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El Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles publicó recientemente un informe que destaca las crecientes presiones sobre las tierras de cultivo. Identificó cuatro impulsores principales: la desregulación y la financiarización, que tratan la tierra como un activo especulativo; la expansión de proyectos de conservación y compensación de carbono que compiten por tierras; la minería, la expansión urbana y los desarrollos de infraestructura que invaden áreas agrícolas; y los sistemas alimentarios industrializados que favorecen a las cadenas corporativas sobre los agricultores y agricultoras a pequeña escala.
Según dicho reporte el 70 % de las tierras de cultivo están controladas por el 1 % de las mayores explotaciones agrícolas del mundo, lo cual constituye una tendencia peligrosa de máxima concentración que genera altos índices de inequidad social y explotación.
Estos factores amenazan el acceso equitativo a la tierra para quienes la trabajan. La experta canadiense en temas de agricultura, Nettie Webbie, miembro fundadora de La Vía Campesina y coautora del informe, destacó estos desafíos en una entrevista con Think Ink, subrayando la necesidad urgente de reformas políticas para proteger las tierras agrícolas y apoyar a los agricultores a pequeña escala.
Creciente presión sobre precio de la tierra significa desplazamiento para la agricultura a pequeña escala
A continuación un extracto de la entrevista en la que Nettie Webbie analiza detalladamente el fenómeno del acaparamiento de tierras:
La tierra es un componente enormemente importante de los sistemas alimentarios, la seguridad y la soberanía alimentarias. También es un componente clave de la acción climática y la biodiversidad. Entonces, quién posee la tierra y qué hacemos con la tierra de la que todos dependemos son componentes clave de nuestros futuros posibles.
El informe intenta clarificar algunas tendencias, exponer algunos supuestos y encontrar puntos de apalancamiento donde podríamos hacer cambios que nos lleven a un lugar de mayor igualdad, mejor protección de los entornos y mayor seguridad y soberanía alimentaria.
La desigualdad de tierras es un tema antiguo. Está vinculado al colonialismo, al racismo y al patriarcado. Es solo relativamente reciente, en mi generación, que las mujeres obtuvieron acceso igualitario a la tierra en las praderas. Estos son problemas arraigados que han preocupado a las comunidades rurales durante mucho tiempo.
Pero hay algunas tendencias nuevas. El acaparamiento de tierras es una de ellas, que se intensificó bastante en la crisis de 2008 y pareció disminuir. Pero está avanzando en este momento y, de hecho, se está intensificando. No solo analizamos el acaparamiento tradicional de tierras, sino que también hay nuevas cosas como la desregulación de los mercados financieros y la creciente financiarización de las transferencias de tierras y la acumulación de tierras.
El acaparamiento verde es una tendencia relativamente nueva que paradójicamente se etiqueta como mejor para el medio ambiente y, por lo tanto, es muy difícil para los ambientalistas y para aquellos de nosotros que nos preocupamos por el cambio climático oponernos. Pero en su mayor parte, es una desviación perniciosa de soluciones reales.
Luego está el aumento de la urbanización y la minería. Aquí en Canadá, la minería es principalmente en el norte, que no es tierra agrícola. Pero en otras partes del mundo, especialmente en América del Sur y Central y en África, las industrias extractivas son un verdadero asalto para muchas comunidades, incluidos los y las agricultoras a pequeña escala.
Y, por supuesto, hablamos de los supuestos en torno a la agricultura como un simple activo productivo, el sesgo hacia el productivismo y la maximización de la producción de muy pocos cultivos principales, de muy pocas especies de animales y el impulso por expandirlos en todas partes, a expensas de la biodiversidad y dietas diversas para las personas.
En todas partes del mundo, la creciente presión sobre el precio de la tierra significa desplazamiento para la agricultura a pequeña escala. Eso es aquí en Saskatchewan, así como en Honduras, Brasil o Zimbabue. Dondequiera que miremos, hay presión sobre los precios de la tierra por la intrusión de grandes inversores con bolsillos profundos, a veces gobiernos, a menudo agronegocios.
El informe detalla que hay una gran expansión en los fondos que se destinan específicamente al acaparamiento de tierras porque es un activo físico, un activo de capital, que se considera más seguro que los bonos y otros instrumentos financieros. Y la desregulación del mercado financiero ha alentado, o al menos permitido, que esto ocurra mucho más. Eso es un problema de política, un problema de gobernabilidad.
También es un problema de valores. Si vemos la tierra solo como un activo productivo del cual extraer valor en lugar de verla como parte de nuestra identidad, el lugar donde vivimos, nuestra fuente de cultura y comida, nuestra red de vida… La tierra no es solo rendimientos por hectárea y cuanto más la confinamos a ese dominio, más abierta está a la explotación financiera. Esta es una tendencia peligrosa en muchos niveles.
Cuando decimos que el 70 % de las tierras de cultivo están controladas por el 1 % de las mayores explotaciones agrícolas del mundo, es una tendencia peligrosa porque no aman la tierra. La tierra es como la familia: si no la amas, la explotarás y la destruirás. Eso es lo que estamos viendo a nuestro alrededor.