
POR MARTINA DELGADO /
De inmediato se advierten los primeros signos favorables para el gigante suramericano, en especial en el agro. Su histórica cercanía con China y la influencia de los BRICS. La relación con Washington y los fuertes contrastes con Argentina.
En el nuevo tablero del comercio internacional, los países de América Latina aparecen como territorio de disputa y frágil equilibrio, arrastrados por sus propios conflictos internos y las presiones cruzadas. Brasil, potencia regional, miembro del bloque BRICS y actor clave en la exportación global de productos agrícolas y de la industria alimentaria, se perfila como uno de los pocos países en condiciones de capitalizar la coyuntura.
Todos los indicadores advierten que podría ampliar de forma significativa su ventaja sobre Estados Unidos como principal proveedor de alimentos del gigante asiático. “Es el gran candidato para llenar el agujero de exportaciones norteamericanas”, asegura Eduardo Crespo, economista argentino e investigador de la Universidad de Río de Janeiro.
De hecho, ya empezó a ocurrir con productos como la soja. En plena escalada de la guerra comercial, China concretó una compra atípica de 40 cargamentos de soja brasileña —alrededor de 2,4 millones de toneladas—, lo que representa casi un tercio del volumen promedio que el país procesa mensualmente.
“Los productores norteamericanos están desesperados, porque se trata de mercados que, una vez perdidos, difícilmente se recuperan. Si China deja de comprarles ahora, no va a volver más adelante. El perjuicio para ellos va a ser de largo plazo”, advierte el economista brasileño Alexandre De Freitas.
A esto se suman las inversiones millonarias del holding estatal Cofco —la principal empresa china de comercio agrícola— en infraestructura logística para garantizar el flujo de exportaciones latinoamericanas hacia un país con severas limitaciones de tierras cultivables. Aunque forman parte de una estrategia iniciada mucho antes de los anuncios de Donald Trump, cobran ahora una nueva dimensión geopolítica.
En el puerto de Santos, en Sao Paulo, la compañía avanza con el desarrollo de una nueva terminal que, por su tamaño y volumen de inversión, está proyectada como la mayor de Cofco International, con capacidad para transportar hasta 8 millones de toneladas en 2025.
Esa expansión se complementaría con el ambicioso megaproyecto del Corredor Ferroviario Bioceánico, que aún se encuentra en una fase meramente declarativa, pero que conectaría Brasil, Bolivia y Perú mediante una red de trenes que una el Atlántico con el Pacífico.
“Por el contrario, EE.UU. no tiene mucho para ofrecerle a los países periféricos”, apunta Crespo. “Viene con un discurso agresivo, tratando de desestabilizar políticamente. En cambio, los chinos vienen con inversión, esa es la diferencia. En ese marco, Brasil puede capitalizar una oportunidad que Argentina no está aprovechando por su fragilidad macroeconómica”.
El agro, motor de una economía consolidada como una de las mayores exportadoras de alimentos del mundo, cumple también un rol estratégico en el desarrollo de la política exterior brasileña. Incluso Jair Bolsonaro, inicialmente hostil con China durante su campaña y alineado con Estados Unidos durante su mandato, se vio obligado a moderar su discurso por las presiones del agronegocio. Con Lula da Silva en el poder, Brasil apuesta por una posición neutral en la guerra comercial entre las dos potencias.

“Brasil cree que es posible sostener esa neutralidad, pero no va a durar mucho tiempo. En Beijing deben preguntarse por qué no se asume una postura más clara; ni siquiera se firmaron los protocolos de la Ruta de la Seda. Hay serias dificultades para reindustrializarse; no vamos a volver a tener fábricas como en los setenta si no se alcanzan acuerdos con China”, advierte Freitas.
Resta ver cómo Lula va a jugar las cartas mientras se desenvuelve la trama internacional. El Presidente brasileño viajará el mes próximo a China para reunirse con su par Xi Jinping, y volverá a encontrarse con él en julio, cuando se celebre en Río de Janeiro la XVII Cumbre de los BRICS.
En contraste con este posicionamiento estratégico, la Argentina de Javier Milei aparece relegada y con márgenes de maniobra cada vez más estrechos. Mientras Brasil cuenta con reservas por 350 billones de dólares, Argentina, con reservas negativas de 5 mil millones, debió recurrir a un nuevo préstamo del FMI.
“La ideología de Milei y la inestabilidad financiera pesan más que la posible expansión del agro, porque el país está en una posición de extrema vulnerabilidad, expuesto a los vaivenes globales”, afirma Crespo.
En este contexto de creciente endeudamiento externo, se suma el deterioro de la relación comercial con China, que -a pesar de todo- sigue siendo el segundo socio económico de Argentina, detrás de Brasil. Según datos oficiales, durante el primer trimestre de 2025, el intercambio comercial con China registró un saldo negativo de U$S3415 millones, el más alto registrado frente a cualquier otro país. Este desequilibrio se refleja en la caída de las exportaciones y el aumento de las importaciones, lo que pone a Argentina en una posición aún más vulnerable frente a la influencia económica de China.
“Este podría ser un interés en común entre Argentina, Brasil y los demás miembros del Mercosur: generar estrategias frente a China, porque existe el peligro de que inunde nuestros mercados con sus productos”, dice Freitas.
Sin embargo, el alineamiento del Gobierno argentino con Estados Unidos, las tensiones diplomáticas y políticas con Lula, y una actitud provocadora y aislacionista dentro del bloque dificultan cualquier tipo de avance en ese sentido.
Tiempo Argentino