Colombia ante la encrucijada de un Pacto Histórico

POR JULIÁN GRANDA MÚNERA

El Partido Político es el moderno príncipe, escribió Gramsci. Puede estar en muchas partes al mismo tiempo; así mismo, puede ser, la sumatoria de inteligencias expresadas en formas de organización, programas, estrategias y tácticas. Colombia carece de un moderno príncipe. En su historia reciente tal vez el más duradero y orgánico se produjo en los tiempos de las guerras anti coloniales de principios del siglo XIX. Pero desde entonces, sus retornos han sido más formas trágicas y caricaturescas. 

Por esto, es sumamente importante la rueda de prensa realizada el 11 de febrero en Colombia y denominada #Quiendijoyo que unió al Polo Democrático, a la Colombia Humana, al Mais, sectores del Partido Verde y de la cual otros movimientos políticos mostraron su beneplácito, cómo Comunes y sectores Socialdemócratas. 

El evento puede ser interpretado como una comunicación pública hacia la sociedad en la que se planteó una acción orientada a la unidad de los parecidos: es decir, de quienes tienen como bandera lo mínimo: las reformas pendientes e históricas por hacer en el país en temas económicos, sociales y políticos y encaminar dichas reformas hacia la construcción de un moderno príncipe, que lo lleve a cabo en por lo menos dos escenarios inmediatos: la difusión de sus contenidos y la preparación para eventos electorales.

Sin duda, la aparición de dicho príncipe aún está en veremos porque aún no tiene forma ni contenido. Lo que sí quedó claro y puede suscribirse cómo conclusión de este intento es el criterio estratégico por el cual lo piensan orientar: la realización de una apuesta de tipo reformista. Esto es: la consideración según la cual las transformaciones podrán producirse en Colombia sobre la base del acuerdo de unos dirigentes que eventualmente preguntarán si están de acuerdo con ellos e invitarán a la gente a la participación en jornadas electorales.

La orientación no es nueva, así como tampoco sus resultados. En sociedades dónde se han logrado caminos de unidad que no es otra cosa que la emergencia momentánea del Moderno Príncipe, la constitución de un bloque histórico y la emergencia de una contrahegemonia el resultado ha sido completamente escamoteado debido a la capacidad de presión o negociación del adversario quien bajo este modelo nunca es neutralizado. Una de las intelectuales políticas más lúcidas del siglo XX, Rosa Luxembourg, enfrentó este dilema. Pero lo hizo a partir de la idea según la cual, el momento de la unidad se instituye como movimiento de los movimientos, opta por una orientación estratégica y si esta es de tipo reformista, porque así lo exige el momento, debe comprender que en un escenario de acumulación de fuerzas, en el que las condiciones se produzcan a favor, el principio de radicalidad, esto es de neutralización del adversario debe ser usado sin vacilación y con contundencia.

Quienes suscriben el Pacto Histórico, por lo que se alcanza a ver, no plantearán dicho escenario debido a que responden a la agenda electoral que a la mínima actitud “autoritaria” (principio liberal fetichizado) será atacada por los medios y por lo tanto neutralizada. La actitud timorata no obstante alberga su ruina.

No deben perderse de vista los ejemplos que optaron por ese camino: Syryza en Grecia fue uno de los estruendos europeos en la segunda década del siglo XXI, Unidad Popular en Chile; Partido Guatemalteco del Trabajo en Guatemala durante el siglo XX. Cuando se dispusieron a sostener el programa y realizarlo se encontraron con los adversarios a quienes nunca neutralizaron; adversarios quienes así mismo los re-orientaron, cuando quisieron dialogar (es un ejemplo de esto Alexis Tsipras y Syriza frente al FMI) o sencillamente los sabotearon (ganaron fuerza social) hasta hacerles el golpe de Estado, Árbenz, Allende; y podríamos sumar, a Grau de San Martín en Cuba y al general Carlos Dávila en Chile durante los treinta.

Es pues que, si la unidad es sin vetos como han propuesto también debe hacerse con principios, dentro de los cuales reconocer esta situación y prevenirla resulta importante y táctico, en función de la estructuración del Moderno Príncipe.

Además, la sociedad deberá saber y entender que se trata de los cambios necesarios, justos y postergardos del país, para lograr que, al tener certeza de ellos, actúe en consecuencia, identifique la acción, si es el caso empujen a sus líderes, cuestionando, interrumpiendo cuando estos los reorienten o pierdan la brújula. Acuerdos reformistas sin estas acotaciones tendrán irremediablemente la tendencia al fracaso y a la prolongación de situaciones injustas.