POR GILBERTO LOPES /
“Compatriotas, en este momento nuestras fuerzas y las fuerzas de una coalición están en las primeras etapas de la operación militar para desarmar Irak, liberar a su pueblo y defender el mundo de un grave peligro”.
Caía la tarde del 19 de marzo, hace 18 años, cuando el presidente George W. Bush anunciaba al mundo el inicio de otra guerra que, 18 años después, no ha terminado aún. La declaración de guerra hecha por el Congreso sigue vigente. Pero, sobre todo, las desastrosas consecuencias de esa guerra para Irak y el Medio Oriente (y para el mundo) tampoco han terminado.
Ninguno de los tres argumentos para atacar Irak tenía sustento. Como sabemos, las armas biológicas de destrucción masiva –que, según Bush, el primer ministro inglés Tony Blair, y el jefe del gobierno español, José María Aznar– tenía Sadam Hussein, no existían. De modo que tampoco existía esa “grave amenaza” de la que los tres parecían dispuestos a liberar el mundo. El otro objetivo –liberar el pueblo iraquí– no parece atribución legítima del gobierno norteamericano.
La autorización del Congreso, otorgada en 2002 para el uso de la fuerza en Irak sigue vigente. Donald Trump esgrimió esa vigencia para justificar el asesinato del mayor general iraní Qasem Suleimani en enero del año pasado. Y aunque el presidente Joe Biden no la invocó, el ataque realizado en Siria, el pasado 25 de febrero, bajo el pretexto (o con la justificación) de que se trataba de milicias apoyadas por Irán, también se realizó sin autorización del Congreso, como lo recuerdan el senador demócrata y exgobernador de Virginia, Tim Kaine, y la representante por California, Barbara Lee, también demócrata, en artículo publicado la semana pasada.
El asesinato de Suleimani –dicen los parlamentarios– no solo significó una amenaza de guerra contra Irán –para lo que el presidente necesitaría la aprobación del Congreso– sino que despertó la ira en Irak, un aliado clave en el Oriente Medio. Provocó masivas protestas y un voto del parlamento iraquí exigiendo la retirada de las tropas norteamericanas del país. Algo que no se ha cumplido.
Las guerras las han promovido otros
Ese mismo día, en Anchorage (Alaska), la delegación china, reunida con sus colegas norteamericanos, les recordaba que “las guerras las han promovido otros”.
Acabamos de llegar de una gira por Japón y Corea del Sur, dos de nuestros aliados más cercanos, dijo el Secretario de Estado Antony Blinken a su contraparte china, al abrir la cita de Anchorage el pasado jueves 18 de marzo. Ellos están muy interesados en lo que vamos a discutir, porque son asuntos relevantes no solo para la región, sino también para el mundo, agregó. Incluyendo la política china en la región autónoma de Xinjiang, en Hong Kong y Taiwán, así como los ciberataques y las presiones económicas contra nuestros aliados. Todas estas acciones –agregó Blinken– amenazan un orden internacional basado en reglas, que garantizan la estabilidad en el mundo.
Las reivindicaciones fueron reforzadas por el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, que agregó la preocupación por el asalto a valores básicos de su país. Hemos oído estas preocupaciones por todo el mundo, desde nuestros aliados y socios hasta la vasta comunidad internacional, durante intensas consultas que hemos realizado en estos dos meses, dijo Sullivan.
Habló entonces el jefe de la Comisión Central de Asuntos Internacional del Partido Comunista chino, Yang Jiechi, un diplomático de larga trayectoria.
Lo que China y la comunidad internacional defienden es el sistema internacional establecido por las Naciones Unidas, “no lo que reivindican un pequeño número de países, el llamando orden internacional basado en reglas”.
Las guerras en el mundo –agregó– han sido provocadas por algunos otros países y han dejado un vasto número de víctimas. “Nosotros no somos partidarios de la política de invadir otros países mediante el uso de la fuerza, o de derrocar otros regímenes por varios medios, ni masacrar pueblos de otros países, porque eso solo causa caos e inestabilidad en el mundo. Y, al final del día, nada de esto le sirve a Estados Unidos tampoco”.
Es necesario que Estados Unidos deje de estar tratando de imponer su propio sistema democrático al resto del mundo; Estados Unidos tiene su forma de democracia, pero China también tiene la suya, agregó Yang, quien, finalmente, le recordó a Blinken que los dos países que acababa de visitar –Japón y Corea del Sur– son el segundo y el tercer socio comercial de China y que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), integrada por diez países de la región, es hoy el principal socio comercial de China, por encima de los propios Estados Unidos y de la Unión Europea.
Apostar contra Estados Unidos
Pero si algún punto es particularmente sensible en la relación entre las dos partes, es lo referente a la soberanía y a lo que China considera interferencia en sus asuntos internos. “Xinjiang, Tibet y Taiwán son parte inalienable del territorio chino. China se opone firmemente a la intervención norteamericana en nuestros asuntos internos. Hemos expresado nuestra decidida oposición a esa interferencia y adoptaremos firmes medidas como respuesta”.
Para la delegación china no habrá compromisos sobre la cuestión de Taiwán y el alegato sobre un “genocidio” en Xinjiang es “la mayor mentira del siglo”.
La intervención se alargó. Con la prensa presente, el duro intercambio no estaba previsto. Yang le recordó a Blinken que los Estados Unidos no representa la opinión pública internacional, ni siquiera el mundo occidental. “No creo que la absoluta mayoría de países del mundo reconozcan los valores universales reivindicados por Estados Unidos, ni reconozcan que las reglas dictadas por un pequeño número de personas en el mundo sirva de base para el orden internacional”.
El consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, insistió en la necesidad de que Estados Unidos abandone sus prácticas hegemónicas de interferencia en los asuntos internos de China y recordó que en la víspera de la partida de su delegación para la cita de Anchorage Washington aprobó nuevas sanciones contra 24 altos funcionarios chinos relacionados con Hong Kong.
No sabemos si tomaron esa decisión pensando que les daría ventajas en la negociación con China, pero se equivocan. Esa decisión, dijo Wang, “solo revela la vulnerabilidad y la debilidad de los Estados Unidos”.
Blinken decidió responder a las exposiciones de la delegación china, antes de cerrar la sesión inaugural. Trajo de vuelta a la prensa, que ya se retiraba, y les dijo que, en sus dos meses en el cargo, había conversado con un centenar de líderes mundiales, además de realizar su primer viaje al extranjero precisamente a dos países asiáticos.
“Lo que he oído es muy distinto a lo que ustedes cuentan”, afirmó, antes de cerrar su intervención recordando una frase de Biden, cuando era vicepresidente de Obama: “¡Nunca es bueno apostar contra los Estados Unidos!”
El balance de poder ha cambiado
Consultado al abandonar la sala, Wang respondió a los medios que se sintió obligado a extenderse en su discurso por el tono adoptado por Blinken
–¿Pretenden hablarnos de una forma condescendiente, desde una posición de fuerza? ¿Es esa la manera como pretenden conducir este diálogo? Estados Unidos no está en condiciones de hablarnos desde una posición de fuerza. Solo causarán daño a sí mismos si pretenden estrangular al pueblo chino, afirmó.
Al concluir la reunión el día siguiente, sin un comunicado conjunto, Wang reiteró que Estados Unidos no debería subestimar la determinación china de defender su soberanía. Recordó que no habrá compromisos sobre Taiwán, que China considera parte de su territorio, y urgió a los Estados Unidos a respetar el principio de “una sola China”, que rige las relaciones de ese país con el resto del mundo. Exhortó a respetar los tres comunicados conjuntos firmados por los dos países sobre el tema, y poner fin a los intercambios oficiales y los contactos militares con Taiwán, que consideran violatorios del principio de reconocimiento de “una sola China”.
Aunque esta no es la primera reunión entre chinos y norteamericanos, el balance de poder entre los dos países ha cambiado, afirman Lara Jakes y Steven Lee Myeers, en una nota en el New York Times, fechada en Achorage el viernes 19 de marzo.
“Durante décadas –agregan– China se acercó al gobierno norteamericano desde una posición de debilidad económica y militar. Eso los obligó, aunque a regañadientes, a aceptar a veces las exigencias norteamericanas, ya sea liberando a algún abogado de derechos humanos, o aceptando las condiciones de Washington para ingresar a la Organización Mundial de Comercio. Pero las cosas cambiaron. China se siente hoy más confiada para desafiar a Estados Unidos y promover su propia visión de la cooperación internacional. Como dijo Xi Jiping –recuerdan Jakes y Myeers– el este está surgiendo y el oeste está declinando”.
Insultos calculados
Toda esperanza de que la reunión de Anchorage pudiera contribuir a mejorar las relaciones bilaterales, después de años de tensiones sobre comercio, derechos humanos y ciberseguridad durante el gobierno de Donald Trump, se evaporaron, en opinión del corresponsal del Guardian en Tokio, Justin McCurry.
Las nuevas sanciones a altos funcionarios chinos, anunciadas en la víspera del encuentro de Anchorage, no facilitaron las cosas. “Los Estados Unidos coordinaron una serie de insultos coordinados antes del primer encuentro cara a cara entre las dos naciones en la administración Biden”, dijo la agencia china CGTN, en una nota publicada el jueves 18 de marzo, día de la inauguración del encuentro.
Los que esperaban un arreglo entre Beijing y Washington después de la errática relación en los años de Trump pueden sentirse decepcionados. “En vez de eso, la administración Biden ha elegido el escenario de Alaska para hundir la relación de los dos países en un congelador permanente” dijo CGTN. Regañar o dar ultimatos a Beijing no funcionará, agregó. Blinken anunció sanciones a 24 funcionarios chinos, incluyendo un miembro del buró político, altos mandos policiales y miembros de la asamblea china, un gesto sin sentido, “salvo para expresar la falta de respeto de los Estados Unidos por China”, según CGTN.
Washington ya no tiene el poder de dictar sus políticas en Asia, ya sea para aislar la economía china o impedir su innovación tecnológica. Más importante todavía –agrega el medio– “el mundo ha perdido la confianza en el modelo norteamericano”. Estados Unidos no ha podido siquiera enfrentar de manera adecuada la pandemia de la Covid-19, ni resolver problemas como la pobreza, la violencia armada y la creciente división entre los ricos y los demás.
Aliados de China
El fin de la pobreza extrema en China fue uno de los logros más destacados en la reciente sesión de la Asamblea Popular, algo que la administración Biden “ignoró de manera arrogante”, imaginando que los países asiáticos tienen más intereses compartidos con Estados Unidos que con China, dijo CGTN. “Pero aún aliados incondicionales, como Australia, comercian dos veces más con China que con Estados Unidos”, para terminar recordando a Biden que Estados Unidos venció la Guerra Fría debido a sus enormes ventajas económicas sobre la Unión Soviética, “una lección que debería aprender antes de desatar una nueva Guerra Fría contra China”.
La revista liberal The Economist también lo recordó, a su manera. En un artículo titulado “Cómo lidiar con China” destacó que algunos podrían pensar que el fin del liberalismo en Hong Kong, el centro financiero de Asia que alberga 10 millones de millones de dólares de inversiones extranjeras, podría provocar pánico y fuga de capitales. Pero no ocurre así. Al contrario, Hong Kong disfruta de un boom financiero, con un record, el año pasado, de transacciones en dólares, que alcanzaron los 11 millones de millones de dólares.
Para la revista parece incomprensible que en un ambiente que define como de “opresión política”, pueda darse en la China continental un mismo patrón de efervescencia comercial.
China produce 22% de las exportaciones manufactureras globales, es el mayor socio comercial de 64 países, frente a solo 38 de los Estados Unidos. Obligados a elegir, la mayor parte de ellos podría preferir a China, en vez de los Estados Unidos, estima la revista.
Algo que el diplomático y académico singapurense, Kishore Mahbubani, ya había previsto cuando publicó, en enero pasado, un artículo en el que explicaba porque el intento de construir una alianza antichina en Asia será un fracaso.
Mahbubani se refería a la iniciativa estrella de la administración Biden en Asia: la reactivación del diálogo sobre seguridad con India, Australia y Japón, el llamado Quad.
El Quad no alterará el curso de la historia asiática por dos simples razones, dijo el diplomático singapurense. Primero, porque los cuatro países tienen vulnerabilidades e intereses geopolíticos distintos. Segundo –y más importante– porque, en su opinión, el desafío estratégico en el región no es militar sino económico.
A este lado del mundo
Mientras Washington juega sus cartas en el espacio Asia-Pacífico, no deja de ser interesante mirar como se acomoda a este nuevo escenario América Latina.
Los intereses norteamericanos, su visión del mundo, son administrados aquí por las élites políticas locales, las mismas que promovieron los tratados de libre comercio, que manejan el impresentable y agonizante ‘Grupo de Lima’, que controlan la OEA o los grandes medios de comunicación y el ejército en casi todos los países.
Eso es lo que hace a esa minoría tan poderosa y crea un permanente desequilibrio político interno, pues la intervención externa hace imposible desarrollar un equilibro político interno.
Hasta hoy lo que alimentaba ese orden era una idea: la de que no había alternativa, de que el modelo ofrecía, al final, la posibilidad de enriquecer a todo el mundo.
El debate con China ha terminado por desnudar esa ilusión.
A esa derecha conservadora le es hoy mucho más difícil convencer de que “no hay alternativa”, como podían hacerlo en los años 80 del siglo pasado, cuando se derrumbó la Unión Soviética.
Sus aliados –los Bolsonaros, los Duque, los Maritos, los Piñera, los Lenín Moreno– ya no son capaces de asumir su papel de liderazgo, de entusiasmar a casi nadie. Las protestas estallan por todas partes.
Pero la permanente intervención política externa hace difícil estructurar una alternativa. Cada vez que se intenta es aniquilada por la fuerza, dejando a los países de la región en una caótica situación que ahora se extiende por todo el hemisferio, como lo recuerda a Washington, todos los días, la interminable larga marcha de centroamericanos hacia la frontera del norte.
Pocas veces una cita internacional –como esta de Anchorage– ha contribuido a iluminar tanto el escenario político mundial.
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