POR OMAR RAFAEL GARCÍA LAZO
La capacidad de discernir entre la mentira y la verdad es cada vez más difícil en este mundo de hoy.
El universo informativo y comunicacional global transita en la actualidad entre el cinismo, la esquizofrenia y la burda mentira. Los que se atreven a mostrar la verdad son, en el más benevolente de los casos, ridiculizados o señalados como asesinos de la ilusión.
En la era digital, cuando parecía que la democratización de la información y los saberes pasaba de quimera a realidad, la dictadura de la desinformación y la llamada pos verdad cabalgan con clara ventaja.
Las causas son muchas, pero destaco dos: las profundas y crecientes brechas educativas y culturales resultantes del injusto orden mundial; y la parálisis política de diversas capas sociales fruto de la simbiosis entre consumismo y represión.
Los bloqueos
Las empresas mediáticas por estos días nos hablan de negociaciones entre Venezuela y Estados Unidos en Qatar. Las conversaciones están marcadas por dos hechos incontrovertibles pero ocultados: Washington no ha podido derrotar la Revolución Bolivariana y necesita que su petróleo estabilice un tanto los mercados y las ansiedades europeas.
Mientras que, Venezuela necesita derrotar el bloqueo impuesto por la Casa Blanca para lograr las metas sociales y económicas del proceso chavista, conscientes de que su contraparte no cejará en su objetivo, tal y como se evidencia en los condicionamientos sobre las próximas elecciones.
Esos son los hechos. Sin embargo, la narrativa impuesta está llena de omisiones y vacíos, y sin rubor, legitima el accionar sancionador de Estados Unidos, a contrapelo, incluso, de la soberanía europea.
Informar sin sonrojo ni cuestionamiento que la empresa francesa Maurel & Prom MAUP.PA tuvo que solicitar un permiso al Departamento de Estado estadounidense para poder comerciar con la petrolera venezolana PDVSA, nos lleva a dos conclusiones que nunca abordarán: el bloqueo, además de ilegítimo, es extraterritorial y la Unión Europea más que cómplice, es vasalla.
Luego vienen dos construcciones de carácter más estratégico e ideológico que se expresan, una, en la matriz comunicativa que busca sembrar la idea del fracaso económico del proceso chavista, sin importarles, por cínica que parezca, la lógica contradicción que representa el bloqueo. Pura prestidigitación mediática.
La otra, la advertencia a terceros de lo que pueden afrontar si se deciden a explorar caminos alternativos al neoliberalismo y el capitalismo.
El caso de Cuba es otro ejemplo antológico en temas de manipulaciones y mentiras.
Acusada por décadas de ser una cruel dictadura y violar derechos elementales, Cuba acaba de ser elegida por 146 Estados para ocupar un puesto en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Pero Cuba también sufre un férreo bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. La intención es clara: derrotar esa experiencia socialista.
Gracias al tratamiento mediático de la gran prensa, intelectuales y políticos han llegado a repetir los argumentos de Washington que afirman que el bloqueo es un pretexto cubano para justificar los problemas económicos de la Isla.
Solo cambian de opinión cuando conocen en profundidad el entramado de leyes y regulaciones diseñado por Estados Unidos para asfixiar y rendir al pueblo cubano y cuando empresas de sus países chocan y sufren las consecuencias de ese enjambre genocida.
Además, calificar esa guerra económica como embargo, como le ha llamado siempre la Casa Blanca, busca aligerar la carga agresiva y criminal, y presentar el asunto como un diferendo bilateral.
Basta revisar la prensa por estos días para conocer cómo a la empresa energética mexicana PEMEX le fue cancelada la solicitud de un crédito millonario a un banco estadounidense, justamente tras conocerse que, de manera soberana, exportó petróleo a Cuba. Menuda forma de confirmar que el bloqueo es un asunto bilateral, más allá de las alegaciones recientes del citado banco.
La guerra
Durante los últimos 75 años, el pueblo palestino ha sufrido inimaginables crímenes. Desde el asesinato con fósforo blanco de niños, hasta el despojo permanente de sus tierras.
La lucha por recuperar su territorio, su dignidad y su libertad ha sido la decisión de millones de palestinos durante todo este tiempo. La comunidad internacional, en su mayoría inerte, ha sido testigo del crimen más largo de nuestra época, como lo calificara Fidel Castro el 12 de octubre de 1979, en el plenario de la Asamblea General de la ONU.
En ese mismo escenario, 19 años antes, Fidel expresó una idea que hoy mantiene toda su vigencia, y cuya esencia ha sido soslayada, ocultada, a la hora de analizar lo que ocurre hoy en la Franja de Gaza. Dijo Fidel en 1960: “Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra”.
No caben la superficialidad ni el oportunismo, mucho menos la cobardía ni la omisión de la historia cuando se pretende un acercamiento al conflicto israelí-palestino.
Culpar a la perenne víctima de la nueva escalada, a sabiendas de la asimetría existente entre un pueblo hostigado, bloqueado y vejado y un régimen sionista apoyado por Estados Unidos, violador de los derechos humanos más elementales y de todas las resoluciones de la ONU y del derecho internacional, es una falacia y una hipocresía. Todas las guerras son odiosas, pero no creo en falsas plegarias de paz, dictadas desde tribunas montadas sobre millones de palestinos muertos.
El despojo y el genocidio del régimen sionista de “Israel” contra los palestinos son la causa real y fundamental de lo que ocurre hoy en esa región.
La cobardía y la indiferencia de gran parte de la comunidad internacional, junto al respaldo político, diplomático, militar y financiero de Estados Unidos a los genocidas de “Israel” han postergado una solución justa y duradera para ambos pueblos, única garantía para la paz.
Pero de eso no hablará la gran prensa corporativa monocorde, tampoco la pequeña, ambas preñadas de intereses, mentiras y reflejos condicionados, e incapacitada de exponer los hechos con objetividad, racionalidad y ética.
Al Mayadeen
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