POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL* /
Al gobierno de Gustavo Petro le tocó recibir una casa desordenada, dividida, con antagonismos acumulados. Un país, en lo social, postrado, y con una crisis humanitaria inmensa.
La paz de La Habana entre la FARC y el gobierno Santos la convirtieron en un simulacro, en una pacificación, lo cual trajo como correlato las disidencias de las FARC con experimentados guerrilleros, al igual que la Segunda Marquetalia.
Este proceso se acompaña de la continuidad del exterminio de líderes sociales y reinsertados de las FARC. Todos con color político definido, no solo como víctimas, sino por sus ideas de izquierda democrática. El genocidio en curso hay que detenerlo ya; es una urgencia nacional. Un gran problema porque expresa la bancarrota moral del país. Además, vulnera el simbolismo del gobierno y compromete negativamente sus realizaciones.
La presencia permanente del ELN (sesenta años mal contados) no ha sido derrotada, sólo contenida, aunque estratégicamente, por su expansión territorial y su experiencia, se ha fortalecido. Es lo que indica el documento de inteligencia militar de la Policía Nacional sobre los llamados Grupos Armados Organizados (GAO), reseñado por El Tiempo, el 5 de marzo.
Las cifras indican una importancia cualitativa. El ELN con 2902 en armas para un total de 5582. El Estado mayor central, con 2149, para un total de 3480. La Segunda Marquetalia, con 1048 en armas para un total de 1646.
Se trata de guerrillas tradicionales, que no han sido vencidas, y han escarmentado la pacificación. Estas guerrillas han combatido contra unas Fuerzas Armadas profesionales y conocedoras en grado sumo de los oficios bélicos. Han mordido el polvo de la pólvora de los insurgentes. Dialécticamente, los mejores maestros de los guerrilleros son los soldados, al igual que estos aprenden de los primeros. Se trata de una de las circularidades de la guerra. Es un paisaje dominado por una subversión de larga existencia, con una gran capacidad para reponerse y de unas Fuerzas Armadas experimentadas, pero que no han logrado derrotarlas. Por ello, la negociación política para terminar el conflicto armado, en la llamada ‘Paz Total’, del gobierno Petro está justificada. No nos digamos mentiras; los insurgentes son hijos legítimos del sistema, aunque lo sean ilegales.
Sobre el otro grupo organizado armado, el documento de inteligencia señala al Clan del Golfo con 1435 armados para un total de 3618. Se trata de una poderosa fuerza delincuencial militarizada y que tiene protagonismo político. Se lucran del narcotráfico, la minería, las extorsiones y otros delitos.
La propuesta de sometimiento a la justicia de esta organización es espinoso en su resolución. Pero sus miembros son igualmente hijos legítimos del sistema, al mismo tiempo que ilegales.
Se debe avanzar cómo se hace con el ELN en los diálogos y las agendas. En buscar generar confianza para acuerdos sólidos. La estrategia de la ‘Paz Total’ es loable, pese a evidentes defectos. Tiene un talón de Aquiles grande. Carece de un relato potente, seguramente se confía en la eficacia del discurso del Presidente y en el principio esperanza, que mantiene vivo el anhelo de paz. Pero la experiencia está mostrando que la comunicación falla, empezando por el canal oficial de televisión y los voceros gubernamentales. En cambio los opositores al gobierno están construyendo un relato catastrófico sobre la política de paz, aprovechando las enormes dificultades y los yerros del gobierno.
Hay una matriz, el gobierno lo sabe muy bien: la madre de las violencias, de la anomia, de los paraestados, es la estructura criminal capitalista del narcotráfico. Por ella Colombia es, con todas las letras, epicentro mundial de la cocaína y otras yerbas del pantano. Declarar correctamente, como lo hizo el Presidente, el fracaso de la guerra contra las drogas implica un correlato: hay que proponer por Colombia la legalización de la droga para desmontar el negociado y las violencias. Este tema gravita en forma gaseosa en el gobierno. A la declaración del Presidente sobre el fracaso de la guerra contra las drogas le sigue la postura del Ministro de Justicia de oponerse a la propuesta de la legalización para un debate internacional. Lo que estimula la erradicación forzosa y las formas represivas tradicionales es decir el mismo remedio en empaque diferente. Y sigue la marcha fúnebre del narcotráfico.
*Profesor emérito, Universidad Nacional.
Un Pasquín, Bogotá.
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