Una sociedad en pleno retroceso: el trabajo infantil regresa a EE.UU.

POR TOM HALL /

En la tercera semana del cursante mes de abril, el Senado de Iowa aprobó un proyecto de ley que levanta un gran número de restricciones al trabajo infantil en el estado, expandiría los tipos de empleos que pueden realizar legalmente los menores, extenderá el máximo de cada turno y autorizará a las empresas a darles turnos tarde en la noche.

El proyecto de ley fue introducido en la asamblea legislativa, la cual controlan los republicanos, afirmando que buscaba “modernizar” las leyes sobre el trabajo infantil en Iowa. De hecho, es una cuña para abrirle la puerta a una enorme regresión social. Estados Unidos, el país más rico del mundo, nunca se cansa de sermonear a otros sobre la “democracia” y los “derechos humanos”. Pero ha vuelto la práctica bárbara del trabajo infantil, que se creía que había sido arrojado al botadero de la historia, al menos en los países industrializados avanzados.

En el siglo XIX, los capitalistas justificaron la explotación del trabajo infantil alegando que “prevendría la holgazanería y degeneración habituales” y enseñaría “los hábitos de la industria”, como indica un estudio. En la actualidad, se están reciclando prácticamente los mismos argumentos para justificar el abandono de las leyes sobre el trabajo infantil. “Se trata de experiencia positiva”, dijo el gobernador Kim Reynolds de Iowa a inicios del mes. “Saben, esto les enseña mucho a los niños y, si tienen tiempo para hacerlo, pueden ganar algo de dinero adicional. No creo que deberíamos desalentar eso”.

Según el Economic Policy Institute (EPI), un total de 10 estados han considerado proyectos de ley para aflojar las restricciones al trabajo infantil en Estados Unidos en los últimos dos años. Ocho de ellos fueron introducidos este año, incluyendo uno en Minnesota que permitiría que los niños trabajen en obras de construcción. Otro proyecto de ley fue promulgado recientemente en Arkansas.

La cifra de menores involucrados en infracciones de las leyes contra el trabajo infantil se ha disparado casi 400 por ciento entre 2015 y 2022, según el mismo estudio de EPI, de 1.012 a 3.876. Esto incluye varios escándalos de alto perfil, incluyendo el empleo de una gran cantidad de niños de hasta 12 años en una planta de autopartes en Alabama y más de cien niños en puestos peligrosos de una planta de envasado de carne en Wisconsin. En ambos incidentes, estos niños eran en su gran mayoría inmigrantes, quienes representan una de las capas más superexplotadas y oprimidas de la clase obrera estadounidense.

Esta fotografía de 1911 muestra a niños empleados por la empres de carbón Hughestown Borough Coal Co. en Pittston, Pennsylvania.

De hecho, el trabajo infantil nunca fue abolido en su totalidad en Estados Unidos y sigue siendo una práctica común en las zonas rurales. Aproximadamente 500.000 niños entre los 12 y 17 años trabajan en la agricultura, y hay excepciones para el trabajo agrícola que permiten que niños de hasta 10 años trabajen con el permiso de sus padres. El sector agrícola también está exento de pagar el salario mínimo federal y también emplea en su mayoría a trabajadores inmigrantes.

Por supuesto, las corporaciones estadounidenses lucran del trabajo infantil en maquiladoras de todo el mundo. En 2020, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que había 160 millones de niños en todo el mundo trabajando, casi uno de cada diez niños, y que casi la mitad de ellos hace labores peligrosas. El porcentaje de niños en la fuerza laboral había estado cayendo, pero ha permanecido estancado desde 2016, y el total de niños trabajadores ha aumentado en 8 millones.

El informe de EPI señala que la principal consideración detrás de la abolición de las leyes sobre el trabajo infantil es el fuerte descenso de la tasa de participación en la población activa de 16 a 24 años, que cayó más de 10 puntos porcentuales desde principios de siglo. Esto es “terriblemente bajo”, argumentó un lobista de la industria de la alimentación durante una audiencia en el Senado de Iowa, añadiendo que el proyecto de ley ayudaría a invertir esta tendencia.

Para la clase dominante es intolerable que haya más jóvenes que opten por terminar sus estudios y obtener un título universitario en lugar de seguir trabajando en empleos sin futuro ni oportunidades. Han de incorporarse más jóvenes a empleos mal remunerados para contrarrestar la contracción del mercado laboral, que ha dado lugar a modestos aumentos salariales. Lo que es más preocupante, ha fomentado un mayor espíritu de rebeldía entre los trabajadores, que están recurriendo a huelgas en una industria tras otra. Si bien la campaña para abolir las leyes sobre el trabajo infantil está siendo encabezada por los republicanos, coincide con la política económica de la Administración de Biden y la Reserva Federal, que están utilizando las subidas de los tipos de interés para desencadenar un desempleo masivo y reducir los salarios.

Un factor considerable en el desmantelamiento de las protecciones para la juventud es la política de guerra del imperialismo estadounidense. El presupuesto militar de un billón de dólares y las decenas de miles de millones puestos a disposición de forma rutinaria para la guerra por delegación de Estados Unidos en Ucrania, así como los preparativos cada vez más abiertos para la guerra con China en torno a Taiwán, requieren el desarrollo de una economía de guerra con niveles extremos de explotación. Se están elaborando planes para enviar a cientos de miles de jóvenes, reclutados o inducidos por dificultades económicas a alistarse, a luchar y morir por el imperialismo estadounidense en lejanos campos de batalla contra potencias nucleares.

Una prueba básica para saber si una sociedad avanza o retrocede es el trato que da a los más vulnerables, incluidos los jóvenes. Por lo tanto, lo que se ve en Estados Unidos es la imagen de un país que retrocede rápidamente bajo el peso de una profunda e inextricable crisis económica, política y social.

De hecho, la clase dominante lleva casi medio siglo atacando sistemáticamente el nivel de vida de los trabajadores. Pero se tiene la sensación de que, sobre todo en los últimos años, condicionados por la crisis masiva desatada por la pandemia, se ha alcanzado un cierto punto de inflexión.

El derecho de los niños a una infancia, un logro social conquistado solo a través de amargas luchas, junto con todas las conquistas sociales logradas a lo largo de más de un siglo, se está echando ahora por tierra. Las condiciones de vida de la clase obrera se parecen cada vez más a las del siglo XIX.

Entre ellas:

  • La jornada de ocho horas y la semana laboral de cinco días. En las fábricas de EE.UU., no es inusual que los trabajadores trabajen varias semanas sin un solo día libre o que trabajen turnos de 12 o incluso 16 horas. Las tripulaciones de los ferrocarriles están de guardia 24/7 lo que les impide pasar tiempo con sus familias.
  • Normas de seguridad laboral. Estas protecciones se han eliminado y los organismos reguladores no reciben fondos suficientes, lo que ha provocado una serie de horribles accidentes industriales, como trabajadores que caen en metal fundido, mueren aplastados por la maquinaria, incinerados por explosiones de gas y envenenados por fugas masivas de productos químicos.
  • El derecho a la educación. El sistema escolar público se está pasando al sector privado en forma de escuelas concertadas, un sector de crecimiento estimado en un billón de dólares. En las ciudades de Detroit y Nueva Orleans, la mayoría de las escuelas son concertadas. Mientras tanto, los distritos escolares de todo el país están recortando programas y cerrando escuelas.
  • La salud pública. El abandono de la respuesta oficial a la pandemia ha provocado más de un millón de muertes solo en Estados Unidos. Los avances de la ciencia médica, que podrían utilizarse para contener la propagación de la enfermedad, incluso con métodos conocidos desde hace siglos como el rastreo de contactos y las cuarentenas, han sido desechados con el argumento de que son “demasiado costosos” para “la economía”.

Una cifra da una indicación de los efectos acumulativos. Un joven trabajador estadounidense que entra en una fábrica ganando un salario inicial de 16 dólares por hora, como es típico en la industria automotriz, gana menos en términos reales de lo que ganaba el trabajador promedio en la industria manufacturera de Estados Unidos en 1944. En otras palabras, todo el auge de la posguerra se ha invertido para la generación más joven.

La ayuda clave en esta contrarrevolución social ha sido proporcionada por la burocracia sindical, que se ha integrado totalmente en la gerencia patronal y el Gobierno. Han entregado todos los logros del pasado para hacerse de puestos y salarios de seis cifras sacados del dinero de las cuotas de los trabajadores. De hecho, los salarios crecen aún más lentamente entre los trabajadores sindicalizados que entre los no sindicalizados.

Mientras tanto, las ganancias de las empresas alcanzaron sus niveles más altos jamás registrados, y los bancos disponen instantáneamente de billones de dólares cada vez que sus tramas especulativas amenazan con derrumbarse. Las mayores tasas de interés, además de incrementar el desempleo, han generado ganancias récord para los bancos grandes como JPMorgan Chase, que se embolsó $50 mil millones en su último trimestre fiscal.

La juventud no tiene futuro en el capitalismo. La persistencia de esta forma de sociedad se basa en la canibalización de todos los logros sociales y culturales del pasado. En materia de avances técnicos y científicos, la humanidad creó hace mucho tiempo los medios para eliminar la pobreza, la guerra, las pandemias, la destrucción del medio ambiente y cualquier otro problema social. Que todos estos problemas broten con tanta fuerza hoy se debe a una sola razón: el sistema de lucro capitalista.

wsws.org/  

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.