POR OCTAVIO QUINTERO
Cuando nos enfrentamos a una inminente predicción ominosa, que nos requiere un esfuerzo colectivo para oponerle resistencia, tendemos individualmente a rechazarla o ignorarla. Y así, uno por uno, y todos.
El capitalismo neoliberal, independientemente de subjetivación política, decidió cerrar los ojos y oídos a la crisis climática advertida, de tiempo atrás, por organismos internacionales de corte capitalista, incluso, como el Club de Roma, y prestigiosas conferencias multinacionales, como las COP, que en su versión 27, reunida actualmente en Egipto, congrega a 200 países; 100 jefes de Estado; 120 líderes ambientales y más de 40.000 participantes registrados.
El capitalismo global pareciera engendrar una irónica réplica de Casandra, que, ni siquiera el mismo sistema se cree la inminencia de lo que predice. Poderosos grupos económicos, y una ignorancia colectiva politizada bien administrada, enmascaran la ingenua creencia de que se es más gente, cuanto más se consume.
Un paréntesis: es ardoroso el ataque de los voceros de las multinacionales petroleras al gobierno Petro, que propone avanzar más rápido en la generación de energías renovables… También se oye decir a prestigiosos y estudiados directores de centros de pensamiento y voceros de gremios económicos a través de sus medios de información: para qué afanarnos por ir descarbonizando la economía si, individualmente considerado, el país poco gas de efecto invernadero (GEI) emite a la atmósfera: el 0,41 % de un total de 46.287 millones de toneladas métricas de CO2 global/2019. Eso no se puede considerar así, porque el mundo es uno solo, y el efecto GEI, de hecho, lo estamos sintiendo en todas partes. “Negativos, generadores de pánico económico”, les espetó recientemente el ministro de Hacienda de Colombia, José Antonio Ocampo.
Retomando el tema, también es cierto que los llamados a liderar esta odisea ambiental son los países más contaminantes del mundo. Entre China, EE.UU, la Unión Europea e India, emiten el 53,1 % de gases de efecto invernadero anualmente. Pero, ciertamente, no ayuda mucho a la comprensión colectiva de la encrucijada, el lenguaje académico y técnico en que se expresa el megaproblema… La misma definición de “cambio climático”, habla más de unas vacaciones que de la crisis que enfrenta el mundo sobre, por ejemplo, el progresivo deshielo de los casquetes polares, el alza en el nivel del mar, los fenómenos meteorológicos extremos (largas temporadas invernales con sus inundaciones o las sequías frecuentes), etc. etc., con sus efectos colaterales como la hambruna que abruma a los pobres y vulnerables, en principio, porque aquí cabe recordar el relato que reseña la cobardía de los intelectuales alemanes que callaron ante el ascenso del nacismo al ir extirpando, uno a uno, todo pensamiento contrario, y cuando llegaron por ellos… “Ya no quedaba nadie que dijera nada”.
Últimamente, todos estos fenómenos los están resumiendo en un término a la medida de académicos y técnicos: ANTROPOCENO, queriendo significar con ello, que más que abstenernos de prácticas predatorias del medio ambiente, debemos adaptarnos a la nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la tierra como, por ejemplo, volvernos anfibios o refractarios (¡!). O, en otras palabras, si la expansión del capitalismo global choca con la biosfera, cambiemos el sistema del soporte vital de la humanidad, pero no el sistema capitalista.
Y, también, sin subjetividad o sujeción política, no puede uno estar más de acuerdo con Gustavo Petro cuando en su breve, pero sustanciosa presentación ante la COP27 (lunes, 07.11.22), dijo que, si el mercado y la acumulación de capital han producido la crisis climática “no son el mecanismo para superar(la)”. Y fue más allá: calificó de fracaso las conferencias sobre el clima; enjuició al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuyos “tratados constitutivos van en contra de la solución de la crisis climática”, y concluyó tajantemente: “La solución es un mundo sin petróleo y sin carbón”.
Su denuncia está en línea con un documento del BID en el que señala que la acción climática requiere de una reorientación masiva de los flujos financieros existentes. No pueden alcanzarse los objetivos climáticos sin atender otros programas de desarrollo sostenible intrínsicamente relacionados al clima, la energía, el transporte, el agua, la agricultura y la conservación de ecosistemas. Además, la acción climática está estrechamente ligada al débil y vulnerable gasto social de los países en desarrollo que llevan perdida la lucha contra la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a servicios de salud básicos de sus poblaciones.
Conclusión: lo de Petro, ¿será un llamado más, o última llamada? Es cierto que todavía no entramos al punto de no retorno; pero, también, seguimos desbocados hacia el abismo, sin solución de continuidad, de la mano de potentes grupos económicos que estimulan la negativa colectiva, por ignorancia los más, a ver la triste realidad.
Fin de folio.- Si Biden, por derecho propio, aspira a la reelección, dese por seguro el retorno de los republicanos a la Casa Blanca, con Trump o Ron DeSantis, en 2024.
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