POR RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL /
La violencia que sacude al Ecuador, es el último capítulo grande, de la guerra contra las drogas, convirtieron a este país en enclave del narcotráfico.
El anuncio del presidente Petro, sobre el fracaso de la guerra contra las drogas, abrió expectativas, sobre el comienzo del fin de esta matriz de la violencia a nivel internacional. A renglón seguido, anunció el Ministro de Justicia, que no se legalizarían las drogas. Una afirmación a raja tabla que se sustenta en el hecho de que los Estados Unidos están opuestos. Décadas de discusión en diversos escenarios sobre la importancia de asumir el tema como de prioridad nacional, se desestima. La legalización seguirá marginal y estigmatizada. Se trata de una continuidad de la mentalidad prohibicionista, que tantos estragos ha generado en vidas humanas. Así fue en la guerra contra el contrabando de bebidas alcohólicas en los Estados Unidos. Continúa la guerra contra las drogas, desde el siglo pasado y en la actualidad, aunque sin aspersión aérea.
Es positiva la disminución de la represión militar contra los cultivadores de coca, el campesinado y los colonos que viven de estas actividades.
Se anuncia una sustitución voluntaria de cultivos, con entrega de tierras y títulos, a los cultivadores que se acojan al abandono de las siembras de coca. Una reforma agraria sectorial de incentivos y sostenibilidad con recursos de mercadeo, transporte, vivienda, educación… ver para creer y que se recibe con beneplácito. Contrasta con la propuesta del Presidente de una OTAN para la Amazonía, algo muy preocupante.
Los cultivos no han disminuido en el último año, manteniéndose la cifra de 220.000 hectáreas. Puede disminuir por desplazamientos de mercado y reajustes en la producción, pero el problema continúa. Este año sólo van 6.310 hectáreas erradicadas de la meta de 28.000. La cocaína incautada es menor a la del primer semestre del año 2022, y se mantiene firme la presencia de la heroína y la marihuana. Por ahí la cosa no va bien.
Es positiva la destrucción de más laboratorios, 2.681, y se han decomisado más aviones a los narcotraficantes. Pero no se conocen acciones contra los grandes capitalistas de cuello blanco de la droga. Se ha confirmado un logro ambiental que ayuda a detener la destrucción de la Amazonía, algo prometedor.
Un capítulo terrible que en Colombia se presenta, como un cumplido de los acuerdos jurídicos y morales es la extradición de nacionales. Se insiste por parte del Ministro de Justicia en que es eficaz contra la impunidad. Se argumenta que es una herramienta y no una finalidad, cuando de lo que se trata es de entregar a nacionales a otra jurisdicción que los condena. Los datos son escandalosos, en los últimos años 3.564 personas. En el último año se extraditaron a Estados Unidos 109. La extradición es una herramienta de la guerra contra las drogas tal como se está aplicando, ya que desmoraliza la soberanía de la Justicia en Colombia, su capacidad correctora y represiva. Ha dejado de ser un mecanismo excepcional.
La situación de las cárceles es dramática por el hacinamiento, la violación de los derechos mínimos de los recluidos y centro de operaciones de la criminalidad. Aunque se hacen esfuerzos por mejorar, se navega contra la corriente y la ley de cárceles naufragó. La ley de sometimiento, que se ofrece como llave maestra para el desmonte del crimen organizado, está en el limbo de las decisiones confusas y el anuncio del Clan del Golfo es: no se someterán. A lo que se suma la oposición de la mayoría de los gobernadores a la política del gobierno.
Hay un pantano, donde se bloquea la paz total que encuentra una posibilidad con el ELN y se abre con las otras insurgencias.
En este septiembre se realiza una cumbre internacional sobre la política de drogas. Es una oportunidad para que Colombia en calidad de pueblo víctima con una larga experiencia y un compromiso de terminar la guerra contra las drogas proponga la legitimidad de la reforma de la Convención de Viena y demás pactos existentes que regulan el combate a la delincuencia organizada del narcotráfico. Es necesario legitimar la discusión sobre la legalización de la droga para poder domesticarla. Es negativo que el carácter de cumbre presidencial transforme su naturaleza a reunión de gobiernos.
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