POR JULIO CÉSAR CARRIÓN CASTRO
Una breve descripción del manejo político contemporáneo, a partir de obras como ‘Un mundo feliz’ de Aldus Huxley, ‘1984’ de George Orwell y la ‘Infocracia’ de Byung-Chul Han.
La literatura distópica, futurista del siglo XX o, simplemente, “la literatura del miedo” –como tan acertadamente la denominara el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán–, probablemente se inaugura con la novela Un mundo feliz que Aldous Huxley publicara inicialmente en 1932 y que luego complementaría –en 1958– con Nueva visita a un mundo feliz, en la que anticipaba el enorme poder de seducción, encantamiento y deterioro humano que provocaría, tanto la popular utilización de las drogas –la drogadicción–, como los desarrollos tecnocientíficos, la asidua persistencia de banales espectáculos deportivos y faranduleros, así como la omnipresencia de los medios de comunicación, puestos al servicio de los organismos de poder, que llevaría, como ya lo estamos viendo, no sólo a la clonación y hasta la conformación de “fábricas de niños”, (en sustitución del amor y de las relaciones sexuales) sino, asimismo, a la “felicidad” de unas masas subordinadas al poder de los Estados-espectáculo, con sus “Centros de Incubación y Condicionamiento”; con sus lemas de “Comunidad, identidad, estabilidad”, que garantizarían, algo así como la “seguridad democrática y la confianza inversionista” entre las enormes masas de un “precariado” sometido a una total e inalterable mansedumbre y subalternidad generalizada, pero que, desde las salas de cine, los escenarios deportivos y los más diversos ambientes llamados “culturales” y “sociales”, se percibe como un sujeto acostumbrado y hecho para la felicidad.
Un Mundo feliz se podría resumir en alcanzar: “Una dictadura perfecta que tendría apariencia de democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían la servidumbre”.
Identidad y estabilidad social lograda gracias a la manipulación mediática, (cosa que ya es prácticamente un hecho consumado). Pues como lo afirmara el propio Huxley: “Si se quiere evitar la persecución, la liquidación y otros síntomas de fricción social, es preciso que los aspectos positivos de la propaganda sean tan eficaces como los negativos. Los más importantes Proyectos Manhattan del futuro serán vastas encuestas patrocinadas por los gobiernos sobre lo que los políticos y los científicos que intervendrán en ellas llamarán el problema de la felicidad; en otras palabras, el problema de lograr que la gente ame su servidumbre”. Cabe señalar que el “Proyecto Manhattan”, fue la subrepticia investigación, puesta en marcha e incorporación de las armas nucleares, por parte del gobierno norteamericano, dando validez a la terrible concepción de la “guerra total”, que convertiría a la humanidad entera en “objetivo militar” con la complacencia de unas “mayorías”, que se creen salvadas de males mayores gracias a la irracional operación de un poder imperial que con las bombas de Hiroshima y Nagasaki, fehacientemente impuso su dominio global. Tema este que, más allá de las simples encuestas pagadas y direccionadas, por los gobiernos, como lo señalara Huxley, aparece hoy ampliamente publicitado y ponderado con películas como ‘Oppenheimer’ del año 2023, muy seguramente, bajo el control de los organismos gringos de vigilancia y direccionamiento “cultural” que ellos mismos imponen planetariamente.
Luego vendría la novela ‘1984’, de George Orwell publicada hace precisamente 75 años, en 1948, una obra clave para entender los mecanismos de vigilancia, control y represión en que se sustentan esos “diversos” Estados-espectáculo que publicitan los “derechos” y las obligaciones de esas ignorantes montoneras humanas que suelen denominar “ciudadanos”.
“La ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud, la guerra es la paz…”. Estas consignas, por paradójico que parezca, por irracionales, aterradoras y absurdas, al estar cargadas de contradicciones, incongruencias e incoherencias, constituyen ya hoy en día, la base sustantiva del quehacer gubernamental de los Estados contemporáneos, llámense totalitarios, autoritarios, despóticos o graciosamente “democráticos”…
El “doble pensar”, es decir el defender simultáneamente un planteamiento, una idea y su contraria u opuesta, sin perder la cordura; la “Policía del Pensamiento”, encargada de establecer una especie de ingeniería conductual o “pensamiento único”; el “Ministerio del Amor”, atento a la angustia y la desesperación de las masas; la constante adulteración de la historia según los intereses de los gobernantes, la persecución y aniquilamiento de todo contradictor o disidente, bajo la presunta validez de las horas, los días y las semanas del odio, programadas y promovidas por los acuciosos medios de información; el permanente espectáculo electoral que se presenta como todo un ritual de consulta popular, mientras de manera subrepticia se alcanzan los “acuerdos” entre los distintos grupos o empresas electoreras disfrazadas con falsas ideologías y falsos “programas”, para perpetuarse fingiendo contradicciones inexistentes entre ellos.
Toda esa farsa, toda esa impostura y fingimiento que establece el “Gran Hermano” que vigila, direcciona y castiga, ya hace rato que lo estamos viviendo y padeciendo en el mundo moderno, en las abigarradas sociedades de masas de hoy, sumergidas en unas deletéreas condiciones de existencia que las acerca a una animalidad satisfecha; sociedades centradas en la manipulación lograda gracias a los cotidianos espectáculos, a la ponderación de estúpidos ídolos del “deporte”, a la farandulería carente de toda dimensión estética y a la “Infocracia”, mediante la cual “el discurso se sustituye por los datos. El procesamiento algorítmico del big data tiene que incluir a la población. Los dataístas incluso afirmarían que la inteligencia artificial escucha mejor que los humanos”, llegando a conseguir que quien ofrezca mejor espectáculo ganará en las farsas electorales, como, con tanta precisión, lo denuncia Byung-Chul Han en su obra Infocracia: la digitalización y la crisis de la democracia, publicada en el año 2022.
Debemos entender, en todo caso, como nos lo aclara Byung-Chul Han que “En el estado de vigilancia de George Orwell el Gran Hermano garantizaba una visibilidad constante: ‘Big Brother is watching you’. En el régimen de la disciplina, las medidas de localización espacial como el confinamiento y el aislamiento garantizan la visibilidad de los sometidos”, visibilización, localización o detección lograda gracias a la propia contribución de estos vigilados, ya que ellos en las llamadas “redes sociales”, como queriendo ponerse en venta, orgullosamente se desnudan; exponen con entusiasmo sus supuestas “virtudes” y excelencias; quieren mostrar sus particularidades y hasta sus intimidades. Se debe entender, asimismo que, ‘Un mundo feliz’ de Huxley, está en muchos aspectos más cerca de nuestro presente que el Estado de vigilancia de Orwell, ya que la gente vive obnubilada por la diversión, el consumo y el placer. Pues, “la obligación de ser feliz domina la vida”.
Los tiempos que corren hacen necesario mantenernos alerta porque el Gran Hermano permanentemente nos vigila y controla, desde los llamados medios de comunicación, las redes sociales y demás artificios, haciéndonos creer que representa el llamado Nuevo Orden Mundial, es decir, el mejor de los mundos posibles, ese Estado Mundial que predijera Huxley, una “democracia auténtica” que en realidad es fascismo, aceptado y promovido por unas “mayorías”, simples recuas de sujetos sometidos que ya entendieron que “la ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud y la guerra es la paz…”.
Semanario Caja de Herramientas, Bogotá.
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