Raíces del propósito nacional
Introducción
El proceso que debe llevar a la construcción de una nación colombiana democrática con dignidad y autonomía debe partir de redescubrir los elementos fundamentales que nos caracterizan y que nos dan identidad. Habría que señalar tres componentes que explicarían hoy lo que somos como pueblo colombiano:
El primero la identidad a partir de los orígenes y la importancia de los pueblos fundantes en este aspecto: indígenas, afrodescendientes y mestizos que tienen diversas y complejas expresiones territoriales que si bien tocan todo el territorio se expresan con fuerza hoy con los pueblos indígenas en Amazonia, La Guajira, el Chocó Biogeográfico, la Sierra Nevada de Santa Marta y el Catatumbo; los pueblos afrocolombianos en el Chocó Biogeográfico, el Cauca y la región Caribe; los campesinos mestizos en la zona Andina, los valles interandinos y la Orinoquia y otros pueblos como los árabe descendientes en el Caribe insular y en algunas ciudades de la Costa Atlántica, sin olvidar el pueblo raizal de San Andrés y Providencia.
El segundo, la identidad a partir de la lengua castellana, que no fue exactamente la que llegó de España, sino del español apropiado y mestizado por los diversos pueblos indígenas, negros y campesinos que la han enriquecido con infinitas nuevas palabras, dándole una característica especial y única con sus ricas expresiones regionales de gran belleza sonora y significativa, que enriquecen su estructura idiomática y expresiva reconocida más allá de las fronteras como la mejor forma del español hablado y una de las mejores formas del español escrito, cuyo testimonio más significativo es la obra garciamarquiana que recoge en su rico lenguaje los mitos principales de la nacionalidad colombiana entre la violencia, la resistencia y el realismo mágico de la realidad colombiana.
Sobre estos tres componentes de la territorialidad colombiana podemos construir nuestra identidad como nación.
Identidad en los orígenes
Con respecto al primer componente que pudiéramos definirlo como la identidad a partir del reconocimiento de los pueblos ancestrales y sus procesos de resistencia a la conquista y la colonización que les ha permitido subsistir y enriquecer las expresiones territoriales hasta el presente. El elemento indígena durante el siglo XX ha mostrado sus complejos matices expresados en la resistencia frente a la ocupación por empresas extranjeras que han usurpado violentamente sus territorios y por los procesos de colonización interna propiciados directa o indirectamente por el Estado, que han venido transformando en forma intensa sus modos de vida y su cultura. Esta resistencia ha permitido su reconocimiento a nivel nacional e internacional y ha puesto en vigencia la segregación étnica, económica, social y cultural a que ha sido sometido por las políticas de un estado racista, supremacista y machista a cuyo mando ha estado una clase selecta de criollos que arrebataron para su provecho las conquista de la Guerra de Independencia y han ahogado desde entonces a la mayoría de la población indígena en una situación de penuria y que ha hecho hasta lo imposible por desaparecer estos pueblos originarios, su huella y su importancia en la conformación de la nación colombiana. Las luchas de Quintin Lame en el inicio del siglo XX dieron inicio a la resistencia indígena en la Modernidad, que no ha cesado de manifestarse hasta el presente y a través de la cual se han constituido organizaciones como el CRIC, Orewa en la región del Cauca y del Chocó Biogeografico y otras organizaciones en la región caribeña y el Catatumbo. Se destaca la resistencia de los indígenas U´wa en la Sierra Nevada del Cocuy de Boyacá y Arauca contra la explotación petrolera en sus territorios durante la década de 1990, que colocó muy en alto su cosmovisión sobre la Tierra como la madre y el petróleo(ruiría) como su sangre. Se destaca también la resistencia de los pueblos Emberá del alto río Sinú contra la represa Urrá, debido a los graves daños sobre su territorio. Durante los últimos 20 años hemos visto surgir y crecer la resistencia indígena con la Minga, que ha permitido revivir, no solo en los pueblos indígenas sino en el conjunto de las clases empobrecidas de Colombia urbanas y rurales el valor del territorio como depositario de lo común, lo colectivo y lo ambiental, motor y dinamizador de los alzamientos populares como las movilizaciones durante los años 2019-2020 y el gran Paro Nacional de 2021, que representa el más grande alzamiento popular en magnitud y duración de las clases populares colombianas.
En el caso de los pueblos afrodescendientes o pueblos negros, su proceso desde el esclavismo ha sido de una permanente lucha por su reconocimiento como pueblo fundante de Colombia. Su principal ubicación en el Choco Biogeográfico ha permitido conformar una región pluriétnica y multicultural con una inmensa riqueza biocultural y etnobotánica correspondiente con el profundo conocimiento que de la biodiversidad han venido acumulando en cooperación con los innumerables pueblos indígenas que han habitado esta región desde hace más de 7000 años. Durante todo el proceso de la Colonia, La Independencia y la formación de la Republica estos pueblos han sido olvidados por las clases gobernantes. Se destaca la participación de los pueblos negros en la guerra de Independencia y posteriormente durante el nacimiento de la Republica en la Guerra de los Supremos contra las castas criollas que se fueron empoderando del naciente Estado. Este pueblo que representa el 10% de la población colombiana y un 80% de la región del Choco Biogeográfico en los departamentos de Antioquia, Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, ha sido segregado en las políticas oficiales de un Estado racista que a pesar de la Constitución de 1991 continúa ejecutando políticas públicas que profundizan la segregación y el menosprecio por la población afrodescendiente. Esto es evidente con la explotación de la minería de oro y los recursos de la biodiversidad, que concede y protege la extracción inmisericorde del oro en los ríos del Pacífico por transnacionales y por capitales del narcotráfico. La destrucción del rio San Juan durante el siglo XX y del rio Quito y otros ríos del Chocó durante los últimos 20 años, es una muestra de la barbarie contra la población, la cultura y el territorio de estos pueblos. Durante las últimas décadas, ha venido reconstruyéndose una resistencia desde las mujeres a partir de un feminismo antipatriarcal que reivindica la emancipación de las mujeres como un elemento de gran importancia para la construcción de territorios de menor desigualdad y mayor armonía con la naturaleza.
Se destaca la participación de este pueblo en la resistencia contra la instalación del poliducto Buga-Bahía Málaga en los inicios de la década de 1990, que en alianza con los pueblos indígenas impidieron este proyecto de Ecopetrol, que quiso convertir a Bahía Málaga, magnifica y rica zona en biodiversidad, en un puerto petrolero. Estas luchas de resistencia permitieron en los siguientes años dar lugar a la Ley 70 de 1993 en un instrumento para proteger los territorios afrodescendientes de la degradación ecológica y ambiental del modelo extractivista. Durante todas estas luchas de resistencia libradas los últimos 30 años se ha dado lugar a procesos organizativos como el PCN (Proceso de Comunidades Negras) que con otros procesos ha venido conquistando espacios para el reconocimiento por el Estado de este pueblo fundante de Colombia.
No puede dejarse de lado la lucha permanente desde la resistencia cultural e idiomática del pueblo raizal de San Andrés y Providencia, que manteniendo y enriqueciendo su lengua creole ha venido fortaleciendo los lazos con toda la tradición de los pueblos caribeños que dan significado en las relaciones de la nación colombiana con el Gran Caribe, una de las regiones más ricas en creatividad y musicalidad de América Latina.
Es necesario reconocer que las zonas de mayor conservación ecológica en el territorio de Colombia se corresponden con las zonas donde predominan los territorios indígenas y afrodescendientes, esto es el Choco Biogeográfico, la Amazorinoquia, El Cocuy y la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta situación de gran riqueza en biodiversidad se ha convertido en una desgracia para los pueblos indígenas y afrodescendientes, que han venido sufriendo las mayores presiones y violencia sobre sus territorios por los saqueadores de los bienes que ofrece la naturaleza, llámense empresas nacionales o extranjeras, entidades públicas y organizaciones ecológicas nacionales e internacionales. Se destaca como una excepción el Instituto Sinchi por sus aportes al conocimiento de la biodiversidad y a la organización de productores locales con diversos productos de la región.
La diversidad idiomática
El segundo componente, la lengua castellana con sus ricas expresiones regionales diversas, complejas y de gran significado cultural, se extendió por todo el territorio a partir de la Conquista y la Colonia y se ha aceptado como el idioma nacional. Los procesos de mestizaje diferenciado que caracterizan a las diversas regiones culturales de Colombia y que constituyen una de las riquezas más extraordinarias de la nación conformada por costeños, paisas, vallunos, caucanos, santandereanos, chocoanos, pastusos, cundiboyacenses, llaneros, tolimenses, guajiros y sanandresanos, debido a una política educativa de un Estado centralista, racista y segregacionista se ha negado a reconocer la existencia de los diversos pueblos indígenas que representan unas de 70 lenguas diferentes que han sobrevivido a todas a las épocas anteriores desde la invasión europea del siglo XVI hasta ahora. Habría que agregar los significativos aportes de la literatura y la música de los pueblos negros expresadas en la poesía de Calendario Obeso y de otros escritores y poetas y artistas musicales de los pueblos afrodescendientes, que han permitido el surgimiento de los grandes ritmos caribeños y urbanos que caracterizan manifestaciones universales de nuestra música y que mantienen diferencias, debido a su origen africano diverso, poco estudiado y reconocido hasta ahora. El reconocimiento de la diversidad étnica y cultural de Colombia plasmado en la Constitución de 1991 es hasta ahora en este aspecto letra muerta o una falacia en las políticas públicas actuales.
Desarrollo capitalista y resistencias étnicas y populares
El tercer componente relacionado con las expresiones territoriales de los desarrollos surgidos a partir de las fuertes relaciones culturales y económicas con el exterior desde finales del siglo XIX podemos entenderlo como los aportes y la degradación territorial traídos por la Modernidad y la globalización con profundas huellas en la configuración de regiones a partir de transformaciones biogeográficas en la región Caribe, la zona Andina entre los siglos XVI-XX y de estas mismas regiones, los valles interandinos y los piedemontes de la Orinoquia y la Amazonía en el siglo XX y lo que va del siglo XXI donde ha entrado la transformación profundamente degradante del Chocó Biogeográfico, la Amazonía, y las regiones Marabina e Insular los últimos 70 años.
De las transformaciones en estas regiones podemos destacar los siguientes procesos:
- Las mejores tierras agrícolas del Valle del Cauca convertidas en el monocultivo de caña de azúcar mediante los procesos de ordenamiento territorial dirigidos a por la TVA Norteamérica en alianza con los terratenientes cañeros que tuvo como fondo la violencia contra las poblaciones afrodescendientes y campesinas en todo el territorio durante las décadas de 1940-1960 y que han resistido ya como pobladores rurales o como proletarios agrícolas. Para facilitar el desarrollo agrícola en esta zona por donde entro la Revolución Verde a Colombia el Estado le entregó las transnacionales norteamericanas de semillas Kellogg y Rockefeller que establecieron el CIAT en Palmira, la titularidad de la genética de las variedades de yuca y leguminosas provenientes de nuestra biodiversidad.
- La ganaderización de los valles interandinos, las sabanas costeras, el piedemonte amazónico y de la Orinoquia y las vertientes andinas que han hecho de la actividad ganadera extensiva y semi extensiva la actividad humana de mayor impacto ambiental en los ecosistemas colombianos desde el nivel del mar hasta la alta montaña andina. La consolidación de la gran propiedad terrateniente ha sido la gran responsable de la violencia en el campo durante los últimos 80 años.
- La minería a cielo abierto sobre zonas de recarga hídrica en las zonas andinas y las grandes minas de carbón en el Cesar y la Guajira.
- Los asentamientos industriales con procesos de alto impacto por quema de combustibles fósiles como las termoeléctricas, las siderúrgicas y las cementeras. La generación de desechos peligrosos por la industria química
- Asentamientos humanos sin ninguna planificación sobre zonas de alta vulnerabilidad geológica y ecológica en las grandes urbes producto del desplazamiento forzado propiciada por la violencia y la crisis económica y social de las zonas rurales. Hemos construidos ciudades segregadas con alto contenido de miseria económica, racismo y violencia contra la mujer, la infancia y la tercera edad.
- Los procesos de monocultivos de algodón, arroz y palma africana han traído procesos de deterioro de los suelos y destrucción de recursos hídricos y la biodiversidad.
- Alta contaminación de los ríos del sistema Magdalena Cauca por las aguas residuales de los grandes complejos urbano-industriales de Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga, Pereira-Dosquebradas y Barranquilla. Destrucción de los ríos del Chocó biogeográfica por la minería de oro con utilización de dragas y mercurio.
- La utilización de un modelo energético basado en los combustibles fósiles y en grandes hidroeléctricas, contribuye a la degradación del aire, la atmósfera y el clima acompañado de la profundización de la pobreza de las regiones que los generan y el enriquecimiento de las transnacionales de la energía.
Los anteriores procesos y transformaciones de los territorios originales obedecen a lineamientos de una Modernidad aplicada desde las mentes de una casta de criollos, que parten de la limpieza de sangre y la colonialidad del ser y del saber, conformados como clase económica y política dominante, que han querido homogeneizar con la violencia bipartidista y paramilitar la maravillosa complejidad de las diversidades de la nación colombiana, a través de convertir el territorio de la nación en un territorio de ganadería terrateniente que ocupa en la actualidad unas cuarenta millones de hectáreas, sobre la cual esta clase política parasita y dependiente de un modelo colonialista y extractivista al servicio del gran capital nacional e internacional, ha venido ocupando mediante la violencia los espacios territoriales, generando desplazamiento, masacres y exterminio de los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos victimas reales de todo este genocidio. Durante los últimos 70 años, varios periodos de violencia contra las poblaciones rurales, no han logrado sus propósitos debido a la resistencia campesina, indígena, obrera y popular. Las mingas desde los territorios indígenas, entrelazadas con la resistencia de los pueblos negros, hoy adquieren mayor importancia y dan significado y continuidad a las luchas obreras y populares urbanas que desde la década de 1940 han venido configurando acciones de resistencia como las huelgas en el sector petrolero, textilero, cementero, cañero y siderúrgico en todo este periodo y en los paros cívicos durante la década de 1970 y que han confluido en los alzamientos populares generalizados de 2019, 2020 y en el gran Paro Nacional prolongado de 2021 que tiene gran significado, dado que en este alzamiento popular confluyeron, con una dinámica inusitada y valiente de la juventud, todas las formas de resistencia como nunca antes en la historia de Colombia. Estos movimientos sociales, desde el corazón de los territorios, han levantado demandas por paz, democracia, justicia, equidad, con claras expresiones feministas, antipatriarcales, étnicas y territoriales que dan luces para que en próximos gobiernos democráticos de trabajadores, indígenas, afros, campesinos mujeres, creoles y rom orienten la consolidación de una nación donde prime la paz, la democracia participativa, el derecho al medio ambiente sano y la preservación de la vida, en la construcción de una Republica plurinacional desde abajo, que reconozca nuestras diversidades geológicas, ecológicas, biológicas, culturales, lingüística y étnicas como la gran riqueza del territorio. Colombia es un país con una maravillosa complejidad de diversidades.
Por un gobierno desde abajo
Un gobierno desde los movimientos sociales permitirá establecer un dialogo de entre iguales respetando las diferencias a nivel local, regional, nacional e internacional con América Latina y El Caribe que comparten con Colombia elementos comunes de origen, lenguas, territorialidades étnico- culturales y propósitos de emancipación sobre una nueva modernidad, frente al gran capital que hasta ahora se ha enseñoreado en estas tierras bajo el dominio colonial de los Estados Unidos, que vestido ahora de capitalismo ecológico, pretende dominar las mentes que buscan enfrentar las consecuencias del cambio climático, cuya única responsabilidad le corresponde a la ambición devoradora y degradante del capitalismo y continuará así mientras este modo de producción subsista como predominante en el planeta Tierra.
Los tres grandes componentes nos convocan a establecer un dialogo reposado, pero urgente que permita escucharnos en nuestras diferencias y buscar puntos comunes que nos lleven a descolonizar el pensamiento, superando el capitalismo como modo de producción y definir los propósitos de la nación colombiana en los próximos siglos, acabando definitivamente los modelos neocoloniales, los regímenes bipartidistas y sus hijos regímenes mafiosos y dictatoriales para enraizar y recuperar las sabidurías ancestrales, el socialismo raizal indigenista, negro, campesino y popular en territorios sociales-humano ambientales y las lecciones que nos ha dejado todo este periodo de violencias que han caracterizado a Colombia desde la invasión hispánica. Superemos el concepto de país y de patria y hablemos de Nación y sus identidades que es más integrador y no patriarcal. Necesitamos construir una República para todos los colombianos en la diversidad, la diferencia y la complejidad de visiones y pueblos, teniendo como norte la paz, la emancipación femenina, la democracia, la soberanía, la equidad y la integración latinoamericana.
Bogotá D.C., febrero de 2022.
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