A propósito del centenario de la muerte del chileno Luis Emilio Recabarren: su aporte a la conciencia de clase y género

Luis Emilio Recabarren (1876-1924): a 100 años de su fallecimiento su legado sigue vigente.

POR NATALIA CUEVAS /

“Las industrias y la propiedad, que arrojan a la mujer del hogar y la esclavizan al trabajo; la guerra que le mata a los hijos, sus maridos, sus padres y sus hermanos; las leyes que la convierten en un ente sin razón han motivado sus dos movimientos emancipadores de la mujer, llamados feminismo y socialismo” (Recabarren, 1916).

Es común reconocer a Luis Emilio Recabarren (1876-1924) como el “padre de la clase obrera chilena”, y como uno de los principales referentes ideológicos y teóricos de la clase trabajadora de nuestro país. Ocupado como referente bibliográfico para análisis sobre el movimiento sindical chileno, sobre la organización de los trabajadores del salitre a principios del siglo XX, o inclusive como referente en materia cultural y artística al analizar su aporte a la dramaturgia popular.

En este escrito queremos reconocer los aportes de Luis Emilio Recabarren a las luchas de las mujeres obreras, y a la instalación de los debates de género a inicios del siglo XX, tomando en consideración que escribe desde su posición de hombre en un contexto histórico particular; y que, desde allí, ofrece una lectura adelantada para la época respecto de cómo deben relacionarse los géneros entre sí, siempre desde una perspectiva de clase.

Recabarren tenía la convicción de que la clase obrera para emanciparse debía superar prácticas que denomina morales y que afectan cualquier actividad revolucionaria, entre esas, el consumo excesivo de alcohol y cualquier ejercicio de opresión por sobre la mujer. Su permanente pedagogía obrera encarnada en su trabajo teatral, por ejemplo, coloca estas prácticas en sentido crítico, de tal manera que, sean los mismos obreros y obreras quienes construyan una moraleja en torno a nuevas prácticas militantes y revolucionarias.

Era una invitación a un cambio de era, en donde por primera vez en siglos, se enfrentaba con acción decidida al sistema capitalista y se develaba su crueldad por la vía de la movilización obrera, el inicio de la gesta de la Revolución Rusa, por ejemplo, que significó un antes y un después en las formas de construcción de poder y particularmente el poder de la clase trabajadora. Es sumamente relevante en términos históricos que Luis Emilio Recabarren haya sido protagonista de estos hechos. Recoge de manera directa la experiencia europea y juega un rol clave para liderar la formación del Partido Comunista de Chile.

Es sumamente importante que este cambio de era a la que nos invita Luis Emilio Recabarren venga acompañada de un enfoque de género, que, con distintos matices que podamos considerar producto de su época, es indiscutible su aporte temprano en las luchas por la igualdad de género y al debate del feminismo de clase en Chile.

Recabarren afirmaba que “la mujer no es inferior al hombre, es solamente diferente. Si la mujer no tuviera en su sangre los gérmenes del talento, ¿de dónde los obtendría el hombre? Esta idea contribuye al debate político de la época, en donde la masa principal de militancia era masculina. Se coloca en tensión la “construcción histórica de hombre” que debe ser cuestionada en pos de una nueva forma de relacionarse con las mujeres, con las compañeras, en donde ellas, deben ser iguales en derechos y participar de la misma manera activa y comprometida en los distintos procesos de organización de la clase obrera.

Es sumamente valioso para el análisis considerar que, a principios del siglo XX, se desarrollaba un fuerte despertar de la organización de mujeres: existía el periódico ‘La Alborada’, nacen los centros Belén de Sárraga de mujeres obreras, se organizan las mujeres en las ciudades. En toda esa coyuntura el Partido Comunista (organizado en el POS) fue parte de las luchas de las mujeres que se abrían camino en la escena pública. Pero aún quedaba un largo camino de décadas en las cuales las mujeres aún no contaban con derechos políticos, como el derecho a voto. Esto no inhibió el trabajo incipiente del movimiento feminista que comenzó a construir uno de sus momentos más incidentes y prósperos en la historia de Chile.

Julieta Kirkwood en su libro ‘Ser política en Chile: las feministas y los partidos’ destaca a Luis Emilio Recabarren como un referente de la izquierda que contribuye a una mirada feminista de la lucha de la clase obrera, y resalta alguno de sus planteamientos teóricos como esenciales a la hora de ejemplificar lo que estaba ocurriendo en el seno del movimiento obrero en ese momento. Lo cita:

“Cuando Recabarren plantea la liberación de la mujer permanentemente enfatiza el hecho de que ésta y el trabajador tienen en común que son seres oprimidos desde tiempo inmemorial. Recabarren indica, Se trata de una esclavitud que dura centenares de generaciones y que, por eso mismo, acabase por convertirse en costumbre haciéndola aparecer natural por ambas partes (…) De este modo, se ha habituado a la mujer a considerar tan natural este estado de inferioridad, que cuesta trabajo persuadirla de lo indigno que su posición presente y de que debe aspirar a ser en la sociedad un miembro investido de iguales derechos que el hombre; su igual en todos los conceptos”.

Por otro lado, podríamos reconocer algunos elementos críticos en los planteamientos de Recabarren, que, en varios textos, circunscribe el rol de las mujeres, de las compañeras como madres, como “educadoras principales de los trabajadores” cuestión que limita la perspectiva de las mujeres como protagonistas de la acción política. Hay que leer a Luis Emilio Recabarren como un dirigente político de su época, que, con todas las premisas culturales de inicios de siglo XX, logró desarrollar un aporte transformador a la forma en como concebimos las relaciones de género.

Teresa Flores, Belén de Sárraga, junto con Luis Emilio Recabarren realizaron un aporte histórico a las luchas de las y los trabajadores, contribuyendo a la disputa cultural de la época, reconociendo a la iglesia como una entidad que subyuga a la mujer, y al entramado social de clase como otro de los fundamentos que genera doble o triple explotación a las mujeres trabajadoras. Se desarrolló un gran trabajo de conciencia de clase y de género que constituyen las bases de las distintas organizaciones políticas y sindicales que se fundaron al calor de este proceso, y que hoy siguen vigentes, tanto en las conquistas que hoy son leyes o prácticas sociales legitimadas, y con todo lo que aún queda pendiente, como lo es avanzar hacia una igualdad plena entre los géneros.

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