De Cuba a Venezuela: la doctrina que hace retroceder a los imperios

POR OMAR ROMERO DÍAZ /

“Venezuela no será Irak: el pueblo armado es la vacuna contra el imperio”.

Los carniceros de Washington, los mismos que arrasaron pueblos enteros en nombre de la “libertad”, creen que Venezuela será un bocado fácil. Sueñan con columnas de marines marchando sobre Caracas como hicieron en Bagdad, con bombarderos tiñendo de fuego los cielos como en Libia, con tanques avanzando entre cadáveres como en Panamá. Pero hay una verdad que no se atreven a decir en sus noticieros: Venezuela no es Irak, ni Afganistán, ni Somalia. Venezuela tiene memoria, tiene pueblo y tiene doctrina.

¿Por qué nunca invadieron a Cuba después de Bahía de Cochinos? Porque entendieron que no sería una guerra relámpago, sino un pantano sangriento. Estados Unidos puede tolerar destruir países, pero no puede tolerar que la opinión pública le pase factura por miles de soldados muertos en apenas semanas. La pequeña isla levantó un muro invisible: la guerra de todo el pueblo, donde cada barrio, cada fábrica, cada escuela se convierte en trinchera.

Esa vacuna que salvó a Cuba hoy la hereda Venezuela bajo otro nombre: Guerra Popular de Resistencia y Defensa Integral de la Nación. Hugo Chávez lo entendió tras el ‘Caracazo’: los Ejércitos latinoamericanos entrenados por el Pentágono no defendían a sus pueblos, los masacraban. La respuesta fue unir lo que el imperio siempre quiso separar: civiles y militares, pueblo y fusil, patria y conciencia.

Hoy Venezuela no depende solo de sus montañas, sabanas, selvas e islas. Se nutre de la experiencia de Cuba, del músculo militar de Rusia, del respaldo financiero y tecnológico de China e Irán. Se nutre, sobre todo, de un pueblo que no entregará la patria ni al FMI ni a los mercenarios disfrazados de libertadores.

Que lo entiendan en Washington: una cosa es entrar, otra muy distinta es salir.

Podrán comprar traidores, podrán financiar campañas mediáticas, podrán inventar excusas de “narcotráfico” o “dictadura”, como hicieron en Irak con las armas químicas que nunca existieron. Pero aquí encontrarán algo que no pueden derrotar: un pueblo consciente que no se rinde y que hará del territorio un infierno para cualquier invasor.

Venezuela no amenaza a nadie. No busca expandirse ni bombardear a otros pueblos. Lo único que hace es prepararse para que ningún imperio repita la historia de sangre en suelo latinoamericano. Quien quiera venir con fusiles y drones debe saberlo: bastante pueblo hay aquí, bastante dignidad hay aquí, y bastante fuego hay aquí para convertir la arrogancia imperial en su peor derrota.

La lección de Cuba retumba en Caracas y debería retumbar en el mundo: la única manera de frenar al imperio es estar dispuesto a que cada hombre y cada mujer se convierta en trinchera.