POR OCTAVIO QUINTERO
El modelo neoliberal ha engendrado en los últimos 40 años una contracultura, mal llamada polarización política. Es más que eso: es la rebelión de una masa crítica, en la frontera de su última esperanza, contra el statu quo.
Una de las tantas firmas dedicadas a , ha puesto en el plano científico la teoría del 25 %, según la cual, normas económicas, políticas y sociales, en resumen, toda la cultura de la población, puede ser impuesta o cambiada por solo una cuarta parte del grupo. Es lo mismo que se plantea en el viejo aforismo: “¿A dónde vas Vicente?… A donde va la gente”.
Primera conclusión: si la cultura capitalista nos ha gobernado desde siempre, por lo menos en esta parte occidental en que nos situamos, quiere decir que su aculturación ha echado raíces en la conducta de la población que, alienada, social e ideológicamente, comparte y defiende, aun en contra de su propio interés y voluntad, las normas puestas en escena por una masa no mayor del 25 %, como vemos, someramente:
En las pasadas elecciones para Presidente en Colombia la participación, con ser una de las más altas en la historia electoral, fue del 58,09 %, correspondiente a 22.658.694 votos, sobre un potencial de 39.002.239. El ganador, Gustavo Petro, obtuvo 11.281.013, que viene a ser el 28,92 % del potencial. Su predecesor inmediato (Iván Duque), ganó con el 28,20 %, su antecesor en 2014 (Juan Manuel Santos), ganó con el 23,70 %. El fenómeno político del 2002, Álvaro Uribe, ganó la Presidencia con el 24,21 % del potencial electoral.
En Estados Unidos, otro ejemplo, omitiendo estadísticas farragosas, Donald Trump ganó la Presidencia, en 2016, con el 26,51 % del potencial electoral; y, en 2020, Biden la ganó con 23,4 %, y fue el presidente con el mayor voto popular de la historia.
Históricamente, las elecciones presidenciales en el mundo democrático han tenido una media entre el 50 y 60 % del potencial electoral, con excepción de los países en donde el voto es obligatorio (Bélgica) o de partido único (China), lo que contradice la misma idea de libertad democrática. Cualquiera puede hacer las cuentas en su respectivo país.
Resumiendo: los destinos de Colombia y Estados Unidos, en este ejemplo, para no citar más, ni remontarnos hasta donde podríamos encontrar porcentajes más bajos, han sido trazados por el 25 % de la población electoral.
Se explica entonces, concluye el estudio citado, el porqué las personas no cambian fácilmente de opinión, aunque se les demuestre que están equivocadas… Los mensajes subliminales convencen más que los argumentos racionales.
Mucho se habla hoy de polarización política en Colombia; lo mismo en Perú, Brasil, Argentina, Venezuela, Chile, México y Bolivia, y hasta en el Estados Unidos de hoy, por citar los casos más destacados en la prensa latinoamericana. En los medios europeos también se encuentra el término inmerso en la información política.
No es tampoco confrontación partidista, que también se aduce, porque, políticamente hablando, por confrontación política se entiende la posibilidad de permitir un relevo pacífico entre los líderes de partidos con vocación de poder. Si fuera alternancia política, bastaría la dialéctica para conciliar los ánimos… Pero, si se trata, como yo lo veo, de un choque social sistémico, el pronóstico, dependiendo de qué tanto se prolongue e inflame la transición cultural, necesariamente, es reservado. Los espejos fulguran ahora mismo desde Brasil hasta EE.UU., pasando por Perú; dicen que también en Colombia. Y no es solo en Latinoamérica… España, Italia, Francia y Reino Unido, entre otros del Viejo Mundo, están que arden.
El cambio cultural no será fácil: El neoliberalismo global, detentador del poder hoy, se defenderá a ultranza, combinando, por lo visto, todas las formas de lucha… Los progresistas, voceros de ese otro 25 % de masa crítica, surgida en oposición al neoliberalismo, no cejarán… Hasta las estrategias cambiarán: pasarán de los conciliábulos a las calles.
Petro, en Colombia, lo tiene claro. En actitud diciente, retadora y reiterativa, como lo hemos señalado desde esta columna, acaba de invitar a las fuerzas del Gobierno del Cambio “a discutir en las calles” las reformas laboral, pensional y de salud, lo mismo que la “Paz total”, sujetas a una oposición intransigente, inclusive dentro de la misma institucionalidad (Fiscalía y Procuraduría), precisamente porque la oposición no es política, sino cultural.
El meollo también se palpa en dos comportamientos diametralmente opuestos sobre el mismo tema en la última semana. La ministra de Minas y Energía de Colombia, Irene Vélez, dijo, el pasado 19 de enero, ante el Foro de Davos, Suiza:
“Sabemos que se va a desvalorizar la economía de los hidrocarburos, así como ya se ha desvalorizado la economía del carbón… En Colombia decidimos que no vamos a conceder nuevos contratos de exploración de gas y petróleo. Es una señal clara de nuestro compromiso en la lucha contra el cambio climático”.
A su vez, el banquero-presidente neoliberal de Ecuador, Guillermo Lasso, citado por el New York Times, el pasado 15 de enero, dijo:
“Ahora que la tendencia mundial es el abandono de los combustibles fósiles, llegó el momento de extraer hasta la última gota de provecho de nuestro petróleo para que llegue al servicio de los más pobres, respetando el medioambiente”.
Esto último, al parecer, lo dijo como ironía, porque se refería a la explotación de petróleo en pleno corazón de la amazonia ecuatoriana.
Ese es el meollo: una visión diametralmente opuesta sobre el mismo problema global, enfocada desde la óptica de dos modelos, que aunque capitalistas ambos, chocan en su desarrollo: capitalismo descarbonizado (Petro) y neoliberal (Lasso).
La democracia, como la conocemos y aceptamos hoy, no estará exenta de la revolución cultural. Podría ser que estemos llegando al fin de la tiranía de minorías, que valida formas de gobierno de los que son menos sobre los que son más, desde el punto de vista del potencial electoral, por culpa, bueno es dejarlo claro, de lo que Luther King calificó como… “el silencio (abstención) de los buenos”. En síntesis, la democracia directa toca a la puerta.
Conclusión final.- El cambio, o la opción que tiene entre manos la generación actual, es decidir si continúa con el viejo modelo necro-económico, un proceso que gira en torno de la muerte, o acoge un nuevo modelo bio-económico, en beneficio de todos. ¿Qué quiere decir esto? Que detrás de la decisión respectiva se juega la existencia misma de la vida tal como la conocemos hoy en el planeta Tierra… Hagan sus apuestas.
Fin de folio.- La democracia representativa está de salida. El Estado de opinión se nos vino encima con la revolución tecnológica. El voto electrónico puede resolver, en tiempo real, cualquier materia.
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