POR LEONARDO BOFF
La Tierra está cambiando irreversiblemente. Estamos entrando en un nuevo régimen climático que es mucho más cálido y amenazante. La ciencia y la tecnología llegaron tarde. Recién con la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera cambió el curso del planeta vivo, los diversos tipos de conocimiento, desde el popular hasta el más científico, solo pueden mitigar los efectos nocivos. Pero esos vendrán más a menudo y más severos.
Si queremos continuar en este planeta, tenemos que crear otro paradigma civilizatorio, amable con la vida y sintiéndonos hermanos y hermanas con todos los demás seres vivos, como postula el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti. Bueno, tenemos el mismo código genético básico con ellos. En este contexto, urge otro tipo de democracia: socioecológica o ecosocialista. Representaría la culminación del ideal democrático, precisamente en este momento en el que asistimos a un grave declive de los ideales democráticos en un contexto de crecientes movimientos autoritarios, además de la difusión de la inteligencia artificial que combina millones de algoritmos y puede amenazar la democracia y distorsionar al Papa vistiendo una chaqueta gruesa, rara y muy cara.
A pesar de todo esto, tenemos que discutir la democracia amenazada, que subyace en la idea original de toda democracia: todo lo que interesa a todos debe ser pensado y decidido por todos.
Hay democracia directa en pequeñas comunidades o en un país como Suiza. Cuando estas agrupaciones sociales son más grandes, se proyecta la democracia representativa. Como lo controlan generalmente los poderosos, se proponía una democracia participativa en la que los de abajo pudieran participar en la formulación y seguimiento de las políticas del país.
Se avanzó más y se creó una democracia comunitaria, vivida por los pueblos andinos, en la que todos participan de todo dentro de una gran armonía hombre-naturaleza, es “buen vivir y convivir”. Se vio que la democracia es un valor universal (N. Bobbio), vivida cotidianamente, en la familia, en las asociaciones y en la forma de organizar el Estado, también una democracia sin fin (Boaventura de Souza Santos), porque siempre puede ser perfeccionado y nunca estar listo. Ante el riesgo inminente de la desaparición de la especie humana, todos, para salvarse, se unirían en torno a una superdemocracia planetaria (J. Atalli).
Más o menos en esta línea, las diversas formas de democracia deben ser pensadas y vividas. Los sobrevivientes de la gran transformación de la Tierra, que estabilizó su clima promedio en alrededor de 38 o más grados centígrados, han aprendido de estos cambios drásticos. Como medio de supervivencia, deberán incorporar nuevas formas de relación en armonía con la naturaleza y la Madre Tierra. De ahí que se pensara este tipo de democracia socioecológica. Es social porque involucra a toda la sociedad.
Es la gran propuesta del ecosocialismo que nada tiene que ver con el frustrado socialismo real que ya desapareció. Esta democracia socioecológica o ecosocialista tiene como eje estructurante lo ecológico. No como técnica para garantizar la sostenibilidad del modo de vida humano, en la línea del paradigma actual del ser humano dominus=señor y fuera y por encima de la naturaleza, sino como frater=hermano y hermano, parte de y dentro de la naturaleza. Más bien sería un arte, una nueva forma de tierna y fraterna convivencia con la naturaleza.
El modo de producción y las instituciones ya no obligarán a la naturaleza a adaptarse a los deseos humanos. Estos se adaptarán a los ritmos de la naturaleza, cuidándola, dándole descanso para regenerarse. El ser humano sentirá la propia naturaleza de modo que cuidándola, se estará cuidando a sí misma.
La singularidad del ser humano, y así lo han comprobado neurólogos, genetistas, bioantropólogos y cosmólogos, es presentarse como un ser-nudo-de-relaciones, de amor, cooperación, solidaridad y compasión. Así lo decía James D. Watson en su libro ADN: el secreto de la vida (2005): el amor y la solidaridad pertenecen al código genético humano.
Tal singularidad aparece mejor cuando la comparamos con los simios superiores de los que nos diferenciamos en sólo un 1,6 % de carga genética. También tienen una vida corporativa. Pero se guían por la lógica de la dominación y la jerarquización. Pero nos diferenciamos de ellos por la cooperación y la comensalidad.
Hoy se acepta que tanto la naturaleza como la Tierra son sujetos de derechos, son los nuevos ciudadanos con los que debemos convivir en amistad. La Tierra es un ente biogeofísico, Gaia, que articula todos los elementos para mantenerse viva y producir toda la biodiversidad. En un momento avanzado de su evolución y complejización, comenzó a sentir, pensar, amar y cuidar. Fue entonces cuando apareció el ser humano, hombre y mujer, que es la Tierra pensante y amante.
Si queremos sobrevivir juntos, esta democracia debe ser una biocracia, una sociocracia, una geocracia y una cosmocracia, en definitiva, una democracia ecológica-social o eco-socialista. El tiempo apremia. Debemos generar una nueva conciencia y prepararnos para los cambios que no tardarán en llegar ¿Es una utopía? Sí, pero una utopía necesaria si aún queremos vivir en este planeta.
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