Brasil: los trotskistas y el liberalismo

POR VALERIO ARCARY /

“Dos pelean sí uno quiere. La vanidad es habladora; el orgullo silencioso”… – (Sabiduría popular portuguesa).

En la entrevista de Reinaldo Azevedo (1) con Lula de Silva hubo pasajes de buen humor, como la intriga del expresidente del Partido de los Trabajadores (PT) sobre la rivalidad entre Fernando Henrique Cardoso y José Serra, o la falta de credibilidad de Paulo Guedes y el fútbol salón de la noche del viernes. Pero, también, un momento malicioso del entrevistador sobre los trotskistas y el liberalismo.

Lula se rio, pero no  resbaló en la cáscara de banana sólo para complacer al entrevistador, y  “nobleza obliga” fue cuidadoso y honesto, y hasta defendió a los trotskistas, con quienes mantuvo muchas diferencias a lo largo de décadas, son “buenos en política“…

Los liberales adoran una anécdota maliciosa que afirma  que quien  no fue socialista a los veinte años no tiene corazón, y quien sigue siendo socialista después de los treinta no tiene juicio.  Ella está dirigida contra toda la izquierda. No es raro que algunos militantes y, eventualmente, hasta líderes de izquierda se “arrepientan” de sus posiciones en la juventud y giren a la derecha. Tampoco es sorprendente que sean recompensados por ello.

Pero no es cierto que este fenómeno sea más común entre los trotskistas, en comparación con otras corrientes de izquierda, en particular, los estalinistas. Por el contrario, cuando las mentes no están envenenadas por prejuicios ideológicos, los trotskistas son ampliamente reconocidos, incluso por sus enemigos, como militantes de gran abnegación, despojo personal e integridad moral.

Resulta que el trotskismo, a escala internacional, pese a que haya permanecido como una tendencia política minoritaria, atrajo a sus filas personalidades de talento que conquistaron visibilidad en sus carreras profesionales, y han tenido destinos erráticos, o hasta cruzaron la frontera de clases.

En Brasil y en el mundo, el movimiento trotskista está muy fragmentado en corrientes que rivalizan entre sí. La Cuarta Internacional no sobrevivió intacta a las terribles presiones que sufrió. Sufrió las consecuencias impuestas por la marginalidad social y política. Pero, si consideramos los últimos cuarenta años en una perspectiva histórica, sin restar importancia a los muchos errores, el balance político de los trotskistas, comparado con el núcleo duro de los que venían del estalinismo, es envidiable.

Entre 1977/1984, por ejemplo, dos grandes orientaciones estratégicas dividieron a la izquierda. La gran mayoría de las tendencias provenientes de la tradición del PCB defendían el apoyo al MDB y hacían una apuesta táctica del Frente Amplio, aceptando la hegemonía del ala liberal liderada por Ulysses Guimarães, Franco Montoro y Tancredo Neves.

Los trotskistas defendían la perspectiva de que la dictadura debe ser derrocada por la movilización de las masas, sin ilusiones en la apertura lenta, gradual y segura, y ninguna confianza en el MDB, y apostaron por la independencia política de clase, por lo tanto, en la fundación del PT y de la CUT. Esto no les impidió defender la unidad en la acción cuando, finalmente, el MDB y Brizola se unieron a la campaña por Diretas Já, luego de que el PT organizara en San Pablo el mitin de noviembre de 1983 en Pacaembu.

Trotsky

Entre 1984/1989, nuevamente, dos líneas dividían a la izquierda. Los partidos comunistas declaran su apoyo a la elección de Tancredo Neves en el Colegio Electoral y, por tanto, a la transición desde arriba y la defensa de la Nueva República. Los trotskistas en el PT defendieron el boicot al Colegio Electoral y la construcción de una firme oposición al gobierno de Sarney.

En 1992, el dilema era derrocar a Collor o esperar el calendario electoral de 1994. Los trotskistas estaban en la primera trinchera de la campaña de Fora Collor. La mayoría del viejo “Partidão”, donde algunos intelectuales en vuelo solitario, ya habían renunciado al marxismo e incluso habían fundado un partido que evolucionó, ininterrumpidamente, a un liberalismo-democrático satélite PSDB. 

Entre 1995/2002, tras la elección de Fernando Henrique Cardoso a raíz del plan real, nuevamente, dos orientaciones fracturaron a la izquierda. El “mejorismo”  defendía la reducción de daños, por ejemplo, la negociación “propositiva” de la reforma previsional, y el “quietismo”, o esperar a las próximas elecciones.

Los trotskistas estuvieron en la primera línea de la defensa de la huelga de los petroleros de 1995, se esforzaron por preservar a la CUT como una central de oposición irreconciliable al gobierno y defendieron la preparación de una campaña de Fora FHC. ¿Dónde estaba la mayoría de los estalinistas?

Entre 2002 y 2013, cuando por primera vez la izquierda brasileña llegó al gobierno, los trotskistas se dividieron dramáticamente entre el apoyo y la oposición de la izquierda. Pero se comprometieron como siempre en las luchas de jóvenes y trabajadores, argumentando que los gobiernos de Lula y Dilma debían romper con la burguesía en la lucha por reformas estructurales anticapitalistas. Algunos lo hicieron dentro de los gobiernos, otros dentro del PT y otros por fuera del PT. La inmensa mayoría de estalinistas se instaló cómodamente en el cargo. Eran irreconocibles.

Entre 2013/2014 la izquierda se fracturó entre el apoyo y la disputa de las jornadas de junio, y aquellos que fueron incapaces de comprender el impulso de la nueva generación que salió a las calles y, desde un principio, exageraron solamente el peligro conservador. Los trotskistas estaban en las calles y en las luchas.

Entre 2015/2021, ante la contundente ofensiva reaccionaria, que pasó por las manifestaciones de millones en apoyo al golpe institucional contra el gobierno de Dilma Rousseff, la posesión de Temer y la prisión de Lula, la inmensa mayoría de los trotskistas. , incluidos los que se posicionaron en la oposición de izquierda a los gobiernos de coalición liderados por el PT, no dudaron en denunciar el peligro que representaba la elección de Bolsonaro. 

Desde 2018, los trotskistas se han comprometido en la resistencia con la línea del Frente Único de Izquierda contra la mayoría de los estalinistas que ignoraron el peligro neofascista o concluyeron apresuradamente que había ocurrido una derrota histórica y luego capitularon ante la línea del Frente Amplio, aceptando la legitimidad de la liderazgo liberal en oposición al gobierno de extrema derecha.

La honestidad intelectual es importante. Es el cemento de la fuerza moral. Los trotskistas brasileños cometieron muchos y variados errores políticos y, también por eso están fragmentados. Todas las corrientes inspiradas en la tradición de León Trotsky son todavía minoritarias e imperfectas. Su historia revela su fragilidad.

Pero también hay grandeza.

Nota: 1.- Reinaldo Azevedo es un destacado columnista de la Folha do Sao Paulo y de la Rede Bandeirantes.  https://www.youtube.com/watch?v=vlvjciPQrq4

https://www.sinpermiso.info/

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.