces estas incursiones corporativas significaron un saqueo sistemático de los recursos naturales y una socavación de las soberanías nacionales, Y esa mirada subsistirá hasta que políticos, empresarios, intelectuales (de derecha, centro y seudoizquierda) y ciudadanos europeos dejen de ver a esta América como territorio de conquista, y terminen de una vez de romantizar un periodo de violencia extrema y genocidio contra los pueblos de América.
No cabe ninguna duda: los “descubridores” y conquistadores no inventaron un nuevo mundo sino que perpetraron uno de los más cruentos genocidios de la historia, exterminando al 90 por ciento de los habitantes originarios de lo que hoy son América Latina y el Caribe (en las Bahamas no dejaron con vida a un solo indígena, en beneficio de la civilización) y trataron de todas formas de borrar todo vestigio de las culturas americanas.
Siguen tratando de hacerlo hasta hoy, pero la voluntad de los pueblos indígenas por preservar sus saberes y tradiciones fue y sigue siendo de una tenacidad admirable. Lamentablemente, la visión racista y supremacista que justifica estos horrores para poder implantar la “cultura” y la “democracia” europeas, encuentra voceros no solo en España y otras naciones europeas venidas a menos, sino también en nuestras tierras.
Lamentablemente no es sólo la gente de derecha. También soportamos durante décadas a académicos “progresistas” que vinieron a explicarnos dónde quedaba América Latina, qué debíamos y cómo debíamos hacer (todo lo que ellos no hacían en sus propios países). O sea, ellos también llegaron a vendernos espejitos de colores. Y nosotros se los compramos.
Si le exigimos a las europeos extirpar estas lógicas neocoloniales, también debemos hacer lo mismo con las derechas latinoamericanas, siempre listas a ser cabeza de playa para alguna incursión extranjera. No se trata de corrección política ni de tacto diplomático.
Es el discurso de la conquista, de la reivindicación del genocidio, a la que, lamentablemente, se suman políticos y empresarios latinoamericanos, prontos a sacarse fotos e intentar ser gerentes del latrocinio extranjero, como se sigue repitiendo, lamentablemente, en los últimos dos siglos. Otra vez nos quieren arrebatar nuestras riquezas, apoderarse de ellas, a cambio de espejitos de colores.
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