Arde Francia: ¡Fuera Macron y su reforma!

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“¡A Luis XVI lo decapitamos, Macron, Macron, podemos recomenzar!” corean en las calles de París y toda Francia. La movilización desborda a las instituciones y la intersindical y pone contra las cuerdas al gobierno.

Los puntos de concentración son incontables. Las imágenes desbordan las redes sociales. Autos volcados, contenedores prendidos fuego, basura acumulada, barricadas en las esquinas para resistir la represión.

La decisión del gobierno de Macron de imponer contra la voluntad popular su contrarreforma previsional ha desatado el desborde de la movilización callejera. El gobierno perdió el control de las calles. La Asamblea Nacional y sus partidos perdieron el control de la oposición. Las burocracias sindicales de la Intersindical (CGT, CFDT, etc.) perdieron el control de la movilización. La marea obrera y popular lo protagoniza todo.

Arde París ante la neoliberal reforma pensional del deslegitimado mandatario Emmanuel Macron.

Las calles de Francia retoman sus tradiciones, que no son pocas. «¡París, levántate, álzate!» cantan en París. «¡Somos todos antifascistas!», corean en Marsella. «¡A Luis XVI lo decapitamos, Macron, Macron, podemos recomenzar!», cantan en Francia.

El pasado 19 de marzo, Socialismo o Barbarie Francia denunciaba: «El jueves 16 de marzo, el gobierno de Macron decidió adoptar la nefasta y antipopular reforma jubilatoria utilizando el artículo 49.3 de la Constitución francesa. Este artículo implica validar un proyecto de ley por decreto sin necesidad de que los diputados del parlamento lo voten. La realidad es que el macronismo no llegó a obtener ni siquiera el consenso de los diputados de derecha que no quisieron quemarse votando una ley rechazada por la enorme mayoría de la población del país».

La crisis política del gobierno de Macron ha comenzado.

La movilización fue la primera en poner en agenda la caída del gobierno. La institucionalidad, la Asamblea Nacional, tuvo que hacerse eco del reclamo popular. Dos mociones de censura fueron presentadas, pidiendo la salid de la primera ministra Elisabeth Borne. Por apenas nueve votos (287 a 278) triunfó en el parlamento la posición de sostener al gobierno de Macron, apoyado por una parte de las bancas de la vieja derecha de los Republicanos.

Pero la movilización sigue. La farsa del «triunfo» parlamentario no representa la voluntad de las amplias mayorías francesas.

Manifestación de las organizaciones sindicales en Francia contra la inicua reforma de las pensiones del gobierno Macron.

Una reforma injusta que los trabajadores rechazan

Incluso los medios más reaccionarios reconocen que el 80% de la población francesa rechaza la reforma, un número que ha crecido desde las primeras movilizaciones. Y es que la extensión de la edad jubilatoria a los 64 y el aumento en la cantidad de años necesarios para acceder a la misma es vivida como un injusto ataque hacia los trabajadores.

Ya en febrero, Socialisme ou Barbarie sostenía que era hora de terminar con las movilizaciones aisladas y pasar a una ofensiva mayor: «No tenemos que contentarnos con un calendario de jornadas aisladas o movilizaciones de fin de semana como sugiere la CFDT (Central Sindical francesa). Para ganarle a Macron es necesario construir una huelga general que paralice al país hasta que el gobierno se vea obligado a retirar su reforma».

Desborde de la Intersindical

«La política de la Intersindical encontró todos sus límites cuando esta decidió no llamar a ningún tipo de acción, ni de huelga, ni de manifestación mientras el gobierno pasaba tranquilamente la reforma por decreto. La Intersindical, compuesta por el conjunto de las centrales sindicales del país, desde la CFDT, pasando por la CGT, la FSU, FO o Solidaires, decidió en cambio movilizar solamente el miércoles 15 y no hacer nada el jueves 16. Los burócratas se limitaron a mandarle una carta al gobierno y a pedirle por favor a los diputados que votaran bien. Ante el anuncio del 49.3 han llamado a un paro y movilización recién para el jueves 23, fecha que resultó a todas luces tardía e insuficiente» (Socialisme Ou Barbarie, 19 de marzo).

El Gobierno neoliberal del presidente de Francia, Emmanuel Macron, decidió el jueves 16 de marzo adoptar su polémica reforma pensional evitando el voto de los diputados.

El desborde ya es un hecho generalizado. Las ciudades de todo el país viven las mayores jornadas de protestas espontáneas desde la irrupción de los Chalecos Amarillos. Son incluso mucho más grandes.

También emerge la autoorganización. Los trabajadores de refinerías, transportes, puertos y aeropuertos sostienen fuertes paros pese a que las centrales sindicales no los convocaron.

Uno de los emblemas de estos días es la acumulación de basura en las calles: «Uno de los primeros sectores que logró ir más allá de los calendarios sindicales es el de la recolección de basura. En estos momentos son un sector clave en torno del cual se organizan acciones de bloqueo de camiones para rodear de solidaridad su huelga ante la persecución del gobierno. Los recolectores se pusieron en huelga desde la semana pasada y el mismo miércoles 15 ya había reconducido su huelga hasta el lunes 21».

¡Fuera Macron!

Macron y su aire bonapartista.

La rutina de la CFDT, la CGT, FSU y demás centrales sindicales ha sido rota. La calle le ha quitado el protagonismo a sus oficinas, que pretendían que la gente se quede en sus casas hasta el 23, permitiéndole a Macron afirmarse. Su movilización era para posar protesta, no para tumbar la reforma.

Santiago Follet, también de SoB Francia, escribía la semana pasada: «No confiamos en el Parlamento ni en las salidas institucionales. La política de la Intersindical fue criminal, pues en lugar de insistir en la continuidad de la huelga y la paralización del país, prefirieron, este fin de semana, ofrecer a Macron el camino de una salida institucional proponiéndole organizar una consulta ciudadana. Por su parte, políticos como Mélenchon o Marine Le Pen también han propuesto celebrar un referéndum, una iniciativa que Macron nunca aceptaría.

Como declaró el NPA: «¡No hay nada que negociar! Tenemos que poner nuestras fuerzas en la continuidad de la huelga».

La política de las centrales sindicales era sostener a la institucionalidad a toda costa. Pero estaba muy claro que, también a toda costa, Macron estaba dispuesto a imponer su reforma. La conclusión es clara: a estas alturas, no se podía cuestionar realmente la contrarreforma si no se cuestionaba a Macron mismo.

La calle puso las cosas en su lugar: para tumbar esta reforma hay que cuestionar la continuidad del gobierno.

¡Fuera Macron!

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