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Horas antes de iniciar el nuevo año, el presidente estadounidense Joe Biden firmó un proyecto de ley de 1,7 billones de dólares para el año fiscal 2023, asignando el presupuesto para ese sector del gasto federal llamado “discrecional”. Si se tuviera que describir el proyecto de ley en dos palabras, se podría denominar de manera categórica: “crimen de guerra”.
Dicho presupuesto aprobado por el bipartidismo demócrata-republicano proporciona los fondos para una guerra contra los pueblos del mundo, incluida la represión a los sectores sociales de Estados Unidos. Entrega al Pentágono más dinero del que Biden siquiera pidió, más de 850.000 millones de dólares. Financia la guerra Ucrania-OTAN contra Rusia; aumenta la ayuda militar al régimen israelí para oprimir a los palestinos y apoderarse de más de sus tierras.
Sumando los rubros Construcción Militar/Asuntos de Veteranos, Seguridad Nacional y el desembolso para Policía y prisiones al presupuesto para el Departamento de Defensa, más de 1.1 billones de dólares se utilizarán para reforzar el aparato represivo del Estado.
Eso proviene principalmente de gravar los ingresos retenidos a la clase trabajadora.
De los demócratas de la Cámara, solo Alexandria Ocasio-Cortez votó en contra del presupuesto, y Rashida Tlaib votó “presente”, que es algo así como abstenerse. Esto significa que incluso el sector más progresista y socialdemócrata del Partido Demócrata solo tuvo una oposición simbólica. En el Senado todos los demócratas apoyaron este presupuesto de guerra, incluido al que se considera un político ‘progresista’ como Bernie Sanders.
En la bancada republicana de la Cámara de Representantes algunas voces hicieron ruido objetando las elevadas sumas destinadas a la ayuda militar al régimen de Kiev en Ucrania, pero nadie debería malinterpretar su voto negativo como una oposición a la guerra imperialista. Se pronunciaron principalmente en contra de cualquier parte del presupuesto total que pudiera ayudar a algunos de los miembros más pobres de la sociedad estadounidense, a los que consideran indignos, incluso de las migajas ofrecidas. Y se quejaron de que se enviara ayuda a Ucrania pero no se construyera un muro en la frontera sur de Estados Unidos para castigar a los seres humanos del Sur Global por las crisis que ha creado el imperialismo.
Magnífica oportunidad de negocio para EE.UU.
“En términos sobrios y geopolíticos, esta guerra le ofrece una gran oportunidad a EE.UU. para erosionar y degradar la capacidad convencional de defensa de Rusia sin tener tropas en el terreno y con un riesgo bajo para las vidas estadounidenses”, escribió Timothy Ash del Center for European Policy Analysis (CEPA).
En publicaciones internas, los estrategas del imperialismo estadounidense admiten que el Ejército ucraniano ha sido efectivamente contratado como una fuerza mercenaria por EE.UU. para destruir el Ejército ruso.
“El gasto de 5,6 por ciento de su presupuesto militar para destruir casi la mitad de la capacidad militar convencional de Rusia parece ser una inversión absolutamente increíble”, escribió Ash. Y concluyó: “El Ejército estadounidense podría desear, con razón, que Rusia siga desplegando fuerzas militares para que Ucrania las destruya”.
BlackRock conspira para hacerse con Ucrania
EE.UU. a través de sus instrumentos lacayos como la alianza militar transatlántica OTAN y el gobierno neofascista de Kiev presidido por Volodímir Zelensky no han ganado la guerra con Rusia y ya sus sectores carroñeros y plutocráticos están pensando en la reconstrucción de Ucrania ¿Es eso posible? Pues sí. En ello se encuentra maquinando el grupo financiero especulador BlackRock que ha puesto la mira en Ucrania y está desde ahora vislumbrando bajo su óptica codiciosa el reparto de la herencia con el muerto aún en vida; es el mecanismo interno del ‘estado profundo’: una corporación se vincula al Estado, organiza los cárteles corporativos, a los que vincula también al Estado por medios del Ministerio de Economía, y finalmente reparte cargos, fondos y proyecto, en grado de asesor, a placer. Inversión y ayudas se fusionan, dando lugar al despojo de la población. De esta manera, BrackRock suplanta al Ministerio de Economía de Ucrania.
“Ucrania tiene un nuevo patrocinador occidental. No es un estado-nación ni un contratista militar. Es la firma financiera BlackRock”, aseguró el pasado 20 de diciembre la revista quincenal de ultraderecha The American Conservative con sede en Washington.
Es preciso recordar que el infame Plan de Reconstrucción de Irak de la ONU ha sido calificado como el “mayor escándalo de corrupción de la Historia”. Ahora, ese similar plan se busca ejecutar en Ucrania para beneficio del sector especulativo estadounidense.
Buitres sobrevuelan la carroña
El pasado mes de septiembre de 2022 Andrew Forrest, de la minera australiana Fortescue Metals Group, organizó una reunión entre el mandatario de Ucrania, Volodímoir Zelensky y Larry Fink, presidente de la especuladora financiera BlackRock. Durante su desarrollo se establecieron las bases para la estrecha “cooperación” del gobierno ucraniano con BlackRock, así como el modo de atraer inversiones privadas y otorgar concesiones en Ucrania.
Se determinó, en consecuencia, que BlackRock va a invertir fondos, sean suyos o de terceros en Ucrania. El país sigue bajo riesgo de fractura, pero, si alguna se produce, los especuladores estadounidenses esperan que no afecten sus inversiones.
El 10 de noviembre de 2022 se firmó el Memorandum en el que se establecen los acuerdos preliminares de la cooperación entre el Ministerio de Economía de Ucrania y el Asesor de Mercados Financieros de BlackRock / Washington DC. En este, se acuerda que BlackRock FMA asesorará al gobierno ucraniano, específicamente al Ministerio de Economía, en una hoja de ruta de inversión para la reconstrucción de la economía de Ucrania.
El comunicado de prensa de BlackRock sobre el Memorando en referencia es aparentemente anodino, pero destaca que esta empresa estadounidense de capital especulativo trabajará con Ucrania “en el establecimiento de una hoja de ruta para la implementación del marco de inversión, incluida la identificación de opciones de diseño para la configuración, la estructura, el mandato y la gobernanza previstos”. Es decir, van a conseguir fondos y los repartirán a discreción, igual que hacen en cualquier parte del mundo con las denominadas “rondas de donantes”.
Es relevante que el documento hace hincapié en la estructura, mandato y gobernanza. Esto de por sí implica una reorganización y una voluntad de modificar la estructura de poder en aquellos lugares reconstruidos, por medio de la sustitución por cargos afines.
El 17 de noviembre de 2022 Andrew Forrest apuesta $740 millones en la reconstrucción de Ucrania. Ha solicitado, por supuesto, concesiones mineras.
Ucrania anunció el pasado 28 de diciembre que Zelensky se reunió por videoconferencia con Larry Fink llegando al acuerdo para coordinar los esfuerzos de inversión para la reconstrucción a pesar de que la guerra está aún activa y lejos de resolverse.
Fink entiende que BlackRock es la empresa estadounidense que debe coordinar los fondos, es decir, ser la encargada de todo el proceso hasta llegar a distribuirlos.
Zelensky se muestra contento por sus acuerdos con la especuladora norteamericana y aprovecha su foco mediático que le dan las cloacas de prensa de Occidente para declarar que BlackRock es “una de las principales gestoras de inversiones del mundo que administra activos de clientes por un valor aproximado entre 8 billones y 12 de dólares”.
En su táctica de tapar los verdaderos alcances de este acuerdo entre el gobierno neonazi de Ucrania y esta potentada empresa de especulación financiera, el sicariato mediático de Occidente no habla de la ‘fama’ de BackRock en el sentido de que es muy tétrica, incluso entre sus medios, ya que forma parte de la peor cara que el globalismo puede mostrar.
En su reporte de prensa, BlackRock resalta que Zelensky y Larry Fink acordaron centrarse en el corto plazo en coordinar los esfuerzos de todos los inversores y potenciales participantes en la reconstrucción de Ucrania, canalizando la inversión hacia los sectores más relevantes e impactantes de su economía. En román paladín: todos los fondos, nacionales y extranjeros, público o privados, serán asesorados, gestionados y supervisados por BlackRock, que es la misma empresa que financia, junto con otras pocas, tanto al Departamento de Defensa de EE.UU., como a ejércitos -incluida la OTAN-, bancos, redes sociales y los principales medios de comunicación de Occidente.
El comunicado también anunció que algunos hombres de negro, ejecutivos de BlackRock, visitarán Ucrania durante 2023 para cumplir con sus funciones de asesoramiento.
Neofeudalismo y rentismo en el siglo XXI
BlacRock ha sido el centro de atención en los últimos meses varano debido a sus maniobras especulativas y su relación con el alza global de precios, en relación con los procesos actuales de acumulación por despojo de capital.
En concreto, se apunta a que BlackRock era una de pocas grandes firmas de inversión que causan distorsión en el mercado inmobiliario mundial. Esta cuestionada compañía y empresas similares, utilizan su enorme disponibilidad de capital para comprar masivamente casas unifamiliares de saldo y elevar los precios en el proceso. Lo mismo se espera que suceda en el proceso de reconstrucción de Ucrania, aunque en una escala aún más ampliada sobre otros sectores, como infraestructuras públicas, industrias y todo tipo de servicios.
Hay dos efectos económicos inmediatos de los aumentos de precios provocados por BlackRock que se pueden calificar como despojo:
- Revalorización: los costos de vivienda más altos benefician a las propiedades que ya posee BlackRock, especialmente en áreas donde la empresa ha invertido mucho.
- Gentrificación y desplazamientos internos: los precios artificialmente altos obligan al desplazamiento de las familias trabajadoras, dejando el territorio a empresas ricas o de inversión con cantidades masivas de capital a su disposición, como los únicos jugadores que quedan en el mercado.
Ejemplo de estas prácticas de despojo es la situación que se da en Houston, donde el billonario Fink perpetra el 25 % de las recientes compras de viviendas masivas. Está comprando vecindarios enteros y usándolos como alquileres. BlackRock está ayudando a crear una clase de inquilinos permanentes y sin alternativas de compra.
¿De dónde obtiene actualmente su financiación el gobierno ucraniano?
Del gobierno de los Estados Unidos, por supuesto. Este 2022 EE.UU. proporcionó 13.000 millones de dólares en apoyo presupuestario directo para evitar la bancarrota total del gobierno de Ucrania.
En total, la Unión Europea (UE) y EE.UU. han aportado unos 120.000 millones de dólares incluido material bélico, aportación mayor que los 100.000 millones asignados anualmente a Afganistán y que le costó a Washington 2 billones de dólares. El presidente Joe Biden prometió apoyar a Ucrania “durante el tiempo que sea necesario”.
En definitiva, el que paga manda. En Estados Unidos las elecciones y la política son una industria. En 2020 se invirtieron 14.000 millones de dólares en partidos políticos. Tanto la campaña electoral de Joe Biden y el Partido Demócrata como la de Donald Trump y los republicanos fueron apoyadas directamente con más de 2.000 millones en 2020 por BaclkRock, alrededor de un 15% de la inversión total.
Por comparar, la política inversora de BaclkRock indica que su margen habitual de inversión accionarial en las empresas comerciales es de un 5 %, práctica que lleva a cabo en todo el mundo. Baclkrock invierte tres veces más en política.
La táctica de BlackRock en Ucrania
BlackRock sigue en Ucrania la misma estrategia que aplica en EE.UU. y en todo Occidente: interfiere políticamente y de manera constante a través de sobornos, acciones legales o no.
En el caso ucraniano BlackRock va a ordenar la introducción de las grandes corporaciones -a las cuales ya financia- en el territorio de este país por medio de la gestión de subvenciones. Así funciona el neofeudalismo rentista del siglo XXI: “lo tendrás todo sin tener nada”.
Con un esquema de negocio tan ventajoso para las élites financieras y políticas de Estados Unidos, ¿por qué la plutocracia y la clase dirigente estadounidenses querrían la paz?
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