POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL* /
El personaje del año es un país: Ucrania, sometido a una guerra cuya duración e intensidad producen estupor, un capítulo avanzado de la barbarie. Es un pueblo que padece los rigores y desmanes de una intervención militar en gran escala, con sus muertos, desplazados y desaparecidos, con la ofensa de la agresión indigna.
El gobierno de la Federación Rusa, dirigido por Putin, decidió comenzar y continuar esta guerra creyendo que iba a ser una operación quirúrgica, de resultados rápidos. El presidente Putin no miró en su propia historia, cuyo espejo es la derrota en Afganistán a la invasión de la otrora Unión Soviética. Olvidaron las lecciones de un colosal revés que se proyecta a la actualidad. El gran nacionalismo ruso se revivió como motor ideológico-político de una guerra de expansión de las fronteras de la Federación. En el imaginario, se desplegaron los fantasmas de la madre Rusia, de la Gran Patria. Está en su tradición heroica el haber derrotado a la Gran Armada, de Napoleón Bonaparte, y al Ejército alemán, de Adolf Hitler. La guerra que están librando los rusos no es justificable. Está provocada por la ruptura del equilibrio geopolítico que propició el gobierno de Zelenski, al abandonar la neutralidad de Ucrania frente a la pugna de las potencias. Dicho gobierno se alineó con la OTAN, en especial, con los Estados Unidos y Gran Bretaña. La política expansionista de las potencias rivales a Rusia y China prendió las alarmas sobre la integridad de la Federación Rusa.
Así las cosas, Ucrania es el escenario de una guerra de las potencias, contra Rusia, al proveer armas, equipos y todo tipo de ofensiva política. Una geografía económica, unos pueblos, una enorme riqueza energética y agrícola están en la mira del capital internacional. Hoy Ucrania está semidestruida. La diáspora aumenta y la población padece los rigores del hambre, el frío y la desventura. Es una destrucción que se reanuda un día sí y el otro también.
Rusia ha logrado avanzar en sus propósitos de tomar posesión de lo que considera parte integral suya. Se trata de una usurpación al derecho de autodeterminación a defender su existencia como Estado nación por parte de Ucrania. Pero, el gobierno de Zelenski está sacrificando su pueblo en los altares de los intereses bélicos y económicos de Estados Unidos y la OTAN, donde el petróleo y el gas alimentan la codicia. Este año abrió las puertas a una gran guerra. La arena de las contradicciones entre Estados Unidos y China está caliente y la movida del alineamiento de aliados a uno y otro bando se hace por encima de las Naciones Unidas, que está impotente. La guerra comercial se dimensionó, mientras la crisis alimentaria y el hambre están al orden del día. Al igual que la crisis financiera, la recesión y la deuda son explosivas.
Es inaceptable mantener la pasividad internacional de los países y pueblos frente a esta guerra que debe ser detenida. Para ello, es necesario convocar al pacifismo que lleve a las negociaciones a los siniestros intereses de Putin al igual que los pérfidos intereses de la OTAN. Lo que está en juego es la vida del pueblo ucraniano y la amenaza de la generalización de la guerra, que incluye el peligro nuclear, lo cual pone de presente la enorme gravedad de lo que se está viviendo. Hay que evitar que los próximos acontecimientos bélicos sean de bombardeos nucleares en Ucrania, en Rusia o el resto de Europa. Prender las alarmas sobre esta perspectiva es actuar con responsabilidad.
Lo que debería ser el personaje del año, el Mundial de fútbol, no oculta el trasfondo del drama ucraniano, pese a la orgía mediática en que han sumido a los pueblos del mundo con este acontecimiento.
Si la revista Time eligió a Zelenski como el personaje del año, bien podemos señalar en forma independiente que dicho presidente es un héroe de papel, un hombre de paja de los grandes intereses de la OTAN y los Estados Unidos. De allí que propongamos que el personaje del año es Ucrania.
Posdata: La propuesta del presidente Petro de liberar a los jóvenes de la Primera Línea va en contravía de los que claman venganza como castigo a una justa protesta.
*Profesor emérito Universidad Nacional.
Un Pasquín, Bogotá.
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