POR SEGUNDO MARTEL CANDELO
América Latina ha sido históricamente tierra abonada para el caudillismo. El caso más trágico, en Colombia, fue encarnado por el liberal Jorge Eliecer Gaitán, quien a su gran bagaje cultural sumaba una excelsa oratoria. Su muerte violenta el 9 de abril de 1948 dio lugar al mayor levantamiento social en la historia colombiana. En la década siguiente, las élites criollas desataron un genocidio con cerca de 300.000 víctimas. El movimiento popular gaitanista fue exterminado a sangre y fuego.
En general los caudillos, portadores o no de un gran bagaje político-cultural, suelen considerarse a sí mismo como iluminados, persuadidos de su misión histórica. Resultan refractarios a los balances críticos y sus egos tienden a inflamarse al ritmo de la lisonja y los éxitos electorales. La perspectiva ideológico-programática desciende naturalmente de sus privilegiados intelectos. Ofrecen respuesta a todos los problemas, jamás expresa dudas.
En las eventuales controversias programáticas suele primar una cultura oral. Se adolece de estatutos y de plataformas políticas formales, discutidas y aprobadas en eventos democráticos. La organización política partidista organizada bajo las normas del centralismo democrático es considerada un estorbo. No suelen convocarse eventos asamblearios regulares, dotados de garantías que viabilicen una discusión amplia. La controversia ideológica interna es considerada en sí misma un ejercicio estéril, subestimada y en general descalificada.
En los eventos internos o públicos el caudillo-líder lleva la voz cantante. La democracia interna y el derecho a participar de la construcción programática colectiva constituye un privilegio al que sólo un reducido grupo de iniciados tiene acceso; la mayoría de integrantes se limita a escuchar y seguir pasivamente las consignas orientadas desde las altas esferas. Predomina una estructura vertical autoritaria.
El agrupamiento caudillista puede atravesar por etapas de febril simpatía y crecimiento. Los ambientes genuinamente democráticos, dotados de garantías para el desarrollo de una discusión organizada, representan el “talón de Aquiles” de estos agrupamientos.
El balance de las propuestas de Colombia Humana (CH) y del rol que cumple su máximo líder, tanto en sus aciertos como en sus yerros, constituye una necesidad imperiosa en el contexto político actual. Sin embargo, un intento de balance ponderado sobre la naturaleza y alcance de sus propuestas, se enfrenta con la dificultad del predominio de un discurso predominantemente oral, improvisado, en veces desinformado, confuso, y desinformado.
En razón de ello, y ante la ausencia de tesis programáticas formales escritas, nos hemos visto obligados acudir, no sin dificultad, al análisis de algunos de sus discursos en plaza pública y, a algunas de sus declaraciones reproducidas en las redes sociales en internet.
Para tales propósitos, hemos tomado como referencia principal el discurso ofrecido por el excandidato presidencial en la Plaza de Bolívar el 24 de julio de 2018, reproducido en la web de Antioquia Humana.
En el discurso de referencia, Petro comienza por expresar su complacencia por el hecho de que su “plataforma ideológica” se hubiera alejado de la propuesta socialista, en tanto que, a su juicio, dicho sistema “no constituye una respuesta adecuada al raquitismo económico colombiano”. A renglón seguido, reafirma su tesis de que “un cambio en las relaciones sociales de producción hacia el socialismo…, visto en su concepción más esclerótica… no constituye una respuesta contemporánea eficaz ante el grave problema humano de la desigualdad y el cambio climático…” (www.antioquiahumana.org)
No obstante, el líder de CH se abstiene de ofrecer explicación alguna. ¿Por qué razón el socialismo no constituye una respuesta adecuada al raquitismo económico colombiano? ¿A cuál socialismo se refiere el excandidato? Nada es posible inferir de su disertación en plaza pública.
¿Acaso se refiere Petro al socialismo que establecieron naciones como la URSS en 1917 o China en 1949, o los países de Europa Oriental, tras la Segunda Guerra Mundial, países que, en el contexto de una transición al régimen socialista, luego de la implementación de reformas agrarias integrales que implicaron la nacionalización del suelo y el subsuelo, lograron tasas de crecimiento económico nunca antes vistas en el concierto de las naciones? Aún hoy, luego de la restauración del capitalismo en casi todos los países del “socialismo realmente existente”, los índices de crecimiento económico de estas naciones siguen siendo tributarios del formidable desarrollo desigual y combinado experimentado por las naciones en referencia.
Infortunadamente, ni en el discurso de Plaza de Bolívar, ni en ningún otro medio, es posible precisar en qué sentido afirma Petro, que la adopción de medidas socialistas en Colombia, constituiría “una respuesta inadecuada al raquitismo económico colombiano”.
De otra parte, en declaraciones ofrecidas en algunas redes sociales, el excandidato de CH ha expresado, su pretensión por liderar una “revolución capitalista” en Colombia, sin precisar la naturaleza y alcance de tal revolución.
Presuntamente se trataría de promover la idea de una “reforma agraria” que acudiría a la compra, de miles de hectáreas de tierra fértil, hoy en manos de terratenientes narcotraficantes improductivos. Según se infiere de tales afirmaciones, las tierras adecuadamente explotadas, no serían objeto de compra por parte del gobierno petrista, lo cual implicaría descartar la idea de una nacionalización de la tierra en Colombia.
Agrega que, apoyándose en la legislación colombiana vigente, su eventual Gobierno forzaría la adquisición de los latifundios rurales inadecuadamente explotados en manos de narcotraficantes, mostrándose dispuesto a pagar por ellos el reducido valor catastral vigente. Por último, Petro expresa su disposición a concertar sobre dicha reforma con el latifundista y líder indiscutido de la ultraderecha colombiana Álvaro Uribe Vélez, a quien confía convencer sobre de la bondad de su propuesta.
Sin embargo, es conveniente recordar cómo, a mediados del siglo XIX, la burguesía inglesa, que en un primer momento había abogado por la nacionalización de la propiedad agraria latifundista, terminó por renunciar a dicha pretensión, dado el temor que una medida como esa, condujera, aún sin proponérselo, a la expropiación de todos los medios de producción.
Tal temor instintivo condujo a la burguesía inglesa a renunciar, por siempre, a la temprana inclinación reformista, transformándose, desde entonces, en una obstinada defensora de la sacrosanta propiedad privada latifundista. Lección que la burguesía y el latifundismo colombiano han asimilado.
El debate sobre el problema agrario en Colombia, irrumpió con fuerza en la década de los años 60 y 70 del siglo XX en el contexto político latinoamericano como consecuencia del triunfo de la revolución cubana.
El debate en Colombia había sido antecedido por el desarrollo de una etapa de violencia social y política, en el contexto de una inequitativa distribución de la propiedad agraria, que había terminado por excluir a millones de pequeños productores rurales. La propuesta de una reforma agraria democrática cruzó todos los debates de la época.
Desde la izquierda socialista las elaboraciones teóricas desarrolladas, entre otros, por intelectuales como Mario Arrubla y Salomón Kalmanovitz, propiciaron un enriquecedor debate.
En general, en la discusión ha sido posible diferenciar dos tipos de modelo de desarrollo agrario: uno, soportado en el fortalecimiento de la gran propiedad territorial, conocido como el modelo Juncker; otro, el modelo de desarrollo agrario democrático, soportado en la pequeña propiedad agraria, identificado como el “modelo americano”.
La así anunciada por Petro “revolución capitalista”, aparentemente se reduce a la promoción recortada del “modelo americano de tenencia de la tierra”. No obstante, el carácter radical que adquiriría la así denominada reforma, constituiría en sí misma una tarea revolucionaria, que contará con la oposición cerrada de los grandes propietarios de tierras, narcotraficantes o no.
El continente latinoamericano ha sido rico en asuntos de reformas agrarias. Desde la triunfante Revolución Mexicana a inicios del siglo XX, pasando por diversas procesos, como la reforma agraria cubana en los años 60, o la promovida en los años 70 por el general Velasco Alvarado en Perú, entre otras.
No representa un secreto que, en el caso de Colombia, un intento por desarrollar una reforma agraria democrática, así sea parcial y recortada como pregona Petro, será respondida por una agudización de la lucha de clases, para lo cual terratenientes de diferente índole cuentan desde hace décadas con ejércitos paramilitares, reclutados con el exclusivo propósito de defender los intereses de la gran propiedad latifundista y el desarrollo de cultivos ilícitos.
En plena época del predominio de los monopolios internacionales y de la exacerbación mundial de la competencia, Petro pretende, liderar en Colombia la utópica realización de un imposible “capitalismo democrático”. ¿Qué significa una tal “revolución capitalista” en Colombia propuesta por el líder de CH? Nada es posible inferir, pues la oscuridad analítica caracteriza sus propuestas políticas.
De otra parte, no puede perderse de vista que la producción mercantil, incluida la agrícola, se caracteriza por la competencia entre productores por el control del mercado. Aquellos poseedores de tierras fértiles y de mayor desarrollo tecnológico, mantienen una sólida ventaja respecto de otros productores de menor tamaño y condiciones tecnológicas. Es decir, lo normal en el desarrollo capitalista en todos los ámbitos es la competencia que conduce inevitablemente a la concentración de la propiedad y de la producción.
Así mismo, países atrasados como Colombia no pueden escapar a las leyes del capitalismo mundializado. Éste constituye una totalidad articulada, regido por leyes económicas, de tal forma que la perspectiva idealizada por Petro carece de sustento real.
Además, no debe perderse de vista la lección histórica brindada por la burguesía industrial británica, que, durante el siglo XVIII, prefirió renunciar definitivamente a la idea de la nacionalización de la tierra. No existe camino intermedio para vehiculizar el desarrollo del capitalismo, menos en una nación atrasada como Colombia.
Así mismo, en su discurso de la Plaza de Bolívar, Petro declaró que “El programa de Colombia Humana… había articulado las tareas que el liberalismo había dejado de hacer en el siglo XX. La reforma agraria, indispensable para la industrialización, la industrialización como el mecanismo de inclusión económica de la población…”
Sin duda la solución del problema agrario en Colombia ha representado históricamente una tarea democrática pendiente. La hiperconcentración de la propiedad del suelo en Colombia ha impedido históricamente el acceso a la tierra a la inmensa mayoría de pequeños productores del campo, condenándoles a la violencia, la miseria y la exclusión; empujándoles a las zonas urbanas depauperadas.
Bajo el acuerdo latifundista conocido como el “Pacto de Chicoral”, en 1972, durante el gobierno del conservador Misael Pastrana Borrero, fueron sepultadas las aspiraciones de una reforma agraria democrática en Colombia, lideradas en su época por la extinta ANUC. El latifundio improductivo terminó por imponerse. Dicho acuerdo terminó convirtiéndose en una pesada losa, bajo la cual, se han intentado sepultar las aspiraciones democráticas de los pobres del campo.
La idea expresada por Petro, de proceder a una expropiación del latifundio improductivo en manos del narcotráfico, pagando las tierras por su reducido valor catastral y, de su entrega a los campesinos pobres, amén de intentar convencer a Álvaro Uribe de la bondad de su propuesta, olvida que el entierro de la reforma agraria por el régimen oligárquico colombiano acordada en el “Pacto de Chicoral”, ha sido acompañado por el reforzamiento de ejércitos irregulares, que estarán prestos a ahogar cualquier intento por suprimir el monopolio de la gran propiedad territorial en Colombia. Sólo un movimiento agrario democrático y actuante podría neutralizar las tendencias retardatarias de la gran propiedad territorial, escenario aparentemente no previsto por Petro.
De otra parte, ¿a qué se refiere Petro cuandose refiere a “el socialismo… visto en su concepción más esclerótica? ¿Se trata acaso de la idea reaccionaria impulsada por el estalinismo en su momento sobre la construcción del “socialismo en un solo país” puesta en boga en la URSS y otros países socialistas desde finales de 1920?
¿No fueron acaso la nacionalización de la tierra y las reformas agrarias, implantadas bajo los regímenes socialistas en la Unión Soviética, China y Europa Oriental, en el contexto de una industrialización acelerada, las medidas sociales que permitieron a estas naciones dar un salto histórico en su desarrollo, facilitándoles el giro decisivo en la solución de las apremiantes necesidades sociales, alimentarias e industriales, permitiéndoles un salto histórico en el concierto de las naciones?
¿No resultan instructivas las reformas agrarias radicales adelantadas al final de la segunda guerra mundial en países como Japón, Taiwán, Corea del Sur y otros países de Asia que, aunque no fueron acompañadas por la instauración de regímenes socialistas, terminaron por nacionalizar la tierra y desarrollar reformas agrarias democráticas que potenciaron un importante crecimiento económico?
De forma similar, en un delirio de expresiones ambiguas y confusas el líder de CH, declara sobre la necesidad de “saltar a una gran capacidad productiva en el país bajo relaciones capitalistas y post capitalistas colaborativas”. Agregando mayor oscuridad a su discurso, propone “erradicar las relaciones de producción atrasadas y feudales que hacen improductiva la tierra fértil, las de carácter tributario/servil manejadas por las mafias del narcotráfico con su lavado de dólares a través de la usura, la extorsión y la contratación pública, las de la nueva esclavitud, las del rebusque colombiano por falta de oportunidades, que mantiene formas mercantiles simples atrasadas y condena a la pobreza estructural; propusimos -agregaaprovechar y reemplazar ese “rebusque” por una democratización de la dotación de capital para que el rebuscador emprenda y se empresarice…nos atrevimos a proponer desarrollar el capitalismo productivo sobre la base de la distribución del capital: saber, tierras, crédito, informática, sin necesidad de expropiar o estatizar, un capitalismo distribuido para generar equidad y democracia, y desarrollo de las fuerzas productivas del país; nos propusimos ir hacia lo más avanzado del post capitalismo en términos de economía colaborativa, descarbonizada que articula energías limpias de costo marginal cero con saberes, e informática también con costo marginal cero en la producción de hogares, campos, industrias y regiones: el desarrollo de la tercera revolución industrial que ya vive el mundo” (www.antioquiahumana).
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