POR DAVID NORTH /
El legado de una figura de la estatura intelectual de León Trotsky sigue representando las bases teóricas y políticas críticas e indispensables para la lucha contemporánea por la victoria del socialismo mundial.
El siguiente texto es el prefacio del próximo libro de David North, León Trotsky y la lucha por el socialismo en el siglo XXI.
North es el presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site y el presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad en EE.UU.
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El material recopilado para este volumen fue escrito a lo largo de cuarenta años. El primer ensayo, León Trotsky y el desarrollo del marxismo fue publicado a fines del otoño de 1982. El último contenido, una carta a una organización de jóvenes fundada por trotskistas en Rusia, Ucrania y otros países de la antigua Unión Soviética, fue escrito en febrero de 2023.
A pesar de los muchos años que separan el primer y último documento, están conectados por un argumento central: León Trotsky fue la figura más importante en la historia del socialismo en las primeras cuatro décadas del siglo veinte y su legado sigue representando las bases teóricas y políticas críticas e indispensables de la lucha contemporánea por la victoria del socialismo mundial. Los eventos de los últimos 40 años han fundamentado poderosamente esta evaluación del lugar de Trotsky en la historia y su perdurable relevancia política.
Comencemos por el hecho de que la historia ha confirmado la condena de Trotsky del estalinismo como una fuerza contrarrevolucionaria. Pero, cuando fue redactado el primer ensayo, la Unión Soviética y los regímenes estalinistas vinculados a ella en Europa del Este todavía existían. Los partidos estalinistas afiliados con la burocracia del Kremlin presumían millones de miembros. La predicción de Trotsky de que la burocracia estalinista restauraría el capitalismo y que la podrida estructura del régimen colapsaría bajo el peso de la autarquía económica nacional, la incompetencia y las mentiras fue tildada de “sectarismo trotskista” e incluso de “propaganda antisoviética” por los muchos apologistas políticos del “socialismo realmente existente”.
León Trotsky y el desarrollo del marxismo fue escrito precisamente en los meses en que Leonid Brézhnev, quien había sido líder soviético por mucho tiempo y padecía cada vez más males seniles, pasó de su lecho de enfermo a la Necrópolis de la Muralla del Kremlin en la Plaza Roja. La burocracia estalinista transfirió su lealtad a Yuri Andrópov y luego a Konstantín Chernenko, quienes se unieron a su predecesor en la Muralla del Kremlin en cuestión de un poco más de dos años, y finalmente a Mijaíl Gorbachov en marzo de 1985.
Más allá de sus promesas de una nueva “apertura” o glásnost en el estudio de la historia soviética, el Kremlin siguió denunciando la lucha librada por Trotsky contra el régimen estalinista y su traición de la Revolución de Octubre.
En noviembre de 1987, cuando el régimen estalinista se precipitaba hacia el colapso, Gorbachov incluyó en su discurso sobre el septuagésimo aniversario de la Revolución de Octubre una defensa de Stalin y una venenosa denuncia de Trotsky. Pero como Trotsky había señalado una vez, las leyes de la historia demostraron ser más poderosas incluso que el secretario general más poderoso.
La única tendencia política que anticipó y advirtió que las políticas de Gorbachov iban encaminadas a la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalista fue el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). Tan temprano como marzo de 1987, en medio de la “Gorbimanía”, una ola de adulación global al nuevo líder soviético, el Comité Internacional advirtió:
Tanto para la clase trabajadora en la Unión Soviética como para los trabajadores y las masas oprimidas internacionalmente, la supuesta reforma de Gorbachov representa una amenaza siniestra. Pone en peligro las conquistas históricas de la Revolución de Octubre y está vinculada a la colaboración contrarrevolucionaria cada vez mayor entre la burocracia y el imperialismo a escala global. [1]
Dos años después, en 1989, escribí en un análisis de las políticas de Gorbachov titulado Perestroika versus socialismo:
Durante los últimos tres años, Gorbachov ha dado pasos decisivos para promover la propiedad privada de las fuerzas productivas. Se ha identificado la burocracia más abiertamente con sus intereses por el desarrollo de las cooperativas soviéticas organizadas totalmente a la manera capitalista. Y como los privilegios de la burocracia ya no están atados, sino son hostiles, a las formas de propiedad estatal, su relación con el imperialismo mundial también debe dar un cambio significativo. La meta principal de la política exterior soviética es cada vez menos defender a la URSS contra ataques imperialistas, por el contrario, es movilizar el apoyo imperialista —político y económico— para efectuar las metas domésticas de perestroika, o sea, el desarrollo de las relaciones de propiedad capitalista en la Unión Soviética. Así, la lógica contrarrevolucionaria de la teoría estalinista del socialismo en un solo país encuentra su máxima expresión en el desarrollo de una política exterior dirigida a socavar la propiedad estatal soviética y a reintroducir el capitalismo dentro de la propia URSS. [2]
No puedo atribuirme todo el crédito de esta evaluación de las políticas de Gorbachov, la cual fue confirmada por los acontecimientos posteriores. La perspectiva del Comité Internacional se basó en el análisis de las contradicciones de la sociedad soviética y la trayectoria contrarrevolucionaria del régimen estalinista que Trotsky había elaborado medio siglo antes en su obra Revolución traicionada. Además, el entendimiento del CICI del proceso postsoviético de restauración capitalista fue facilitado por el hecho de que siguió las líneas anticipadas por Trotsky.
La disolución de la Unión Soviética no desembocó, como lo predijo Francis Fukuyama, en el “fin de la historia”, que este analista de Rand Corporation definió como “el fin de la evolución ideológica de la humanidad y la universalización de la democracia liberal occidental, como la forma de gobierno final de la humanidad”. [3] Huelga decir que Fukuyama no previó que Donald Trump se convertiría en presidente estadounidense.
De hecho, los acontecimientos tanto en la Rusia postsoviética como en los países capitalistas avanzados no correspondieron con la trama del sabio del centro de pensamiento Rand. Dentro de Rusia, todas las predicciones alegres con las que se justificó la restauración del capitalismo quedaron refutadas. En vez de prosperidad, la venta rápida de los activos estatales a los exburócratas soviéticos y a otros elementos criminales generó una pobreza masiva y niveles impactantes de desigualdad social. En vez de hacer que prosperara la democracia, el nuevo Estado ruso asumió poco después la forma de un régimen oligárquico. Y la afirmación de que Rusia, tras rechazar irrevocablemente su vínculo histórico con la Revolución de Octubre, sería recibida cálidamente con brazos abiertos por sus nuevos “socios occidentales” e integrada pacíficamente en la hermandad de naciones capitalistas demostró ser la predicción más descabellada e improbable.
Lo que trascendió dentro de los principales países imperialistas tras la ruptura de la Unión Soviética —la serie de crisis económicas, geopolíticas y sociales que ha caracterizado las últimas tres décadas— ha corroborado el análisis marxista sobre las contradicciones que conducen a la destrucción del capitalismo, como sistema mundial. El documento fundacional de la Cuarta Internacional, redactado por Trotsky en 1938, definió la época histórica actual como la “agonía mortal” del capitalismo y describió la situación contemporánea en vísperas de la Segunda Guerra Mundial:
Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes…
Bajo la creciente presión de ocaso capitalista los antagonismos imperialistas han alcanzado el límite más allá del cual los conflictos y explosiones sangrientas…deben confundirse infaliblemente en un incendio mundial. En verdad la burguesía percibe el peligro mortal que una nueva guerra representa para su dominación, pero es actualmente infinitamente menos capaz de prevenirla que en vísperas de 1914. [4]
La situación mundial de hoy tiene más que solo un preocupante parecido con aquella descrita tan perceptivamente por Trotsky hace 85 años. Él debía su comprensión de la situación mundial a su análisis de los orígenes de la crisis del capitalismo: 1) el conflicto entre la producción social y la propiedad privada de los medios de producción y 2) la incompatibilidad del sistema capitalista de Estados nación y el desarrollo objetivo de la economía global. Dentro del entramado capitalista, la crisis engendrada por estas contradicciones conduce a las catástrofes gemelas de la barbarie fascista y una guerra mundial.
En su análisis de la dinámica terminal del capitalismo mundial, Trotsky puso su énfasis principal en el papel del imperialismo estadounidense. En 1928, desde la región recóndita de Alma Ata en Asia central (donde el régimen estalinista lo había exiliado), escribió:
Durante la época de la crisis, la hegemonía de los Estados Unidos se hará sentir más completa, más clara y más implacablemente que en un período de prosperidad. Estados Unidos liquidará y vencerá sus dificultades y sus perturbaciones ante todo en detrimento de Europa, y nada importa que esto ocurra en Asia, en Canadá, en América del Sur, en Australia, o en la misma Europa, o que sea por procedimientos “pacíficos” o militares. [5]
En 1934, Trotsky describió la trayectoria del imperialismo estadounidense utilizando términos más agudos:
El capitalismo norteamericano se enfrenta con los mismos problemas que en 1914 empujaron a Alemania por el camino de la guerra. ¿Ya está repartido el mundo? Hay que volver a repartirlo. Para Alemania se trataba de “organizar Europa”. Estados Unidos tiene que “organizar” el mundo. La historia está enfrentando a la humanidad con la erupción volcánica del imperialismo norteamericano. [6]
Trotsky se burló del hábito de Estados Unidos de santificar sus políticas predatorias con frases humanitarias. Describió memorablemente al presidente Woodrow Wilson, después de la Primera Guerra mundial, como un “filisteo e hipócrita”, “el deshonesto e hipócrita Tartufo” que “vaga por toda la desangrada Europa como el máximo representante de la moral, el Mesías del dólar americano, castiga, perdona y fija el destino de las naciones”. [7] Ahora que el atroz racismo de Wilson es un hecho bien conocido, la descripción de Trotsky del mandatario estadounidense otrora venerado y aclamado como el ícono del liberalismo democrático se ha vuelto el conceso de la comunidad académica.
Por más atinada que haya sido la exposición de su hipocresía por parte de Trotsky, él no caracterizó las políticas del imperialismo estadounidense o, si vamos al caso, las de su rival alemán bajo Hitler, como simples excepciones criminales en un mundo que de lo contrario era pacífico. Su condena de las políticas de estos países y de las otras potencias imperialistas tenía un carácter histórico, en vez de moralista y filisteo. La política de invasiones, anexiones y conquistas no provenía ni proviene de la locura de un líder u otro, incluso en el caso de un psicópata como Hitler, sino en la desesperación por superar los límites impuestos por las fronteras estatales con respecto al acceso a los recursos globales y el mercado mundial. La expansión implacable del militarismo imperialista, que conducía inevitablemente hacia una guerra mundial, significaba que el sistema de Estados nación había llegado a un callejón sin salida histórico. Como lo previó Trotsky en 1934, en un artículo publicado originalmente en la revista estadounidense Foreign Affairs:
La lucha por los mercados externos adquirirá una agudeza sin precedentes. Las piadosas nociones sobre las ventajas de la autarquía serán rápidamente dejadas de lado y los audaces planes en pro de la armonía nacional irán a parar al cesto de los papeles. Esto no sólo se aplica al capitalismo alemán, con su explosiva dinámica, o al tardío y ambicioso capitalismo de Japón, sino también al de Norteamérica, todavía poderoso pese a sus nuevas contradicciones. [8]
Las contradicciones identificadas por Trotsky a fines de la década de 1920 y en la de 1930 han alcanzado una etapa de desarrollo mucho más avanzada e incluso terminal. Después de la disolución de la Unión Soviética, el impulso a “organizar el mundo” según el afán de hegemonía global de Estados Unidos ha adoptado la forma de un desenfreno global. La “erupción volcánica” del imperialismo estadounidense anticipada por Trotsky hace casi 90 años está en plena marcha.
Pero el volcán estadounidense no es el único con erupciones militaristas. Está en marcha un aumento masivo en el gasto militar a escala internacional. Los dioses de la guerra vuelven a estar sedientos. Las dos mayores potencias derrotadas de la Segunda Guerra Mundial están desechando sus pretensiones hipócritas pacifistas. Sacando partido de la guerra en Ucrania, el Parlamento alemán aprobó una triplicación del presupuesto militar del país. Japón, que ya es la segunda mayor potencia militar en Asia, anunció un aumento de 26,3 por ciento en su gasto en “defensa”. Están decididos a no verse excluidos del botín de un nuevo reparto del mundo tras la Tercera Guerra Mundial, asumiendo que quedará un mundo para dividir.
La prensa capitalista reconoce ampliamente que el mundo se acerca al abismo de un cataclismo militar global. Tras un año de propaganda necia presentando la invasión rusa de Ucrania como una “guerra no provocada”, los comentaristas burgueses están situando la guerra en un contexto internacional más realista. El especialista en política exterior del Financial Times, Gideon Rachman, recientemente señaló el “paralelo histórico” de la situación actual y “el aumento en las tensiones internacionales en las décadas de 1930 y 1940”.
El hecho de que el presidente de China y el primer ministro de Japón llevaran a cabo visitas simultáneas y contrapuestas a las capitales de Ucrania y Rusia subraya la importancia global de la guerra en Ucrania. Japón y China son rivales enconados en el este de Asia. Ambos países entienden que su disputa se verá profundamente afectada por el resultado del conflicto en Europa.
Los golpes entre China y Japón en torno a la cuestión de Ucrania son parte de una tendencia más amplia. Las rivalidades estratégicas en las regiones euroatlántica e indopacífica se están intercalando cada vez más. Se está desarrollando algo que aparenta cada vez más ser un solo conflicto geopolítico. [9]
Por supuesto, todos los personajes históricos son un producto de su época. Pero Trotsky es una figura histórica cuya influencia activa sigue vigente en los acontecimientos contemporáneos, mucho después de su muerte. No solo se estudian sus escritos por sus observaciones sobre los eventos de las primeras cuatro décadas del siglo pasado, sino también porque constituyen análisis esenciales para entender e intervenir en los eventos actuales.
En un estudio enorme de 1.124 páginas titulado International Trotskyism y publicado en 1991, en vísperas de la disolución de la URSS, Robert J. Alexander, quien era un académico antimarxista y largamente miembro del Council on Foreign Relations, manifestó su preocupación de que la disolución de la URSS propiciara un resurgimiento del trotskismo en forma de un movimiento de masas. Escribió:
Al final de la década de 1980, los trotskistas nunca han llegado al poder en ningún país. A pesar de que el trotskismo internacional no cuenta con el apoyo de ningún régimen bien establecido como el que disfrutan los herederos del estalinismo, la persistencia del movimiento en una amplia gama de países y la inestabilidad política de la mayoría de las naciones del mundo significan que no se puede descartar completamente la posibilidad de que un partido trotskista llegue al poder en un futuro próximo. [10]
Las élites gobernantes tomaron en serio las advertencias del profesor Alexander. Respondieron al peligro político de la izquierda ante el colapso de los regímenes estalinistas pagando por una serie de pseudobiografías calumniosas de Trotsky. Pero las obras de los profesores Ian Thatcher, Geoffrey Swain y Robert Service, pese a las alabanzas entusiasmadas de las reseñas en la prensa capitalista, fracasaron miserablemente. Sus mentiras fueron expuestas por el Comité Internacional. La biografía realizada por el celebrado profesor Robert Service de la Universidad de Oxford se volvió una vergüenza para su editorial, Harvard University Press, después de que The American Historical Review reconociera que mi crítica de la biografía de Service como “una chapucería” fueron “palabras fuertes pero justificadas”. [11]
Hay una explicación histórica materialista para la persistencia y el crecimiento del movimiento trotskista internacional frente a las décadas de persecución intransigente por parte de incontables enemigos. Las fuerzas económicas y sociales objetivas y subyacentes que marcaron el curso de los acontecimientos políticos durante la vida de Trotsky, que se centraron en la lucha de clases global entre la burguesía y el proletariado, no fueron remplazadas por la historia. La teoría de la revolución permanente de Trotsky sigue siendo la base histórica y estratégica esencial de la lucha contra el capitalismo por parte de la clase obrera internacional. En 1930, escribió:
El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado, nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta. [12]
Lejos de verse superada por los eventos, la concepción de Trotsky de la revolución socialista como un proceso interdependiente de la lucha de clases internacional fue corroborado aún más por el inmenso desarrollo globalmente integrado de las fuerzas productivas y el gran crecimiento de la clase trabajadora. Y ahora la evolución de la historia está confluyendo decisivamente con la visión estratégica del gran teórico y revolucionario marxista.
La situación actual en el mundo sería reconocida y analizada por Trotsky sin ningún problema. Estamos viviendo en la etapa final de la misma época histórica de guerras imperialistas y revolución socialista. Los problemas históricos a los que hizo frente Trotsky, especialmente en los 16 años entre el accidente cerebrovascular que incapacitó y separó a Lenin de actividades políticas y su propio asesinato en 1940, siguen siendo los mismos problemas políticos existenciales e irresueltos que enfrenta la clase trabajadora: las guerras imperialistas, el colapso de la democracia y el resurgimiento del fascismo, la inflación desenfrenada, el desempleo masivo, la pobreza, las traiciones de las organizaciones sindicales de masas que existen y su integración en las estructuras del Estado capitalista.
Este año se conmemora el centenario de la fundación de la Oposición de Izquierda en la Unión Soviética. La primera crítica pública de Trotsky en el otoño de 1923 contra el burocratismo cada vez mayor del Estado soviético y el Partido Comunista inició la lucha política más trascendente del siglo veinte. La usurpación del poder político en la Unión Soviética, un proceso encabezado por Stalin, tendría consecuencias catastróficas para el futuro de la clase trabajadora internacional y la lucha por el socialismo. La justificación política para esta usurpación, la cual involucró la subordinación de la clase trabajadora a la burocracia, la destrucción de todas las formas de democracia obrera y, en última instancia, la exterminación física de los marxistas dentro de la URSS, fue ofrecida por el dogma estalinista del “socialismo en un solo país”. Esta pseudoteoría, ante todo dirigida contra la teoría de la revolución permanente de Trotsky, respaldó el rechazo de la perspectiva del socialismo internacional en la cual se basó la Revolución de Octubre.
Un volumen publicado recientemente y dedicado a un estudio de la lucha de Trotsky contra el estalinismo arranca con la siguiente oración: “Durante la mayor parte de las últimas dos décadas de su vida, la cuestión política y teórica que más preocupó a León Trotsky fue el problema de la burocracia soviética”. [13]
Esta afirmación es fundamentalmente incorrecta. El problema de la burocracia soviética para Trotsky era algo completamente secundario comparado a la cuestión del internacionalismo revolucionario. De hecho, la naturaleza real de la burocracia estalinista sólo podía entenderse en el contexto de la relación de la Unión Soviética con la lucha de clases internacional y el destino del socialismo mundial. Al ser una tendencia que apareció dentro del Partido Bolchevique, en medio de las derrotas sufridas por la clase trabajadora en Europa central y occidental después de la Revolución de Octubre, el estalinismo fue una reacción nacionalista contra el internacionalismo marxista. Como escribió Trotsky apenas un año antes de su asesinato, “Se puede decir que todo el stalinismo, considerándolo en el plano teórico, se desarrolló a partir de la crítica de la teoría de la revolución permanente tal como fue formulada en 1905”. [14]
La lucha contra la dictadura burocrática estuvo inextricablemente conectada al programa del internacionalismo socialista. El mismo principio estratégico aplica para todas las tareas políticas en la situación mundial actual. No existen soluciones nacionales a los grandes problemas de la época contemporánea.
La teoría de la revolución permanente de Trotsky ofreció un análisis de la dinámica objetiva de la lucha de clases internacional en la que debía basarse la estrategia de la revolución socialista mundial. Pero Trotsky también explicó que la victoria del socialismo no llegaría automáticamente a través de las contradicciones capitalistas. Estas contradicciones tan solo crean las condiciones objetivas y el potencial para que la clase obrera conquiste el poder. Pero la realización de este potencial depende de las decisiones y acciones conscientes del partido revolucionario.
La declaración de Trotsky en el documento fundacional de la Cuarta Internacional de 1938 de que “La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria” fue un resumen de las lecciones principales de los quince años anteriores de derrotas sufridas por la clase obrera como consecuencia del oportunismo y las traiciones de los partidos y sindicatos estalinistas y socialdemócratas.
Acontecimientos como la derrota de la huelga general británica en 1926, el aplastamiento de la clase obrera de Shanghái a manos de Chiang Kai-shek en 1927, la victoria de los nazis en Alemania en 1933, la desmoralización de la clase obrera francesa tras las huelgas de masas de 1936 debido a la política del Frente Popular, la derrota de la Revolución española en 1939 y, por último, el pacto de Stalin con Hitler y el estallido de la Segunda Guerra Mundial provocaron el pesimismo y la desilusión ante la posibilidad del socialismo en amplios sectores de la intelectualidad de izquierdas. ¿No demostraban estas derrotas, se preguntaban, que la clase obrera es incapaz de conquistar y mantener el poder?
Trotsky rechazó enfáticamente la desmoralización que motivaba la pregunta. El obstáculo para la realización del socialismo no era el carácter “no revolucionario” de la clase obrera, sino, más bien, la podredumbre de los partidos de masas existentes. Pero esto planteaba otra interrogante: ¿Era posible construir un partido cuyos dirigentes estuvieran a la altura de las exigencias de la revolución? Quienes negaban esta posibilidad se veían abocados a las conclusiones políticas más pesimistas, es decir, que el programa de la revolución socialista avanzaba una utopía irrealizable y que la humanidad estaba esencialmente condenada. “No todos nuestros oponentes expresan con claridad su pensamiento, pero todos ellos –ultraizquierdistas, centristas, anarquistas, por no hablar de los stalinistas y los socialdemócratas— cargan el peso de sus propios errores sobre las espaldas del proletariado. Ninguno de ellos expresa claramente bajo qué condiciones será capaz el proletariado de llevar a cabo la revolución socialista”. [15]
Trotsky había identificado la fuente de la desmoralización política de los intelectuales de izquierda. El rechazo del potencial revolucionario de la clase obrera fue la premisa esencial del antimarxismo de los académicos pequeñoburgueses de izquierda tras la Segunda Guerra Mundial. Dirigiendo sus argumentos contra la perspectiva histórica de Trotsky (incluso cuando no lo reconocían abiertamente), la Escuela de Frankfurt trató de desconectar el marxismo de la clase obrera. Los posmodernistas declararon el fin de las “grandes narrativas” que explicaban la historia como un proceso objetivo regido por leyes y que identificaban a la clase obrera como la fuerza revolucionaria central de la sociedad. El resultado inevitable de la regresión del pensamiento social fue el repudio total del marxismo y de la revolución social basada en la clase obrera. Como lo plantearon sin rodeos dos destacados representantes de esta regresión, Ernesto Laclau y Chantelle Mouffe, en 1985:
A este punto, debemos afirmar sin ambages que nos encontramos en un terreno postmarxista. Ya no es posible mantener la concepción de la subjetividad y de las clases elaborada por el marxismo, ni su visión del curso histórico del desarrollo capitalista… [16]
Los teóricos antimarxistas han sido refutados por los acontecimientos. Solo el movimiento trotskista anticipó y se ha preparado para el auge mundial de la lucha de clases que está en marcha. Basándose en la perspectiva de la revolución permanente, el Comité Internacional declaró en 1988:
Prevemos que la próxima etapa de las luchas proletarias seguirá inexorablemente, bajo la presión combinada de las tendencias económicas objetivas y la influencia subjetiva de los marxistas, una trayectoria internacional. El proletariado tenderá cada vez más a definirse en la práctica como una clase internacional; y los internacionalistas marxistas, cuya política es la expresión de esta tendencia orgánica, cultivarán este proceso y le darán forma consciente. [17]
La acelerada crisis capitalista mundial y lucha de clases global generará las condiciones objetivas necesarias para la revolución socialista y el derrocamiento del capitalismo. Pero –advirtió Trotsky— “el gran problema histórico no se resolverá de ninguna manera hasta que un partido revolucionario se ponga al frente del proletariado”.
El problema de los ritmos y los intervalos es de enorme importancia pero no altera la perspectiva histórica general ni la orientación de nuestra política. La conclusión es simple: hay que llevar adelante la tarea de organizar y educar a la vanguardia proletaria con una energía multiplicada por diez. Este es precisamente el objetivo de la Cuarta Internacional. [18]
Las experiencias históricas del último siglo pusieron exhaustivamente a prueba todos los movimientos, tendencias y partidos políticos que decían liderar la lucha contra el capitalismo. Pero los levantamientos del siglo veinte pusieron al descubierto el papel contrarrevolucionario de los estalinistas, socialdemócratas, maoístas, nacionalistas burgueses, anarquistas y pablistas. Solo la Cuarta Internacional, encabezada por el Comité Internacional, ha pasado la prueba de la historia. El movimiento internacional socialista revolucionario de la clase trabajadora se desarrollará sobre las bases teóricas y políticas del trotskismo, es decir, el marxismo del siglo veintiuno.
Detroit, 4 de abril de 2023.
Notas
[1] Comité Internacional de la Cuarta Internacional, What Is Happening in the USSR: Gorbachev and the Crisis of Stalinism (Detroit: Labor Publications, 1987), pág. 12.
[2] David North, Perestroika versus socialismo: El stalinismo y la restauración del capitalismo en la URSS (Detroit: Labor Publications, 1990) pág. 53.
[3] The National Interest, 19 (verano 1989), pág. 3.
[4] León Trotsky, La agonía del capitalismo y las tareas de la IV internacional (El programa de transición), 1938 https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm
[5] León Trotsky, La Internacional Comunista después de Lenin (Sección 2: Los Estados Unidos y Europa), 1929 https://www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/1929-3ra-internacional-depues-de-lenin.pdf
[6] León Trotsky, “La guerra y la Cuarta Internacional”, 10 de junio de 1934, https://www.marxists.org/espanol///trotsky/eis/1934-06-10-guerrayIVInter-trotsky.pdf
[7] León Trotsky, “Orden desde el caos”, 1919, https://www.marxists.org/espanol/trotsky/eis/1919.ordencaos.pdf
[8] León Trotsky, “El nacionalismo y la economía”, 1934
https://www.marxists.org/espanol///trotsky/ceip/escritos/libro3/T05V139.htm#_ftnref1
[9] “China, Japan and the Ukraine war”, Financial Times, 27 de marzo de 2023.
[10] Robert J. Alexander, International Trotskyism 1929-1985: A Documented Analysis of the Movement (Durham and London: Duke University Press, 1991) pág. 32.
[11] Reseña de Bertrand M. Patenaude en The American Historical Review, Vol. 116, No. 3 (junio 2011), pág. 902; también citado por In Defense of Leon Trotsky, de David North (Oak Park, MI: Mehring Books, 2013), págs. 243-48.
[12] León Trotsky, “¿Qué es la revolución permanente?”, La revolución permanente, 1929,
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/revperm/rp10.htm
[13] Thomas M. Twiss, Trotsky and the Problem of Soviet Bureaucracy (Chicago: Haymarket Books, 2014), pág. 1.
[14] León Trotsky, “Tres concepciones de la revolución rusa”, 1939
https://www.marxists.org/espanol//trotsky/ceip/escritos/libro6/TXIV108.htm
[15] León Trotsky, “La URSS en guerra”, En defensa del marxismo, 1942
https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1940s/dm/02.htm
[16] Ernesto Laclau and Chantelle Mouffe, Hegemony & Socialist Strategy: Toward a Radical Democratic Politics (London and New York: Verso) pág. 4.
[17] David North, Report to the 13th National Congress of the Workers League, Fourth International, July-December 1988, pág. 39.
[18] León Trotsky, ‘Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial’, 1940
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