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El modelo de democracia liberal en la región está en profunda crisis, revela la investigación.
El informe anual de Latinobarómetro se ha convertido en un clásico que académicos, políticos, formadores de opinión y ciudadanía en general no dudan en revisar y citar cada vez que pueden. Anualmente muestra percepciones en América Latina y El Caribe que van desde el estado actual de la democracia y los derechos humanos hasta la aprobación de líderes de la zona y de otras regiones.
Latinobarómetro es una empresa privada radicada en Chile, consta de un directorio formado por ciudadanos de esa nación, regido por la ley de tal Estado, y mantiene un consejo asesor internacional que cumple con la consejería a la dirección del proyecto.
Dentro de sus múltiples donantes se encuentran el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional), el SIDA (Swedish International Development Cooperation Agency), el CIDA (Canadian International Development Agency), la CAF (Corporación Andina de Fomento), la OEA (Organización de Estados Americanos), la United States Office of Research, el IDEA Internacional y el UK Data Archive.
La edición de 2023 cobra particular interés porque desde 2020 no se había publicado un nuevo documento que “analizara” comparativamente la situación actual de la democracia en América Latina y El Caribe. Los resultados que saltan a la vista, de acuerdo con sus lógicas y perspectivas, son la confirmación de un diagnóstico que viene consolidándose en los últimos años y que ve en la insatisfacción con la democracia su mayor reflejo: existe una recesión de tal modelo en la región.
Según se extrae del informe:
“La recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos, y la desacreditación de la imagen de los partidos políticos. Varios países están en estado crítico de su democracia, otros ya pasaron a no tenerla”.
Para los redactores del estudio, la razón que explicaría esta recesión estaría en el campo de lo político, una suma de factores en la que la corrupción, la debilidad institucional, los personalismos y el fracaso de las élites en la conducción de los países llevaron a la región a esa actualidad. Para Latinobarómetro el eje explicativo de esa situación se condensa en la frase: “Es la política, estúpido”.
El diario The Economist, mencionando el estudio, destaca que los datos más preocupantes que muestra “son el desglose por edad de las opiniones sobre la democracia”, en donde los jóvenes de hoy no acompañan mayoritariamente la frase “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, a diferencia de las personas con mayor edad. Para el diario, de no revertirse esta percepción el apoyo promedio a la democracia seguirá disminuyendo a medida en que mueren las generaciones anteriores.
No obstante, hay una llamativa conclusión que se encuentra en la publicación del diario y que es poco valorada en el informe, y tiene un peso, si no determinante, mayor al de las conclusiones de Latinobarómetro: para The Economist, si no hay una mejora en las condiciones de vida de las y los latinocaribeños, “es probable que el retroceso democrático se convierta en metástasis”.
¿Apoyo automático?
Pareciera existir una tendencia, casi generalizada en analistas y opinólogos, en exigir un apoyo irrestricto a la democracia de parte de la ciudadanía, o más bien a la democracia liberal, aunque esta no le garantice las condiciones de vida digna que todo sistema político debería asegurarle a la población.
Si bien la democracia pareciera un tema exclusivamente de lo político, no es menos cierto que, como muchos teóricos lo comentan, existe una demanda de igualdad social y económica por parte de la población y la creencia, cierta desde nuestra perspectiva, de que la democracia debería satisfacerla, por lo que la coexistencia de ese modelo con desigualdad sigue siendo un misterio de acuerdo con Adam Przeworski.
No basta con que la democracia esté presente para que se reduzca o desaparezca automáticamente la desigualdad social y económica, ni para preservar los derechos humanos. Sin embargo, es fundamental que tal sistema proporcione herramientas y mecanismos que faciliten la reducción de dicha brecha y la garantía de los derechos. Cuando esto no sucede, el compromiso “militante” que acusa el informe de Latinobarómetro pierde fuerza y credibilidad. La democracia así vista no es un fin en sí misma sino un medio para lograr una sociedad más justa e igualitaria.
En su informe Panorama Social 2022, la Cepal es enfática en mencionar que 201 millones de personas (32,1% de la población total de la región) viven en situación de pobreza, de los que 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema. Los grupos más vulnerabilizados, según la comisión, son la población infantil y adolescente, en la que más de 45% se halla en la pobreza; las juventudes: 1 de cada 3 personas de 15 a 24 años vivía (2021) en situación de pobreza monetaria; y las mujeres de 20 a 59 años, franja en la que la tasa de pobreza es más alta que la de los hombres en todos los países.
Al contrastar estos datos con los del informe de Latinobarómetro, entenderíamos por qué tanto las juventudes como las mujeres muestran percepciones que develan la “recesión democrática” en la región para dar cabida a “tendencias autoritarias” o de “indiferencia al tipo de régimen político” existente en sus países.
Una democracia no representativa
Es que, más allá de que un gobierno democrático o no ejerza el poder —ese no es el centro neurálgico de la pregunta—, lo que nos debe llamar la atención es el interés de las y los latinoamericanos en que se resuelvan sus problemas cotidianos —54% según el estudio—, que no son más que: la salud, la educación, la alimentación, la seguridad, los servicios públicos, la vivienda, por solo mencionar los más acuciantes.
El debate en este punto adquiere relevancia porque nos lleva a discutir y reflexionar acerca del modelo democrático que mejor se adapta a nuestra realidad. ¿Cuál es la democracia que nos sirve? Porque el régimen actual sobre el que existe una aceptación “consensuada”, cuando no impuesta, y que está basado en instituciones pensadas hace tres siglos, quedó rebasado ante sociedades con desigualdades crecientes, donde la tecnología y la información juegan un rol indispensable en la creación de una nueva gubernamentalidad.
En momentos cuando laboratorios comunicacionales diseminan narrativas que justifican golpes de Estado o guerras civiles disfrazadas de rebeliones sociales, cuando la tecnocracia avala la confiscación de derechos a favor de la estabilidad política y económica, cuando se niega la pluralidad y la diversidad humana y cuando el concepto de soberanía queda en entredicho, pensar la democracia desde América Latina y El Caribe en específico, pero desde el Sur Global en general, se hace indispensable.
La democracia liberal heredada de la tercera ola democratizadora, diseñada en el “informe de la Trilateral”, mantenido durante más de cuatro décadas, muestra señales de vaciamiento, como lo destaca el informe de Latinobarómetro; pero no es una recesión de la democracia como pretende asegurar el informe, es una crisis del esquema liberal la que debe superarse.
Hay experiencias concretas, que con avances y retrocesos, va adquiriendo rasgos propios en toda la región, que disputan el sentido tradicional de lo que se entiende por democracia. Estas experiencias superan la visión que presenta la política como un asunto exclusivo de tecnócratas y burócratas, y apuestan por la incorporación de la ciudadanía en espacios de participación efectiva y con incidencia en la dimensión económica, cultural y comunicacional, lo que trasciende los límites impuestos por la democracia liberal.
Experiencias organizativas como los consejos comunales y las comunas en Venezuela y los Comité de Defensa de la Revolución en Cuba, es decir, el presupuesto participativo en diversos países, constituyen ejemplos inequívocos.
En este sentido, por encima de los datos y conclusiones que ofrece Latinobarómetro, es importante reflexionar sobre la situación actual de la región y los desafíos que enfrenta la democracia, o los modelos democráticos. La desigualdad social y económica sigue siendo uno de los mayores problemas que aquejan a la población, y la democracia suele ser vista como un medio para combatirla y garantizar derechos fundamentales, no como un fin en sí mismo.
La recesión democrática referida por el informe de Latinobarómetro es específica de un modelo político que entra en crisis al mismo tiempo que lo hace el propio sistema que lo sustenta: es reflejo de la crisis de Occidente, del llamado “orden internacional basado en reglas”. La democracia liberal se ha centrado principalmente en la representación política y en la protección de los derechos individuales, pero ha dejado de lado los llamados derechos sociales indivisibles de los primeros a un lado, y es allí cuando empieza su vaciamiento. El desinterés en este sentido está más que justificado.
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