CEDETRABAJO /
Promover la industria nacional o fomentar la producción agropecuaria sin renegociar los Tratados de Libre Comercio (TLC) es un absurdo. No hay mejor ejemplo que el TLC con Estados Unidos, que no sólo ha tenido efectos contrarios a los prometidos, sino que ha deteriorado las fuentes nacionales de generación de riqueza. Las promesas electorales de Petro no se han cumplido y el replanteamiento de los TLC sigue siendo una tarea pendiente.
La negociación del Acuerdo se adelantó entre 2003 y 2006 en medio de constantes críticas por su falta de transparencia, pues se desarrolló a puerta cerrada y sin consultar a los sectores afectados. El 15 de mayo de 2012 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio. Sufrió demoras por la insistencia del Partido Demócrata para que se incluyeran cuestiones laborales, ambientales y de derechos humanos que tenían como objetivo proteger ciertos sectores de la economía estadounidense de posibles prácticas comerciales desleales, como el dumping laboral o el ambiental.
A pesar de la oposición de sectores gremiales, sindicales y académicos, que señalaron las graves consecuencias que tendría para el aparato productivo y la soberanía nacional no solo se implementó el Tratado sino se suscribieron nuevos y se mantuvo la política diseñada desde la Apertura Económica
El Tratado de Libre Comercio no se limita a temas de comercio, incluye regulaciones en materia de inversiones, compras públicas y esferas de acción del Estado, propiedad intelectual, obligaciones laborales, ambientales, entre otros aspectos.
Los TLC refuerzan la relación de dependencia que tienen los países menos desarrollados frente a las potencias. Los TLC no son garantía para acceder a los mercados externos, prueba de ello es que Colombia perdió posición en el de Estados Unidos. Tampoco son necesarios para conservar los mercados, Argentina, China, India y Brasil mantuvieron su participación en el mercado de Estados Unidos sin la necesidad de un TLC.
En el presente informe, Cedetrabajo actualiza la evaluación que periódicamente viene haciendo del Tratado con énfasis en los resultados de los principales indicadores de comercio exterior, el comportamiento de la inversión y las disputas legales en el marco del Tratado. La evaluación se hace a partir de las promesas que hicieron sus promotores y de las advertencias que hicieron los críticos.
Entre las principales conclusiones se evidencia que no se cumplieron las promesas de los promotores del Tratado: se profundizó la dependencia que tiene Colombia de las importaciones de Estados Unidos; las exportaciones perdieron peso en la economía y siguen concentradas en materias primas y bienes de bajo valor agregado; se redujo el número de actores en el comercio entre los países; y las importaciones y la inversión no sirvieron para diversificar el aparato productivo.
Por el contrario, lo que sí se cumplieron fueron las advertencias de sus críticos: aumentó el déficit comercial, se perdió producción nacional y fue reemplazada por los bienes del extranjero, se ha perjudicado la soberanía alimentaria y el desarrollo industrial y el Estado colombiano se vio limitado en su capacidad de promover el desarrollo productivo y social y sometido a tribunales internacionales que limitan sus decisiones.
Se mantienen las asimetrías
Las primeras alertas de quienes le hacían reparos surgieron por la asimetría entre las dos economías. En 2003, cuando comenzaron las negociaciones del Tratado, Estados Unidos era la mayor economía (32% del PIB mundial), aproximadamente 85 veces la economía colombiana2. Desde su aplicación, la relación entre las economías siguió siendo extremadamente asimétrica, siendo la economía estadounidense 62 veces más grande.
En las últimas dos décadas el comercio de Colombia con Estados Unidos es equivalente al que realizó con latinoamérica, cada uno de estos representó un tercio de las exportaciones y un cuarto de las importaciones. Estados Unidos entre 2021 y 2022 concentró el 18% de las exportaciones y el 35% de las importaciones de Colombia. Además, los resultados del TLC muestran que el volumen de comercio entre Colombia y Estados Unidos no se amplió de forma significativa en la última década.
A partir de 2014 la balanza comercial se volvió deficitaria. En el 2022 el déficit anual llegó a los 4.000 millones de dólares. De 2014 a 2022 el déficit acumulado es de 25.335 millones de dólares.
Las exportaciones de Colombia perdieron participación en el mercado mundial
En 2022, la participación de Colombia en las exportaciones mundiales volvió al nivel de hace dos décadas. Colombia incrementó ligeramente su participación entre el 2002 y 2012 del 0,18% al 0,32%, pero en 2022 regresó al 0.18%.
En contraste, países de la región como México (2,2%), Brasil (1,25%), Chile (0,42%), Argentina (0,35%) y Perú (0,26%) tienen una mejor posición. De hecho, más de 50 países la superan, entre los que destacan otros competidores directos como Singapur, Vietnam, Malasia o Bangladesh. Esto significa que el comportamiento exportador de Colombia es uno de los peores en comparación con países de similar desarrollo.
Las exportaciones perdieron participación en el PIB
De acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial, en el marco de aplicación del TLC el peso de las exportaciones en el PIB de Colombia pasó de 18,8% en 2012 a 16,4% en 2021. La reducción del índice se explica por el deterioro de las exportaciones. Mientras que el PIB colombiano creció a un ritmo promedio de 3,36% entre 2012 y 2022, las exportaciones cayeron en un promedio anual de 1,68%.
La participación de las exportaciones a Estados Unidos en el PIB colombiano fue de 5,2% entre 2002 y 2011. En 2011 representaron un 8,8% del PIB. Sin embargo, tras la implementación del TLC hubo una abrupta caída; desde 2015, el peso de las exportaciones a Estados Unidos representa alrededor del 3.4% del PIB.
La información del Banco Mundial muestra que, si se divide el valor total de las exportaciones entre el número de habitantes, Colombia también sale mal librada. Antes del TLC, las exportaciones colombianas por habitante pasaron de 294 dólares en 2002 a 1.256 dólares en 2011, un crecimiento de más de 300%. Pero en el periodo de aplicación del TLC, las exportaciones per cápita colombianas pasaron de 1.313 dólares en 2012 a 782 dólares en 2022. Esto representó una alarmante caída de 40.5%. Valor que contrasta con el crecimiento de 7,3% que observó Estados Unidos en este mismo periodo, que llegó en 2022 a niveles de exportación por habitante de 4.862 dólares.
El mercado entre los dos países se concentró en pocas manos3
Entre 2012 y 2022 Colombia registró 44.152 exportadores, de los cuales, en promedio 10.500 realizan operaciones por año. El 51.8% se ubican en el sector manufacturero, el 34.8% en actividades de servicios, el 11.5% en el sector agropecuario y solo el 1.9% en minería. El total de importadores desde colombia es de 126.590, el 72,4% fueron manufacturas, el 23.5% compraron servicios, el 2.5% productos agropecuarios y el 1.7% productos de la minería.
El TLC tuvo un efecto monopolizador en las importaciones y exportaciones. Desde su entrada en vigencia desaparecieron aproximadamente 5.400 importadores colombianos en los mercados de Estados Unidos, pues en 2012 se registraron 15.400 y en 2022 cerca de 10 mil. Aunque el número de exportadores creció levemente, pasó de 3.000 a 3.760, no logró recuperar los niveles de 2006 (año para el que se cuenta con información), en el que se identificaron más de 4.600 exportadores.
Durante el TLC, en promedio el 51% de los exportadores realizaron ventas en Latinoamérica, el 24.5% a América del Norte, el 13.7% a Europa, el 7% a Asia y el 1.3% a África. Mientras tanto, una tercera parte de los importadores hizo sus compras en Asia, el 22% en América del Norte, el 20.4% en Latinoamérica, el 18.8% en Europa, 1.6% en África.
La canasta exportadora de Colombia hacia Estados Unidos no se diversificó4
Las exportaciones de Colombia a Estados Unidos siguen siendo mayoritariamente mineras, mientras que las importaciones son principalmente manufactureras. El proceso de apertura comercial de las últimas tres décadas, cuya máxima expresión son los TLC, poco modificó esta realidad: Colombia exporta materias primas de bajo valor agregado e importa insumos básicos y productos de alto valor agregado.
El peso relativo de los 5 productos más exportados es un indicador básico del nivel de diversificación de las exportaciones de un país. En términos de cantidades exportadas, el carbón y el petróleo concentraron el 86% de las casi 2.300 millones de toneladas de productos exportados por Colombia al mundo entre 2002 y 2022.
La canasta del comercio entre Colombia y Estados Unidos se concentra cada vez más. Las exportaciones se agrupan en materias primas; las ventas de café y oro se intensificaron mientras que los derivados del petróleo pasaron del segundo al quinto lugar entre 2001 y 2022. En los 11 años anteriores al TLC, el petróleo (49.5%) y sus derivados (8.8%), las flores (7%), el carbón (6.5%) y el oro (6%) explicaron el 78% de las exportaciones. En los últimos 11 años el 80.7% de las exportaciones las explican el petróleo (47.5%), el oro (9%), las flores (8.8%), el café (8.2%) y los derivados del petróleo (7.3%).
El 75% de las importaciones entre 2001 y 2011 se explican por las compras en 21 grupos de productos, en los que resaltan sustancias y productos químicos, aeronaves, derivados del petróleo, cereales, maquinaria y plásticos. Este grupo se redujo a 16 para el periodo 2012-2022, en el cual derivados del petróleo, sustancias y productos químicos, cereales, aeronaves, plásticos y farmacéuticos son los más representativos.
La principal amenaza de la soberanía alimentaria son los TLC
El comercio agrícola de Colombia con el mundo es pequeño y se basa en el intercambio de productos tropicales (café, flores y frutas) por granos y cereales, como el maíz, el trigo, el sorgo y otros granos que son la base de muchas dietas y sistemas agrícolas.
El TLC reforzó esta tendencia poniendo en peligro la soberanía alimentaria, que se refiere al derecho de los pueblos y las naciones a definir sus políticas alimentarias y agrícolas de forma autónoma, sin verse afectados por políticas comerciales externas.
Los cereales, granos, legumbres y fríjoles son alimentos fundamentales para la soberanía alimentaria de un país debido a su valor nutricional, su papel en los sistemas agrícolas y su importancia como insumos para la industria alimentaria, cárnica, farmacéutica y otras. Estos alimentos son una fuente esencial de nutrientes, son cultivos fundamentales para los sistemas agrícolas y son insumos importantes para la industria. Por lo tanto, es importante apoyar la producción y consumo de estos alimentos para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional a nivel local y global.
Desde la implementación del Tratado el déficit de Colombia en los grupos de alimentos esenciales para garantizar la soberanía alimentaria se disparó. El país importó en promedio 5 millones de toneladas de maíz (mayoritariamente amarillo), 1.8 millones de toneladas de Trigo, 492.839 toneladas de soya y 29.853 toneladas de frijoles; el 60% provenientes de Estados Unidos.
Estos cultivos fueron desplazados por las importaciones en las últimas tres décadas. La producción de maíz amarillo creció muy por debajo del crecimiento de la producción pecuaria, se estancó en un millón de toneladas; la de trigo cayó un 76% entre la década anterior al TLC y la posterior y la de soya y frijol son insignificantes frente al volumen de importaciones.
La dependencia de insumos agropecuarios se reforzó
Otro aspecto del TLC que pone en riesgo la soberanía alimentaria es su impacto negativo en la producción de alimentos para animales y en los precios de los alimentos, y ha llevado a un desequilibrio en el comercio de productos agrícolas con Estados Unidos.
Mientras que el país exportó entre 2012 y 2022 cerca de 208.700 toneladas de insumos agropecuarios, importó 1.3 millones de toneladas. Estados Unidos fue el principal origen de las importaciones de abonos y compuestos inorgánicos nitrogenados (26.2%), seguido por Rusia (17.7%), Canadá (7.9%) y China (7%). El déficit comercial promedio de esta canasta de productos es de 462 millones de dólares.
Continúa el atraso productivo
Colombia tiene una economía que depende en gran medida de las importaciones de productos manufacturados. Sin embargo, la mayoría de los insumos importados están destinados a industrias de bajo valor agregado. De hecho, los principales productos importados por Colombia son sustancias y productos químicos básicos, plásticos en formas primarias y abonos y compuestos inorgánicos nitrogenados. En conjunto, estos productos representan el 78.8% de las importaciones de los insumos de la industria tradicional colombiana.
La importación de bienes de capital, es decir, maquinaria y equipos, está disminuyendo. Solo representan el 18% de las importaciones de manufacturas no básicas, lo que sugiere que las empresas colombianas no están invirtiendo lo suficiente en la modernización y actualización de su maquinaria y equipos para mejorar su capacidad productiva y competitiva.
Productos como vehículos y equipos de transporte, productos informáticos, electrónicos y ópticos, y productos farmacéuticos representan el 21% de las importaciones de manufacturas de alto valor agregado. Estos productos se caracterizan por tener una mayor capacidad para generar empleo y aumentar la productividad y su demanda explica la dinámica del PIB, en la cual la industria manufacturera pierde continuamente participación, al pasar del 13,1% al 12,0% entre 2012 y 2022.
Las exportaciones manufactureras de alto valor agregado de Colombia a Estados Unidos son significativamente bajas en comparación con otros productos, según los datos del período 2012-2022. Aunque las exportaciones de maquinaria y equipo, la industria automotriz, aparatos y equipo eléctrico, electrónico, informático y óptico aumentaron, las importaciones las superaron por más de 14 veces, sumando en promedio 2.976 millones de dólares en el mismo período.
Este bajo desempeño se debe en parte a la falta de inversiones en infraestructura y tecnología. El país necesita mejorar su capacidad de producción, ampliar la oferta de productos de alto valor agregado y mejorar la calidad de los productos que produce. Además, se requieren políticas que incentiven la inversión en investigación y desarrollo, lo que permitiría a las empresas innovar y crear productos de mayor valor agregado.
Los TLC son una barrera para la transformación productiva y energética que requiere el país
El hecho de que Colombia no transforme sus recursos minero-energéticos en el país, sino que los importe transformados, implica un mayor costo para la transición energética. Esto se debe a que se depende de la importación de productos refinados y de los derivados del petróleo, lo que incrementa el precio de estos productos en el mercado nacional.
Los resultados del TLC con Estados Unidos evidencian que esta relación de dependencia se ha reforzado, lo cual complica la transformación hacia una economía que genere más riqueza, pues no es posible si no se equilibra la balanza en materia de comercio internacional.
No hubo avalancha de inversión extranjera
Una de las promesas del TLC fue el aumento de la inversión extranjera, gracias a un mejor “clima de negocios”. Sin embargo, desde el año 2013 hasta el 2021 la IED proveniente de Estados Unidos se mantuvo estable con leves bajas. En el 2022 aumentó sensiblemente. Durante este periodo, Estados Unidos solo superó en dos años el 20% del total de la IED que llegó a Colombia. Así que también se mantuvo estable en términos relativos.
Al revisar los sectores a los que llega la IED, se encuentra volatilidad. Parece que la inversión depende más de las condiciones particulares de cada sector que del “clima de negocios”. Un gran ejemplo de cómo la inversión obedece principalmente a otros factores es el sector minero-energético, en el cual la principal variable para la IED son los precios internacionales del petróleo y los minerales.
Los tribunales internacionales limitan las actuaciones de los Estados
Las demandas por la protección a las inversiones confirmaron una de las mayores advertencias de quienes se opusieron al Acuerdo tal como fue negociado. Los tribunales de arbitramento internacionales cohíben a los Estados de tomar decisiones que puedan afectar las inversiones del capital norteamericano.
En la actualidad Colombia tiene tres procesos andando en el CIADI. Hubo uno ya concluido. Con lo cual suman cuatro casos en el marco del TLC con Estados Unidos. Las demandas se han dado tras actuaciones gubernamentales y de los organismos de control colombianos. La decisión de capitalizar un banco que tenía problemas financieros; no prorrogar un contrato, sino hacer nuevamente licitación; un fallo de la Contraloría General de la Nación ante irregularidades en una obra; y un fallo de la Fiscalía General de la Nación por el uso de predios por parte del narcotráfico, son los cuatro actos cuyos resultados han sido objeto de demandas por, presuntamente, medrar las ganancias esperadas del capital estadounidense.
El primer caso de los que están vigentes es el de la multinacional de la informática y las comunicaciones Vercara LLC, que demandó a Colombia por 350 millones de dólares. Neustar INC (ahora llamada Vercara) ganó en 2009 la licitación para manejar el dominio .CO por 10 años. En 2019 esperaba que lo prorrogaran de manera automática, pero el gobierno de Iván Duque decidió hacer una licitación pública. Vercara había hecho inversiones contando con la prórroga automática. De ahí que considerara que la licitación atentaba contra su ganancia prevista.
Este caso muestra cómo estos mecanismos judiciales internacionales terminan fortaleciendo a los privados sobre el interés público que representa el Estado. El gobierno de colombia continuó con la licitación y la empresa .CO Internet S.A.S., una subsidiaria de Vergara LLC, se quedó con el negocio del dominio a pesar de mantener la demanda contra el Estado colombiano. El contrato para operar el dominio se extiende hasta 2024.
El segundo caso es el de la multinacional de ingeniería Amec Foster Wheeler, que se vio involucrada en un proceso de la Contraloría General de la Nación por irregularidades en la expansión de Reficar. La multinacional no reclama un monto establecido, espera que Colombia asuma los gastos en que incurrieron durante el proceso y que sea el Tribunal del CIADI el que decida la reparación que se le debe dar a la empresa por lo que considera daño moral.
El tercer caso vigente lo inició la empresa Angel Samuel Seda, que reclama por una presunta expropiación directa sin compensación. En enero de 2017 la Fiscalía General de la Nación confiscó el Proyecto Meritage, un gran proyecto de desarrollo inmobiliario en las afueras de Medellín, porque los predios tuvieron vínculos con el narcotráfico. La multinacional Angel Samuel Seda pide una indemnización por 309 millones de dólares.
La configuración misma del sistema es tan desigual que, de los 12 miembros que han sido parte del tribunal en alguno de los 4 procesos, solo 3 han sido latinoamericanos, los otros 9 provienen de países desarrollados. Lo anterior a pesar de que Colombia puede proponer un integrante del tribunal en cada caso.
Este sistema también favorece a las grandes firmas de abogados. Colombia ha tenido que contratar un buffet internacional para cada una de las demandas que ha sufrido. Con honorarios de cientos de miles de dólares. A lo largo del caso que ya se concluyó, el país gastó más de 1,7 millones de dólares, incluyendo los costos de arbitraje, los honorarios y gastos legales y los honorarios periciales.
La reducción de aranceles puso a pagar más impuestos a los colombianos
Desde 1980 hasta la actualidad, los procesos de apertura comercial y financiera, el abandono del papel empresarial del Estado, el aumento de la informalidad laboral y la desigualdad reestructuraron las fuentes de ingreso del país.
El proceso de liberalización comercial, cuya máxima expresión son los TLC, obligó al gobierno a modificar su sistema tributario para reemplazar los ingresos de los impuestos al comercio exterior, los que recibía por empresas que fueron privatizadas y la pérdida de ingresos por las gabelas tributarias a la inversión extranjera. Esto condujo al fortalecimiento del IVA y de los impuestos indirectos .
En Colombia, el sistema tributario se reformó cada dos años con estos fines en las últimas dos décadas. El recaudo aportado por los aranceles pasó del 9.15% del total nacional en el año 2000 al 2,7% en 2022; el impuesto de renta pasó del 39% al 48,6% y el IVA (que incrementó su tarifa del 16% al 19% ) e impuestos indirectos rondaron el 50%.
Es imprescindible renegociar el Tratado
La promesa de renegociar los TLC fue una bandera de la campaña de Gustavo Petro a la Presidencia de la República. En julio de 2022, Luis Fernando Velasco, coordinador del empalme para temas de Presidencia de la República de Petro, le comunicó al país que ante la solicitud de una reunión para renegociar el TLC el gobierno norteamericano respondió “de una manera muy abierta diciendo que hay un mecanismo para revisar esos problemas del Tratado de Libre Comercio”.
Lo que no se dijo es que dichos mecanismos aplican para pequeñas modificaciones , no la renegociación, del Tratado. Las revisiones se deben tramitar ante la Comisión Administradora del TLC para buscar acciones para acelerar la eliminación arancelaria, sin incluir ningún cambio sustancial. Esto permite la reducción de aranceles, la modificación de las reglas de origen, la emisión de interpretaciones, entre otras medidas menores. Sin embargo, excluye la elevación de aranceles en cuanto a tiempos, montos y porcentajes.
En los 11 años de aplicación del TLC los resultados son negativos para Colombia y positivos para Estados Unidos. El desempeño de la economía colombiana en el mercado mundial es mediocre según los principales indicadores del comercio internacional, mientras que la economía estadounidense mantiene un lento pero sostenido crecimiento.
El balance es claro
Once años después de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, Colombia no tuvo mejoras en el comercio ni en la producción. Los resultados confirman un balance negativo para Colombia y positivo para Estados Unidos. El TLC acentúa la reprimarización de la economía colombiana, estimulando productos tradicionales con poco nivel de transformación. Después del petróleo y el carbón, las ventas del país se concentran en unos cuantos productos agropecuarios y alimenticios.
Después del Tratado las exportaciones han perdido participación en la economía y el número de exportadores e importadores se redujo, aumentó la concentración. También refuerza la inserción de Colombia en los eslabones primarios de las cadenas de valor internacionales con manufacturas e insumos básicos. El volumen del déficit comercial en esta materia refuerza esta idea. No se desarrolló la producción nacional con alto valor agregado. Además se incrementa la dependencia de los bienes de consumo y los insumos que produce Estados Unidos.
Las demandas ante los tribunales de arbitraje juegan un papel represivo que cohíbe a los Estados para tomar decisiones en favor del interés público. La pérdida de productos básicos para la dieta como el maíz y el trigo ponen al país en vulnerabilidad ante decisiones unilaterales del país de procedencia.
En conclusión, el Tratado merma la soberanía alimentaria y energética de Colombia y las posibilidades de transformar su estructura productiva. Los cereales, granos, legumbres y fríjoles son cultivos esenciales para la soberanía alimentaria de un país debido a su valor nutricional, su papel clave en los sistemas agrícolas y su importancia como insumos para la industria alimentaria, cárnica, farmacéutica, entre otras. Por lo tanto, es importante apoyar la producción y consumo de estos alimentos para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional a nivel local y global.
Así mismo, es necesario que Colombia empiece a invertir en la transformación de sus recursos minero-energéticos en el país, con el objetivo de reducir las importaciones y disminuir los costos asociados a la transición energética. Si bien las exportaciones de petróleo y carbón son importantes para la economía del país, no transformar estos recursos en el territorio colombiano genera una dependencia de los productos refinados y un mayor costo para el desarrollo de la industria nacional.
Notas
- El presente informe hace parte de la evaluación anual que hace Cedetrabajo, cuya última versión puede encontrar en: Balance 2021. Los cálculos e indicadores de este reporte provienen del análisis de los datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), las bases estadísticas de Comercio Exterior de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales DIAN, Banco de la República, del Banco Mundial y del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI, por su sigla en inglés).
- Cálculos propios con datos del Banco Mundial. PIB a precios constantes de 2012 en dólares estadounidenses. https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.KD
- Debido a que las bases estadísticas de Comercio Exterior de la DIAN, publicada en los microdatos de exportaciones del DANE, La información se publica con los datos de identificación y ubicación de personas jurídicas no incluye variables que contengan datos personales de identificación y ubicación de personas naturales. En el presente trabajo se asume como proxy del número de exportadores e importadores, la cantidad de números de identificación tributaria (NIT). https://www.dian.gov.co/dian/cifras/Paginas/Bases-Estadisticas-de-Comercio-Exterior-Importaciones-y-Exportaciones.aspx
- El volumen de productos comerciados se determina con la cantidad de partidas arancelarias. Las clasificaciones, nomenclaturas y su relación se toman de las tablas correlativas usadas por el DANE. Se toma como base la clasificación incluída en “Total de partidas arancelarias por series históricas 1993 – 2022 TOTPART Versión 74 (Arancel CUODE – CIIU Rev. 2 DANE – CIIU Rev. 3 A.C. – CIIU 3.1 A.C. – CIIU Rev. 4.0 A.C. – CPC Ver. 1.0 A.C. – CPC Ver. 2.0 A.C. – CPC Ver. 2.1 A.C.- CUCI Rev. 2 – CUCI Rev. 3 – CUCI Rev. 4 – CGCE Rev. 3- CGCE Rev. 4 – CGCE Rev. 5) (versión Excel) – (versión 74)”. Tomado de: https://www.dane.gov.co/index.php/sistema-estadistico-nacional-sen/normas-y-estandares/nomenclaturas-y-clasificaciones
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