POR CARMELA NEGRETE /
Entrevista con Oskar Lafontaine, líder histórico de la izquierda alemana.
Alemania ha anunciado que mandará tanques Leopard a Ucrania a pesar de que, en marzo, el propio canciller, Olaf Scholz, aseguraba que hacerlo podría conducir al país y a sus socios de la OTAN a entrar directamente en la guerra. Hablamos con el político Oskar Lafontaine (Sarre, Alemania, 1943), que fue ministro de Finanzas, expresidente del partido socialdemócrata SPD y fundador del partido de izquierdas Die Linke, del que salió el pasado marzo.
Lafontaine ha escrito un libro titulado Ami, it’s time to go (Ami, es hora de irse. Ami en la jerga alemana se utiliza para referirse a los estadounidenses), en el que reflexiona sobre la guerra de Ucrania y el papel de Alemania y Europa en el conflicto. Esta entrevista para el portal español CTXT se realizó por teléfono la primera semana de enero.
“Una confrontación geoestratégica anunciada en los 90 por Kissinger”
¿Por qué cree que es importante oponerse al envío de armas a Ucrania?
El envío continuado de armas a Ucrania solo prolonga el sufrimiento, la muerte de personas y la destrucción de Ucrania. La guerra en Ucrania no es una guerra de Rusia contra Ucrania o al contrario, sino una guerra de Estados Unidos contra Rusia. Es una confrontación geoestratégica que ya en los años 90 fue anunciada por políticos como Henry Kissinger. Los ucranianos son tan solo las víctimas de esa confrontación estratégica que pagan con sus vidas y la destrucción de su país.
¿El rearme de Alemania debe preocuparnos como europeos, por ser el país que llevó a Europa a la Segunda Guerra Mundial?
Ese miedo es infundado. Mucho más importante es la pregunta de si Alemania quiere seguir siendo un protectorado de los Estados Unidos, ya que las decisiones militares que comportan el peligro de una guerra nuclear en el territorio europeo son tomadas únicamente por los Estados Unidos, y los europeos no tienen nada que decir. La preocupación fundamental de los europeos debe ser cómo liberarse de la tutela estadounidense.
“No se puede comprender cómo el partido de los Verdes (Die Grünen) se haya convertido en el partido de la guerra”
Esta es la tesis que usted defiende en su libro Ami, it’s time to go, que se ha convertido en un bestseller. Los medios, sin embargo, nos dicen continuamente que Estados Unidos gasta más en defensa y que nos protege de nuestros posibles adversarios. ¿Es una idea errónea?
Los Estados tienen intereses y defienden dichos intereses. El interés de EE.UU. no es defender a Europa, sino tener a Europa como avanzadilla disponible para sus intereses como potencia mundial. En este momento Estados Unidos es el gran ganador de la guerra de Ucrania. Es el proveedor de armas en grandes cantidades a sus socios, como los alemanes y los polacos; han desplazado de Europa el gas barato ruso y ahora pueden cumplir por fin lo que deseaban desde hace años: vender su gas de fracking en Europa, obtenido a través de técnicas muy perjudiciales para el medio ambiente. Y han conseguido lo que Kissinger propuso hace muchos años: confrontar a Europa con Rusia bajo el principio de “divide et impera” (divide y vencerás) para asegurar su poder. Creer que los americanos quieren protegernos no solo es una ingenuidad, sino que es perjudicial. Para Alemania se da la circunstancia de que la energía más cara de los terminales de gas licuado afecta a su industria, y no pocas empresas quieren, por ello, desplazar su producción a otros países, entre ellos los propios Estados Unidos.
El gas de Rusia es muy importante para Alemania y para Europa; sin embargo, el ataque a los gasoductos rusos Nord Stream ha desaparecido del discurso público, incluso antes de haber sido esclarecido.
No hay nada más que aclarar al respecto. Podemos creer al presidente estadounidense, Joe Biden, que dijo que si los rusos marchaban sobre Ucrania terminarían con dicho gasoducto. Todas las especulaciones de que sea otro país quien haya provocado dichas explosiones son irrisorias y muestran el estado en el que se encuentra Europa. El ataque contra el gasoducto fue un acto terrorista que podría considerarse un acto de guerra y el Gobierno alemán, vasallo, calla al respecto.
Entretanto un ministro de los Verdes ha decretado el prolongamiento de la vida útil de las centrales nucleares y reabierto decenas de centrales de carbón. ¿Cómo se ha llegado a esta absurda situación?
Esta es una consecuencia directa de la decisión de Alemania de apoyar la agresiva política estadounidense, que ha llevado a que la guerra económica contra Rusia, que se preparó durante mucho tiempo antes, impida el envío de gas a Alemania. En 2017, ya se había diseñado un embargo para el gas ruso. En ese sentido, el intento de transformar la economía alemana para llegar a cubrir las necesidades con energías renovables, con un periodo de transición apoyado en el gas natural, ha fracasado estrepitosamente. Ahora nos vemos obligados a producir electricidad a base de carbón. No se puede comprender cómo el partido de los Verdes (Die Grünen), que surgió del movimiento por la paz y que tuvo como bandera la defensa del medioambiente, se haya convertido en el partido de la guerra.
“En EE.UU. no son pocos los políticos que creen que una guerra nuclear sería justificable y que sería posible asimismo reducirla a Europa”
¿Cómo de peligrosa es para nosotros, los europeos, la situación en Ucrania?
El peligro para los europeos consiste en que la escalada bélica sigue aumentando porque EE.UU. ha decidido que quiere mantener esta guerra hasta que Rusia esté claramente debilitada. Este aspecto es importante a la hora de hacer pronósticos, ya que cuando EE.UU. asegura que quiere que esta guerra termine pronto es poco creíble. Joe Biden fue vicepresidente con Barack Obama, que fue el presidente que financió el golpe de Estado del Maidán. Por otro lado, su propio hijo parece estar envuelto en la corrupción en Ucrania. Los trabajadores del Departamento de Exteriores de Biden, entre ellos Victoria Nuland, continúan con su estrategia de provocar a Rusia y, al parecer, no atienden ni siquiera al Pentágono. El propio presidente del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, la mayor autoridad militar después del presidente, ha propuesto buscar negociaciones de paz, pero al parecer no está siendo escuchado en la Casa Blanca. Por desgracia, en EE.UU. no son pocos los políticos que creen que una guerra nuclear sería justificable y que sería posible asimismo reducirla a Europa. Por eso es tan necesario que Europa persiga una política de defensa propia y se libere de la fatal política de agresión estadounidense. Los europeos deberían recordar cada día que no hay tropas rusas o chinas en la frontera estadounidense de México o de Canadá, sino que son las tropas estadounidenses las que están por todas partes en las fronteras rusa y china.
¿Los acuerdos de Minsk fueron solo una estrategia para ganar tiempo como dejó entrever la excanciller Angela Merkel en una entrevista con Die Zeit?
Esas afirmaciones de Angela Merkel fueron fatales, porque con ellas ha reconocido de forma pública que los esfuerzos de paz en Ucrania, cuya guerra comenzó ya en 2014, no eran serios. Merkel, al igual que el oligarca Poroshenko, ha admitido que solo había apoyado estas negociaciones de paz para dar tiempo a que Ucrania pudiera armarse. Este tipo de afirmaciones necias agravan las relaciones con Rusia y llevan a que el presidente y los políticos rusos concluyan que con los europeos no se puede firmar acuerdos, porque solo mienten y hacen trampas.
¿Cómo valora los dieciséis años de mandato de la excanciller Merkel?
Solo hay que escuchar las quejas de su propio partido ahora que están en la oposición en el Bundestag. Se quejan de que la infraestructura alemana se desmorona y esta queja está justificada. Un país industrializado que deja decaer su infraestructura, y en ello se incluye también la cultura, las escuelas y las universidades, hace una política errónea y no asegura el futuro de su país ni de su población.
Merkel también fue corresponsable de la política ultraliberal en el sur de Europa. En este sentido, ¿se ha aprendido algo?
Los problemas en Europa comenzaron con la introducción del euro, porque éste era muy débil para los países del norte, como Alemania, y muy fuerte para los del sur. Ello llevó a que los países del sur de Europa sufrieran desventajas competitivas y Alemania pudo dominar así el mercado exportador europeo. Sería importante que todos los países de la unión monetaria tuvieran las mismas oportunidades, pero en este momento no se da este requisito.
“El extremismo en Europa se está instalando en el centro de la sociedad”
Aquellos tiempos de la crisis del euro fueron los de la formación del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania. ¿Podemos hablar de fascismo en este caso?
Hay varios políticos del partido cuyas ideas se pueden denominar fascistoides. En Alemania, la AfD se formó, en un primer momento, contra la unión monetaria europea. Por eso la pregunta sobre el fascismo es mucho más amplia: ¿vamos camino del fascismo a nivel mundial? Pienso en Estados Unidos, pero también en Alemania, y la pregunta es si vamos camino del totalitarismo. Desde luego estamos asistiendo a tendencias muy problemáticas. El Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán se ha concedido a Serhiy Víktorovych Zhadán, un autor ucraniano que ha denominado a los rusos como “basura” y “animales”, como “cerdos que deberían quemarse en el infierno”. Por eso la pregunta del fascismo tiene que verse de forma más amplia y no solo como la llegada de partidos de extrema derecha, porque el extremismo en Europa se está instalando en el centro de la sociedad. La ministra de Exteriores alemana ha asegurado que las sanciones deberían “arruinar” a Rusia. Eso es lenguaje fascistoide.
¿Qué esperanzas hay para la izquierda en Europa y, en especial, en Alemania?
La izquierda tiene que reflexionar en toda Europa sobre qué es hacer política de izquierdas. De forma simplificada: defender a las personas que no disponen de altos ingresos ni riquezas. En las últimas décadas han quedado relegadas las preguntas sobre el sistema económico, la pregunta marxista de la contradicción de base entre el capital y el trabajo. La consecuencia es que la concentración de la riqueza ha aumentado cada vez más y la disparidad entre salarios ha seguido creciendo. Esta cuestión ha sido desplazada por otros debates, como el racismo, la orientación sexual o la diversidad. Estas preguntas son todas importantes, pero se les ha dado prioridad, como se puede ver en las multinacionales estadounidenses, para dejar de lado las preguntas de fondo sobre nuestro sistema económico en relación al reparto de la riqueza.
Es un problema que se puede ver con mucha claridad en los partidos socialdemócratas. El SPD, del cual yo fui presidente, era un partido por la paz, el desarme y el desarrollo del Estado del bienestar. Hoy el canciller Scholz, del Partido Socialdemócrata, prioriza el rearme y la guerra en Ucrania, y defiende el desmontaje del Estado social de los años 90, que ha llevado a que un jubilado alemán cobre de media 800 euros menos al mes que un jubilado en Austria. Lo más importante en este momento son los precios de la energía, que juegan un papel clave para las empresas y para la población alemanas. Hay que volver a conseguir el precio bajo que ha favorecido el bienestar en Alemania y en toda Europa. Para ello, durante un tiempo, será inevitable volver a tirar del gas ruso.
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