Aprobación de la reforma laboral: un avance luego de más de dos décadas de que el uribismo les conculcó sus derechos a los trabajadores

POR OMAR ROMERO DÍAZ /

Hace muchos años, en Colombia nos dijeron que para crear empleo había que quitarnos derechos a los trabajadores. Nos metieron miedo con la “flexibilidad”, nos impusieron contratos basura, recortes al recargo nocturno, despidos sin explicación, y convirtieron a millones de trabajadores en “desechables”. Todo eso en nombre de un “progreso” que nunca llegó para el pueblo.

Pero hoy, en el año 2025, algo cambió. Y no por generosidad de los poderosos, sino porque el pueblo luchó, votó y se organizó. Porque miles de trabajadores, sindicatos y organizaciones sociales no se resignaron a seguir siendo explotados. Porque el Gobierno del Cambio escuchó esa voz colectiva y presentó una reforma laboral con dignidad, justicia y sentido de humanidad.

La reforma aprobada por el Senado el 17 de junio no es perfecta, pero sí es histórica. Recupera derechos que el uribismo y los sectores retrógrados de la corrupta oligarquía colombiana les arrebataron a los trabajadores/as en los 90 y comienzos del 2000, y abre caminos hacia un nuevo modelo laboral centrado en la vida, no en la utilidad y la vil explotación humana.

¿En qué se traduce esto?

Que el contrato indefinido vuelva a ser la regla, y no la excepción. Porque el empleo no debe ser un favor temporal del patrón, sino una garantía permanente para vivir con tranquilidad.

Que el trabajo nocturno se pague como debe ser, desde las 7:00 pm, no desde las 9:00 pm. como impuso la ley del especulativo capital financiero.

Que, si trabajas domingos o festivos, te paguen el 100 % extra, como manda la justicia y no la avaricia.

Que las trabajadoras del hogar y del campo ya no sean invisibles, sino reconocidas con contrato, prestaciones y respeto.

Que los repartidores de plataformas no sigan siendo explotados por algoritmos que los vigilan, pero no les dan derechos.

Que nadie más sea discriminado ni acosado en su lugar de trabajo por su raza, identidad, género, religión o ideas políticas.

Que el pueblo trabajador tenga por fin derecho al debido proceso, a ser escuchado antes de ser sancionado, y a no ser despedido de manera arbitraria.

Esta reforma también habla de los campesinos, de las víctimas del conflicto, de las mujeres maltratadas que necesitan cambiar de puesto para salvar su vida. Habla de los internos de medicina que por fin serán remunerados. Habla de dignidad en toda su extensión.

Por eso, esta no es una reforma técnica. Es una reforma con alma. Con historia. Con rostro. Con memoria.

Y por eso mismo, no podemos bajar la guardia. Quienes siempre han vivido de precarizar el trabajo ya están moviendo sus hilos. En la Corte, en los medios, en los gremios, en los pasillos del Congreso, en las redes. Quieren tumbarla. Quieren dilatarla. Quieren regresarnos al modelo que esclaviza.

No lo permitamos. El pueblo trabajador debe permanecer en pie de alerta. Organizado, movilizado, atento.

Esta reforma es nuestra, del pueblo colombiano, porque nació de nuestras luchas. Y lo que es del pueblo, se defiende en la calle, en el sindicato, en la vereda, en la empresa y en cada rincón de Colombia.

Porque como decía un sabio obrero: “El derecho que no se defiende, se pierde. El derecho que se conquista, se cuida. Y el derecho que se niega, se lucha”.