Covid-19: el mundo de la pospandemia y sus intríngulis económico y geopolítico

POR GILBERTO LOPES /

El presidente Joe Biden había reiterado su pretensión de que Estados Unidos asumiera el liderazgo en la lucha con la Covid-19. En febrero prometió cuatro mil millones de dólares para Covax, una iniciativa internacional que pretendía comprar vacunas contra la Covid y distribuirlas en los países con menores recursos.

Una de sus primeras iniciativas internacionales –la conferencia de la Quad, una coalición con tres de sus principales aliados asiáticos: India, Japón y Australia– tuvo entre sus objetivos promover la producción de vacunas en la India.

El presidente se reunió, en conferencia virtual, con los líderes de los tres países, el pasado 12 de marzo, para reactivar una iniciativa que no era nueva, pero que adquiría renovada importancia en el marco de la confrontación con China y los desafíos de la pandemia.

Jen Psaki, portavoz de la Casa Blanca, había anunciado, en vísperas de la reunión, que se iban a discutir diversos temas que preocupaban a la comunidad internacional, desde la amenaza de la Covid hasta la cooperación económica y la crisis climática.

La reunión de la Quad pretendía anunciar un acuerdo de financiamiento de la producción de vacunas en la India, algo sobre que Nueva Delhi había insistido, para contrarrestar la vasta diplomacia de la vacuna desplegada por China, señalaron diplomáticos norteamericanos a la prensa.

Pero no se trataba solo de China, sino de Asia, en opinión del exsecretario de Defensa, el general James Mattis y de los expertos Michael Auslin y Joseph Felter, para quienes el diálogo sobre seguridad en el marco de la Quad es la principal tarea de Biden en el inicio de su gobierno. En un artículo publicado en la revista Foreign Policy, en marzo pasado, señalaron que ese diálogo ofrece las mejores oportunidades para hacer frente al desafío chino.

Biden recibe la vacuna anti Covid-19.

Que el desafío en Asia es enorme queda en evidencia cuando se anuncia que, al final de la semana pasada, India registraba más casos que cualquier otro país, con más de 125 mil diarios, superando a Brasil, que venia ocupando ese primer lugar. En Bangladesh lo casos diarios eran pocos –menos de ocho mil– pero también estaban batiendo records, lo mismo que en Pakistán, donde el Presidente, el Primer Ministro y el Ministro de Defensa estaban entre los infectados. Con exámenes prácticamente inexistentes en las áreas rurales, es probable que en los tres países las cifras reflejen mal el número real de casos existentes.

Si la tendencia continúa, decía la revista The Economist, el sudeste asiático, donde vive un cuarto de los seres humanos de la Tierra, pronto superará la Unión Europea como centro de la pandemia. Habiendo sufrido ya más de 200 mil muertes, “la región podría estar al borde de una tragedia aun mayor”.

La guerra de las vacunas

La semana pasada The Economist dedicó su edición a la pandemia y sus efectos. Recordó que el 7 de abril tanto Gran Bretaña como la Unión Europea reconocieron que había fuertes evidencias de que la vacuna de AstraZeneca podría estar vinculada a un extraño tipo de coágulos en el cerebro o en el abdomen.

El diario inglés The Guardian anunciaba, el sábado 10 de abril, que los servicios de emergencia de los hospitales británicos estaban inundados de pacientes con leves efectos colaterales de la vacuna. Había mucho temor ante la posibilidad de consecuencias más graves. Pero después de 20 millones de dosis aplicadas en el país, la realidad era que solo 79 personas habían tenido reacciones de este tipo y 19 habían muerto. Cifras que, según los expertos, son normales, o aun inferiores a los efectos secundarios de cualquier otra vacuna, ninguna de las cuales, pese a su enorme efectividad, deja eventualmente de tenerlos.

Estados Unidos también estaba adoptando medidas para reforzar la producción en su propio territorio, promoviendo una alianza entre dos grandes rivales –Merk y Johnson & Johnson– en un ambicioso plan para hacer del país un proveedor mundial de la vacuna.

Sobre eso trató un largo reportaje publicado por la revista Vanity Fair, en el que la periodista Katherine Eban analizaba las dificultades que enfrenta Estados Unidos para el logro de ese objetivo.

El escenario internacional le parece gris. Por un lado, aunque diversas vacunas están ya a punto, una nueva y mortal variedad del virus, conocida como P1, estaba devastando Brasil, provocando el colapso del sistema de salud del país y extendiéndose por el mundo.

Por otro, la vacuna de AstraZeneca, que prometía ser ideal para los países en desarrollo debido a su bajo precio y facilidad de manejo, despertó desconfianzas luego de los anuncios de que provocaba coágulos peligrosos, que ponían en riesgo la vida de las personas. Aunque el riesgo era mínimo, desató una crisis que obligó a diversos gobiernos a suspender su aplicación mientras se avaluaba más a fondo la denuncia, finalmente desechada, pero sin despejar del todo el temor entre algunos sectores de la población en el mundo.

Un caso escandaloso

Eban cerraba su artículo con una referencia a otro problema. La semana pasada –afirmó– estalló una denuncia sobre problemas en la elaboración de vacunas de Johnson & Johnson en una planta de la empresa de biotecnología Emergent BioSolutions, en Maryland, que obligó a desechar 15 millones de dosis (suficientes para inocular toda la población de un pequeño país, como casi todos de Centroamérica o del Caribe).

El caso ya había sido tratado en detalle en otro artículo, publicado en el New York Times el pasado 6 de abril.

“Hace más de ocho años el gobierno federal había apostado por medidas de seguridad para evitar la escasez de vacunas durante una pandemia”, afirma el artículo. La empresa era entonces responsable de la producción de cerca de la mitad de las vacunas contra el ántrax, parte de las Reservas Estratégicas Nacionales, un proyecto cuyo costo era de 500 millones de dólares anuales.

Emergent recibió, además, 163 millones de dólares de un contrato federal para mejorar sus instalaciones y estar lista para lograr un alto volumen de producción cuando sea necesario, señala el reportaje.

Cuando estalló la pandemia, la fábrica era la más importante en los Estados Unidos para la producción de vacunas, como las que habían sido desarrolladas previamente por Johnson & Johnson y AstraZeneca. Alcanzaron a producir 150 millones de dosis hasta hace un par de semanas.

Pero ni una sola de esas dosis se había podido usar porque la fábrica no estaba debidamente certificada. Otros quince millones de dosis tuvieron que ser destruidas porque las de Johnson se habían contaminado con las de Astra. Entre octubre y enero la empresa había descartado cinco lotes más de vacunas de AstraZeneca, cada uno con dos o tres millones de dosis.

La compañía, según los datos publicados por el NYT, no cumplió con los plazos exigidos por el gobierno para la fabricación de otras vacunas. “Diversas auditorías mostraron cuán pobremente preparada estaba la empresa para la enorme tarea a la que se había comprometido”, aseguran.

Funcionarios del gobierno, en privado, admitían que estaban comprometidos en un matrimonio infeliz con Emergent y que Johnson & Johnson, cuya experiencia de fabricación está, sobre todo, en el extranjero, no estaba en condiciones de reemplazarla para enfrentar el desafío.

En todo caso, la administración Biden enfrenta también otro problema. Acuerdos firmados por su antecesor con las empresas productoras no permiten la exportación de vacunas, ni siquiera donarlas, para evitar eventuales problemas legales, lo que hace más difícil el esfuerzo de liderar el combate a la pandemia, como se proponía Biden.

Un mundo más saludable

Debemos hacer las pruebas de las vacunas para la Covid-19 estén disponibles para todos. Es hora de construir un mundo más saludable y más justo para todos, se puede leer en la página de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la misma institución a la que Trump acusó de estar sometida a los intereses chinos y de la que se retiró. Biden se apresuró a reincorporarse a la organización apenas asumió el poder.

Al contrario de Estados Unidos, China ha dado prioridad a la exportación de vacunas. Había exportado 115 millones de dosis, más del doble que la India y la Unión Europea (UE) juntas.

Pero, en opinión de James Palmer, editor de Foreign Policy, el programa no tenía el éxito esperado, pues las vacunas Sinovac y Sinopharm “no inspiraban confianza”. Se discute su nivel de eficacia que, según Palmer, la OMS habría estimado en alrededor de 70%, frente a más de 90% de las vacunas occidentales. Un cálculo contra cuya acuciosidad advierten los expertos, por las condiciones muy diferentes en que cada vacuna fue probada.

Solo 39% de los ciudadanos de Hong Kong estarían dispuestos a tomar las vacunas chinas, asegura Palmer, refiriéndose precisamente a un escenario donde Estados Unidos y parte de Europa presionan fuertemente los intereses chinos.

El otro escenario de esa confrontación es la región autónoma de Xijiang donde, según el Secretario de Estado, Antony Blinken, se estaría produciendo un genocidio contra la etnia uigur.

Como consecuencia, Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá e Inglaterra impusieron sanciones a funcionarios chinos, medida que Beijing respondió con sanciones aun mayores a funcionarios de cada país.

Un intercambio que no va a facilitar la aprobación del reciente acuerdo comercial firmado por Beijing con la Unión Europea luego de siete años de negociaciones, pero que necesita de ratificación en el Parlamento Europeo, dominado por fuerzas muy conservadoras.

Pese a todo, el presidente Xi Jinping y la canciller alemana, Angela Merkel, conversaron por teléfono el pasado miércoles 7. China es el mayor socio comercial de Alemania desde hace cinco años, lo que no hace sencillos los esfuerzos de Washington por confrontar a los dos países.

Xi Jiping se manifestó contrario a la politización de las vacunas y propuso la cooperación de la comunidad internacional para garantizar una distribución justa y razonable.

Poco después, el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, anunció el interés de conversar con Moscú para obtener la vacuna Sputnik V, rechazando la posición de la UE, que se niega a negociar con los fabricantes rusos de la vacuna.

Con las tensiones con Rusia escalando, sobre todo de cara al conflicto en Ucrania, y con las presiones norteamericanas aumentando, la posición alemana rompe la política comunitaria.

El presidente del gobierno bávaro, el conservador Markus Söder, anunció también la firma de un precontrato con los productores de la vacuna rusa. Hechos los necesarios controles de seguridad, la compañía bávara R-Pharm podría producir y tener 2.5 millones de dosis listas en julio.

El otro escenario en esa carrera por las vacunas es el que se desarrolla en Cuba, con cinco variedades actualmente en diferentes grados de experimentación. Dos de esas variedades ya están en ensayos de última etapa que, en caso de resultar favorables, podrian permitir vacunar toda la población de La Habana –cerca de 1.7 millones de personas– en mayo. Y, en agosto, haber vacunado a casi toda la población. Sería el primer caso de un país que habría logrado esos resultados.

Pero las vacunas cubanas permitirán también atender la demanda de países bloqueados por Washington, en particular Venezuela e Irán, donde también serían probadas. El éxito de las pruebas permitirían la fabricación conjunta de hasta 40 millones de dosis.

La guerra por las vacunas introduce un factor nuevo en el escenario político mundial, que se superpone a las crecientes tensiones entre Washington, Moscú y Beijing, sin que sea posible prever si el llamado de la OMS a poner las vacunas a disposición de todo el mundo contribuirá a limar ciertas asperezas, o si esas asperezas harán finalmente imposible atender la necesidad de vacunar a tdo el mundo para controlar la pandemia.

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.