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En concepto del politólogo español Carlos Taibo la crisis climática sumada a la caída de las materias primas están llevando al planeta a una nueva forma de fascismo que de manera cínica y perversa busca monopolizar para una minoría los recursos mundiales.
Por ello en septiembre 2022 con el sello editorial Catarata, este catedrático universitario jubilado y reconocido investigador social dio a la luz su nuevo libro Ecofascismo. Una introducción, el cual denuncia la criminal intención de algunos de los estamentos dirigentes del globo –conscientes de los efectos del colapso climático, del agotamiento de las materias primas energéticas y del asentamiento de un sinfín de crisis paralelas– de concentrar para una minoría selecta recursos visiblemente escasos. Y a la de marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que se entiende que serían poblaciones sobrantes en un planeta que habría roto visiblemente sus límites.
En esa perspectiva, el ecofascismo no sería un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgiría, antes bien, en el seno de los principales poderes políticos y económicos. Aunque tendría como núcleo principal a las elites occidentales, a ellas podrían sumarse otras radicadas en espacios geográficos diversos. El ecofascismo sustentado en pretensiones imperiales y colonialistas apuesta por el exterminio de quienes se estima que sobran como servirse de poblaciones enteras en un régimen de explotación que recordaría a la esclavitud de hace bien poco. En más de un sentido el ecofascismo sería, en fin, una forma de colapso.
Carlos Taibo (Madrid, 1956) se desempeñó como profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid hasta 2018. Ha sido uno de los más firmes defensores de la teoría del decrecimiento, así como una de las voces más reconocidas en el movimiento anarquista y libertario. Entre sus más de 30 libros publicados sobre política, geopolítica o movimientos sociales, se destacan Colapso (2016), Ante el colapso (2019) y Decrecimiento: una propuesta razonada (2021).
Proyecto totalitario que hunde sus raíces tanto en el colonialismo como en el imperialismo
A continuación se transcribe el texto del prólogo del libro de Taibo.
Este libro se interesa por una materia de perfiles nebulosos que se presta a las más diversas interpretaciones. Quiero creer, sin embargo, que constituye una legítima llamada de atención sobre un horizonte que en muchas de sus manifestaciones ya está aquí, y que reclama estudio y contestación.
Aclararé que en lo que hace a ese horizonte me interesa poco la certificación de que en los fascismos de antaño —en el nacionalsocialismo alemán, por ejemplo— hubo una notable pulsión ecológica. Lo que me atrae, si tengo que trasladar el argumento a aquellos años, es la llamativa seducción que un proyecto como el nacionalsocialista suscitó en buena parte del empresariado germano en una situación delicada.
Y es que cuando, y vuelco el argumento en lo que hoy tenemos delante de los ojos, empleo el vocablo ecofascismo, lo hago para identificar un proyecto en virtud del cual algunos de los estamentos dirigentes del globo —conscientes de los efectos del cambio climático, de las secuelas del agotamiento de las materias primas energéticas y de la manifestación, en la trastienda, de un sinfín de crisis paralelas— han puesto manos a la tarea de preservar para una minoría selecta recursos visiblemente escasos. Y a la de marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que se entiende que serían poblaciones sobrantes en un planeta que habría roto visiblemente sus límites. En esa perspectiva, el ecofascismo no sería en modo alguno un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la derecha más extrema, sino que surgiría, antes bien, en el meollo de algunos de los mayores poderes políticos y económicos. Aunque tendría como núcleo principal a las elites del mundo occidental, a ellas podrían sumarse, ciertamente, otras radicadas en espacios geográficos diversos, y entre ellos el configurado por las llamadas economías emergentes.
El ecofascismo hundiría sus raíces, por lo demás, en muchas de las pulsiones del colonialismo y del imperialismo de siempre, que en adelante tanto podrían apostar por el exterminio, ya sugerido, de quienes se estima que sobran como servirse de poblaciones enteras en un régimen de explotación que en mucho recordaría a la esclavitud de hace bien poco. En más de un sentido el ecofascismo sería, en fin, una forma de colapso. No creo que haya palabra mejor para retratar las consecuencias de una reducción dramática, vía genocidio y procesos afines, de la población mundial.
Debo subrayar que mi interés por esta discusión no es nuevo. Si así se quiere, se ha desplegado en el tiempo a través de un camino que me ha conducido desde la perspectiva del decrecimiento, primero, pasando por la teoría del colapso, después, para levantar un tercer pivote que no es sino el del ecofascismo mencionado. No está de más que señale que en un libro titulado Colapso, cuya primera edición vio la luz en 2016, ya había dedicado un capítulo, por cierto, a la consideración de lo que hoy me ocupa de manera expresa. En esa obra, y en alguna otra, me asaltaron, por añadidura, cuestiones —así, la relativa a la condición y a las causas del colapso— que aquí apenas me van a atraer, aun cuando tengan, claro, su relieve en lo que atañe a la caracterización del fenómeno ecofascista.
Varios son, por lo demás, los objetivos de este trabajo. El primero estriba en aclararme a mí mismo y procurar aclarar a quien me lee algunos conceptos que por fuerza tienen que ser polémicos. Aunque doy por descontado que el resultado es insatisfactorio, prefiero asumir, lejos de las verdades absolutas, las limitaciones consiguientes. Soy consciente, en paralelo —y permítaseme la ironía—, de que este libro no ayudará a poner de acuerdo a quienes piensan que soy un optimista desaforado y a quienes estiman que están ante un pesimista patológico. Un segundo objetivo de estas páginas es unir, en la crítica, lo social y lo ecológico, y contestar el poder en sus diversas manifestaciones. Con esa voluntad se afrontan discusiones delicadas como son las relativas a la ciencia, a la tecnología, a la industrialización, a la razón, a la Ilustración o a la idea de progreso, constructos y, en su caso, realidades a menudo idolatradas en el pensamiento de determinada izquierda que no parece apreciar problemas mayores en todos esos ámbitos y que prefiere descalificar, de la mano de etiquetas simples, a quienes ven las cosas de otra manera. En el buen entendido de que se me antoja evidente que muchos de quienes piden que callemos lo que desean es apuntalar, sin más, el miserable orden del capitalismo realmente existente. Agregaré, en un tercer y último escalón, que los argumentos vertidos en este texto no obedecen, o no lo hacen de forma primaria, a la búsqueda de un rigor supuestamente científico. Responden, antes bien, a un impulso de movilización que confía, pese a todo, en que la catástrofe que probablemente se avecina, y que para muchos ya está aquí, abra el paso a sociedades marcadas por la autogestión, la igualdad y el apoyo mutuo, dispuestas a mantener una relación respetuosa con el medio natural y muy alejadas de muchos de los empleos perversos de la ecología que se sopesan en este libro.
Las cosas así, esta obra se articula en ocho capítulos. El primero examina el concepto, que ya he avisado es conflictivo, de ecofascismo. El segundo considera los antecedentes de este último en escenarios como los aportados por la Alemania hitleriana y, en otra clave, por el colonialismo occidental en sus diversas formas. El tercero hinca el diente a lo que la pandemia del Covid-19 ha podido aportarnos como anticipo de un futuro inquietante. El cuarto presta atención a la presunta concreción, en ámbitos varios, de la propuesta ecofascista. El quinto sopesa si tiene sentido hablar de ecofascismo, en singular, o por el contrario debemos hacerlo de ecofascismos, en plural. El sexto bucea en algunas de las dimensiones que rodean la relación entre mujeres y ecofascismo. El séptimo acoge una reivindicación del apoyo mutuo y de las sociedades en él asentadas. Y el octavo y último, en fin, procura extraer algunas conclusiones de carácter general.
Mucho me gustaría equivocarme en lo que hace al diagnóstico que inspira esta obra —el que sugiere que estamos ante un colapso de perfiles inquietantes— y en lo que atañe al proyecto ecofascista que al amparo de ese colapso puede adquirir carta de naturaleza. Me gustaría tanto, que aceptaría de buen grado que, de resultas, se concluyese que este es el peor de mis libros. Y eso que competidores solventes tiene, y hablo de mis trabajos, unos cuantos.
Descarga del libro
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