A 75 años de la ‘Nakba’, urge acabar con la criminal operación israelí de limpieza étnica contra el valeroso pueblo palestino

CRONICÓN.NET /

Cada 15 de mayo, los palestinos del mundo entero recuerdan la pérdida de su territorio patrio, en 1948.

En este mes de mayo de 2023, el mundo rinde homenaje en el 75 aniversario de la infame campaña de limpieza étnica a las millares de víctimas del pueblo palestino que fueron objeto de la acción denominada Nakba (en árabe tragedia o catástrofe), en la que al menos 750.000 palestinos fueron exiliados a la fuerza de sus hogares y sus tierras por parte de milicias sionistas.

Más de 450 pueblos y ciudades palestinos fueron destruidos durante esta criminal y atroz acción de limpieza étnica. En el proceso, las fuerzas israelitas cometieron atrocidades masivas, como las masacres de Deir Yassin y Tantura. Hasta el día de hoy se siguen desenterrando fosas comunes en Palestina.

Esta vil acción perpetrada por el Estado de Israel ha marcado las vidas de los palestinos durante tres cuartos de siglo.

Los voceros del movimiento sionista aseguraron que no desposeerían al pueblo palestino. Pero, como escribe Fayez Sayegh en su estudio seminal sobre El colonialismo sionista en Palestina, “abundan las pruebas de que, en realidad, su objetivo era nada menos que la sionización y la desarabización completas de Palestina desde el principio; y, cuando surgió la oportunidad en 1948, los sionistas no perdieron tiempo en empujar a los árabes a través de las fronteras”.

De hecho, documentos desclasificados accidentalmente muestran que el primer ministro de Israel, David Ben Gurion, apoyó la “aniquilación” de pueblos palestinos, y un ministro de su gobierno confesó haber ignorado los crímenes cometidos durante la Nakba: “Digamos que se produjeron casos de violación… Puedo perdonar casos de violación”. Hasta la fecha, las organizaciones palestinas encuentran fosas comunes abandonadas tras las masacres perpetradas hace 75 años.

En Silwan, Jerusalén, aproximadamente la mitad de las casas son objeto de demolición. A las familias se les da la oportunidad de rescatar su casa: pagar un rescate para que siga en pie. Pero, una vez pagado, las excavadoras siguen llegando. Entonces, la familia desalojada recibe una factura por los soldados israelíes y los perros que la desalojaron de su casa, y por las máquinas que la derribaron.

En Belén, residentes del campo de refugiados Aida son objeto de humillaciones rutinarias a manos de las autoridades ocupantes. Cada pocos meses, camiones militares israelíes rocían el barrio con excrementos. De vez en cuando, soldados revientan las paredes de las casas con explosivos, traumatizando a los niños. Recientemente, las familias fueron agredidas con gases lacrimógenos mientras presentaban sus respetos a sus parientes fallecidos en el cementerio de la comunidad.

La impunidad que se permite ante observadores internacionales habla de los horrores que tienen lugar en su ausencia.

Más de 750 mil palestinos fueron desalojados brutalmente de sus hogares por genocidas agentes del Estado de Israel entre 1948 y 1949, en una acción criminal que no ha cesado, puesto que se siguen perpetrando hasta hoy operaciones de desplazamiento contra el valeroso pueblo de Palestina.

En Hebrón está en marcha un proceso más sutil. Las fuerzas de ocupación israelíes han cerrado 1.350 comercios palestinos en 23 años, vaciando la vida económica de la ciudad y sembrando la miseria y la desesperación entre sus habitantes. Desde un asentamiento en constante expansión —fuertemente vigilado por puestos de control de alta tecnología operados en parte por la empresa de seguridad británica G4S—, colonos israelíes atacan las tiendas que quedan con descargas diarias de piedras, orina o ácido. El corazón palpitante de la ciudad se va apagando poco a poco.

En un poema titulado Éxodo, el poeta palestino Taha Muhammad Ali traza los ritmos huecos de una ciudad que se vacía de su gente. El poema es una meditación sobre otro doloroso capítulo de la Nakba en curso: la masacre de miles de refugiados palestinos y civiles libaneses perpetrada en 1982 en Beirut por las milicias respaldadas por Israel.

La calle está vacía

como la memoria de un monje

y los rostros estallan en las llamas

como bellotas—

y los muertos se agolpan en el horizonte

y los portales.

Ninguna vena puede sangrar.

más de lo que ya lo ha hecho

ningún grito se elevará

más alto de lo que ya se ha elevado.

Ali termina cada estrofa del poema con un desafiante recordatorio del derecho inalienable de los palestinos a resistir: “¡No nos iremos!”

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