POR OCTAVIO QUINTERO
No es que la población mundial rebase la biocapacidad de carga humana de la Tierra, como aseguraba en 1798 Thomas Malthus, debate que parece retornar ahora ante el calentamiento global, sino que a hoy, el 20 % de la población consume el 80 % de los recursos que puede proveer anualmente el mundo… En ese sentido, tuvo más lógica la teoría de David Ricardo, quien en 1817 precisó que la primera dificultad para la sostenibilidad ambiental del mundo era la distribución equitativa de los recursos del planeta Tierra.
Por ejemplo, si todos consumiéramos como los estadounidenses, necesitaríamos 5 mundos como la Tierra para cubrir nuestras necesidades; otro: el informe de UNICEF-2022 indica que si todos consumiéramos como los habitantes de los países miembros de la OCDE (38) y de la Unión Europea (UE) (27), “se necesitaría el equivalente a 3,3 planetas para mantener los niveles actuales de consumo de recursos”. El mismo informe afirma que el consumo excesivo en los países más ricos está destruyendo al mundo; y añade que están organizando entornos habitacionales más saludables dentro de sus fronteras, pero a la vez, están ocasionando en forma desproporcionada la destrucción del medio ambiente afuera, es decir, el medio ambiente en que vive la población del Sur Global, se deduce.
Así, todos los ricos (sin peyorar), unos más – otros menos, viven a sus anchas, a costa, claro está, de la estrechez y muerte prematura y evitable de los pobres, porque, como también dicen, y es cierto, “no hay almuerzo gratis”.
El decrecimiento es una teoría económica surgida como solución al cambio climático que implica, en la práctica, repartir equitativamente el 100 % de los recursos del planeta entre el 100 % de la población, hoy estimada en 8.000 millones de personas. Significa, en otras palabras, decrecer el consumo de los ricos y acrecer el consumo de los pobres: eh ahí el quid. ¿Quién le pone el cascabel?
Se abre paso un plan B: el decrecimiento poblacional. La primera propuesta, al respecto, surgió de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. publicada en 2014… Contemplaba el establecimiento de una política global del hijo(a) único por mujer, como medio para reducir la población a un número sostenible y revertir el cambio climático. Pero (siempre hay un pero), desde el mismo título nos dejó boquiabiertos: “human population reduction is nort a quick fix for envrironmental problems” (La reducción de la población humana no es una solución rápida para los problemas ambientales).
En síntesis, el informe advertía que la creciente población, con un consumo excesivo, especialmente entre los más ricos, está templando la resistencia de la Tierra más allá del límite natural. La única política moral para reducir la población humana, proponía, era fomentar una menor fertilidad en todo el mundo…
¿Cuánto tiempo podría tomar la reducción de la fertilidad para tener un impacto significativo? Probablemente resultaría corta para 2100, se pregunta y se contesta: “Debido a este impulso demográfico, no hay formas fáciles de cambiar las tendencias generales del tamaño de la población humana en este siglo”.
Hasta hoy, el problema sigue en pie; lo que hace erizar, es lo que el estudio citado califica como “eventos catastróficos de mortandad masiva”… En lenguaje sencillo, los desastres naturales, pero también, las guerras y pandemias provocadas, teoría hasta ahora considerada “conspirativa”, pero que, poco a poco, las evidencias son más que rumores que viajan de boca en boca. Vemos cómo crecen las afirmaciones de fuentes confiables, por ejemplo, que la Covid-19 fue provocada y que, inclusive, la vacuna es un mero paliativo que empezó con una sola dosis y va en cinco, y el virus mutando y matando gente.
Sobre las guerras, ni hablar. Ucrania, que acapara hoy la atención, es mero laboratorio donde Estados Unidos exacerba la posibilidad de una guerra nuclear que empuje la aguja del decrecimiento poblacional hasta la media que necesitan los ricos para “vivir sabroso”, sin tener que decrecer su impulso consumista. Fuera de Ucrania están echando chispas otros fogones bélicos: Armenia, Azerbaiyán, Irán, Yemen, Etiopía, Sahel, Haití, Pakistán, Taiwán, Siria, Birmania, Afganistán, Myanmar, Malí, Burkina Faso, Níger, Bosnia, Ruanda, Somalia, Congo, Mozambique y el eterno conflicto israelí-palestino, que diezman población cada vez con mayor eficiencia, eficacia y efectividad. Los muertos y los desplazados (muerte lenta) se cuentan por millones. Y, a su alrededor, claro está, los heraldos de la muerte “hacen barra”.
La anterior lista (a mano alzada) no agota los casos. Fuera de foco quedan los conflictos internos, como el de Colombia, que no son, en lenguaje técnico-bélico, guerras civiles o internacionales, pero que también suman muertos al decrecimiento poblacional forzado por esa mano invisible que atiza el exterminio de millones de personas.
Hace solo unos días (enero 09-2023) el general de infantería de marina de Estados Unidos, James Bierman, comandante en Japón, en desarrollo de una entrevista en el Financial Times, se pregunta: “¿Por qué hemos logrado el nivel de éxito que hemos logrado en Ucrania?” Y al responderse él mismo revela que desde 2014 (mismo año del informe citado… ¿Coincidencia?), EE.UU. “comenzó a entrenar a los ucranianos sobre posicionamiento previo de suministros, identificación de sitios desde los cuales podríamos operar, apoyar y sostener la guerra”.
Se podría agregar a la versión del general Bierman que durante esos mismos años, la OTAN no cejó de provocar a Rusia expandiendo su influencia hacia sus fronteras, hasta indisponerla y lanzar la operación militar en Ucrania como respuesta. Compara, luego, la operación “Ucrania” con la tensión que se registra entre EE.UU. y China en torno a Taiwán. Dice que se están desarrollando operaciones militares conjuntas con Japón “con la intensión de integrar la estructura de mando necesaria de cara a un posible conflicto con China”.
Se podría agregar aquí, también, que la provocación ideada fue la visita que la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, realizó a Taiwán. Esa provocación estuvo a punto de prender fuego en el punto más álgido del planeta, no solo por el enfrentamiento entre las dos potencias más poderosas del mundo, sino por la confluencia de países dispuestos a usar su armamento nuclear.
No se les haga raro que a medida que los ricos se vean más envueltos en medio del calentamiento global, corriendo la misma suerte de los pobres, acentuarán el decrecimiento poblacional a través de la combinación de un control natal global forzado y guerras selectivas. La pregunta del millón sería… ¿En qué partes del mundo están las poblaciones humanas susceptibles de reducir forzosamente mediante control natal, combinado con guerras y pandemias?
Conclusión.- Si es misión imposible sostener, al tiempo, crecimientos continuos de población y consumo de recursos, no se requiere mucho esfuerzo mental para adivinar por donde se reventará el hilo.
Fin de folio.- Con mucho menos de lo que se perdió en un solo robo, $70.000 millones “abudineados”, se están comprando tierras para reasentar cientos de campesinos damnificados por las inundaciones y deslizamientos en la Mojana (norte de Colombia) y Rosas en el departamento del Cauca.
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