POR ALEJANDRO QUINTERO GALEANO
El 19 de junio del 2022 fue un día histórico en el acontecer cotidiano del país, país de los 100 años de soledad, del realismo mágico, descripción de nuestra realidad majestuosa que nos llevó al Premio Nobel de Literatura; momento además, en el que el país nacional se imponía al país político, derrotando la hegemonía liberal-conservadora del Frente Nacional, del neoliberalismo económico y el manejo del Estado como propiedad de esa élite corrupta cuyos últimos cuarenta años se asoció con el narcotráfico, e implementó la estrategia paramilitar para con la excusa de combatir a la guerrilla expropiar campesinos, sembrar el terror y concentrar en pocas manos la riqueza.
Un país en el que las luchas sociales y populares había significado millares de asesinatos, desapariciones y torturas, en la historia reciente desde el Bogotazo, pasando por el Frente Nacional, el Estatuto de Seguridad de Turbay y la Seguridad Democrática de Uribe, herramientas jurídicas y políticas con las que se atacó violentamente a todo aquel quien se atreviera a pensar diferente, a levantar las banderas de los derechos humanos, de la justicia social y laboral, de condiciones de vida digna para las mayorías; indígenas, obreros, sindicatos, profesores, abogados, investigadores y fiscales, partidos políticos con ideales contrarios al régimen, etc., fueron perseguidos, obligados al exilio o exterminados.
Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán, Rodrigo Lara Bonilla, Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur Taborda, Luis Felipe Vélez, Luis Fernando Vélez, Jesús María Valle, Manuel Cepeda, Jaime Pardo Leal, José Antequera, Bernardo Jaramillo Ossa, militantes de La Unión Patriótica, Carlos Pizarro Leongómez, Eduardo Umaña Mendoza, Mario Calderón Villegas, Elsa Constanza Alvarado, Manuel Guillermo López, John Jairo Ruiz, Luis Fernando González, Jaime Garzón Forero, Eudaldo Díaz, Alfredo Correa de Andréis y muchos otros y otras más.
El mensaje violento hacia los sectores populares era claro: se prohíbe pensar diferente, actuar y luchar por un país diferente, a la manera aprendida durante la represión del movimiento de artesanos de mitad del siglo XIX; el poder estaba destinado sólo para la élite, no para los sectores subalternos.
Por ello, después de tanta sangre derramada, esa misma de la cual se ha agotado la tinta con escritos, denuncias y expedientes destruidos y dejados en los anaqueles, guardados y polvorientos en juzgados, resaltamos este hermoso poema que evoca la memoria vivida:
“No por incierto como todos, dejaré de escribir esta carta que habla de ausencias y de amores. Siempre habrá un ausente en mi pellejo, Un ausente que convive con mis pasos lentamente. Hablo de ese río de ausentes donde navegan a toda vela los sueños del incierto. Sé que estoy en mi país, en mi país, en donde alguien decide arreglar sus pequeños asuntos ante la insegura perspectiva del regreso, en mi país, que huye de sí mismo como un desatado tifón en plena noche. Hablo de un lugar cuyos inciertos habitantes podemos desaparecer definitiva o temporalmente, hasta ser encontrados en el borde del camino, en el adentro de la zanja. El otro país, el oscuro, nos está matando la alegría, nos está matando a los que sueñan, a los hombres que dan voz al limpio viento. La paz es sólo una palabra en los arrugados papeles que arrojan en letrinas los disfrazados querellantes. La voz del gran mudo nada dice. Ella espera instrucciones y una ebria nación navega sosteniendo la rota bandera de la paz, la bandera blanca sobre lagos de sangre. Llegado el momento de tener más amigos en las tumbas que en los bares, me hago hermano del hermano de los muertos, enamorado de los que aman el amor de los vivientes”. Carta del Incierto. Juan Manuel Roca. Bogotá, septiembre, 9 de 1986.
Por eso, ese 19 de junio celebramos emocionados esa victoria electoral, representaba la dignidad de los de abajo, su fuerza y la memoria de los caídos. Significó el inicio de la materialización del sueño por el otro país posible con justicia económica y social, y con ella la paz para todas y todos.
Pero como era de esperarse, esa hegemonía y esas élites huérfanas de poder, no se quedarían con los brazos cruzados. Desde antes del inicio de la Presidencia del Pacto Histórico la operación sabueso comenzaba, tener el dominio de instituciones como la Fiscalía, la Procuraduría, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo, la Registraduría; el tener injerencia sobre altos togados en las cortes, el control del Banco de la República y Ecopetrol, entre otras instituciones, aseguraría un inicio y camino tortuoso, con numerosos palos en la rueda al nuevo gobierno, como por ejemplo: el manejo de la inflación por el banco central, el déficit del Fondo de Estabilización de Combustibles con la consecuencia de su consabido aumento de precio, el incremento en peajes de las concesiones viales y los altos costos de los servicios públicos, situaciones difíciles de entender para la población del común. Mientras que los medios de comunicación de su pertenencia se han concentrado a ese mismo objetivo: torpedear al nuevo gobierno, a mayor ruido, mayor escándalo y mayor búsqueda de impactar en la población en pro de la desaprobación de sus reformas y gestión; cualquier elemento o situación que involucre algún funcionario o familiar o personal del ejecutivo debe ser explotada al máximo, situación que han cumplido al pie de la letra.
En Latinoamérica tenemos experiencia antigua y reciente de como la derecha derrumba gobiernos no favorables a sus intereses, de como se salta las vías democráticas, el Estado de Derecho, asalta la verdad y la ley, ejemplos como el de Brasil con Dilma Rousseff derrocada por jueces con una acusación falsa, el montaje de fraude electoral a Evo Morales, la destitución de Pedro Castillo por el presunto delito de rebelión y la reciente intentona de golpe de Estado a Lula da Silva, son una campana de alerta para cualquier gobierno progresista en la región, incluyendo claro está, el colombiano.
En este país, tradicionalmente manejado por esa derecha asociada a la violencia donde por la educación impartida muchos de sus habitantes no disciernen bien la situación, hoy esas élites y sectores reaccionarios autoproclamados “gente de bien”, cegados a la razón y repletos de odio, rechazan todos los actos del nuevo gobierno y se frotan las manos ante los escándalos, mientras más cercanos al Presidente mejor, porque el objetivo es su cabeza, la búsqueda es agrupar un conjunto de inconformes que les permita dar su zarpazo.
De este sector histórico dominante no esperamos menos, solo solicitamos se respete el Estado de Derecho y la ley, la Constitución colombiana como lo hace el gobierno del cambio. Las investigaciones que se deban hacer, que se realicen con transparencia, respetando el debido proceso, incluida la del hijo del Presidente, como él mismo lo ha solicitado.
El gobierno en pleno, el Pacto Histórico, todas las fuerzas alternativas, los partidos que hacen parte de la coalición, los movimientos sociales y populares que representan sus bases, todas y todos los que apoyamos el cambio, debemos estar alertas a la situación, las actuaciones deben ser consecuentes al conocimiento de esta amenaza latente.
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