POR ANDRÉS GÓMEZ /
Los altos mandos de la multinacional Glencore con sede en Suiza optan por las evasivas cuando se trata de enfrentar cuestionamientos por violaciones de derechos humanos, laborales y ambientales. Sus acciones en Colombia, envueltas en controversia, parecen ser solo un reflejo de una práctica más amplia y preocupante que se extiende por donde tienen operaciones en el mundo.
Glencore es la empresa más grande del mundo en la industria minera. De hecho, lleva una década en la cima gracias a la compra de Xstrata y a diversas maniobras financieras no exentas de polémica que le han permitido convertirse en el actor dominante en mercados como el del carbón: en 2022 sus beneficios (Ebitda) reportaron un sorprendente crecimiento de 37,5 % en tiempos de guerra en Ucrania y de escasez mundial de combustibles fósiles.
Sin embargo, los logros de la compañía suiza se contrastan con un preocupante historial de malas prácticas y negligencia, no solo en Colombia, donde controla la mayor operación carbonera de América Latina, sino en todos los países en los que opera, como Australia, Canadá, Perú, Zambia y República Democrática del Congo, entre otros.
Trabajadores, activistas ambientales, indígenas y líderes de comunidades afectadas por las actividades de Glencore se dieron cita en la ciudad suiza de Zug, el pasado 26 de mayo, para demandar respuestas a sus quejas ante la asamblea de accionistas de la compañía. En este espacio, sindicalistas de Australia, Canadá, Colombia y Perú, así como representantes de las comunidades impactadas en los departamentos colombianos de Cesar y La Guajira, invitados por varios accionistas, expusieron los problemas que han traído las acciones de la empresa en el mundo y cuestionaron a quienes toman las decisiones. La respuesta de los miembros de la junta directiva de Glencore era repetitiva y desconcertante: “no estábamos al tanto”, una frase que Kalidas Madhavpeddi, su presidente no ejecutivo, pronunció reiteradamente durante la hora y media que duró la reunión.
El medio de comunicación interactivo El Turbión acompañó a los delegados internacionales a esta cita con los accionistas de Glencore, indagó sobre el comportamiento de la compañía en el mundo y pidió a sus directivos declaraciones sobre estos cuestionamientos. A pesar de que la multinacional suiza no respondió a nuestros pedidos de entrevista, las respuestas de los más altos cargos de la principal minera del mundo en la asamblea dicen mucho de su actitud respecto a los asuntos climáticos, laborales y sociales derivados de sus actividades.
Una asamblea marcada por denuncias de malas prácticas
A la entrada del teatro Casino de Zug se dieron cita cerca de 30 activistas de todo el mundo, convocados por las organizaciones London Mining Network, Yukpa Solidarity Network e IndustriAll, junto con delegaciones de Australia, Canadá, Colombia y Perú. Allí, mientras llegaban los accionistas de Glencore ingresaban a la asamblea, corearon consignas en contra de la compañía y sus prácticas antisindicales y contaminadoras en todo el mundo.
Por desgracia, faltaba gente: 10 delegados de Sudáfrica y la República Democrática del Congo no pudieron asistir debido a que las autoridades migratorias suizas les negaron la entrada al país, a pesar de que sus visas y otros documentos estaban en regla. Aunque era claro para los funcionarios que estas personas venían desde estos países de África para asistir a la asamblea de accionistas de Glencore, el único argumento que les dieron fue que debían llegar el mismo día de la reunión y no antes, por lo que no fueron admitidos en Suiza, según informó IndustriAll.
Este perfilamiento de parte de las autoridades suizas le permitió a Glencore evadir, entre otras cosas, las repetidas acusaciones que afronta sobre violaciones a los derechos humanos en la República Democrática del Congo, situación que motivó a la Fundación Suiza para el Desarrollo Sostenible (ETHOS) para excluir a Glencore de su portafolio de inversiones desde 2011:
“La salud de las poblaciones locales se ve amenazada tanto por la contaminación ambiental de las minas como por la contaminación del agua y la tierra por emisiones de azufre y plomo que exceden los límites legales. Ante estas importantes controversias, Glencore no se involucra y responde de manera muy general”.
“Este es el mejor año financiero para la compañía en mucho tiempo”
Zug es una pequeña ciudad al centro de Suiza que sirve de capital al cabildo del mismo nombre. Se trata de un lugar reconocido por imponer los impuestos más bajos a las grandes compañías en comparación con otros cantones de Suiza, país que ya de por sí es un paraíso fiscal según el “Índice de paraísos fiscales corporativos 2021” que lo ubica quinto después de las Islas Vírgenes Británicas, las Islas Caimán, Bermuda y Países Bajos.
Muy cerca de allí, en la ciudad de Baar, quedan las oficinas centrales de Glencore, donde se preparó todo para la asamblea general de accionistas: la mayor reunión de negocios de la principal minera del mundo. Una vez iniciada, el señor Madhavpeddi habló poco más de 10 minutos. Primero abordó las finanzas de la multinacional minera y aseguró a sus accionistas que 2022 fue un año significativo en términos de resultados, indicando que “este es el mejor año financiero para la compañía en mucho tiempo”.
Según reportó la junta directiva, en 2022 las acciones de Glencore elevaron su precio en más de un 30 % y la compañía obtuvo USD 34.100 millones en beneficios (EBITDA), logrando un aumento de más de USD 12.800 millones en este rubro respecto a 2021. En esto tuvo mucho que ver su negocio de carbón, sector de la economía en el que Glencore es hegemónico y ha vistos disparados sus indicadores desde el inicio de la guerra en Ucrania y el aumento en la demanda global por este mineral para la generación eléctrica luego del fin de las cuarentenas de la pandemia de la Covid-19. Según informó la compañía, 68% de sus beneficios por actividades industriales provienen de explotación de fuentes de energía, incluido carbón, y 81 % de sus beneficios por sus actividades de comercio internacional provienen directamente de sus negocios carboneros.
Actualmente, Glencore opera 14 complejos de este mineral en Australia, 5 en Sudáfrica y 3 en Colombia. En el país sudamericano mantiene activa la mina de El Cerrejón en el departamento de La Guajira, la más grande de Latinoamérica, y usa las instalaciones de las minas de La Jagua y Calenturitas en el departamento de Cesar para desarrollar una operación de comercialización del carbón que compra a otras compañías, de la cual no informó por ningún lado a sus accionistas. Adicionalmente, maneja una de las flotas de barcos mercantes de carbón más grandes del mundo.
En 2022 el consumo mundial de carbón alcanzó su cifra más alta en la historia: 8.300 millones de toneladas se quemaron en el mundo para la producción de electricidad, según informó recientemente la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla en inglés). De esto, 110 millones de toneladas fueron extraídas de las minas de Glencore, según su informe a la asamblea de accionistas, y otra buena cantidad fue comprada a otras compañías mineras para su negocio de comercio internacional de este combustible fósil, el cual ha sido muy rentable gracias a la volatibilidad de los mercados durante el último año. A mayo de 2023, Glencore alcanzó una capitalización de USD 70.470 millones, convirtiéndose en la segunda carbonera del mundo con mejores resultados después de China Shenhua Energy.
No obstante, este jugoso negocio está trayendo graves consecuencias para todos quienes habitamos el planeta. Según la IEA, de todos los combustibles usados en las plantas termoléctricas del mundo, con la excepción de las nucleares, el carbón es de lejos el que mayores emisiones de dióxido de carbono produce, representando un 79 % del total de este gas de efecto invernadero en la producción eléctrica, muy por encima del gas, el petróleo, la biomasa u otros.
Ante esta realidad, y en medio de los meses más calurosos jamás registrados en el planeta, Madhavpeddi no abordó la responsabilidad de Glencore en el grave problema del cambio climático. En lugar de esto, expuso lo que la compañía quiere hacer respecto a una posible transición global hacia una economía de bajas emisiones de carbono: “en el plan de transición que publicamos en 2020, nuestros objetivos eran reducciones, como todos sabemos, de 15% para el año 2026 y 50 % para el año 2035”.
De esta manera, la junta directiva rechazó la pretensión de 24% de los inversionistas, quienes presentaron una resolución climática específicamente sobre la producción de carbón térmico de Glencore. Dicha propuesta también fue negada el año pasado, cuando la compañía suiza adquirió completamente El Cerrejón en Colombia y abrió nuevas minas de carbón en Australia.
El directivo también abordó las muertes de obreros en sus operaciones e informó de “cuatro fatalidades”, asegurando que su objetivo es prevenirlas “todas”:
“A través de todos nuestros negocios y operaciones, creemos que nos acercamos más a nuestra ambición de prevenir todas las fatalidades, enfermedades laborales y lesiones en el trabajo […] Ya hemos gastado USD 130.000 millones en programas de mejora en todo el mundo, y se espera gastar otros USD 500 millones en los próximos tres años”.
Además, habló sobre las inversiones sociales millonarias que la compañía dice realizar “en el mundo en desarrollo”:
“Me enorgullece convertirme en un socio inversor significativo en el mundo en desarrollo. Donde operamos nos comprometemos a crear valor de manera ética y sostenible. Empleamos a decenas de miles de personas, apoyamos a las empresas locales y proveedores de servicios, e invertimos en educación, atención médica e infraestructura local. Alrededor de 2,5 millones de personas que viven cerca de nuestros activos industriales se benefician de nuestras inversiones comunitarias en actividades que incluyen índices ambientales, instalaciones de atención médica y sus programas. Por último, hemos pagado 12.000 millones de dólares en impuestos y regalías […] Damos la bienvenida a la transparencia fiscal”.
Respuestas evasivas
Terminada la exposición del directivo sobre lo que él considera una buena conducta de Glencore en el último año, un accionista pidió la palabra para preguntar sobre las personas que gritaban y portaban pancartas al frente del edificio: “Me sentí incomodo al ver a esas personas afuera, ¿podría, por favor, explicarme de qué se trata todo esto? ¿Por qué hay gente afuera protestando contra la compañía?”.
La respuesta de Kalidas Madhavpeddi sentó el tono de los 80 minutos que restaron de la reunión anual:
“¿Qué está haciendo esa gente afuera? La gente afuera puede decir lo que quiera decir, pero, como dije en mis comentarios introductorios, Glencore es una empresa que se enfoca en ayudar a las comunidades y países donde opera, y puede que no estemos de acuerdo siempre con algunas personas, pero, personalmente, no estoy al tanto”.
Los cuestionamientos a las malas prácticas se convirtieron en una constante. A Glencore se le culpa por no brindar condiciones laborales dignas y seguras para sus trabajadores, acoso laboral y falta de respeto a los derechos fundamentales de sus empleados, incluyendo la libertad de asociación en sindicatos y el derecho a la negociación colectiva, entre otros. En Colombia, la empresa ha sido acusada de haber contaminado y desalojado a comunidades indígenas, campesinas y afrodescendientes en La Guajira y Cesar sin ofrecer una compensación justa ni una reubicación adecuada. También se le señala por contaminar significativamente el aire, el agua y el suelo, no solo en Colombia sino también en Canadá: debido a la falta de cumplimiento de las regulaciones ambientales, los gases de un horno de fundición en la ciudad de Rouyn-Noranda han obligado a la población a desplazarse.
Robin Williams, presidente del sindicato Northern Mining and Energy District, de Australia, abordó la responsabilidad de Glencore en la destrucción del río McArthur, que la compañía dejó contaminado por los próximos mil años, lo cual afecta las comunidades ancestrales gudanji y habitantes del pueblo de Borroloola. Al respecto, cuestionó a la junta directiva de Glencore sobre cómo se iba a ampliar la mina y a descontaminar sin un plan de manejo. Glencore ha prometido que solo hasta el año 3037 garantizará la seguridad y dejará de monitorear las aguas del río cercanas al sitio de la mina porque solo hasta entonces serán seguras.
Sobre esto, Madhavpeddi afirmó que “respetamos los derechos indígenas” y sostuvo que Glencore reconoce que algunas de sus industrias se encuentran en territorios tradicionales y que por ello llevan a cabo consultas con los pueblos originarios: “nos comprometemos a negociar de buena fe para alcanzar acuerdos que protejan los intereses y la propiedad legítima de las tierras indígenas”, aseguró.
Glencore también fue acusada de tener políticas antisindicales en Australia. Antes de la asamblea, el señor Williams sostuvo que Glencore entrega a terceros asuntos clave de sus operaciones para reducir los costos laborales de su operación, perjudicando a sus trabajadores:
“Lo que hacen es pagar a una empresa contratista y luego utilizan a esos empleados de la empresa contratista en sus instalaciones y les pagan cada año entre USD 30.000 y 50.000 menos que a los empleados permanentes o actuales de Glencore. Esto reduce nuestra capacidad de negociación colectiva y socava nuestro sistema de negociación colectiva en el país. Además, permite al empleador, Glencore, hacer cosas bastante duras con esos contratistas, ya que están temerosos de perder sus empleos por ser empleados eventuales que pueden ser despedidos en cualquier momento. Esto genera una cultura en la que no reportan lesiones […] no reportan accidentes con maquinaria, no reportan intimidación o acoso, no reportan acoso sexual”.
Alex Tinoco Román, secretario general del Sindicato de Trabajadores Mineros Metalúrgicos de Andaixaba de Perú, también se dirigió a Glencore, exponiendo el acoso laboral en la empresa Volcan, en la que es accionista mayoritario Glencore con 23 %. El señor Tinoco aclaró que ha sido despedido dos veces por ejercer sus derechos como trabajador sindicalizado, que ha sido restituido por un juez y que teme un tercer despido por hablar en la asamblea general de Glencore y exponer los abusos de la compañía contra él y los obreros que representa. Afirmó que Volcan terceriza las labores esenciales de su operación, paga salarios muy bajos a los obreros subcontratados, obliga a la gente a exponerse a calor extremo e impuso un sistema de trabajo que les quita el pago adicional por laborar los domingos que disponen las leyes peruanas:
“Trabajamos en un sistema 14 por 7, o sea, 14 días trabajamos y siete días salimos. Es un sistema acumulativo que nos corta varios beneficios, como los domingos que deben pagar el 100% y los feriados, pero ahora lo toman como cualquier otro día”.
La junta no le escuchó y al final de la asamblea le contó a El Turbión que:
“Me sentí frustrado porque por lo menos hubiesen escuchado y dicho ‘déjame investigar’, pero nos hacen ver a nosotros como unos mentirosos […] Sabemos que en la mina nos estamos matando día a día por estar en constante contaminación con el monóxido [de carbono], el polvo, la deficiencia de oxígeno, el ruido […] No valoran al personal humano que labora dentro del socavón, que estamos mil metros bajo tierra”.
Respecto a las prácticas antisindicales y la subcontratación, Dominic Lemieux, asesor del Sector Minero de IndustriAll y director del Distrito 5 para los Trabajadores Unidos en Canadá, informó que Glencore no cumple ni siquiera con las decisiones judiciales en su país respecto a derechos de los trabajadores:
“Hace menos de un año, recibimos una decisión del tribunal gubernamental que indicaba que Glencore intentó eludir al sindicato y eliminar puestos de trabajo de personas debido a su afiliación sindical. Para nosotros esto es inaceptable. Si pueden hacer eso en Canadá, con sindicatos fuertes y leyes laborales sólidas, ¿cómo podrían actuar en otros lugares del mundo? Parece que son iguales en todas partes, incluso en Canadá o en Colombia, donde tenemos hermanos y hermanas. No respetan a las comunidades locales del mundo”.
Contaminación minera
Pasada una hora de la asamblea y ante las evasivas de los directivos de Glencore, la líder indígena Esneda Saavedra cuestionó los impactos de la minería de Glencore en su pasado, presente y futuro de su pueblo yukpa, que ha habitado históricamente la serranía del Perijá en el departamento colombiano de Cesar:
“Soy mujer yukpa de un resguardo indígena al que llegó Glencore y que ha visto la transformación y la contaminación del medio ambiente que causa la muerte de niños: más de 40 niños mueren en nuestro territorio [este año] y esto lo hace la minería a cielo abierto por la contaminación. Ha sido la muerte de niños y del medio ambiente para la gente de Becerril y de La Jagua de Ibirico”.
La respuesta de Madhavpeddi fue una escueta frase: “desde nuestra perspectiva, estamos haciendo todo lo posible en términos de operación en nuestras instalaciones. No tengo conocimiento”.
La afirmación de la representante del pueblo yukpa cayó mal entre los miembros de la junta directiva de Glencore. Todos ellos estaban evidentemente molestos por la cantidad de intervenciones que les acusaban de malas prácticas laborales, impactos ambientales y hasta causar la muerte de niñas y niños indígenas.
Para tratar de zafarse de la situación, Madhavpeddi preguntó a los accionistas si tenían preguntas relacionadas con los negocios. La respuesta que recibió es que todas las preguntas habían sido de negocios.
¿Incompetencia o política de la compañía?
Lo que llama la atención de las respuestas de Madhavpeddi a nombre de la junta directiva de Glencore es su insistencia en que no estaba enterado de las prácticas antisidicales y de destrucción ambiental de las que se acusa a la compañía suiza. De ser así, esto indicaría por lo menos incompetencia de parte de quienes toman las decisiones en la mayor minera del mundo, aunque al parecer no es así.
Por ejemplo, un buen conocedor de dos de los países de donde venían las denuncias era Gary Nagle, quien es hoy director ejecutivo (CEO) de Glencore y tuvo un extenso trabajo en Colombia y Australia. El señor Nagle estuvo presente en toda la asamblea de accionistas de la compañía, pero no respondió las preguntas ni las denuncias. Según la página web de Glencore, Nagle se unió a la compañía en 2000 como parte del equipo de desarrollo de sus negocios de carbón y también fue directivo de sus filiales en ambos países:
“El señor Nagle trabajó durante cinco años (2008-2013) en Colombia como CEO de Prodeco. Luego se trasladó a Sudáfrica para ser responsable de los activos de Ferroaleaciones de Glencore (2013-2018). Posteriormente, fue el responsable de los activos de carbón de Glencore con sede en Australia. También formó parte del consejo de administración de Lonmin PLC de 2013 a 2015 y ha representado a Glencore ante los consejos de minerales de Australia y Colombia”.
No sorprende que el señor Nagle no respondiera y se desentendiera del tema, especialmente porque mientras era CEO de Prodeco, la primera filial de Glencore en Colombia, la empresa que dirigía respondió a una de las mayores huelgas que ha enfrentado en el país sudamericano con la militarizón de la mina de la Jagua de Ibirico, a finales de 2012, y poco después varios de los líderes sindicales que encabezaron dicho movimiento afrontaron intentos de asesinato y amenazas, y otros fueron despedidos.
Si bien ha sido el mejor año financiero en mucho tiempo para Glencore, su asamblea anual de accionistas de 2023 quedó marcada porque la poderosa multinacional no pudo hacer la reunión como quería y, en cambio, tuvo que afrontar denuncias en su contra todo el tiempo, por lo que no pudo ocultar las consecuencias de sus acciones ante inversores y accionistas. La corta duración de la reunión y las maniobras de los directivos para terminarla rápidamente son clara muestra de ello: el encuentro de negocios más importante del año para la compañía apenas duró 90 minutos y poco se pudo celebrar del impacto positivo en sus negocios de la guerra y la especulación con el carbón.
Sin duda, hay una preocupante falta de voluntad para que las cosas cambien entre la junta directiva de Glencore. Su actitud ante las acusaciones provenientes de todo el mundo fue la de excusarse en una, cuando menos, poco creíble falta de conocimiento de los conflictos que han traído sus operaciones. Sin embargo, es crucial que tanto sus directivos como sus accionistas asuman su responsabilidad por los daños causados. Esto, especialmente en el caso de los grandes inversores de capital, como los fondos de pensiones de países ricos como Suecia y Dinamarca, y que exijan cambios en el comportamiento de la compañía.
Hasta ahora, la solidaridad ha llevado hasta la puerta de Glencore las denuncias por las consecuencias de sus malas prácticas. Sin embargo, se necesitan más acciones para que este gigante de la minería responda por el impacto que ha tenido en las comunidades, los trabajadores y la salud del planeta.
El Turbión, Bogotá.
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