Crisis sistémica mundial: el nuevo mundo se deshace del viejo

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Es preciso caracterizar la fase en la que se encuentra el proceso de transición sistémica mundial. A partir de abril de 2023, está muy claro que el «nuevo mundo» (liderado por los BRICS), tras un despegue lento e incierto hace casi 15 años, está iniciando su fase de despegue.

El nuevo mundo se está liberando de las etapas que lo han alimentado y a la vez lo han sujetado (Occidente, el dólar, la tecnología occidental, etc.), y se está emancipando del viejo mundo, que tendrá que continuar su propia transformación antes de poder despegar a su vez.

En efecto, la actualidad reciente está repleta de grandes acontecimientos que muestran de golpe el inmenso poder de atracción de los BRICS.

Los BRICS acaban de superar al G7 en PIB (31,5 % frente al 30,7 % del PIB mundial) [1]. Jim O’Neill, de Goldman Sachs, llama a los BRICS a contrarrestar el dominio del dólar en el sistema monetario internacional [2]. Arabia Saudí (hasta hace poco pilar del petrodólar) se une a la Organización de Cooperación de  Shanghai [3]. China emerge como actor geopolítico deseable para poner fin a la crisis ucraniana [4]. Arabia Saudí e Irán renuevan relaciones diplomáticas reavivando las esperanzas de una solución a la guerra en Yemen [5]. China celebra su segundo Foro Internacional para la Democracia (y Occidente no debería burlarse si quiere que el resto del mundo siga prestándole atención) [6]. Brasil y China consolidan su acercamiento con una visita de Lula a Pekín [7]. Se rumorea que los BRICS preparan el lanzamiento de una moneda comercial basada en el oro y otras materias primas [8]. El yuan chino sustituye al dólar como moneda más comercializada en Rusia [9]. Japón se salta las normas del G7 para comprar petróleo ruso [10]. India se resiste a las sanciones y compra más petróleo ruso que nunca… [11]. La lista sigue y sigue, ilustrando la velocidad y el poder con que se impone ahora la dinámica de los BRICS, una dinámica de prosperidad que no puede dejar impasibles a los actores más libres. Es evidente el despertar de China tras su pausa de tres años por efectos de la pandemia [12].

En Occidente, los intereses más pragmáticos invitan a mirar hacia estas energías de transformación global: además de las invitaciones de Jim O’Neill, se puede constatar la intensidad de los viajes de negocios a Pekín que realizan las empresas emblemáticas [13] y las finanzas occidentales [14] encabezados o no por los jefes de Estado (Macron [15], Scholz [16], Sánchez [17]…).

Pero la pesada superestructura occidental sigue pegada al suelo: demasiado pesada, demasiado que perder, demasiado grande para moverse. Una crisis bancaria sigue a otra, llevándose por delante parte de la industria tecnológica estadounidense (SVB), el sistema bancario centrado en Suiza (Credit Suisse) y, en una secuencia lógica, sin duda pronto, los bancos centrales y los Estados soberanos sobreendeudados.

En el centro de este terremoto está el fin de la hegemonía mundial del dólar, lo que constituye una inversión de tendencia de una violencia sin precedentes, para la que los BRICS llevan preparándose 15 años, sin que los erráticos esfuerzos de Europa y Estados Unidos por seguir el movimiento hayan conseguido gran cosa.

La incapacidad de Occidente para hacer frente a la guerra en Ucrania está provocando una salida masiva de todo lo que se puede mover: los clientes están retirando sus activos de un sistema bancario en ruinas [18]; Arabia Saudí se retira del Credit Suisse, provocando su hundimiento, aunque ello suponga perder 1.000 millones de dólares [19]; senegaleses queman supermercados y gasolineras francesas [20]; los africanos advierten a Occidente contra su habitual condescendencia… [21]. Se trata de una gigantesca huida del sistema occidental que se está produciendo y que era previsible [22].

Ante semejante desmoronamiento de todas sus certezas, la estupefacción de Occidente le llevará en un primer momento a cerrar aún más sus filas. Pero este estrechamiento acentuará la salida de los actores más libres, como las empresas y los pequeños Estados (Suiza), o por el contrario de los más dependientes, como los Estados más endeudados ante la perspectiva de impagos soberanos (Italia, Francia,… y por qué no Estados Unidos de hecho). Incluso Europa del este empieza a darse cuenta del peligro de cristalización de un enfrentamiento con el vecino ruso (aumentan las tensiones entre Polonia y Ucrania [23], los eslovacos revelan su ADN proeslavo [24], los búlgaros votan a un partido prorruso en las últimas elecciones… [25]). Y a pesar de un cierto hundimiento de la imagen de China en Europa del este 26], anticipamos que el pragmatismo económico, unido a la ausencia de una historia dolorosa con el Reino Medio, atenuará pronto la vehemencia pro Taiwán de esta región.

De hecho, el Presidente francés dejó claro recientemente que la economía europea no podía permitirse seguir un régimen de sanciones contra China, dado el gran daño que ya ha infligido el enfrentamiento con Rusia en solitario [27]. Ciertamente, Francia puede experimentar algunas represalias en las próximas semanas como resultado de estas declaraciones, pero el hecho de que Macron esté asumiendo el riesgo indica lo vital que es para Francia no seguir permitiéndose quedar atrapada en las guerras de otros.

Unas pocas entidades ideológicas occidentales fuera de contacto con las realidades humanas y económicas seguirán dominando con éxito la diatriba contra el «nuevo mundo» durante algún tiempo, a saber, la Comisión Europea y el eje transatlántico liderado por la OTAN. Pero podemos fechar el principio del fin de las superestructuras occidentales en 2024, en el contexto de la doble elección de Estados Unidos por un lado y de la Unión Europea (UE) por otro, que o bien se derrumbarán bajo el golpe de la guerra (escenario duro de la muda) o bien se transformarán bajo el cuestionamiento de sus miembros (escenario blando de la muda) -un cuestionamiento que afectaría muy efectivamente a la legitimidad democrática de estas instituciones-…

Se darán entonces las condiciones para la muda, que será liderada por los actores más anclados en la realidad, es decir, los Estados, llamados a refundar un nuevo sistema basado en el par recursos-moneda [28].

Y el viejo mundo podrá «coger su turno», liberado de las estructuras del pasado.

Notas

[1]     Fuente: Watcher Guru, 08/04/2023

[2]     Fuente: Bloomberg, 28/03/2023

[3]     Fuente: OilPrice, 04/04/2023

[4]     Fuente: CNN, 07/04/2023

[5]     Fuente: AP, 09/04/2023

[6]     Fuente: AfricaNews, 27/03/2023

[7]     Fuente: Reuters, 11/04/2023

[8]     Fuente: IndiaTimes, 04/04/2023

[9]     Fuente: Bloomberg, 03/04/2023

[10]   Fuente: Wall Street Journal, 02/04/2023

[11]   Fuente: NPR, 20/03/2023

[12]   Fuente: GEAB, 15/01/2023

[13]   Fuente: WSJ, 12/02/2023

[14]   Fuente: Reuters, 31/03/2023

[15]   Fuente: Foreign Policy, 05/04/2023

[16]   Fuente: TheEconomist, 02/11/2022

[17]   Fuente: MFA China, 31/03/2023

[18]   Fuente: WSJ, 24/01/2023

[19]   Fuente: CNBC, 20/03/2023

[20]   Fuente: Trendtype, 11/03/2023

[21]   Fuente: GIS, 04/04/2023

[22]   Fuente: GEAB, 15/04/2021

[23]   Fuente: PBS, 17/02/2023

[24]   Fuente: Euractiv, 15/09/2022

[25]   Fuente: FT, 02/04/2023

[26]   Fuente: WPR, 11/01/2023

[27]   Fuente: The Guardian, 10/04/2023

[28]   Un emparejamiento que anticipa el papel central que se espera desempeñe la zona del euro.

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