POR KARINA BATTHYÁNY*
El movimiento de las derechas es un tema que domina la agenda en todos los sentidos: la agenda de la calle, de los medios, en las conversaciones cotidianas, en los espacios de trabajo. Lo que está en juego en Argentina es una elección entre dos modelos muy distintos. Uno de ellos es el representado por Javier Milei, que pone incluso en cuestión las bases mismas del sistema democrático en algunos de los planteos que se han escuchado a lo largo de esta campaña.
Sacando el lente de Argentina, pensemos un poco más en el fenómeno regional. Porque si bien hay un dicho que quienes son argentinos repiten mucho, “No lo entenderías”, en realidad sí se puede entender en el marco del contexto regional. Por supuesto que cada país tiene sus particularidades.
Argentina es parte de un contexto regional latinoamericano, en el que estamos viendo el auge de las derechas, como un fenómeno complejo que debemos analizar, incorporando una serie de factores. El primero de ellos tiene que ver con que es un fenómeno a nivel de la región, pero que la trasciende completamente. Lo vemos también en Europa por ejemplo, como en el caso de Italia o con expresiones en Alemania, entre otros. También pensemos la próxima disputa electoral en Francia o España y así podríamos seguir dando ejemplos.
Estamos ante un auge en las expresiones de derecha en el mundo. Si miramos nuestra región, evidentemente estas derechas son un fenómeno heterogéneo, que incorpora a partidos políticos tradicionales y otros de más reciente creación, pero también a movimientos políticos en sentido amplio y que representan distintas tendencias.
No hay que olvidar que tenemos dos expresiones: la más tradicional, propia de una índole partidaria y lo que podrían ser las derechas con carácter más populista. Estas últimas son las que han tenido mayor crecimiento en nuestra región en los últimos años, lo vemos por ejemplo en el fenómeno de Jair Bolsonaro (en Brasil) o en el respaldo electoral en la primera vuelta a lo que representa Javier Milei en Argentina.
Hay un resurgimiento de las derechas en América Latina que, en todos los casos, representa un desafío para la democracia, por lo menos para la democracia liberal o para la democracia vigente en la mayor parte de nuestra región. Porque pone en cuestión directamente las expresiones democráticas, las ciudadanas y los derechos asociados a las personas, que han sido conquistas de la acumulación de democracia en nuestros países; en el caso Argentina durante 40 años.
No tenemos que olvidar que estas nuevas derechas utilizan un discurso populista que toma demandas de los sectores populares. Esto comprende algunas claves: son fuertemente nacionalistas, defensores del espacio nacional, donde el tema de la migración se convierte en una amenaza. Además, las derechas son profundamente anti establishment o anti lo establecido.
Y cuando decimos esto, también estamos hablando de que son profundamente anti Estado. Mantienen una fuerte crítica a su papel y a todas las políticas públicas que desde el Estado se impulsan. Además, colocan allí como un elemento común de la expresión política a la corrupción. No podemos negar que en la política -en algunos casos- existe corrupción. Pero una cosa es analizar la corrupción como un fenómeno que puede aparecer y otra es colocarlo como la moneda corriente, una característica de lo que en Argentina se llama la “casta política”.
Afirmar que todo el sistema político es corrupto, es decir, extender esa idea de la corrupción a toda la clase política, implica entre otras cosas cuestionar profundamente el sistema democrático, porque los partidos políticos están en la base de la expresión de este sistema.
Preocupa este tipo de discursos. Porque atenta contra la base del sistema democrático, que son los partidos políticos, y erosiona la confianza de la ciudadanía, que justamente elige a esos partidos políticos para su representación. Además, evidentemente estas nuevas derechas, que no son tan nuevas o tan novedosas en este sentido, defienden el neoliberalismo a ultranza.
Son profundamente neoliberales, porque aluden a la reducción del gasto público, a minimizar lo más posible la intervención estatal o el protagonismo del Estado en la vida de nuestras sociedades Esto implica la privatización llevada al extremo de las empresas estatales, de los servicios públicos, de los recursos naturales y de cuestiones que a uno ni se le ocurriría pensar en Argentina como privatizar el mar. Significa poner los mercados una vez más en el centro y como reguladores de todos los aspectos de nuestra vida cotidiana.
Otra característica que tienen es el autoritarismo. Estas nuevas derechas tienen una tendencia claramente autoritaria, que se refleja en sus discursos, pero también en su defensa de la represión y de la seguridad colocada como un valor central. Y por lo tanto, para lograr esa seguridad todo parece válido, incluso la represión más extrema y el cuestionamiento a las instituciones básicas de la democracia. Estoy hablando del cuestionamiento a los poderes del Estado, es decir, al poder judicial, el poder legislativo y el poder ejecutivo.
Rechazo a los nuevos derechos y a los derechos sociales
Hay que tener mucho cuidado, porque ese autoritarismo implica el rechazo de algunos valores comunes que se han construido con mucho esfuerzo y durante mucho tiempo en nuestras sociedades, como pueden ser los valores asociados en términos generales a los nuevos derechos o a los derechos sociales. Estoy pensando en la diversidad, en los movimientos LGTBIQ+, el feminismo, el ambientalismo, es decir, toda esa agenda de nuevos derechos que es rechazada por medio de un ejercicio autoritario.
También está el tema de la identidad. Hay una defensa de algunos valores como constitutivos de esa identidad cultural, de esa identidad nacional, que es fundamental en el discurso y la movilización de algunos sectores que apoyan a estas derechas o nuevas derechas en esa construcción identitaria. Por supuesto, apegada a valores muy conservadores y muy fuertemente tradicionales, como la familia tradicional, la cuestión de lo nacional y otra vez más el rechazo a lo foráneo, a lo extranjero, a lo migrante y a todo lo diferente.
Hemos visto expresiones en Brasil con Jair Bolsonaro en su discurso nacionalista y anti inmigración durante su presidencia. Tampoco hay que olvidar al expresidente anterior de Chile, Sebastián Piñera, que es un ejemplo del neoliberalismo llevado al extremo en las políticas que impulsó frente a las privatizaciones, la articulación del mercado como centro de todo. En Perú, vimos también las campañas electorales de hace pocos años con Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori, como representante de estas nuevas derechas.
Antifeminismo
Hay un denominador común de todas estas derechas, una característica que sobresale cuando se empieza a analizar caso a caso: el antifeminismo. Estas nuevas derechas han adoptado un discurso profundamente antifeminista como parte de su estrategia política y como parte de su ideología profunda. Este discurso se basa en que el feminismo es un planteo radical que atenta contra los valores tradicionales de nuestras sociedades, contra la familia, contra la religión, contra la vida, contra los valores tradicionales. Y construye una serie de argumentos profundamente antifeministas o para atacarlo, que tienen que ver, en el caso de América Latina, incluso con esta expresión de la llamada “ideología de género”.
Esta es una cuestión recurrente en estos discursos que están apareciendo en todos nuestros países. En algunos casos con más éxito o más riesgo, como el de Argentina, donde está incluso en la disputa final por la Presidencia. Y en otros, ocupando un lugar secundario, como Uruguay, donde estos discursos están presentes en las cámaras legislativas.
Recordemos que el partido militar del Uruguay, el Cabildo Abierto, tiene tres bancas en el Senado (de un total de 30 integrantes). Allí los representan y llevan adelante este tipo de discursos, claramente antifeministas, que ha tenido un impacto directo negativo sobre el derecho de nosotras, las mujeres, en América Latina y el Caribe. Además, ha contribuido a estigmatizar a las feministas y al Movimiento de Mujeres, pretendiendo deslegitimar las demandas que las en América Latina venimos impulsando.
En definitiva, no nos olvidemos que cuando hablamos de feminismos, estamos hablando de un feminismo para todos y para todas. Porque también hay corrientes dentro del feminismo, como el feminismo liberal, conocido desde el punto de vista teórico a partir de una categorización de Nancy Fraser como el feminismo del 1 %, que defiende estas ideas liberales, o al que lo único que le preocupa en las desigualdades entre varones y mujeres son aquellas desigualdades en el mercado en sentido amplio. Particularmente, en el mercado de trabajo, es decir, la brecha salarial, las diferentes ocupaciones a las que acceden unos y otras.
Hablamos de una perspectiva feminista desde el punto de vista de derecho y de derechos en sentido amplio. El discurso antifeminista que está avanzando en nuestra región es contra eso y representa un desafío para el avance de esta nueva agenda de derechos sociales en general. Además, está generando un clima de hostilidad hacia las mujeres feministas en la región que creíamos superado. Porque cuando surgió el feminismo, quienes se declaraban feministas eran vistas con cierta distancia y hostilidad.
El Movimiento Feminista avanzó muchísimo en América Latina en poner determinados temas en la agenda pública. Y ahora viene este mecanismo de reacción integrado por mujeres y por varones que pretende hacer retroceder todo el avance de esa agenda. Lo preocupante es que pretenden hacer retroceder la cultura de la igualdad en sentido amplio y en sus distintas dimensiones, donde una central es el respeto hacia los derechos de las mujeres y las disidencias.
Entonces, ese retroceso de nuevos derechos sociales no es una amenaza, sino una posible realidad. Ya vimos lo que ocurre en los países donde este tipo de discursos resultan exitosos y llegan al poder. Insisto: pensemos en la experiencia reciente de Brasil y lo que fue el país bajo el gobierno de Jair Bolsonaro.
El Brasil de Bolsonaro le dio la espalda prácticamente a toda la región desde discursos nacionalistas. Hoy, sabemos que si no están en medio de procesos de integración regional, nuestros países están condenados a aislarse, a no poder salir de problemas de la esfera económica o social.
*Directora ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Uruguay.
CLASCSO, Buenos Aires.