POR GUSTAVO BOLÍVAR MORENO
Hace un año, tres meses y algunos días, bajo un sol pleno, una brisa alegre y fresca y ante miles de rostros sonrientes y pletóricos de esperanza, se posesionó Gustavo Petro Urrego como el primer presidente de la izquierda democrática en la historia de Colombia. Fue un día grandioso y hasta de lágrimas para quienes anhelamos la paz de Colombia, la transparencia en la gestión pública, el cuidado de nuestro ambiente para mitigar el cambio climático y el pago de la cuota inicial de la deuda social con los excluidos de nuestro país.
El discurso del Presidente, uno de los mejores que le hemos escuchado, acrecentó la esperanza de los 11.3 millones de compatriotas que votamos por él, pero le faltó un detalle que hoy nos puede estar pasando factura. Advertir a los colombianos que cambiar un país inmerso en la violencia desde 1948, sometido por la corrupción desde hace más de un siglo y sumido en el hambre, la pobreza y la desigualdad, desde que nacimos como República, no se hace de la noche a la mañana, no es cuestión de chasquear los dedos o blandir una varita mágica. Y como veníamos de padecer el gobierno de Duque que pareció de un siglo, pensamos que cuatro años eran mucho y no. Cuatro años a la hora de “hacer”, no son nada, son un soplo. Tan poquito que ya solo nos quedan dos años, ocho meses y unos días…
La realidad de los tiempos nos ha hecho aterrizar el entusiasmo de barriga. Ya se nos fueron un año y tres meses. El primer semestre se nos fue haciendo una Reforma Tributaria que por su alto recaudo y por quien la paga, es la más progresiva de la historia y con ella se fondeará el cambio porque esto es con plata. Y el segundo semestre se nos fue trazando la hoja de ruta, es decir, discutiendo y aprobando el Plan Nacional de Desarrollo, el más progresista y ambicioso de la historia. Un año completo y muy corto para empezar, pero un año infernal y muy largo para soportar a la gavilla de la ultraderecha amplificada por un sector de la prensa que se politizó a conveniencia de sus propietarios. Entre ambos le han hecho la vida imposible a nuestro presidente. Calumnia va, calumnia viene, tergiversaciones terribles y malintencionadas como la de esta semana con el supuesto incremento del predial al 300% y una intromisión indamisible en la vida privada del mandatario.
Las mentiras diarias, sumadas a nuestros propios errores y desafortunados escándalos, que no podemos negar y menos a tapar, y a unas comunicaciones deficientes e incapaces de contrarrestar la orquestada y muy eficiente estrategia de la derecha para desprestigiar al gobierno, agrandar sus errores y minimizar sus logros, han ido construyendo el relato de un “supuesto” mal gobierno que está desilusionando a la gente. Y digo “supuesto” porque las cifras macroeconómicas dicen lo contrario. Desempleo en 9,35, más bajo que en prepandemia, inflación cediendo hace siete meses, deforestación en sus más bajos niveles en diez años, dólar a 4.000 (más barato que el dejado por Duque), cero expropiaciones, reactivación del campo y reforma agraria en marcha, incremento del turismo, históricos decomisos de cocaína, el posicionamiento y liderazgo internacional del presidente en temas ambientales y de justicia tributaria mundial, la reducción del déficit fiscal, los acuerdos bilaterales de cese al fuego con los dos grupos guerrilleros que aún quedan y una larga lista de realizaciones que las deficientes comunicaciones de Palacio no han sabido llevar a todos los rincones del país porque seguimos asumiendo que el mundo, en su todo, vive en las redes sociales y no es así.
Prometer un cambio en un país donde nada funciona, implica surtir procesos económicos y sociales que obligan a abordar la solución de los problemas no solo desde lo económico sino también desde lo cultural. Hay varias etapas necesarias para consolidarlo. La principal es el cambio de mentalidad, la revolución de las conciencias para lograr una verdadera trasformación cultural. Y eso conlleva unos tiempos, a veces generaciones enteras. Eso es lo que le faltó decir a nuestro presidente en campaña y en su discurso de posesión. Entiendo que quizá no lo haya mencionado por evitar la suspicacia de la oposición en el sentido de que hablar de un cambio a largo plazo, podría interpretarse como una velada intención de querer quedarse hasta más allá de 2026.
Lo cierto es que ante la imposibilidad física de cambiar un país caótico, injusto, violento y corrupto en pocos meses, casi de inmediato, como la gente pensaba que se podía hacer, la derecha está aprovechando la circunstancia y siembra con éxito la narrativa de un mal gobierno, con la ayuda de los aludidos medios, la Andi, las siete familias presidenciales que llevaron el país a la debacle y que hoy están todas en su contra, la ultraderecha encabezada por Uribe y Vargas lleras y lo impensable, un sector del Centro y del Partido Verde que se eligió con la popularidad de Petro el año pasado pero que hoy, por las maniobras exitosas de la derecha, se suman a la derecha.
Toda esta gavilla, sin ética ni altura, a veces infantil y caricaturesca, ha logrado tejer una mala imagen del presidente con calificativos diarios como loco, guerrillero, enfermo, desaparecido, adicto, inepto, ególatra, amigo de secuestradores, amigo de terroristas, antisemita, etc y lo que es peor, con constantes campañas de miedo mantienen al país bajo una atmosfera de pesimismo para bajarle la moral a la gente, para llenar de rabia al sector manipulable de la población, para desalentar a los empresarios, para alejar el turismo y la inversión extranjera.
Quieren convertir el antipetrismo en su caballo de batalla en las alecciones de 2026. Amenazaron con parálisis del país con la Reforma Tributaria, amenazan con apagones si no dejamos al sector electrico seguir abusando de los usuarios. Amenazan con parálisis en la Salud si no dejamos a las EPS seguir manejando 70 billones anuales sin control alguno. Inventan que la escasez de medicamentos es culpa del gobierno.
Nunca dicen que la inflación y el bajo crecimiento son fenómenos mundiales, ni que las guerras están encareciendo los alimentos, que las altas tasas de interés en EEUU producen fuga de divisas en Colombia y mucho menos advierten que China está desacelerando y que su economía es tan grande que lo que allí pase repercute en el resto del planeta. Todo se lo atribuyen a Petro sin asco a pesar de que el gobierno, en su empeño de manejar la economía con seriedad, toma medidas impopulares pero necesarias como el alza de la gasolina, por citar un ejemplo.
Lo peor es que no hay, de parte del gobierno, una estrategia para detener esta andanada de ataques, noticias falsas y calumnias. La defensa la hacen algunos influencers convencidos, la gente en las redes espontáneamente y algunos congresistas, no todos. Increíble.
No hay una estrategia para contarle a la gente, masivamente, que el alza de la gasolina de más del 50 % que ha golpeado fuertemente a las clases medias, se debe a que estamos pagando una deuda inmensa que dejó el gobierno Duque y que de no asumir, estuviéramos llevando el país hacia un default (impagabilidad del déficit).
Pero no sólo las malas comunicaciones inciden en que el gobierno no logre instalar su propio relato, el del buen gobierno. Algo urgente de hacer. En ello juegan un papel muy importante los partidos de gobierno. Partidos que no han sabido capotear la mala prensa ni amortiguar las calumnias de la oposición porque viven inmersos en el día a día electoral. En el interés personal, en el nepotismo, en la figuración de sus directivos, en su aburguesamiento. El Pacto Histórico, la coalición llamada a gobernar a Colombia por los próximos 20 años, se desdibuja cada día en sus propias contradicciones: Construir una opción de izquierda democrática pero sin democracia interna.
Con listas cerradas, elaboradas a dedo, en las que priman intereses partidistas y familiares, el Pacto labra su propio desprestigio por su incapacidad de representar los anhelos de millones de militantes que no logran participar del debate electoral por falta de reglas democráticas. Lo sucedido el 29 de julio, fecha en que se cerraban las inscripciones para participar en las elecciones del 29 de octubre es lamentable e inaceptable. Unos partidos anquilosados tratando de elaborar desde Bogotá las listas a los concejos y asambleas de todos los municipios de Colombia. Desde luego la incapacidad física de expedir miles de avales en el ultimo minuto previo al cierre de inscripciones los desbordó y cientos de nuestros candidatos se quedaron sin poderse inscribir y otros cientos se fueron a pedir aval a otros partidos. Perdimos muchos liderazgos valiosos en los territorios que hoy tratamos de recuperar.
El Pacto hoy está reducido a ser una confederación de partidos que se coaligan cuando les conviene y se dividen cuando también les conviene. No hay reglas claras. En algunos lugares el pacto avala pero el Mais o el Polo o la UP o la misma Colombia Humana salen a avalar otros nombres dándose el caso en algunos lugares de Bogotá y de Colombia de varias listas de partidos del Pacto disputándose las mismas curules, las mismas alcaldías o gobernaciones. El desorden y la anarquía aquí es ley. ¿Entonces cómo defender al gobierno desde los partidos si el mismo Pacto está en crisis, aunque algunos dirigentes la nieguen?
Ni qué decir de Colombia Humana, el partido del presidente Petro, que en la práctica no existe. No hay partido. El mismo Presidente tuvo que desmantelarlo para llevarse sus líderes y algunas directivas al gobierno (Susana Mohamad al Minambiente, Dagoberto Quiroga a la Superservicios, Jorge Rojas y Álvaro Moisés Ninco a las embajadas de Bélgica y México, Daniel Rojas a la SAE, por nombrar sólo cinco de ellos).
El vacío que han dejado estos líderes y lideresas naturales de la Colombia Humana no ha podido ser llenado y el partido con más adeptos en Colombia, quedó en manos de personas con buena voluntad pero sin experiencia que no han podido cohesionar a las bases del partido. La necesidad que tuvo el Presidente de llevarse esos cuadros al gobierno es un síntoma de la falta de formación de cuadros dentro del progresismo en Colombia.
En esa práctica de llevarse los cuadros de los partidos al gobierno incurrieron los presidentes de la primera ola progresista en latinoamérica menos el hoy presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Su partido, Morena, no cayó en esa dinámica y se dedicó a formar cuadros a través de escuelas de formación y centros de pensamiento. Hoy Morena tiene 2.322.136 militantes (979.102 hombres y 1.343.034 mujeres) controla las dos cámaras del Congreso (201diputados en Cámara y 59 senadores en la cámara alta) tiene 23 de las 32 gobernaciones, el 24,5% de todas las alcaldías de México y el presidente AMLO se aproxima al final de su mandato con casi el 70 % de popularidad, uno de los más altos del mundo. Además, Claudia Sheinbaum, la candidata del partido Morena, es favorita a suceder a López Obrador.
¿Cómo lo lograron ellos y por qué no lo podemos lograr nosotros? Traigo a colación este proceso del Morena en México porque lo sucedido aquí, escribo esto desde Ciudad de México, es muy similar a lo que está sucediendo hoy en Colombia. En campaña decían que López Obrador convertiría a México en otra Venezuela, que iba a expropiar a todo el mundo, que estaba financiado por los rusos y mil mentiras más. Ya elegido, el primer año de López Obrador fue una pesadilla. El ataque a su gobierno desde la oposición y un sector de la prensa fue despiadado desde el día uno, igual que le sucede a Petro. ¿Entonces cómo logró terminar con 70% de popularidad y estar a las puertas de elegir a una de sus candidatas para sucederlo?
La respuesta suena sencilla porque tiene solo dos componentes: partido fuerte y organizado y comunicaciones efectivas. Las dos cosas de las que carece Petro en Colombia. Luego lo que hay que hacer salta a la vista. Fortalecer el partido de gobierno y mejorar las comunicaciones. El tema del partido lo tenemos que resolver las bases y lo estamos empezando a hacer. Nos estamos congregando y estamos hablando con varios partidos de latinoamérica para reforzar la formación política, especialmente en los territorios donde, por el mismo desorden y algunas medidas arbitrarias de los partidos y del Pacto, persisten profundas divisiones. El tema de las comunicaciones depende única y exclusivamente del presidente. En primer lugar fortaleciendo su equipo de comunicaciones con expertos, si toca internacionales y en segundo lugar siendo él mismo su propio vocero. Esto implica tiempo y disciplina. Crear audiencias, fidelizar adeptos requiere de repetición en el tiempo. Lo de AMLO no es gratuito. Asumió su propia vocería y empezó, día a día, de lunes a viernes a la misma hora, a desmentir una a una las calumnias de sus detractores. Nunca ha fallado. Prefiere perderse una cita con Biden a dejar de hacer sus “mañaneras” ya famosas en todo el país. De hecho a Colombia fue un sábado porque no quería dejar su rueda de prensa. Y si por fuerza mayor no puede estar en México, aunque viaja poco, hace “las mañaneras” desde donde esté.
Petro no tiene otro camino. Sino todos los días, por lo menos una vez a la semana, como lo hacía Correa en Ecuador los sábados.
Con quienes conversamos a cerca de esto, que son muchas personas, me dicen “Petro no tiene ni la disciplina ni la disponibilidad de agenda para amarrarse a un horario”. No es cierto. Antes de ser presidente ya Petro tuvo la disciplina de colonizar un horario. Sucedió en “Los Gustavos”, el espacio que tuvimos por más de un año, domingo a domingo, de 7 a 9 de la noche, ininterrumpidamente. Allí, a través de casi 60 columnas de opinión, Petro pudo exponer casi todas sus tesis ideológicas y programáticas. En ese espacio en el que leíamos nuestras columnas dominicales, Petro pudo hablarle al mundo de todos los temas habidos y por haber. Allí empezaron a entenderle su discurso del cambio climático, el tema de las profundas desigualdades que generan violencia, la transición energética, el reemplazo de divisas del turismo por las de combustibles fósiles, la paz total. Para no ir tan lejos allí nació, de una columna suya, el proyecto “Pacto Histórico” que hoy lo tiene gobernando.
¿Entonces por qué no pedirle que vuelva a colonizar un horario de la semana en la que todos los colombianos lo escuchemos contando todo lo que se hace en el gobierno y también desmintiendo una a una las calumnias y tergiversaciones de la oposición y sus medios?
Si Petro toma la vocería de su gobierno en sus propias manos, muchas cosas van a cambiar. Ojalá escuche este clamor que ya es colectivo. Nos angustia que el tiempo pasa y la mentira sigue ganando batallas. Nos angustia que nos quedan dos años, ocho meses y unos días para que la gente se convenza de que este es un gobierno serio, honesto, que está llevando bienestar a la Colombia oculta donde nunca antes llegó. Nos angustia que de no revertir el relato sembrado por la oposición o por los medios, en dos años, ocho meses y algunos días, estemos eligiendo un fascista para suceder a Petro. Esto no es alarmismo. Hoy es una posibilidad real. Los que saquearon, violentaron y empobrecieron a Colombia, alistan sus candidatos para asumir el poder. Son neoliberales, no creen en el cambio climático, aplauden el genocidio, roban y dejan robar a Colombia. Tienen como líder a un imputado por la justicia y algunos son tan violentos que, sin sonrojarse, muestran armas y balas de fusil como solución a los problemas de Colombia.
Presidente, y quien lee esto: O nos movemos o nos jodemos. O nos unimos a defender al gobierno o nos hundimos. Si la ultraderecha regresa al poder lo hará por varias décadas. Ya saben lo que les ha costado vivir sin el erario, sin el poder, sin las coimas, sin los privilegios que se habían repartido para ellos, sus amigos y familiares. No volverán a permitir que la izquierda gobierne. Usarán todas sus artimañas y su corrupción para impedirlo. Los jóvenes volverán a ser blanco del odio estatal y de la represión violenta. Los campesinos volverán a ser despojados de sus tierras. Nuestros recursos naturales volverán a ser fereados al mejor postor.
El único camino para impedir la debacle en 2026 es prepararnos, organizarnos, llevar el Partido a los barrios, rodear a nuestro presidente, difundir sus mensajes, desmentir a los medios y a los calumniadores con paciencia. Que los ministros del actual gobierno se muevan con eficiencia, honestidad y microgerencia a ejecutar los casi 100 billones de pesos anuales que tendrán para inversión. Que las próximas listas al Congreso sean cuidadosamente seleccionadas para impedir la llegada de manguitos, oportunistas y paracaidistas que no llevan nuestras causas en el corazón y no luchan por ellas. La democracia interna debe imperar en la escogencia de los candidatos a la Cámara y el Senado, también para quienes aspiren a suceder a Gustavo Petro. Que los candidatos presidenciales se bajen de la nube y disimulen un poco sus enormes ambiciones y trabajen primero en consolidar el cambio o no van a suceder a nadie.
No podemos perder un segundo más mientras el fascismo avanza incontenible. Si en 2026 la ultraderecha vuelve al poder, no habrá mañana para los nadies ni para los jóvenes como no hubo ayer para ellos cuando los reaccionarios estuvieron en el poder.
No lo olviden: Nos quedan dos años, ocho meses y unos pocos días… Un abrir y cerrar de ojos.