POR ARMANDO PALAU ALDANA
Con ocasión de la primera edición del ‘Papel Periódico de Santafé de Bogotá’ el 9 de febrero de 1791, considerada la primera publicación periodística de la nación colombiana, se conmemora el día del periodismo, uno de los instrumentos mediante los cuales se garantiza la libertad de toda persona de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, informar y recibir información veraz e imparcial, fundar medios masivos de comunicación libres y con responsabilidad social, sin censura, un derecho fundamental consagrado en nuestra Constitución.
En la práctica el derecho de fundar y mantener órganos de comunicación masiva está limitado al músculo financiero de los grandes medios en sus distintos formatos (papel, radio, televisión, digital, etc.), pues de la mano de la pauta que se propala con ganchos como las telenovelas, las películas, las series de televisión, la música, el deporte y otros, se engancha un grueso público pegado con goma a los dispositivos portátiles (teléfonos celulares, tabletas y computadores), que aunque pueden ser herramientas para prensa alternativa enredan al público.
Muchos colegas con su vocación de periodistas (uno de los pocos oficios libres en Colombia), dedican su vida a tratar de laborar libre e independientemente fundando medios escritos, radiales o virtuales y por ende subsisten por la pauta o subsidios que logran de los sectores estatal o privado (alcaldías y Gobernaciones o pequeñas empresas). Desde la pérdida del monopolio de la televisión, con el capitalismo salvaje impuesto desde el gobierno de César Gaviria, el Estado colombiano dejó de competir con sus noticieros y se los entregó a los emporios.
Podríamos decir, que este gobierno de transición liderado por Petro, un gobernante ubicado en la socialdemocracia, una de las expresiones del centro político o sea la derecha moderada (la centro izquierda es un sofisma) que viene materializando conquistas del país nacional plasmadas en la Constitución del 91, pero que el país político viene atajando y cercenando durante tres décadas mediante 58 reformas lideradas por la derecha (Uribe con 19 y Santos con 15) declaradas cinco inexequibles, además de la inaplicación de preceptos estructurales.
Tardíamente se ha empezado a dinamizar el esencial Sistema de Medios Públicos (RTVC), pues después de año y medio de tanta lírica y retórica petrista por el mundo, Petro apenas se vino a enterar que las ejecutorias nacionales estaban en modo tortuga, es decir, la capacidad de liderazgo de gestión y cumplimiento de metas no se avizoró y descargó la responsabilidad en el gabinete ministerial lavándose las manos con jabón Pilatos. Aprovechemos para decir que muchos periodistas petristas ven la paja en el ojo ajeno pero no el leño en el ojo propio.
Es fundamental que se garantice la libertad de prensa sin censura (un pleonasmo), pues impedir a las y los periodistas no gobiernistas el acceso a la pauta estatal es otra de las formas de mordaza, pues son recursos del erario que no pueden distribuirse como plata de bolsillo de los gobernantes nacionales, regionales y locales, premiando a quienes terminan siendo lacayos electorales y por ende gobiernistas, negando a los opositores y a los libre pensadores que tienen en la crítica un instrumento de la libertad de opinión y de conciencia.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha desarrollado doctrina al respecto sobre la distribución arbitraria de publicidad oficial, como otro mecanismo de censura indirecta, que opera sobre distintos tipos de presión actuando como premio o castigo condicionando la línea editorial de un medio según la voluntad de quien gobierna, por ello debemos luchar para que la contratación y distribución de la publicidad oficial, obedezca a procedimientos que reduzcan la discrecionalidad y eviten sospechas de favoritismos políticos.
Este debe ser el rol principal de los gremios periodísticos que albergan a las y los periodistas alternativos, pero desafortunadamente se han convertido en nidos del culto a la personalidad para obtener canonjías personales a través de inexistentes vocerías, distrayendo con externalidades como las víctimas del periodismo o la congregación nacional, o coyunturas para la limosna de solidaridad con calamidades que padecemos todos de cuando en vez, en vez de enfilar esfuerzos por la distribución de publicidad estatal o subsidios sin discriminación.
Prefiero rememorar el ‘Correo del Orinoco’ creado por el Libertador Bolívar en 1818, la principal arma retórica de los patriotas en el proceso de Independencia basada en la gran cantidad de información que suministró sobre la campaña libertadora y las ideas liberales, o ‘La Bagatela’ de Antonio Nariño en 1811 y periódicos políticos y satíricos de la época, así como ‘El Correo del Cauca’ fundado en 1903 por el médico, filántropo y humanista Ignacio Palau que promovió la independencia del Valle del Cauca en 1910 y le costó el destierro.
Sea la oportunidad para anunciar un esfuerzo colectivo en la conformación del Círculo de Periodistas Independientes, cuya meta es precisamente este mecanismo de garantía para la libertad de prensa y libre funcionamiento de medios alternativos, que logre la conformación de un canal mancomunado de radio y televisión con la experticia y el talento de veteranos y novísimos colegas, que nos garanticen la objetiva difusión de noticias y la promoción de opiniones diversas para consolidar la democracia y el derecho de las minorías.
En esta puja en la que muchos periodistas pierden la cabeza de la independencia y la objetividad, viene a mi memoria el tango ‘Por una cabeza’ (1935) de Gardel y Le Pera, que dice: “Basta de carreras, / se acabó la timba. / ¡Un final reñido / ya no vuelvo a ver! / Pero si algún pingo / llega a ser fija el domingo, / yo me juego entero. / ¡Qué le voy a hacer…!”.