Sur Global se cansó de esperar que ONU resuelva desafíos de la humanidad

POR ROGER MCKENZIE*

Dag Hammarskjöld, el trágico segundo secretario general de las Naciones Unidas, dijo una vez que la organización “no se creó para conducir a la humanidad al cielo, sino para salvarla del infierno”.

Por supuesto, esto depende mucho del tipo de infierno que se tenga en mente.

Las consecuencias de los campos de exterminio de Adolf Hitler debieron dominar el mundo de Hammarskjöld durante su mandato, desde 1953 hasta su triste muerte en accidente aéreo en 1961. También la sombra de una posible aniquilación nuclear derivada de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Sede de Naciones Unidas en Nueva York.

Lo que pudo haber dicho, incluso entonces, es que los Estados Unidos se veían a sí mismos como la potencia mundial predominante, preparada para desatar su propia versión del infierno cuando y como quisiera.

Hammarskjöld debía saber que la ONU era completamente impotente para dominar a los Estados Unidos y que estos podían hacer – y normalmente hacían – prácticamente todo lo que querían en la escena mundial.

La ONU es, y ha sido durante algún tiempo, una institución bastante insignificante que simplemente actúa como un idiota útil cuando la Casa Blanca decide que tiene algún papel que desempeñar en la protección de los intereses de los Estados Unidos.

La guerra por poderes que está llevando a cabo EE.UU. contra Rusia en Ucrania y la escalada de tensiones contra China sin que la ONU dé señales significativas de vida para detener lo que está sucediendo, son un claro ejemplo.

La ONU, con sede en el vientre de la propia bestia en Nueva York, es un organismo carente de cualquier crítica significativa contra los Estados Unidos.

Se ignora por completo el hecho de que, durante los últimos 30 años consecutivos, la gran mayoría de los países de la Asamblea General de la ONU han exigido el levantamiento del embargo ilegal de los Estados Unidos a Cuba. Pero los Estados Unidos esperan que todos los países sigan sus instrucciones de sancionar a Rusia por invadir Ucrania.

En 2003, Colin Powell dijo al Consejo de Seguridad de la ONU – supuestamente el órgano clave de la organización – que los Estados Unidos tenían pruebas de que Irak poseía claras armas de destrucción masiva y que esto era una justificación para ir a la guerra.

Por supuesto, el presidente George W. Bush iba a invadir Irak de todos modos, pero la Casa Blanca sintió –claramente– que era importante enviar a su principal diplomático a la ONU para decir lo que todo el mundo en su administración sabía que era mentira, con el fin de obtener apoyo internacional para su desventura.

Incluso el Congreso de los Estados Unidos descubrió que la administración había mentido, pero en la ONU ha habido un silencio ensordecedor sobre cualquier sanción contra EE.UU. por mentir al mundo para poder matar a cientos de miles de personas en nombre del cambio de régimen.

Mientras que China y Brasil parecen estar haciendo esfuerzos para lograr la paz en Ucrania, no hay movimientos significativos de paz por parte de la ONU.

Tuvieron que ser los chinos quienes reunieran a Arabia Saudí e Irán para negociar un acuerdo que parece que podría traer la paz al conflicto de Yemen, que dura ya casi nueve años. La ONU fracasó.

Recientemente, los Estados Unidos intentaron insistir –de forma poco convincente– en que, tras haber reunido a saudíes e iraníes, los chinos no habían hecho nada para lograr la paz en Yemen.

Eso, al parecer, lo hizo un funcionario subalterno del Departamento de Estado estadounidense haciendo una llamada telefónica a los saudíes.

Sólo cabe suponer que la ONU sabe que los Estados Unidos y el complejo militar-industrial que administra están profundamente entretejidos en ambos conflictos, lo que hace inútil cualquier intento de ir en contra de su voluntad.

Parece poco probable que los Estados Unidos tengan que dar la cara alguna vez, incluso cuando se reconozcan universalmente sus fechorías.

Cuando, en 2010, Julian Assange y WikiLeaks demostraron claras infracciones del derecho internacional mediante filtraciones facilitadas por la analista de inteligencia del ejército estadounidense Chelsea Manning, nunca hubo la más remota posibilidad de que los Estados Unidos tuvieran que rendir cuentas.

De hecho, para los Estados Unidos, esto fue una señal para perseguir a Manning y Assange en lugar de rendir cuentas.

Sus diplomáticos incluso tuvieron la desfachatez de abandonar recientemente una reunión de la ONU cuando un representante ruso – acusado, junto al presidente Vladimir Putin, de guerra y violaciones de los derechos humanos – comenzó a hablar.

La ONU se ve reducida a ser una mera organizadora de conferencias sobre temas importantes como la emergencia climática, el agua y una serie de cuestiones más.

El hecho de que se celebren estas conferencias es importante. Pero rara vez hay resultados reales que marquen alguna diferencia en las maratonianas sesiones de “negociación” por las que suelen destacarse estas conferencias.

Cuando los observadores creen que hay resultados reales, la realidad es que la ONU no tiene dientes ni ganas de pedir cuentas a las naciones más difíciles (como los Estados Unidos) de nada de lo que decidan hacer o dejar de hacer como resultado de la conferencia.

No estoy diciendo que no sea importante reunir a todas las naciones del mundo bajo un mismo techo para debatir los retos a los que se enfrenta el planeta. Ni mucho menos: es vital. Pero sólo es importante si la organización tiene la capacidad de exigir responsabilidades a todos por igual.

Esto ha llevado a los países del Sur Global a buscar nuevas formas de hacer negocios.

Dentro del sistema de la ONU, por ejemplo, la Unión Africana exige una representación permanente en el Consejo de Seguridad. Es probable que lo consiga, ya que la pugna por la influencia sobre los todavía abundantes recursos naturales del continente continúa.

Pero muchos países del Sur Global están viendo ahora mucho más valor en la creación de estructuras que tengan en cuenta sus intereses, y no sólo como peones de los Estados Unidos.

La alianza BRICS, formada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, está atrayendo el interés de otros países como Arabia Saudí e Irán.

Las naciones BRICS también están dispuestas a comerciar entre sí en sus propias monedas como preludio al desarrollo de su propia moneda común para el Sur Global. Esto acabará con el dominio del dólar sobre la inmensa mayoría de la población mundial.

El mensaje para la ONU es que puede ser relevante para el Sur Global o puede sentarse en su mecedora fumando su pipa, charlando de los buenos viejos tiempos con los Estados Unidos, mientras grandes franjas de la población mundial se dedican a los asuntos necesarios para marcar una diferencia real para sus pueblos.

*Editor internacional de Morning Star.

@RogerAMck

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