POR CARMEN PAREJO RENDÓN
El 30 de mayo de 2023 tuvo lugar en Brasilia, a iniciativa del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el encuentro entre los jefes de Estado de América del Sur. Tras ocho años, era la primera vez que se producía un encuentro de todos los representantes de los 12 países que componen la subregión.
Sin embargo, más allá de los acuerdos generales que se han propuesto, este encuentro ha servido una vez más para la escenificación de un problema más profundo, con raíces históricas y que se representa en el escenario internacional. Sirva el caso de Venezuela como paradigma de esta situación.
Venezuela: laboratorio de injerencia
Durante estos últimos años, Venezuela se ha convertido en un laboratorio de experimentación de la injerencia internacional. Esta intromisión en sus asuntos internos se ha llevado a cabo desde el triunfo del chavismo —recordemos el intento de golpe de Estado contra Chávez en 2002—, pero se intensificó tras la llegada al poder de Nicolás Maduro, a través de distintos planos.
En primer lugar, una guerra económica directa, inicialmente de acaparamiento de recursos, y posteriormente de sanciones y expolio de sus riquezas en el exterior. En segunda instancia, una violencia directa desatada en las calles como la que se vivió durante la operación ‘La Salida’, que supuso el asesinato de 43 personas, y que cables de WikiLeaks señalaban como una operación conjunta de la oposición venezolana y los servicios de inteligencia de EE.UU.
A su vez, ha transcurrido una campaña mediática de criminalización del proceso venezolano, que ha sido constante durante todos estos años. En paralelo, se ha desarrollado una campaña de agresión política con dimensiones internas e internacionales: el intento de aislamiento de Venezuela y el boicot a sus instituciones —como con el desacato de la Asamblea Nacional o la ‘Operación Guaidó’, ese intento de crear un poder paralelo en el país—.
Lo cierto es que todas estas políticas de agresión, que combinan una alianza internacional con el refuerzo de las oligarquías locales, han tenido consecuencias directas en la vida de los venezolanos y han supuesto un esfuerzo enorme que ha impedido seguir profundizando al ritmo deseado de las políticas de transformación en el país. Exactamente lo que buscaban.
No obstante, el chavismo continúa vivo y hoy por hoy podemos decir que el proceso revolucionario venezolano consiguió resistir este ataque. Más aún, la situación regional e internacional cambiante puede servir como un elemento que fortalezca su propio proceso interno de transformación.
La cumbre suramericana
Venezuela estuvo en este encuentro en Brasilia, en el que se evidenció que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) ha vuelto a resurgir con el impulso de Argentina o Brasil y, además, en la cita se anunció la postulación de Caracas como aspirante a integrarse al BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), por mediación precisamente del gigante suramericano.
En su conversación con su homólogo venezolano, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anfitrión del encuentro, dejó clara su postura: “Me pareció la cosa más absurda del mundo que los que defienden la democracia negaran que usted era el presidente de Venezuela habiendo sido elegido por el pueblo y el ciudadano que fue elegido para ser diputado fuese reconocido como presidente de Venezuela”. Más aún, denunció cómo a nivel internacional se había construido una narrativa contra Venezuela que debía ser desmontada.
Las palabras de Lula encontraron a su principal y sobre todo más destacado objetor en el presidente de Chile, Gabriel Boric. El mandatario aprovechó la ocasión para seguir insistiendo en la situación de los derechos humanos en Venezuela, obviando, entre otras cosas, que recientes informes de organismos nada sospechosos de ser complacientes con la patria de Bolívar, alertaban de la situación preocupante de los derechos humanos y la impunidad en el propio Chile.
La Fiscalía de Chile destacaba que, de los 10.936 casos de violaciones de derechos humanos ocurridos durante el estallido social de 2019, únicamente existen 206 personas imputadas y 16 condenas. En tanto, la vulneración de los derechos de las personas migrantes, en muchos casos venezolanas, ha sido denunciada en múltiples ocasiones con el silencio de su actual Presidente.
Además, en una cumbre donde se habló sobre la preocupación ambiental, podrían destacarse las declaraciones del relator especial sobre Derechos Humanos y Medio Ambiente de la ONU, David Boyd, quien exigió a Chile respuestas sobre la crisis ambiental en el país y cómo esta afectaba a los derechos humanos, en relación con el acceso universal al agua o al aire limpio.
Aunque podríamos concluir que Chile no es hoy un referente para hablar de derechos humanos, es posible ir más allá y especular sobre si Boric no estaría haciendo una clara dejación de funciones, y usando ese relato construido que denunciaba el presidente Lula como un modo de distracción ante su inacción. Es decir, poner el foco en Venezuela para evitar ocuparse de los asuntos urgentes pendientes en su propio país.
Otro discurso destacado fue el del presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, quien se quejó de la insistencia de mandatarios como Lula, que claman por la recuperación de organismos y espacios independientes como Unasur. Para el mandatario uruguayo, los acuerdos se deben dar de forma puntual y evitar crear o recuperar más bloques u organismos que él considera políticos o ideologizados.
La integración latinoamericana
Lo cierto es que la ausencia de estos bloques u organismos no suponen una ausencia de propuesta ideológica. De hecho, la idea de la integración latinoamericana surge en respuesta ante una situación previa de dominación, fundamentalmente de EE.UU., por lo que negar la necesidad de crear organismos independientes latinoamericanos supone la aceptación del estado previo de las cosas, es decir, de la aplicación histórica de la Doctrina Monroe.
Por lo tanto, lejos de presentar un discurso apolítico, el planteamiento de Lacalle Pou fue de los más ideologizados que tuvieron lugar en este encuentro.
No podemos obviar que los mismos regímenes que están siendo cuestionados, esos que entraron en crisis dando paso a los proyectos populares en Latinoamérica, fueron creados bajo la lógica de la dominación estadounidense y sus oligarquías son fruto de esta misma circunstancia. Así, no son de extrañar las reticencias al cambio de paradigma que se presenta.
Proceso de segunda independencia
Sin embargo, el proceso de segunda independencia es inherente a las exigencias actuales de los pueblos latinoamericanos. La construcción del ‘patio trasero’, que fue la pista de despegue para el ascenso estadounidense —paso fundamental en su proceso de conversión en hegemónico mundial—, quizás también pueda acabar siendo su pista de aterrizaje.
Una pista de aterrizaje que se llevará consigo también a las oligarquías parasitarias que construyeron unos regímenes políticos en América Latina que hoy son cuestionados por sus pueblos. Unos pueblos que, lejos de estar solos, encuentran en los cambios geopolíticos recientes un refuerzo vital para profundizar su segunda y urgente independencia.
Actualidad RT
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