Llegó la hora de enterrar la injerencista Doctrina Monroe

POR VIJAY PRASHAD /

En 1823, James Monroe, entonces presidente de Estados Unidos, declaró ante el Congreso que su gobierno se opondría a la injerencia europea en las Américas. Lo que Monroe quería decir era que, a partir de entonces, Washington trataría a América Latina y el Caribe como su “patio trasero”, basándose en una política conocida como la Doctrina Monroe.

Durante los últimos 200 años, Estados Unidos ha operado en las Américas siguiendo esta línea, ejemplificada por las más de 100 intervenciones militares contra países de la región. Desde la caída de la Unión Soviética en 1991, EE.UU. y sus aliados del Norte Global han intentado ampliar esta política hasta convertirla en una Doctrina Monroe Global, de forma más destructiva en Asia Occidental.

La violencia de la Doctrina Monroe

Dos décadas antes de la proclamación de Monroe, tuvo lugar en Haití la primera revolución anticolonial del mundo. La Revolución haitiana de 1804 supuso una grave amenaza para las economías de plantación de las Américas, que dependían de la mano de obra esclavizada procedente de África, por lo que Estados Unidos lideró un proceso para sofocarla y evitar que se extendiera. Mediante intervenciones militares estadounidenses en toda América Latina y el Caribe, la Doctrina Monroe impidió el auge de la autodeterminación nacional y defendió la esclavitud de las plantaciones y el poder de las oligarquías.

No obstante, el espíritu y la promesa de la Revolución haitiana no pudieron extinguirse, y en 1959 volvieron a encenderse con la Revolución cubana, que a su vez inspiró luchas revolucionarias en todo el mundo y, sobre todo, en el llamado patio trasero de Estados Unidos. Una vez más, EE.UU. inició un ciclo de violencia para destruir el ejemplo revolucionario de Cuba, impedir que inspirara a otros y derrocar a cualquier gobierno de la región que intentara ejercer su soberanía.

Juntas, las oligarquías estadounidense y latinoamericana lanzaron varias campañas, como la Operación Cóndor, para reprimir violentamente a la izquierda mediante asesinatos, encarcelamientos, torturas y cambios de régimen. Estos esfuerzos culminaron en una serie de golpes de Estado contra las fuerzas de izquierda en la República Dominicana (1965), Chile (1973), Uruguay (1973), Argentina (1976) y El Salvador (1980). Los gobiernos militares que se instalaron posteriormente anularon la agenda soberanista e impusieron en su lugar un proyecto neoliberal. América Latina y el Caribe se convirtieron en terreno fértil para las políticas económicas que beneficiaban a los monopolios transnacionales dirigidos por Estados Unidos. Washington cooptó a amplios sectores de la burguesía de la región, vendiéndoles la ilusión de que el desarrollo nacional vendría de la mano del crecimiento del poder estadounidense.

Olas progresistas

A pesar de esta represión, oleadas de movimientos populares siguieron conformando la cultura política de la región. Durante las décadas de 1980 y 1990, estos movimientos derrocaron las dictaduras militares instauradas por la Operación Cóndor e inauguraron un ciclo de gobiernos progresistas inspirados en las revoluciones cubana y nicaragüense e impulsados por la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998. La respuesta de Estados Unidos a este auge progresista estuvo impulsada una vez más por la Doctrina Monroe, ya que pretendía asegurar los intereses de la propiedad privada por encima de las necesidades de las masas. Esta contrarrevolución ha empleado tres instrumentos principales:

  1. Golpes de Estado. Desde 2000, Estados Unidos ha intentadollevar a cabo golpes de Estado militares «tradicionales» en al menos veintisiete ocasiones, y algunos de estos intentos tuvieron éxito, como en Honduras (2009), mientras que muchos otros fueron derrotados, como en Venezuela (2002).
  2. Guerras híbridas. Además de los golpes militares, EE.UU. también ha desarrollado una serie de tácticaspara someter a los países que intentan construir su soberanía, como la guerra de la información, la guerra jurídica (lawfare), la guerra diplomática y la interferencia electoral. Esta estrategia de guerra híbrida incluye la fabricación de escándalos de destitución (por ejemplo, contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012) y medidas “anticorrupción” (como por ejemplo, contra Cristina Kirchner en Argentina en 2021). En Brasil, EE.UU. trabajó con la derecha brasileña para manipular una plataforma anticorrupción con el fin de destituir a la entonces presidenta Dilma Rousseff en 2016 y encarcelar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2018, lo que llevó a la elección del ultraderechista Jair Bolsonaro en 2018.
  3. Sanciones económicas. El uso de medidas coercitivas ilegales y unilaterales —incluidas las sanciones económicas y los bloqueos— es un instrumento clave de la Doctrina Monroe. EE.UU. ha empleado tales instrumentos durante décadas (desde 1960 en el caso de Cuba) y ha ampliado su uso en el siglo XXI contra países como Venezuela. El Centro Latinoamericano de Geopolítica Estratégica (CELAG) demostróque las sanciones de Estados Unidos contra Venezuela provocaron la pérdida de más de tres millones de puestos de trabajo entre 2013 y 2017, mientras que el Centro de Investigación Económica y Política descubrió que las sanciones han reducido la ingesta calórica de la población y ha aumentado las enfermedades y la mortalidad, matando a 40.000 personas en un solo año y poniendo en peligro la vida de otras 300.000.

Poner fin a la Doctrina Monroe

Los intentos de Estados Unidos de desarticular la política progresista en América Latina, respaldados por la Doctrina Monroe, no han tenido éxito del todo. El retorno de gobiernos de izquierda al poder en Bolivia, Brasil y Honduras tras regímenes de derecha apoyados por Estados Unidos ilustra este fracaso. Otra señal es la resistencia de las revoluciones cubana y venezolana. Hasta la fecha, aunque los esfuerzos por expandir la Doctrina Monroe por todo el mundo han causado una inmensa destrucción, no han conseguido instalar regímenes clientelares estables, como vimos con la derrota de los proyectos estadounidenses en Afganistán e Irak. No obstante, Washington sigue adelante y ha trasladado su atención a la región Asia-Pacífico para enfrentarse a China.

Hace doscientos años, las fuerzas de Simón Bolívar derrotaron al Imperio español en la Batalla de Carabobo de 1821 y abrieron un periodo de independencia para América Latina. Dos años más tarde, en 1823, el gobierno estadounidense anunciaba su Doctrina Monroe. La dialéctica entre Carabobo y Monroe sigue dando forma a nuestro mundo, con la memoria de Bolívar impregnada en la esperanza y la lucha por una sociedad más justa.

@vijayprashad

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