POR MICHEL LÖWY
Todos somos pasajeros de un nuevo Titanic. Sin embargo, a diferencia del Titanic de 1912, los oficiales y la mayoría de los pasajeros de este hermoso transatlántico lo saben. Saben que si el nuevo Titanic sigue su rumbo actual, chocará inevitablemente contra un iceberg y se hundirá. El iceberg se llama “Cambio Climático”.
Algunos de los agentes preguntaron por un cambio de rumbo. Se les dijo que sería demasiado caro: habría que indemnizar a los pasajeros, etc., en resumen, grandes gastos. Sin embargo, se adoptó una resolución para reducir la velocidad, pero apenas se aplicó. Mientras tanto, en la lujosa clase business, la orquesta toca y los pasajeros bailan. En la clase turista, la gente está viendo el campeonato de fútbol por televisión. Un grupo de jóvenes indignados protestan y exigen otra ruta, pero sus voces son ahogadas por el ruido de la orquesta y la televisión.
Algunos pasajeros, tanto de clase preferente como económica, están preocupados. Muy preocupados. Saben que varios polizones han conseguido subir al transatlántico. Se movilizan activamente para darles caza y arrojarlos por la borda. Una minoría filantrópica propone darles un chaleco salvavidas antes de abandonarlos en el océano. Aún se está debatiendo.
Mientras tanto, el nuevo Titanic avanza inexorablemente hacia su iceberg.
Esta alegoría tragicómica puede utilizarse para ilustrar la situación de nuestra civilización (capitalista industrial moderna) ante la amenaza cada vez más evidente de catástrofe ecológica, a saber, el cambio climático irreversible e incontrolable, que amenaza los fundamentos mismos de la vida en general y de la vida humana en particular. ¿No es esto una alienación de la humanidad en su conjunto, incapaz de hacer frente al peligro inminente?
El iceberg se acerca
¿Qué es la alienación? El diccionario Robert ofrece dos definiciones:
1) Trastorno mental, temporal o permanente, que incapacita al individuo para comportarse normalmente.
2) Estado del individuo que se convierte en esclavo de las cosas y conquistas de la humanidad, que se vuelven contra él.
¿Estamos en el primer caso? ¿Podemos hablar de una especie de “trastorno mental” colectivo que incapacita a los individuos para comportarse con normalidad? Tal vez. Pero más que de “trastorno mental”, habría que hablar de ceguera voluntaria o de miopía agravada o de comportamiento de avestruz (ante el peligro, con la cabeza en la arena).
Me inclino por la segunda definición del diccionario, siempre que se extienda del individuo a la colectividad.
El análisis clásico de la alienación (Entfremdung) se encuentra en Marx, en particular en los Manuscritos de 1844. Para el joven Marx, la alienación es el proceso por el cual los productos de la actividad humana, del trabajo, de la producción, se independizan de sus creadores y toman la forma de un poder autónomo, que escapa a su control y se les opone como hostil y ajeno.
Es el caso de las materias primas, el mercado mundial, los combustibles fósiles, la agricultura industrial, el productivismo, el consumismo. De hecho, toda la civilización industrial se ha convertido en un poder incontrolable, que se vuelve contra sus creadores y amenaza con destruirlos. Es una especie de sistema “autómata” impersonal, que funciona según sus propias reglas, perfectamente basadas en cálculos matemáticos (de beneficios y pérdidas) que no se pueden romper. El nuevo Titanic navega con control automático, cuyo funcionamiento defienden amargamente quienes disfrutan de los privilegios de este barco de lujo.
Aún se puede evitar lo peor. Todavía podemos salir del círculo vicioso de la alienación y recuperar el control de la navegación. Aún podemos cambiar de rumbo. Pero el tiempo se acaba…
Cambiemos de rumbo
¿Quiénes son estos jóvenes que intentan, con energía inagotable, despertar a los pasajeros del nuevo Titanic y romper el hechizo mortal de la alienación comercial? Las nuevas generaciones son cada vez más conscientes de que les tocará “pagar la factura”, dentro de unas décadas, de la ceguera de quienes hoy ostentan el poder, ya sea económico o político. Entiende muy bien que el problema no es sólo de los gobernantes -cuya inercia es evidente, y se refleja en el espectacular fracaso de decenas de reuniones de la COP, incluida la última sobre el clima en Sharm el-Sheikh-, sino del sistema económico vigente (es decir, el capitalismo industrial moderno). Esta conciencia se refleja en el lema de innumerables manifestaciones desde la Conferencia de Copenhague en 2009: “¡Cambiar el sistema, no el clima!” Porque, como bien resume Greta Thunberg: “Es matemáticamente imposible resolver la crisis climática en el marco del sistema político y económico actual”.
Greta Thunberg, llamada “bruja” por fascistas, neofascistas y reaccionarios de todo tipo, sin duda ha jugado un papel catalizador en la movilización de jóvenes por el clima. ¡Su convocatoria de 2019 para una huelga climática global fue seguida por 1,6 millones de jóvenes en 125 países de todo el mundo y su convocatoria del 20 de septiembre de 2019 por 7 millones! La crisis del Covid-19 sin duda ha frenado esta movilización, pero se está retomando de nuevo, en mil formas diferentes: Viernes para el futuro, Huelga mundial por el clima, Rebelión de extinción, etc.
Resumiendo la mentalidad de esta generación, Greta Thunberg dijo recientemente: “No nos rendiremos sin luchar”. Esta combatividad de la juventud es nuestra principal esperanza para evitar el naufragio colectivo.
Revista Ecorev No.53, Francia.
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