El reclamo por la línea táctica y la estrategia: un debate sobre las tensiones en el Pacto Histórico

POR JULIÁN GRANDA

El desarrollo de la unidad denominada Pacto Histórico sigue expresando su evolución, del que hasta ahora es posible evidenciar sus liderazgos, territoriales y nacionales; sus tendencias, centristas, socialistas, social demócratas; y sus criterios: programáticos y orgánicos.

La unidad aún no está hecha, sigue en etapa de construcción, liderada por tendencias socialdemócratas, que ya han comenzado a expresar matices.

Por ejemplo, frente al eje orgánico ya hacen carrera tendencias que tienen por intención orientar la situación y definir la línea táctica por seguir. Por lo menos, es posible dar cuenta de una de estas en quien hoy reúne las cualidades del candidato de la oposición más importante en los últimos cincuenta años, esto es, a la coalición de Gobierno y sus representantes económicos: Gustavo Petro.

Él ha expresado implícitamente que son criterios para hacer parte del proyecto de cambio todo aquel que quiera unirse al mismo, al pacto histórico y sus unidades de propaganda. Justamente, el senador celebró que el arquitecto Fernando Orjuela manifestó su adhesión al mismo tras haber presentado su renuncia al Centro Democrático al tiempo que lo hacía en el mismo tono con la Unión Sindical Obrera.

Esta manifestación es correcta con su pensamiento y puede leerse como la consecuencia de la idea que tiene el senador Petro acerca del pacto sobre lo fundamental, sobre el cual también logró unir a fichas nacionales del establecimiento, dentro de las cuales, los liberales Roy Barreras, Armando Benedetti y Luis Fernando Velasco son muestra palpable de esta forma de expresión.

Han aparecido respuestas distintas frente a esta línea orgánica que a la postre tiene repercusiones tácticas: usando el análisis sobre las potenciales  consecuencias para el Movimiento de la vinculación de individuales tan disímiles y dispares, han catalogado las expresiones socialistas el riesgo de convertir el Pacto Histórico en una palanca de freno de todo aquello que se desate.

Sobre este tipo de posiciones, han aparecido alternativas que han expresado su adhesión al Pacto, afirmando la necesidad de que sus líderes  tomen decisiones sobre asuntos particulares que atañen a la organización interna, dentro de los cuales emerge como inamovible, la separación de hombres que sean señalados de violencia basada en género.

Este tipo de criterio también ha recibido cuestionamientos en tanto y cuánto han evidenciado que su origen corresponde a la necesidad de bloquear las aspiraciones de candidatos de ese movimiento, dentro de los cuales se encuentra Hollman Morris, quien generó en las pasadas elecciones locales en la ciudad de Bogotá una división en la Colombia Humana entre quienes consideraban sus derechos políticos intactos hasta que en un juicio con debido proceso no se dijera lo contrario y quiénes contra este, lo desacreditaban y demeritaban por ser un agresor, luego entonces un individuo a quien sus derechos se le debían suspender.

Como miembro de un nodo, así mismo como simpatizante del Pacto Histórico, quiero plantear distancia frente a estas dos maneras de responder a la cuestión. El Pacto sobre lo fundamental hay que concebirlo como embeleco reformista que el senador ha usado como movimiento táctico y con esto neutralizar las aversiones que se han encargado de crear los medios de comunicación afines al gobierno, los líderes de derecha y líderes gremiales de entidades como la Andi, Fenalco, Fedegan, Asobancaria, entre otros hacia él.

Si bien la ventaja comparativa frente al 2018 de este pacto corresponde a la adhesión de quienes en aquel entonces esperaba el senador, la desventaja corresponde a la amplitud y el tipo de intervención que dichos personajes comenzarán a jugar dentro de la orientación del movimiento. Ellos no solo ingresan como individuos sino como capitales que tienen la capacidad de garantizar inversión financiera y también inversión política, esto es deciden qué y cómo.

Así que, asumir esa actitud y darle la capacidad corresponde a la línea según la cual, es justo como movimiento buscar gente con capacidad de maniobra en el país para que nos ayude con los cambios. Es decir, responde a la vieja idea de colaboración según la cual, la transformación no le corresponde al pueblo y sus formas plebeyas sino a quienes tengan fama, dinero y poder: nosotros estamos para acompañar.

Y sobre esto, es bastante visible en la perspectiva de futuro y así mismo es bastante anticipable su resultado: el Pacto Histórico es una movida electoral con tendencias limitantes de su programa y de la esperanza de nuestra gente que si no se neutraliza terminará sepultando los anhelos de paz con justicia social.

Por otro lado, el reclamo crítico  sobre la separación de individuos con ciertas características negativas, corresponde a una lógica de la acción política que ha venido haciéndose fuerte en el mundo. Quizá la respuesta mundial más famosa al respecto obedeció al efecto mediático del denominado #Metoo que llevó al escenario los comportamientos abusivos frente a la mujer que ejercen los hombres habilitados por su privilegio de género, poder y clase.

No obstante, a pesar que la reclamación corresponde al nivel de justicia cotidiana que se espera de las relaciones, ha venido a convertirse en la práctica común de la acción de múltiples grupos en el país, pero el lío es que automáticamente, permítanme está expresión, ha aplastado temas y programas sumamente aportantes al debate, como el del trabajo del cuidado o el trabajo no remunerado que desde inicios del siglo XX comenzó a organizarse por pensadores marxistas, dentro de las cuales Clara Zetkin y Alexandra Kollontai son su expresión más firme.

Frente a la línea de acción que produce el #Metoo me distancio por estar constituído de principios con certezas teóricas atadas al liberalismo, lo cual me lleva a considerar el debate sobre el trabajo doméstico como el principal trasunto.

Además es justo y necesario destacar que se debe realizar la carecterización justa de la noción de mujeres en plural, pues se corre el riesgo de vincular y garantizar que la opresora continúe dominando a la oprimida y acá tampoco se trata de hombres en plural sino de trabajadores a quienes la lucha está dirigida y a quienes junto con ellas se espera se vinculen día tras día a las expresiones orgánicas.

Esto conlleva al otro punto, como militantes de espacios orgánicos es importante reconocer que la consciencia de nuestro sujeto se encuentra por una tensión inefable y profunda, pues se mueven en el péndulo de cambiar o conservar. La consciencia del cambio es la que nos une y es hacia ella que nos corresponde hacer trabajo de masas y pedagogía y creo que al respecto, aquello que nos aclara el asunto corresponde con el trabajo, tanto doméstico como formal, por lo que proponer el debate con compañeros y compañeras así como su implicaciones resulta clave y relevante para responder a esta segunda línea, pero de allí a convertirlo en criterio para ingresar a un movimiento es fantasioso e ingenuo.

Lo anterior bajo la idea según la cual, si un movimiento histórico, y acá hago uso de una idea de un pensador que prefiere hablar de Bloque histórico pretende convertirse en tal, lo hará para articular y representar esa tensión en la que se haya su sujeto de la transformación. Es decir, no buscará vincular y articular a seres impolutos sino a seres que en su haber histórico han debido enfrentar situaciones que por su complejidad y su propia soledad, les ha llevado a cometer errores terribles e insoportables: la mezquindad, el cinismo, la hipocresía nos constituyen tanto como el amor y la lealtad.

Y se debe ser incisivo, los trabajadores y trabajadoras colombianos no están compuestos por altas virtudes, no usan en su haber la ética hacia el otro, por el contrario responde a condiciones francamente adversas. Así que, si se asume este criterio, tanto él como ella, nunca tendrán espacio y a la postre todo un movimiento tenderá a convertirse en una secta, de iniciados y puros.

En esta línea de acción se acepta con límites el planteamiento de Petro pero se le supera: no se acepta a la nación colombiana, sino a la nación de trabajadores del país, quienes sin duda, estarán dotados de espíritu de lucha, de respeto como de traición y cobardía.

Y no por esto, se dejará permitir que prácticas que atenten contra el otro, lo degradan, lo corrompan: sean toleradas; faltas en las que incurran sus miembros deberán estar atadas a formas de resolución eficaces y restauradoras pero no a criterios de participación e incidencia.

De este modo, una línea de acción cuyo carácter entienda el sentido del Pacto Histórico deberá apoyarlo, pero así mismo expresar independencia hacia él y continuar ampliando su radio de influencia, de modo que logre prevenir o mitigar la tendencia de contención o secta que se encuentra inscrita en los sujetos que comienzan a manifestar sus líneas en esta unidad de la diversidad.

Por lo anterior, es justo volver a reclamar las formas plebeyas que han emergido y que en el 2019 comenzaron a mostrar un perfil nacional y estas fueron las asambleas territoriales de organización del Paro; fórmulas de trabajo mediante las cuales se legitimaron líderes desde sus bases y sus ideas y no desde sus imposiciones corporativas o económicas.

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