POR EDUARDO SARMIENTO PALACIO /
El Banco de la República volvió a reiterar que la economía crecerá 7,5 % en el presente año y 0,5 % en 2023. La proyección del Banco de la República es una adivinanza, no un hecho factual. De acuerdo con la información desestacionalizada del DANE, la economía ha venido decayendo sistemáticamente. Al principio del año crecía igual que en el año anterior, 1 % mensual; en la actualidad, 0,5 % mensual y en el siguiente año, cerca de 0,1 %.
La función principal del Banco no es tanto proyectar la actividad de la economía, sino actuar en forma directa para alcanzar el mejor desempeño de la economía en términos de producción, inflación y distribución del ingreso. El Banco de la República nos contó desde el comienzo del año que la economía descendería y llegaría a un estado de estancamiento de la producción. El interrogante es por qué no empleó sus poderes monetarios y comerciales para evitarlo.
Durante dos años se preveía que la economía se dirigía a un estado de estanflación, porque las autoridades económicas en materia monetaria y fiscal no actuaban para evitarlo y más lo propiciaban. En el último año y medio elevaron sistemáticamente la tasa de interés de referencia del Banco de la República y propiciaron el financiamiento de los títulos TES con erogaciones presupuestales. No hay que engañarse. En condiciones regulares la inflación y la producción evolucionan en dirección contraria. Lo que están haciendo el Banco y el Gobierno es reducir la inflación a cambio de la contracción de la producción, cuando el mandato constitucional es conciliar los dos propósitos, que se logra bajando la tasa de interés e interviniendo el mercado cambiario.
El error no es exclusivo de Colombia. En varios países los bancos centrales han buscado bajar la inflación con medidas de tasas de interés que contraen la oferta y acentúan los estados de economía de oferta.
El Banco se equivocó en el intento de impulsar la economía con políticas de demanda que tuvieron un efecto opuesto al propuesto. El alza de la tasa de interés redujo el ahorro, porque aumentó el déficit fiscal y redujo el crédito y la financiación de las empresas con acciones negociadas en la bolsa y, lo más grave, incrementó la devaluación de la moneda y el déficit en cuenta corriente. La política monetaria que debía ser expansionista se tornó en contractiva y es la responsable de la caída de la actividad productiva.
El Banco de la República, en su obsesión por bajar la inflación a cualquier costo y su preferencia por las políticas de demanda, acentuó el desajuste de la economía que aumenta la inflación, eleva la tasa de cambio y contrae la producción. La economía no está en capacidad de cumplir la función constitucional de conciliar los dos propósitos de estabilidad de precios y crecimiento económico.
Estamos ante un sistema en desequilibrio: producción menor que demanda, reducción de la tasa de ahorro y devaluación del tipo de cambio. La solución es un modelo estructural que eleve la tasa de ahorro mediante la ampliación del dinero y el crédito por encima del producto nacional, la intervención en el mercado cambiario para revaluar la moneda en forma directa y la reorientación arancelaria en favor de los sectores de mayor complejidad. Así las cosas, la economía quedaría en condiciones de crecer por encima de la tendencia histórica, revaluar la tasa de cambio y extirpar la inflación.
El Espectador, Bogotá.
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